Los que hayáis leído mi anterior relato, quizá queráis saber más o pueda veniros bien una información cuyo fin es ayudar a tomarnos decisión de explorar otros campos. Este escrito es uno de varios que publicaré y que pormenorizan varios detalles que quedaron sin expresar en mi primer relato, que es más general.
Es mucho lo que habría que decir sobre la primera vez que tienes sexo anal. Sé que da vértigo pensar en "el momento" y sobre todo en la preparación, pero cuando tengáis a un tío dando fuerte, entenderéis que todo merece la pena.
Esto lo escribo para los que queréis que os follen, los sumisos. Yo sólo recibo y como la vida está tan rara, sólo lo hago con un señor. Creo que es mejor que te folle un tío con confianza porque se disfruta más y es más seguro. Cuando digo sumiso, quiero decir, efectivamente, que el activo es el que manda. No se confunda esto con ser humillado. Sabéis que cuando uno folla, quiere cierto grado de sumisión, así que cuando os follan, el tío en cuestión espera lo mismo.
El señor que de vez en cuando viene a mí casa, se siente cómodo. Sabe que mi culo es sólo suyo, y después de tantos polvos, nos entendemos muy bien, eso es lo que mola. A veces casi no cruzamos palabra. Llega, me da la vuelta y me baja los pantalones. Me manosea el culo hasta que llegamos al dormitorio y yo, como siempre, intento que ni me vea el pene. Claro que me toco cuando me folla, pero no me gusta que me la vea.
Hay veces en que se empeña en meterla sin lubricante, sólo con un poco de saliva. Eso es casi imposible, no pasa casi nunca, pero si quiere intentarlo que lo haga, porque el rol es que mi culo es suyo y hace lo que quiere.
Normalmente no nos decimos nada, sólo se escuchan gemidos y sólo los necesarios. Cuando gruñe antes de correrse y se nota que lo hace porque no puede contenerse es muy excitante. Igual que cuando me la está metiendo mucho más en el fondo de lo que uno cree posible y se me escapa algún gemido, mezcla de placer y dolor, es cuando se vuelve loco.
Hay veces que, después de correrse dentro, me sigue dando puntazos para terminar de correrse del todo. Esa es casi la mejor parte. El semen hace de lubricante y la polla entra y sale con una facilidad asombrosa.
También se disfrutan ciertos momentos que no son de acción. Nos hemos saludado en más de una ocasión, él en compañía de su familia y da mucho morbo. De hecho, cuando pasa, la siguiente vez suele follarme especialmente duro y lo disfruta mucho más.
La sumisión, para mí se trata más de hacer sentir cómodo que de obedecer. Él viene cuando quiere, me folla como quiere y se va cuando quiere. Que a mí me hubiera gustado que durara más o menos o que me follara más o menos fuerte es un poco irrelevante. No pido nada. Si quiere correrse en la boca, yo encantado, si es en la cara, encantado también. Muestro lo que me gusta sin decir nada y luego él decide qué hacer. Por ejemplo, el día que se corrió en mi nalga derecha y por la postura con el culo tan en pompa y cerca de los pies, me acabó salpicando la planta del pie, me gustó tanto que gemí un poco y di un pequeño respingo, pero no dije nada. Un día, de los pocos que no acaba dándome y sólo se la chupo, se corrió de tal manera que hasta me sorprendí. La práctica hace la perfección y ese día, me dediqué a parar justo antes de que se corriera, una y otra vez. Cuando me dijo que terminara, que ya no podía más, después de más de una hora de mamada, se corrió en mi cara, en toda mi cara. Él estaba tumbado y cuando empezó a correrse tanto, cerré los ojos y al abrir un poco la boca, de la sorpresa, me entró también, así que la abrí más, mientras el hombre no paraba de echar esperma. Cuando terminó, se la chupe hasta que quedó totalmente limpia.
Hasta la próxima, amigos.