—¿Quién eres tú? –Me preguntó Ethel casi pegando un grito cuando me miraba semi desnudo intentándome incorporar a la orilla de la cama. Realmente la sorpresa era mutua, pues tampoco yo me la esperaba que saliera como Dios la trajo al mundo, solo con una toalla amarrada cubriéndole su cabello oscuro. Lo que logré mirar en aquella penosa situación fue como Ethel confusa intentó sin saber cómo, si cubrir sus desnudos pechos o cubrir su bien depilada conchita la cual tenía un pequeño arbusto bien recortado. -¡Soy Tony! -le dije.- Y tú debes ser Ethel, la hermana de la esposa de mi tío.
Déjenme explicar cómo llegué a esta penosa y deliciosa situación: Desde que me hice de una motocicleta a mis 17 años he visitado el rancho de mi tío y muchas veces sin anunciar mi llegada. Cuando comencé mi universidad era bastante común que llegara una o dos veces al mes a visitarlo a su rancho que queda en una ciudad cerca de Monmouth California. Para llegar desde la universidad, me tomaba unas cuatro horas conduciendo en motocicleta y aquel viernes de verano llegué como siempre, busqué la llave de la casa de huéspedes que queda muy atrás de la residencia principal y al no encontrarla en una maceta colgante, como había sido siempre, sabía que la puerta corrediza o una de las puertas debería estar sin llave. Entré, me tomé un baño y luego después de tomarme un par de cervezas me quedé dormitado hasta que me despertaron los gemidos que venían desde el baño.
Pensé por un momento que se trataba de la esposa de mi tío cuando intentaba a la vez de recuperarme del sueño, e intentaba salir para que no pasara ella tal vergüenza. Honestamente me hubiese gustado verla desnuda, pues para que les describo de cómo se mira la tía de buena, pero ella había sido siempre muy atenta conmigo y esperaba evitarle la vergüenza de que supiera que había escuchado sus jadeos cuando quizá el tío se la cogía o ella se masturbaba. Me ganó la curiosidad cuando escuché esos gemidos más profusos y mi reacción no fue la más sensata… quería escuchar de cómo se corría y de repente me apareció Ethel, la hermana de mi tía política. El cansancio había hecho mella en mi y fue por eso mi lenta recuperación para reaccionar.
Ethel es la hermana menor de la tía política, en aquel tiempo contaba con unos 22 o 23 años. Ya había compartido con ella en algunas ocasiones, pero la última vez que la vi yo tenía unos 16 y ella unos 20 y quizá me miraba como un chaval, aunque ya a esa edad yo le llevaba bastante en altura, pues Ethel ha de medir un metro con unos 65 centímetros y yo a esa edad ya pasaba del metro ochenta. Ella a esa edad, iba a comenzar en la escuela de leyes, siempre se miraba recatada y Ethel fue siempre de esas chicas que nunca imaginé verla desnuda, pues nunca la había visto en traje de baño cuando algunas veces compartimos en el rancho del tío y la mayoría disfrutaba en la piscina. Y aquí la tenía en frente de mí, totalmente desnuda confundida sí llevarse las manos para cubrir sus pechos o cubrir su sexo.
Para que tengan una mejor idea de cómo era esta linda y hermosa chica, Ethel a sus 22 o 23 años debería pesar entre 120 a 130 libras. Ya les di su altura y sus medidas según mi cálculo del que presumo ser un experto, deberían de ser 90-60-94. Sí… su trasero era más pronunciado con un buen par de melones de copa C y verdaderamente era sensualmente curvilínea. Siempre me había gustado desde que la conocí a mis 14, pero por su edad y la distancia, lógicamente no estaba en la lista de las conquistas de un chaval a esa edad. Ahora acercándome a mis 19 y con mucho más experiencia, al volverla a ver en esas condiciones se me despertó el morbo y el deseo de cogérmela.
Siempre había visitado al tío y él me había dicho que llegara cuando quisiera y él me había dicho lo de la llave. Nunca imaginé que en aquel día Ethel estuviera ocupando la casa de huéspedes la cual tiene una fachada de cabaña de madera, cuenta con dos habitaciones, una sala pequeña, un solo baño del cual se tiene acceso desde el pasillo, pero también desde una de las habitaciones y eso fue lo que había sucedido. Cuando Ethel llegó, ella nunca vio mi motocicleta estacionada pues ya estaba oscuro y nunca entró a la habitación, ella había tenido acceso al baño desde el pasillo que da a la sala y es por eso por lo que nunca se dio cuenta que yo estaba ahí. Se bañaba, se masturbó a su antojo, sin imaginar que yo estaba ahí. Ahora que la tenía frente a mi totalmente desnuda y que sabía que se trataba de mí, el sobrino de su cuñado, la siguiente pregunta fue: ¿Has estado ahí por mucho tiempo?
Creo que ahora entendía que parte de su pena era que se encontraba desnuda, pero también intuía que yo le había escuchado cuando se corría al masturbarse. Me hice el que acaba de despertar y realmente le debí haber dado aquella impresión, pues después de haber conducido por 4 horas, haberme tomado un par de cervezas después del baño, me provocó un relajamiento que me sentía hasta adolorido. Me disculpé de la mejor manera y le dije que me retiraría, pero pude ver en sus ojos color de miel, en esa carita angelical que tiene, que presentía había escuchado sus gemidos y jadeos, pues estos llegaron a unos elevados decibeles, que creo que instintivamente me hicieron despertar. Eran las 7 de la noche y aunque no oscurece hasta las 8:30 en esta zona, pero los árboles le ponen mucha oscuridad a este ambiente. Me vestí y me fui para la casa principal.
Mi hermosa tía política me recibió, pues el tío todavía no había llegado de sus labores. Me hizo saber que Ethel estaba ocupando una habitación de la casa de huéspedes y que yo podría ocupar la otra o que si prefería, podría quedarme en una de las habitaciones de la casa principal, pero eso pondría a mi querida tía política a ser más prudente y más discreta si querían entrar en el ambiente sexual con el tío, pues ya anteriormente había escuchado lo bestial de estas cogidas, pues tengo la impresión que hasta quiebran paredes de lo violentos que son y Erica, mi tía, es más gritona o igual de gritona que su hermana cuando se corren. Quedarme con ellos, era ponerlos con este pendiente. Desde que cumplí mis 16, siempre me enviaron a la casa de huéspedes para ellos tener la libertad de hacer lo que quisieran y coger como quisieran.
Recuerdo que ese día cenamos, el tío me volvió a dar la opción donde prefería dormitar y quizá por esa distancia y edad entre Ethel y yo, nunca imaginaron que en ese fin de semana algo podría pasar entre ambos. Nunca Ethel mencionó que ya nos habíamos encontrado en esa penosa experiencia, así que como a las 10 de la noche, ella se fue caminando para la cabaña como para mantener distancia, o al menos eso quiso insinuar y yo me fui en mi motocicleta y la estacioné frente a la cabaña. Caminando, se toma unos 7 minutos, así que cuando Ethel entró, ya me encontró con el televisor encendido. Ella dijo que se iba a dormir y fue cuando se me vino a la mente y le pregunté:
-Ethel, si tenías planes esta noche con el uso de la cabaña, yo me puedo ir a un hotel.
-¿De que hablas? -me respondió.
-¡No sé! Quizá habías invitado a alguna amiga o amigo…
-¡No… para nada! No te preocupes… si escuchas ruidos extraños desde mi habitación, ven a mi auxilio. -me dijo en forma de broma.
Me quedé viendo televisión hasta que me volvió a vencer el sueño y me fui a la habitación. Realmente volví a pensar en los gemidos que escuché de Ethel y estos me provocaron una erección que, si me gustara masturbarme, quizá lo hubiese hecho para calmar la tensión, pero mi experiencia me decía que necesitaría esta energía para en cualquier momento satisfacer a alguna chica. Quizá eso me hace alejarme de llegar a formar este hábito que según dicen es generalizado en todos los hombres y algunas mujeres y quizás soy único: nunca me dan ganas de masturbarme. Pensé en esa imagen de la desnudez de Ethel, esas bonitas curvas, esas tetas redondas y bien solidas que se le miran… me provocó una erección, pero luego me dormí. Desperté temprano como siempre y me fui a conseguir desayuno e incluso llevé algo para Ethel.
Cuando llego de visita soy muy independiente y en aquella ocasión cené con ellos la tarde que llegué porque me encontré con Ethel en la casa de huéspedes, pero regularmente no se dan cuenta que he estado ahí o se sorprenden de que me han encontrado ahí cuando divisan mi motocicleta. Yo compró mis cosas, hago mis asados y muchas veces he llevado a amigos y me la he pasado muy bien ahí. Este fin de semana, prácticamente hice lo mismo, me perdí por un río donde hice pesca y caminé por horas. He regresado a eso de las cinco de la tarde con algunos cuantos peces que preparé para freír, pero antes ya había comprado algunas cervezas. Estaba friendo los pescados cuando vi salir a Ethel con sus apretados y bien ceñidos pantalones vaqueros y desde la distancia me dice: ¡Eso huele delicioso! -La he convidado, pero me dice que ha quedado en cenar con el resto de la familia. El olor se ha expandido que en esos momentos veo aparecer a Erica con mi tío y todos terminamos comiendo en el patio frontal de la cabaña y nos hemos terminado la cerveza que ha llevado mi tío. Él me conoce, y sabe que, si estoy friendo pescado, sabe que tengo suficiente para él también y a mi tío, le encanta el pescado frito.
De cuento en cuento hemos llegado casi a medianoche y la hemos pasado bien. Yo estoy más que cansado por la caminata y me he estado quejando del dolor muscular. Mi tío y Erica se despiden y todos planeamos en irnos a descansar. En esta ocasión solo me he lavado la boca y me he ido para la cama y he escuchado como la regadera se activa y se escucha los movimientos de Ethel tomando un baño. Vuelvo a recordar su cuerpo desnudo y aquello me provoca otra erección… solo imagino llegar a mi apartamento y llegarme a culear a Ashley, que esta vez no ha venido conmigo, pues ya le había prometido a su madre pasarla con ella aquel fin de semana. Entreteniéndome en aquella visión del cuerpo desnudo de Ethel estaba cuando escucho lo toquidos en mi puerta: -Tony, ¿estás despierto?
Yo estoy con mi bóxer y me echo una sábana y le digo que puede abrir la puerta. Me dice que tiene una pomada para el dolor muscular y que si estoy interesado que me la puede dejar. Veo que tiene el cabello húmedo, solo viste un pequeño pantalón corto color blanco que me dejan apreciar sus bien definidos muslos y ver como se marca su prenda íntima que debe de ser del mismo color. Tiene una camiseta también blanca y sé que no lleva sostén; puedo ver sus dos pezones erectos. Se me acerca y pone la pomada en el buró y está lista para salir y volver a cerrar la puerta. Antes de cerrar me dice: -Creo que un baño caliente te hará bien.
Lo había pensado, pero ella se había metido al baño y ya me había relajado en la cama y ya era la medianoche. Tomé el coraje y me fui hacia el baño, el cual donde está la regadera es de esos que tienen un cristal corrugado donde no se ve a través con claridad. Me bañaba y tengo la seguridad que Ethel me espiaba. Escuché con toda seguridad que cuidadosamente la puerta se abrió, pues sé que a ese lado el baño no tiene llave. Debo decir que aquello me excitó y hasta simulé que me pajeaba la verga cuando me la enjabonaba. Me sequé y me fui a mi habitación. Minutos después escucho de nuevo la puerta y le digo que abra. En esta ocasión solo estoy cubierto por la sabana, pues no me he puesto ropa interior. Ella ve mi torso desnudo y me pregunta con una sensual sonrisa: ¿Quieres que te ayude a aplicarte la pomada? -La verdad que para mi era como decir: ¡Quiero coger contigo! ¿Puedo? -Solo le dije que me tenía que poner los bóxer y ella se sonrió y me dijo:
-¿Duermes desnudo?
-Si – le he contestado, aunque regularmente no es así.
-No importa, estaremos al tú por tú… ¡Me sorprendiste ayer desnuda!
-¡No fue con intención! ¡Lo siento mucho!
-No te preocupes… lo he superado. ¿Pensé que lo habías escuchado todo?
-¡No entiendo! ¿Qué debería haber escuchado?
-¡No importa! ¿Quieres que te aplique la pomada?
-¡SI no te importa, te lo agradeceré mucho!
No me gusta el olor de estas pomadas para los dolores musculares, pero estaba dispuesto en esta ocasión por el hecho de sentir las manos de Ethel sobre mi piel. No tenía ropa interior y ella comenzó por los músculos frontales de mis piernas y esto me provocó una tremenda erección que la sabana se elevó como si fuera carpa de circo. Ella se sonrió sensualmente y me dice lo obvio: ¡Te has excitado! – Y de una manera prudente le he contestado: ¡Disculpa… instinto masculino! – Le he pedido que no debe continuar, que imagino aquello le debe incomodar, aunque sabía lo que ella buscaba, pero yo me hacía el tonto o ingenuo. Y fue Ethel la que se mostró un poco más decidida y me dijo: Tony, si a ti te incomoda, yo puedo retirarme, pero si gustas yo puedo continuar… realmente a mí me gusta. – Me dijo cuando ponía sus ojos fijos donde se elevaba mi verga cubierta por la sabana.
En ese momento me dijo que tenía una loción diferente para hacerme masajes. Quizá intuyó que esa pomada y su mentolado me irritaría si me tocaba las partes íntimas. Llegó con un bote de crema aromática y me roció las piernas y me pidió que me pusiera acostado por sobre mi estómago. Me quitó totalmente la sabana y quedé totalmente desnudo ante su vista. Me embarró de esta loción y me dijo: ¡Tienes un trasero espectacular y unas piernas que se notan que haces deporte… tienes más trasero que yo! -Me dijo con una sonrisa llena de adulación. Me masajeo toda mi espalda, pero se dio gusto literalmente manoseando mis nalgas y realmente me tenía excitado. Me hace que me de vuelta y por primera vez ve mi miembro totalmente erecto y me dice con sorpresa haciendo a la vez una especulación referente a mi tío: ¡Dios mío! ustedes tienen una hermosa verga, pues con razón mi hermana goza de tremendos orgasmos… Tony, ¡que enorme verga tienes!
La verdad que a cualquier chico de 19 años es un estímulo que llena el ego masculino. Quizá se me hizo normal, como una expresión normal en las mujeres al ver cualquier verga erecta, pero mi miembro masculino va acorde con mi altura, pues mido los seis pies o un metro ochenta y seis, aunque su grosor es algo que también me han alabado y si a eso le agregamos que yo me rasuro desde joven mi parte íntima, pues por el consejo de una chica mayor, me di cuenta que a las mujeres les gusta ver una verga bien cuidada y que se muestre delicadamente bien definida y eso es lo que también promueve una verga bien afeitada. No sabía que decirle a Ethel y lo único que se me ocurrió decirle era que ella tenía unos bonitos pezones, pues eran casi visibles en su camisa blanca y sin sostén.
Tomó mi pene con su mano derecha con esos movimientos como si me lo iba a pajear, pero luego creo que no se aguantó las ganas y se lo llevó a su boca y comenzó con una sutil y rica mamada. La verdad que me sorprendía, no me lo podía esperar. Esa chica Ethel que tanto me gustaba y que por ser algo o un poco mayor que yo y por su reputación de recatada, nunca me imaginé que me iba a estar dando tan rica mamada. Entre chupada y pajeada me decía: -No te vayas a correr… quiero que me llenes esta cosita con tu primera corrida. La verdad aquello me preocupó, pues a esta edad no quería dejar a ninguna chica embarazada, pero uno ya caliente toma esos riesgos. Y no me fui en su boca, porque yo ya tenía experiencia y porque ella quizá sabía cuándo me ponía a punto y buscaba mis testículos para atraparlos con sus labios. Definitivamente Ethel sabía de estos trotes, ya conocía como coger a sus 22 o 23 años. De hecho, para los que tenemos esta experiencia, llega un momento que el pene se adormece, o quizá mentalmente desconectamos esa sensación para no explotar prematuramente, pero esto es aprendido y yo tuve la suerte de contar con una chica que me enseñó este arte, así que a mis 19 ya tenía un vigor y resistencia para no caer a las primeras. Cuando sentí que ya no podría aguantarlo con el pasar de los minutos, le he comenzado a mamar los pezones a Ethel por sobre su camisa blanca y centímetro a centímetro me he ido deslizando hasta alcanzar su ombligo y eventualmente llegar a su conchita.
Tenía ese olor fresco de una chica de esa edad… le he mamado su concha por sobre sus pantalones cortos. Le he hecho un hueco por donde se expone esa abertura deliciosa y en esa posición Ethel me asiste encorvando su espalda y poder remover su pantalón corto. Sigo mamando por sobre su bikini blanco y está tan mojado que puedo ver literalmente su concha y su pequeño clítoris. Es de labios pequeños, conchita estilo Barbie y creo que ella ya no aguanta y ella se remueve su prenda íntima y la pone a un lado de la cama y comienzo a hundirle la lengua por esa exquisita rajadura. Comenzó a gemir como la tarde anterior y todo aquello me excitaba. Habíamos estado en diferentes lugares de la cama que se podían divisar las manchas de nuestras segregaciones sexuales por toda la cama. Llegué a ponerla a la orilla de la cama para que hincado le comiera esa rica concha que me tenía a mil. Podía ver esas contracciones de su vagina, pues en esa posición y con sus piernas elevadas, su concha me pedía que la penetrara. Era rico escuchar sus gemidos hasta que ya no pudo más y me dijo que se la metiera: ¡Méteme la verga Tony! -En esa posición a la orilla de la cama y con sus piernas elevadas le he dejado ir un taladreo y esta mujer gritaba de placer. Suerte que la casa del tío estaba a unos 150 metros, porque si no hubieran escuchado el escándalo erótico de Ethel. Me lo anunció con una voz quebrantada diciendo: ¡Me corro, me vengo! Cógeme, Tony… no pares; dame con todas tus ganas. La taladré por varios minutos y su incesante jadeo hizo que los cielos se abrieran y le he dejado ir una de esas corridas que solo a los 18 años uno puede producir. ¡Le llené la conchita con un descarga espesa de mi esperma!
Vi como la mayor parte se deslizó y luego ella se puso de rodillas y comenzó a darme otra mamada y me sacó cada gota de mi esperma de esa descarga. Vi el piso de madera salpicado de toda esa leche y ella solo me miraba sorprendida. Limpiamos y nos limpiamos y nos fuimos hacia el baño a tomar una ducha. Ya los músculos no me dolían, habían retomado calor y estaban llenos de esa adrenalina. En el baño Ethel se dedicó a mamar mi verga y mis testículos que en minutos estaba lista para el segundo round. Realmente no me lo esperaba, pues he sido yo el que siempre he rogado para follarme a una chica analmente. En esta ocasión fue la propuesta de Ethel y verdaderamente me dejó sorprendido:
-¿Ya alguna chica te ha dado su culo? -me ha preguntado.
-¡No! – le he dicho mintiendo.
-¿Te gustaría probar?
-¿Tú ya lo has hecho? -le he preguntado.
-¡La verdad que si y he quedado con ganas de volverlo a hacer!
La pileta de la ducha era bastante grande y en dos de esas esquinas había dos pestañas donde uno puede subir un pie e incluso sentarse. Quitamos el agua y así poder mantener la lubricación que naturalmente mi verga producía. Ella me dice que tomará el control de la penetración y me dice que me siente en la pestaña un poco inclinado y es ella la que se sentará sobre mi verga. Me da la espalda y antes que se siente en mi falo, le doy una breve lamida a su culo y Ethel solo gime del placer. La verdad que esta chica ya tenía experiencia se ha metido cada centímetro de los 20 o 22 que tengo de una manera lenta y con algunos gemidos de dolor o placer, pero en esa posición es como un pene entra completo en un culo que queda expuesto sentado. Prácticamente casi se le metían los huevos. Así se mantuvo por varios minutos, disfrutando mi verga completamente invadiendo su culo mientras me hacía platica.
-¿Te gusta?
-¡Me encanta!
-Así estaremos por algunos minutos, luego nos acomodaremos para que me culees a tu gusto.
-¡Me encanta la idea!
-Sabes Tony… tienes una enorme verga que dudaba hacer esto contigo, pero déjame decirte que es una rica sensación tener un pedazo de carne como el tuyo invadiendo mi culo. No sabes que divino siento tu verga. ¿Quieres que te apriete tu verga con mi culo?
-Hazlo.
Ethel comenzó a hacer contracciones que hicieron llegar una sensación muy placentera, mientras ella gemía cuando le comencé a besar su cuello y a apretar sus pezones de nuevo. Creo que pasamos así unos quince minutos con mi verga adentro del culo de Ethel en esa posición sin hacer mucho movimiento más que los espasmos de los músculos del esfínter de su rico culo y yo con los espasmos de mi verga en su interior. Solo recuerdo que me lo decía de una manera con voz temblorosa: Tony, ¡que rico está esto! -y de repente, mientras yo le besaba el cuello y le tomaba los pezones ella me pidió que se los apretara más intensamente y descubrí que Ethel se masturbaba a la vez su conchita. De repente comenzó a moverse, me pidió que nos levantáramos y que ahora le bombeara su culo. Lo hice con embestidas semi lentas, pero ella me pido más potencia que luego se convirtió en un taladrar intenso. Tenía los brazos extendidos contra la pared de la regadera, su cuerpo hacia adelante dejándome bien expuesto su rico culo. Yo literalmente le sacaba toda la verga y se la estrellaba hundiéndosela hasta que sus nalgas pegaban contra mi pelvis. Se oía ese chasquido de la fricción de mi verga y su culo, y el cacheteo contra sus nalgas y luego Ethel me lo anuncio: ¡No pares Tony, que me vengo! -aquella última vocal le salió alargada y veo cómo vive ese orgasmo que se le extiende por toda su espalda y sus glúteos conllevan unos espasmos incontrolables. Ethel gime, parece que llora y yo no paro de embestirla hasta que exploto con mi segunda corrida y le lleno el culo con mi leche. Se sienta y lo expulsa y veo mi esperma fluir por el desagüe. Me sonríe con una mirada picara y me dice: ¡Nunca lo había logrado… venirme así!
Nos aseamos y esta vez nos fuimos hacia su cama, pues la mía estaba llena de todas nuestras segregaciones sexuales. Descansamos un poco y luego regresamos al tercer round, al cuarto y hubo un quinto a eso de las tres de la madrugada. Cogimos como quisimos y Ethel, esa chica que me parecía muy conservadora y recatada me mostró en ese día, que sabía coger como una gran diosa. Aquella madrugada me montó, lo hicimos analmente una vez más donde ella me montó a la inversa dejándome ver como se lo perforaba. En esa posición Ethel acabó tres veces seguidas lo cual hasta ella misma se sorprendió. En posición de perrito la hice acabar otras tres veces y creo que esta es la posición preferida de Ethel… no creo, ella me lo dijo. Después de esta ocasión solo la volví a coger una vez más, pues ella vivía en Boston por aquel tiempo. Siempre nos recordamos de esas ricas culeadas pues siempre hemos tenido contacto y nos alejamos pues ella eventualmente se casó y ahora tiene un par de hijos.
Con Ethel siempre hemos tenido pláticas eróticas pues también nos recordábamos de su hermana y el tío que eran un terremoto cuando cogían. Ambos los habíamos escuchado coger cuando los visitábamos y le decía a Ethel que ella era tan bulliciosa como la tía. También le dije que después de la cogida me fui con el miedo que quedara embarazada, pero después ella me dijo que tomaba las píldoras. En cierta ocasión le conté que la había escuchado masturbándose y viviendo ese orgasmo esa tarde de verano cuando la vi por primera vez desnuda. Ella me preguntó:
-¿Te excitó?
-¡Claro… me provocaste tremenda erección!
-¿Por qué no me dijiste nada?
-¡Me dio pena… no te conocía!
-Si te hubieses aparecido en ese acto, capaz te hubiese pedido que me cogieras.
-¡La verdad que me dio pena!
-Pena sentí yo… creí que si me habías escuchado… no sé, estaba segura de eso. Creo que me gustó la idea de pensar que me habías escuchado… desde entonces se me metieron las ganas de cogerte.
-Yo desde que te vi la primera vez.
-¡Eras un mocoso!
-Pero mira, ese mocoso te hizo acabar en varias ocasiones.
-Me sorprendió verte a tus 19 años… ya eras un lindo muñeco y que verga más rica tenías… que va, lo que tú tienes es una varita mágica que, si no estuviera casada, te pediría que me dieras otra sorpresa. La verdad Tony, que culeada más sabrosa me diste.