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Los tengo sin querer, pero no crecerán
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Tiempo de lectura: 16 minutos

Una tarde, llegando de mi caminata, entro a casa sabiendo que mi mujer, Pía, estaba con sus tres amigas, Lidia, Mabel y Sonia, las dos primeras casadas y la última divorciada, en la reunión habitual de los jueves.  Sea porque iba en zapatillas, sea porque hablaban en voz alta, se ve que no me escucharon, de lo contrario Sonia, la más desinhibida, no hubiera largado.

– “Chicas que polvo nos echamos ayer!”, siendo cortada por mi mujer

– “Por Dios Sonia que si Abel se entera me mata”

– “Bien que cuando el negrito te la metía integra y a pelo ni te acordabas de tu marido”

– “Es verdad que la gocé pero bien sabés que no hago esas cosas y menos recibir su corrida en la boca. Los tragos me bajaron las defensas”.

– “Vamos nena, que cuando entraba sus manos bajo tu falda recién habías tomado medio vaso”. Ahí ya no hubo respuesta.

Temiendo que pudieran darse cuenta que las había escuchado retrocedí hasta la puerta y la cerré haciendo ruido. La conversación cesó de golpe mientras me acercaba a saludar. Se reanudó la charla con temas insustanciales, qué tal mi caminata, el tiempo que no nos veíamos, etc. Con el estómago revuelto, el corazón ardiendo de bronca, y con cierto temblor en las manos inventé una salida, pues quería pensar con detenimiento y cabeza fría.

– “Tengo ganas de salir a tomar algo. Voy a ver si encuentro a algún amigo que quiera acompañarme. Quizá llegue tarde, no me esperes”. Me bañé rápido y salí a despedirme.

– “Bueno chicas, ayer les tocó a ustedes, hoy me toca a mí”. Ahí saltó Sonia

– “Mirá que nosotros nos reventamos como cohetes”. Ante ese comentario jocoso mi mujer la miró como para fulminarla, tratando de disimular cuando yo la miré a ella.

– “Gracias por avisarme así trato de imitarlas”

– “O sea que salís con libertad total”

– “Con Pía siempre nos manejamos con libertad total, naturalmente asumiendo la responsabilidad en el uso que hacemos de esa libertad”. La palabra responsabilidad la dije mirando fijamente a mi esposa, que estaba seria y con ceño fruncido.

Me fui a un bar cercano y acompañado de un buen trago me calmé, reflexionando sobre mis próximos pasos. Eran las nueve y media de la noche cuando decidí regresar y comenzar mi venganza.

– “Qué temprano que volvés”

– “Se me pasaron las ganas de farra y no tengo apetito, me voy a ver televisión en la cama”.

Al ratito llegó Pía y contra su costumbre se cambió en el baño, poniéndose un camisón largo y nada trasparente. Atento a buscar cualquier indicio me percaté de la novedad, y para mis adentros me dije que algo estaba ocultando, quizá algún moretón. Había que aprovechar la oportunidad.

– “De lo que sí tengo apetito es de una buena sesión amatoria, vení que quiero desnudarte como me gusta”

– “Perdoname pero me duele mucho la cabeza, si querés con mi boquita te puedo dar una gran satisfacción.”

– “No mejor me hago una buena paja mirando ese cuerpo que me vuelve loco.”

– “No por favor, lo dejemos para mañana que ahora estoy muerta.”

Al despertarnos traté de subirle el camisón pero no me dejó. A la noche nuevo intento con resultado negativo. Al tercer día cuando estábamos cenando largué la primera ofensiva.

– “Hoy nos llegó una noticia bomba, parece que un compañero de otra sucursal pescó una hermosa venérea que le trasmitió su mujer. Todavía no sabe si es una fácil de combatir o es SIDA. Según dicen parecían una pareja modelo. Ahora el pobre tipo no sabe qué hacer.”

– “Qué desgracia, capaz que un simple desliz arruina la pareja. No debe ser fácil decidir qué hacer”

– “Depende, mientras venía para acá me puse a pensar qué haría en su lugar”.

– “Contame, qué harías”

– “En principio simularía que te entiendo, escucharía las típicas excusas, que fue la primera y única vez, que estaba borracha, que me sedujo con la ayuda de mi amiga, que sólo a vos te quiero, que fue sólo sexo. Después, disimulando bien, compraría una fusta resistente y prepararía una de las habitaciones de la casa insonorizándola. Terminada la obra, te agarro de sorpresa, y te meto adentro. Te desnudo y con cuatro o cinco fustazos te dejo la piel en carne viva. Cierro la puerta desde fuera y así las dos semanas siguientes. En ese lapso ya se van a ver los efectos de la infección que te come por dentro y seguramente en las llagas de la piel empezarán a aparecer gusanos. Será cuestión de esperar a que el organismo colapse y te mueras”.

La palidez de su cara hablaba de lo que sentía por dentro. Evidentemente no podía creer mis palabras. Tartamudeando me dijo

– “Serías capaz de hacerme eso? Irías preso”

– “No sé si sería capaz. Es lo que pienso que debiera hacer. Por otro lado si vos arruinás mi vida, mejor ir preso; tendré casa, comida y atención médica gratis. No necesito otra cosa. Quizá no podría aguantar hasta que te murieras sola, entonces tendría que matarte”

– “Sos un monstruo si pensás así”

– “Creería que no. Simplemente el dolor de la confianza traicionada me transformaría en un monstruo”

Esa noche ella me buscó y yo la rechacé.

– “Qué te pasa que ahora no querés”

– “No tengo ganas”

– “Dame en el gusto”

– “A ver si soy claro, ¡cuál de las tres palabras NO TENGO GANAS te resulta incomprensible!”

Me di vuelta y simulé dormir mientras escuchaba sus sollozos. Tenía que pensar la próxima jugada. Había que reforzar de manera sensible la idea que había sembrado en su cabeza. Esa noche el sueño me venció sin encontrar una solución aceptable.

Al día siguiente, en la oficina, recordé que las tiendas de chascos, bromas y disfraces solían vender un polvillo urticante que podría servirme ahora. A la salida fui y compré dos sobrecitos que, según las instrucciones de uso, me iban a resultar más que suficientes. Además, como otro modo de presión, compré una fusta y la colgué bien a la vista. Mientras Pía se bañaba aproveché para espolvorear un poco en la bombacha que había dejado sobre la cama para usar ahora. No quería anticiparme hasta ver el resultado de esta primera prueba, pero estimaba que si surtía efecto sobre la epidermis mucho más debía hacerlo sobre la mucosa interior de los labios mayores.

Así fue. Mientras cenábamos ella comenzó a moverse sobre la silla sintiendo la picazón. Me averiguó si tenía noticias del compañero infectado, a lo que respondí que por el momento estaba tratándose con antibióticos y que, según quienes estaban con él, era gracioso verlo rascarse como un desesperado. Desde esa noche por una razón o por otra dejamos de tener sexo.

Los días que transcurrieron hasta el próximo jueves fueron de muchas llamadas disimuladas, pedidos de turno a la ginecóloga, idas a laboratorio para estudios y sobre todo incertidumbre mal escondida que se hacía patente en bruscos cambios de humor, pasando del apocamiento a la irritabilidad. Esa tarde me arrimé a saludar como siempre, tratando en especial de palpar el ambiente, por lo cual me senté con ellas. Por supuesto que no desaprovecharon para preguntarme si era verdad lo que Pía les había contado sobre qué haría si la descubría infiel. Les dije que era verdad.

– “No te creo capaz de esa barbaridad” me dijo Lidia.

– “Mirá Lidia, es difícil saber de lo que uno es capaz hasta que se presenta la circunstancia. Pongamos un ejemplo un poco grosero. Si me preguntaran ¿crees que estas cuatro damas son capaces de salir una noche y hacerse llenar la boca, la concha y el culo de semen por un extraño? yo respondería que no. Pero no deja de ser mi creencia; a ciencia cierta no lo sé. Ustedes seguramente creen que sus maridos no serían capaces de llevar a cabo mi idea y puede que tengan razón. Ahora supongamos que se descubre esa infidelidad colectiva y yo les propongo a los maridos y ex marido hacerme cargo del procedimiento vengativo. Muy probablemente aprobarían que las duerma poniendo algún narcótico en la bebida, las lleve a la habitación preparada, las desnude, les propine seis fustazos entre pecho y espalda y las deje encerradas. Casi seguro también que al tercer día vendrían a ver el espectáculo de disputarse los cuatro sándwiches de miga y un litro de agua que tendrían como única ingesta diaria. Más de un psicólogo pagaría para ver la amistad sometida a esa prueba”.

– “Francamente no lo creo de ellos” dijo Mabel

– “Por supuesto que hay distintas maneras de canalizar el odio. Además cuanto más las quieran más será ese odio. De todos modos uno de estos días, que podamos coincidir, les voy a consultar”.

– “Ni se te ocurra hablar con mi ex. Ese basura es capaz de cualquier cosa”; explotó Sonia

– “No por favor, eso no”, terciaron las otras dos.

– “De puro curioso les hago una consulta. Qué tendría que hacer el cornudo si su mujer confiesa, y qué tendría que hacer si él la descubre”. Ahí saltó Sonia

– “En ambos casos tendría que perdonarla, sobre todo si fue esa única vez”.

– “A ver si entiendo, perdonarla, como diciendo aquí no pasó nada, aunque por los cuernos se tenga que agachar ante cada puerta. ¿Vos lo harías?”

– “No, no, alguna reparación debiera haber, más grande si él la descubre, tendría que pensar alguna”.

– “Por favor, para saciar mi curiosidad, cuando descubras alguna avísame”

En todo ese intercambio de opiniones Pía permanecía en silencio, pálida, moviéndose al impulso del polvillo urticante. Yo, en son de broma, le pregunté si tenía hormigas en el traste. Ahí, sin contestar, salió rápidamente en dirección al baño, bajo la mirada preocupada de sus amigas. Lidia la siguió, según dijo, para ayudarla si se sentía mal. Al regresar después de unos diez minutos la cara de ambas indicaba que algo desagradable sucedía a pesar que con sonrisa forzada dijeran que todo estaba bien y los ojos enrojecidos de mi mujer desmintieran esa afirmación. Ella era la menor de las cuatro con sus treinta y cinco años, siete menos que yo, y dedicada solamente al hogar, siendo influenciada por las otras tres que andaban cerca de mi edad. Cuando se fueron las visitas se sentó a mi lado, inclinándose reclinó su cabeza sobre mis piernas y empezó a llorar desconsoladamente aferrada a mis rodillas.

– “Perdoname te he sido infiel, te juro que fue esa única vez y si bien soy única responsable las chicas me indujeron a hacerlo. Haceme lo que te dé la gana pero no me abandones, te quiero mucho; todos estos días he sufrido por eso, pero la culpa no me dejaba pensar con claridad.”

– “En principio no me toques. Que fuiste infiel lo sé desde el jueves pasado, contame lo que ignoro y no te olvides de nada.”

– “El miércoles, como vos sabés, teníamos pensado salir a cenar y luego a tomar algo. Estando en la discoteca se acercaron unos amigos de Sonia y se sentaron con nosotras, luego salimos a bailar, yo lo hice con Saúl que tendrá unos treinta años y un físico de gimnasio, estuvimos en la pista un buen rato, me hablaba seductoramente, que si soy linda, que tengo un cuerpo deseable y todas esas cosas. Poco a poco me fue apretando y me dejé llevar, nos besamos largamente y después ya sentados me abrazó acariciándome. Le dije que no siguiera, que estaba casada y lo separé. Ahí las chicas comenzaron con que solo era diversión, que no les arruinara la noche, que tomara un buen trago para entonarme, que me dejara llevar, etc. Saúl aprovecho para acercarse y lentamente seguir avanzando en las caricias. Cuando me di cuenta ya estaba de nuevo entregada a sus besos y tenía una mano bajo mi falda acariciándome la conchita. El resto fue fácil, sacó su pija, me hizo mamársela corriéndose en mi boca. Seguimos besándonos, llenando con sus dedos ni vagina llevándome a un tremendo orgasmo. Un ratito después y estando con una nueva erección me sentó encima, corrió mi bombacha y entró de un solo golpe arrancándome un grito que fue festejado por las chicas. Esta vez nos corrimos juntos teniendo su pija bien adentro. Después lo hicimos otra vez antes de regresar a casa. Eso fue todo y estoy muy arrepentida”.

– “Y tus amigas?”

– “Para ellas eso es común.”

– “Todos los días se aprende algo nuevo. Ahora descubro que mi esposa es especialmente fácil, más aún, facilísima. Vos corregime si me equivoco. Un tipo que nunca antes le refregó la pija bailando, que nunca le toco una teta, el culo o la concha, que nunca le dio un beso ni siquiera en la mejilla, que nunca la había saludado antes, que ni en fotos era conocido, en solamente una hora consigue que ella se trague su semen y dos veces le llena la vagina de leche. Así fue?

– “No ya habíamos bailado alguna vez”

– “Bien, en resumen, me engañaste y fui yo quien lo descubrí. Vos hablaste cuando ya no podías soportar la presión que hice durante una semana. Todavía no he decidido qué hacer, pero por lo pronto tenés que sacar todas tus cosas del dormitorio y del baño. Esas dependencias eran del matrimonio y esa unión ya no existe. Por si acaso te aviso, movete rápido y de esa manera evitás que te motive con la fusta”.

Mientras ella hacía el traslado de sus pertenencias con la cabeza gacha y los ojos llorosos, yo miraba por televisión un documental sobre la prostitución y eso me dio idea de qué hacer con ella.

– “Pía, ya he decidido qué hacer con vos. Vas a trabajar de puta para mí. Según este programa una ramera de bajo nivel puede ganar 20.000 por semana y una de nivel medio puede superar tranquilamente los 50.000. No voy a exagerar, con 40.000 me conformo. Hoy es jueves así que a partir de ahora todos los jueves me entregás ese dinero. Naturalmente no hay vacaciones, ni carpeta médica, ni trámites que invaliden esa obligación, por lo cual te sugiero que ahorrés para esas emergencias. Al primer incumplimiento pido el divorcio llevándole al juez tu relato de mis cuernos, que he grabado mientras hablabas, eso siempre y cuando no me incline por prisión y muerte”.

Sin terminar de sacar sus cosas, llorando desconsolada, salió corriendo hacia su nuevo dormitorio y se tiró en la cama. Ahí quedó mientras yo sacaba al pasillo lo poco que le faltaba para terminar. Cuando se calmó un poco la escuché llamar a sus amigas contándoles lo sucedido. Pocos minutos después sonó mi teléfono, era Lidia pidiéndome que mañana las recibiera a las tres pues querían hablar conmigo. Naturalmente les dije que encantado las esperaba y acordamos a las seis de la tarde.

Ese viernes, mientras las esperaba, tomé conciencia que llevaba nueve días de cornudo y ocho de haberme enterado que me adornaban la frente. Llegaron las tres alrededor de la hora convenida, las hice pasar, la llamé a Pía para que se nos uniera, les ofrecí algo de beber y me dispuse a escuchar. Siendo la más desenvuelta, fue Sonia quien tomó la palabra

– “Abel, quisiéramos que nos escuches porque hasta ahora solo Pía ha asumido la responsabilidad de lo sucedido, y creemos que nosotros en algo somos partícipes.”

– “Entiendo que quieran ayudar a su amiga y alabo esa actitud. Una sola cosa te pido, y es que no me mientas.”

– “Tené la certeza que no lo voy a hacer. Todo comenzó casi un mes atrás. Como todos los miércoles salimos a cenar y se nos ocurrió ir a tomar algo a una discoteca de la que nos habían hablado. Después de comprar los tragos y ya sentadas se nos acercaron cuatro muchachos jóvenes, de apenas pasados los treinta. Cada uno trató de emparejarse con alguna de nosotros en una charla que primero fue general y luego dirigida a una en particular. Era notable la predilección de Saúl por Pía y pasando el tiempo salimos todos a bailar.”

– “Teniendo en cuenta que vos estarías pendiente de tu pareja y no del resto ahora quiero escucharla a Pía, protagonista del asunto.”

– “Bailamos como todos, nada más que cuando comenzó la música lenta él poco a poco comenzó a disminuir la distancia mientras me decía lo hermosa que era, que le tenía poco menos que loco, y para eso ponía su boca al lado de mi oreja, sus labios rozaban el lóbulo mientras su pierna se hacía espacio entre las mías. Después de un buen rato bailando con esos roces dejé que su miembro se apretara contra mi sexo y su boca cubriera la mía. Inconscientemente llevé mis brazos a su cuello y él sus manos a mis nalgas lo que hizo que nos corriéramos con el simple frotamiento. Cuando nos compusimos me di cuenta cabal de lo que había hecho y arrepentida me fui a sentar, pidiéndole a él que me dejara sola. Me quedé con Lidia, que no había salido a bailar, hasta que nos fuimos.”

– “Sonia, Mabel, algo que agregar”

– “Nada porque cuando volvimos de bailar estaban ambas charlando y en seguida nos fuimos. Lo que sí me asombró fue la cantidad de mensajes que tenía cuando, al llegar a casa, abrí el celular. Eran de Saúl pidiéndome el número de teléfono de Pía, cada mensaje con una razón distinta, es el amor de mi vida, estoy loco por ella, no puedo pensar en otra cosa que en verla de nuevo, y así por el estilo. Ahí yo cometí un error. Se lo di.”

Para mis adentros rectificaba los números según los nuevos datos, veintitrés llevo de cornudo y ocho de saberlo.

– “Bien, ahora tendríamos que ver los mensajes que recibió Pía. ¿Nos mostrás?”

– “No quiero, el uso del teléfono es algo íntimo”

– “Tenés razón, no debí pedírtelo”

– “Perdón, perdón, tomá, mirá lo que quieras”. Lo dijo con la cabeza gacha y lágrimas en los ojos.

Busqué jueves 5 y, como había un buen número de mensajes, seleccioné para leer dos que tenían cierta relevancia.

– “Este es del galán. Amor mío estoy perdido desde que casi nos fundimos bailando y mientras saboreaba tu boca sentí que comenzabas a temblar anunciando el próximo orgasmo. En ese momento me corrí empapando el calzoncillo. Deseo verte pronto. Un beso enorme.”

– “Veamos que contesta la dama. Como nunca yo también gocé y mojé la bombacha. Por favor no me escribas que es peligroso. Te avisaré cuando nos podamos ver. Un beso húmedo y profundo.”

– “Ya no hay mensajes hasta el jueves 19, que es cuando me entero de lo sucedido la noche anterior. Demos por cierto lo contado por Pía y que a grandes rasgos está reflejado en los dos mensajes que les voy a leer”

– “Este es enviado por Saúl durante la mañana. En la imagen pueden apreciar el miembro que porta el muchacho. Ciertamente respetable. Debajo de la imagen vienen cinco frases. 1ra) Esta es la pija que te hizo gemir cuando abriendo tu conchita llegó hasta el fondo; 2da) Esta es la pija que en la profundidad de tu vagina derramó ríos de leche; 3ra) Esta es la pija que exprimías con los músculos de tu vagina para extraer la última gota de semen; 4ta) Esta es la pija que agarrando con la mano la pasabas por tus mejillas y labios como si la adoraras y después, chupándola golosamente, te bebiste el líquido espeso que expulsaba; 5ta) Esta es la pija que, recordándote, no se afloja, y que después de haber probado tu boca y tu sexo ansía penetrar tu culito. Te amo”.

– “La respuesta de Pía dice: Me encanta lo que me decís y deseo repetirlo. No me escribas que yo te avisaré cuándo. Te extraño”.

– “Ahora ya estoy bastante informado. Una sola incógnita me queda y quizá ustedes me ayuden a resolverla. La pregunta es: Qué hago con mis cuernos?”. Cosa rara, la que habló fue Lidia.

– “Una aclaración, yo en nada colaboré para que Pía se enredara con Saúl, así que no me siento responsable de este asunto. Trato de ayudarla porque la aprecio. Después de hablarlo bastante pensamos que una manera de atenuar la culpa y la bronca es que vos, Abel, equilibres la balanza. Y para eso nos ofrecemos nosotras tres”.

– “A ver si entiendo. Para nivelar lo que hizo Pía ustedes se ofrecen a tener sexo conmigo”

– “Exactamente”

– “Les acepto la propuesta y en compensación Pía no trabajará de puta. El resto sigue en vigencia. Cuando tenés tiempo Lidia?”

– “Podría ser hoy porque mi marido viaja a ver a sus padres y regresa recién el domingo”

Tras un rato más de conversación Sonia y Mabel se despidieron. Aproveché para proponer salir a cenar los tres.

– “Perfecto, voy a llamar a mi esposo para avisarle y despedirme. Hola querido, como viajás en un rato quería despedirme. Esta noche saldré a cenar con Pía y Abel. Qué? Esperá que conecto el manos libres así ellos te escuchan. Ahora repetí la pregunta”

– “¿Estás por hacer un trío?”

– “La pregunta es en serio o en broma?”

– “En broma, querida, en broma”

– “Javier, en cambio yo te voy a contestar en serio. No voy a hacer un trío porque Abel y Pía están enojados, pero yo me voy a hacer recontracoger con Abel hasta que pierda el sentido. Saludos a tus padres”.

Seguramente nuestras caras reflejando sorpresa la movieron a seguir hablando

– “Me voy a sincerar con ustedes porque los quiero y seguramente van a mantener la reserva, pues son los únicos que van a saber esto. Es verdad que Javier visita a sus padres, pero lo que más lo mueve es encontrarse con Julia, su vecina con la que tiene sexo desde los diecisiete años. Cuando me enteré, hace ya diez años, pensé que mi mundo se venía bajo. El fin de semana siguiente Javier tenía que estar fuera por trabajo así que aproveché, pretextando ver a sus padres, para viajar y encararla. No van a creer cómo me recibió; sus palabras fueron: ‘Te agradezco que hayas venido, tenía muchas ganas de conocerte´. Les resumo. Entre ellos hay afecto pero Javier siente verdadero amor solo por mí. El sexo después de tanto tiempo se convirtió en una adicción de la que no se pueden desprender, y por eso ella le pide periódicamente que me tenga como una reina, que me de todos los gustos porque no soy culpable de este vicio que a ellos los consume. Ante tamaña revelación decidí asegurar en parte mi futuro. Cuando regresó de viaje le dije que quería que comprara y pusiera a mi nombre dos departamentos de dos ambientes, pues quería vivir decentemente el día que se hartara de mí o yo me hartara de él. Y además que al regresar de cada visita a sus padres me trajera de regalo dinero en efectivo, la cantidad que él quisiera. Si bien se sorprendió con el pedido, dándose cuenta que yo sabía todo, lo aceptó y cumplió. Hoy tengo los dos departamentos y con lo ahorrado en cualquier momento me compro un tercero. Él, aunque no dejó su vicio, se desvive para demostrarme su amor, y yo conservo mi libertad dándome ocasionalmente algún gusto. Por otro lado sabe que si me hace una broma sobre ese tema yo le voy a contestar mal. Evidentemente esta vez se le escapó. Una pregunta Abel, confiás en mí?”

– “Por supuesto”

– “Me permitís manejar las cosas hasta que regresemos?”

– “Encantado. Antes que me olvide, Pía dame el teléfono, no pienso pagar un aparato y la línea para favorecer el crecimiento de los cuernos”.

Cuando eran cerca de las diez de la noche vino Lidia avisando que ya había reservado mesa donde solían ir los miércoles y que venía un taxi a buscarnos pudiendo de esa manera beber sin tener que cuidarnos. Durante la cena Pía prácticamente no participó de la conversación como si estuviera preocupada o ausente. Al terminar Lidia, dirigiendo la actividad, nos llevó a la discoteca escenario de mis cuernos, aunque yo no lo sabía. Ya adentro, fui a la barra a pedir la bebida mientras ellas se ubicaban en una mesa con sillón de tres cuerpos, dejándome una punta con Pía en el medio. Llevábamos un rato charlando cuando se acercó un joven que saludó a las dos mujeres como quien las conocía.

– “Pía, vamos a bailar?”

Por supuesto que la invitación me hizo deducir quién era el desconocido, así que miré hacia la invitada, que estaba pálida mientras Lidia le agarraba el brazo.

– “Saúl, este señor que tengo al lado es mi esposo y sabe todo lo que pasó entre nosotros, le he pedido perdón por el engaño, sabe que estoy arrepentida y le prometí que nunca más se repetiría algo así. Por favor dejanos tranquilos”

No sé quién quedó más sorprendido por la respuesta, si él o yo. De todos modos el joven conquistador, sin articular palabra se fue.

– “Bueno, habiendo exorcizado el fantasma de la discoteca me siento mejor,” nos dijo Lidia.

Como lo sucedido con el ex amante de Pía nos había trastornado el buen ambiente decidimos regresar a casa.

Allí nos servimos algo de beber sentados en el sillón, continuando la charla con Lidia porque Pía dijo que prefería acostarse.

– “Antes que se haga muy tarde creo que tengo que cumplir mi compromiso”

– “Querida Lidia, no estoy muy seguro de eso, a ver si me explico. En las horas que llevamos reunidos he disfrutado de tu compañía y eso porque el ambiente es agradable, tranquilo y en total libertad. La prueba es que nos hemos hecho confidencias que de otro modo no hubieran aflorado. Si en ese ambiente distendido introducimos una actividad con cierto tinte de obligatoria lo vamos a arruinar, por eso mi sugerencia es pasar por alto ese compromiso. Una última cuestión, la sugerencia es para evitar algo que pueda resultarte penoso?, que si es por mi gusto pediría que el equilibrar la balanza de los cuernos dure cuarenta y ocho horas. ¿Me hice entender?”

– “Perfectamente. Ahora yo voy a tratar de hacerme entender, y para que mis palabras sean bien escuchadas te las digo al oído. Yo también te tengo muchas ganas”.

Terminadas esas palabras lentamente fue moviendo sus labios desde mi oreja, pasando por la mejilla hasta mi boca, donde dejó un tierno beso y luego se separó para mirarme a los ojos con una expresión seria. Pasados unos segundos, paralizado por la sorpresa, le dije que me quedaba algo por aclarar, y acercándome le devolví el beso. Nuevamente me sorprendió cuando se levantó pidiéndome que me sentara bien al borde del sillón mientras ella de pie me miraba. Cuando me ubiqué como quería se sentó de frente, a caballo de mis piernas, y moviéndose hasta que su sexo se aplastó contra el mío separados por la ropa. Luego cubrió mis labios con los suyos comenzando un largo y delicioso beso donde las lenguas, las pelvis y las manos fueron los instrumentos de placer.

– “Se entendió mi aclaración?”

– “Entendida y disfrutada al máximo”

Vuelta a sentar a mi lado, lo hizo bien pegada apoyando su frente en mi mejilla a lo que le correspondí pasando mi brazo por sus hombros. Así estuvimos unos minutos en silencio acariciándonos, luego uno a uno fui desprendiendo los botones de su blusa, que al estar sin corpiño, dejaron libres unos pechos medianos que lamí, chupé y suavemente mordí, mientras ella acariciaba mi cabeza y gemía de placer. Manteniendo la boca ocupada, con la mano recogí su falda en la cintura descubriendo la bikini blanca que coronaba la unión de sus largas piernas pegadas una a la otra.

Con índice y pulgar abrazando los labios por arriba de la bombacha, en movimiento de sube y baja, le acaricié un rato la conchita hasta que abriendo de par en par las piernas me mostró la tela mojada pidiéndome que la caricia fuera por dentro. No le hice caso, llevándola a que se acostara sobre la mesa. Ya sin obstáculo de ropa, levanté sus piernas llevando las rodillas a la altura de los hombros. Con una mano abrí su vulva mientras la otra enfilaba mi pija a su entrada.

– “Ahora sí vamos a equilibrar la balanza”

Cerré los ojos concentrándome en el roce de la penetración hasta que no quedaba nada por meter. Cuando los abrí Pia estaba a nuestro lado, tomando una mano de Lidia en el momento de desatarse la corrida de esta. Los apretones vaginales fueron acompañados por un largo quejido, mezcla de sufrimiento y placer quedando luego como si estuviera durmiendo. Cuando los párpados se levantaron y su cara se iluminó sonriendo empecé el movimiento de salida y entrada para obtener mi placer, siendo detenido por ella.

– “Por favor, no acabes dentro mío, déjame seguir manejando la acción.”

Hizo que me retirara, tomándola a Pía la ubicó en la misma posición que antes tenía ella guiando mi miembro al lugar elegido. Todo esto lo hizo sin parar de hablar.

– “Lo que le dijo tu mujer a Saúl en la confitería es algo muy serio porque tiene marca de autenticidad. Y ese sello lo describiría así: ella te pide que le permitas estar cerca tuyo para demostrarte su amor, te ruega que te dejes querer, no pretende un perdón ya y de palabra, lo que desea es ganarse tu perdón.”

– “De Pía podés decir lo que quieras, que fue una puta, que fue una hija de puta, que fue una traidora, que fue una basura, que fue una porquería, todo lo que quieras, pero siempre precedido por el fue, porque eso es pasado. Hoy Pía es otra y ese cambio es producto del dolor; dolor de haber perdido al hombre que ama, dolor de amar y ser despreciada por el amado, dolor de haber cambiado pocas horas de placer por un largo tiempo de sufrimiento ininterrumpido que no sabe si va terminar, dolor de la angustia pasada hasta que le dieran los resultados de estar limpia de una enfermedad y sin embarazo. Esa es la Pía que tenés en frente abierta ante vos, con su conchita destilando jugos invitándote a entrar. No es razonable pedirte que olvides el engaño, pero en este momento te pido que lo pases por alto, hacela tuya de nuevo, que tu barra de carne palpitante se interne por ese orificio que te anhela, que el fondo de su vagina sienta el impacto de los chorros semen de su macho, que sus músculos te ordeñen la pija hasta la última gota”.

– “No la beses, reservá esa señal para el futuro. Que sea el signo de que ha llegado el perdón.”

Y así fue. El orgasmo de ambos vino encadenado, las palpitaciones de mi pija expulsando semen fueron inmediatamente seguidas de sus contracciones vaginales exprimiéndome.

Después de satisfacer las urgencias instintivas, Pía, Lidia y yo nos fuimos a descansar, Pía a la habitación de servicio, Lidia a la de invitados y yo a la mía. Mientras esperaba el sueño pensaba en los sucesos de las últimas horas y en cómo Lidia, con una delicadeza exquisita, nos fue guiando hasta lograr que el encono mío hacia mi mujer menguara mucho. Si Pía perseveraba en demostrarme su amor muy probablemente la pareja pronto se uniría nuevamente. Ahora la palabra la tiene el tiempo.

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Comentarios

3 COMENTARIOS

  1. Maestro… Espero vuelvan sus historias…. realmente únicas… Felicitaciones una vezas por este relato… Por favor..no deje de publicar

  2. Hola mu estimado autor Suruminga,este relato es reeditado? Pero igual es excelente como todas tus historias. Felicitaciones un abrazo.

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