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La sumisa en mí
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Una tarde estaba aburrida no sabía qué hacer, así que entre a un chat.  Comencé chatear con varios chicos a la vez hasta que uno despertó mi curiosidad. Sus preguntas no fueron las misma de siempre me estaba cautivando con lo que escribía. Iba despertando un lado en mí que jamás pensé que tenía. La sumisa en mí se estaba adueñando y me asustó un poco ya que no sabía cuan latente estaba en mí. Con él me fui envolviendo al punto que estaba dispuesta a ser su sumisa y solo de él. Experimenté sensaciones que no creí jamás conocer. Estaba decidida a ser sometida a sus placeres, perversidad y morbo.

El tiempo iba pasando y mi curiosidad iba en aumento. Empecé a comprar diferente juguetes sexuales al igual que lencería sexy. Él mantenía mi curiosidad latente así que hice lo inesperado fui a visitarlo en mis vacaciones. Quería sentirme suya sin inhibición alguna. Que disfrutará de la sumisa en mí y yo de su dominación total de mi cuerpo y placer.

Llegamos a su apartamento y la verdad sentía como la timidez se hacía presente. No lo miraba a los ojos; la verdad quería salir corriendo de aquel lugar, que se convertiría en nuestro refugió sexual. El noto como había cambiado y para romper el silencio me dio una nalgada fuerte. La misma me hizo gemir con un gusto inexplicable. Lo mire con mis ojos entrecerrados porque aún sentía mi cuerpo vibrar. El que se convertiría en mi amo no disimulo la lujuria que desperté en él. Agarro firme del brazo, pero sin hacerme daño. Me acomodo en el descansa brazo del mueble boca abajo quedando mi abdomen en el mismo. Subió la falda que traía puesta dejando mi ropa interior a su vista, un tanga blanco de encaje cubría mis nalgas. Se acomodó detrás y con suma delicadeza me fue bajando la braga. Mientras lo hacía acariciaba, apretaba y cuando bajó lo suficiente no dudo en morder mis nalgas. Buscó la posición perfecta para ver mi feminidad. No sabía a qué me exponía con él, pero mi cuerpo y mente tenía sed de saber cómo sería estar bajo su control.

No tendría que esperar mucho su castigo llegó de repente. Primero con unos leves azotes en mis glúteos, luego la intensidad iba en aumento. Así mismo mi feminidad se iba humedecido. Estaba tan envuelta descubriendo nuevas sensaciones de placer con dolor que comencé mover mis caderas. Desde que comenzó el castigo él no había dicho nada, hasta en ese momento que me dijo —Ufff, y yo pensando que ibas a ser una sumisa domesticada.— sus palabras me hicieron estremecer en mi interior. Sentí un alivio momentáneo en mis glúteos, pero inmediatamente fue sustituido por un ardor diferente. En la sala retumbó el sonido de cuero sobre mi piel junto con sus palabras —Te mueves cuando yo te dé el permiso.— en ese momento sentí como mis latidos aumentaron de una manera irracional. No lo voy negar sentí un poco de miedo, pero mi bellaquera nublaba mis sentidos. Después de unos correazos y sentir mi trasero arder, mi vagina contraerse y continuar mojada mi amo me dijo —Ve al cuarto de invitados te tengo un regalo.— lo mire asombrada y camine hacia dónde él me dijo.

En el camino lo volví escuchar —Te espero en el balcón de mi habitación.— seguí hacia mi destino. Allí en la cama encontré mi collar negro con varias argollas en plata junto con su inicial M y la cadena para exhibirme. Esto lo habíamos discutido antes, si quería ser su sumisa tendría usar el collar. Yo estaba dispuesta a eso y mucho más. Al punto que esta vez iba asombrar a mi amo sin importar las consecuencias de mi acto. Aún me encontraba excitada y quería darle todo mi ser a mi amo.

Me duche, al salir de la ducha admire su obra de arte en mis nalgas. Aún podía distinguir algunas marcas. Me vestí con las medias de red hasta mitad de los muslos y las ajuste a mi liguero de encaje negro. Coloqué mis orejas de zorrita junto con el buttplug con la cola del mismo tipo de animal. Tuve que jugarme con mi ano y lubricarlo para poder introducirlo. Si antes estaba bellaca ahora sí estaba en éxtasis. Le di los toques finales a mí vestimenta con el collar, cadena y mis stillettos.

Camine despacio algo nerviosa no sabía cuál iba ser la impresión de mi amo al verme como su zorrita. La sorprendida fui yo al verlo sentado solo en bóxer con un trago en su mano derecha, en la otra un cigarro y sus ojos cerrado. Pensé que no me había notado, pero a él no se le escapaba nada cuando escuché su voz decir —Pensé que te habías marchado.— suspiré gimiendo un poco al sonido de su voz. Abrió los ojos y no pudo ocultar su asombro, pero eso cambió rápidamente para darme una sonrisa maliciosa. Se levantó y tomó un hielo del vaso; el mismo lo comenzó a pasar desde mi clavícula hasta mi abdomen. Mientras iba dejando rastros del licor con el hielo su lengua iba saboreando el camino. Sentir su lengua caliente recorrer por el camino frío que había dejado aumentaban más mis ganas de estar para él. Me volteo para seguir con su juego, pero al ver que tenía una cola me mordió el hombro de una manera salvaje que sentí como mi piel se desgarró un poco. Grite de dolor, pero la reacción de mi cuerpo fue de placer. Mi amo me ordenó arrodillarme para pasarme por el balcón. Podía ver cómo él disfrutaba de mi con ese pequeño paseo. Verlo así me llenaba de una satisfacción nunca antes vivida.

Él se sentó y yo seguí en cuatro gatee hacia mi amo. Ninguno salimos del asombro de lo bien que asumimos nuestros lugares. —Eres una zorrita obediente ven siéntate en mi falda y mastúrbate para mí.— le respondí —¡Sí!— él tomó la cadena y me dio dos azotes en mi espalda. No entendí porque lo había hecho cuando me preguntó —¿Sí qué?— caí en cuenta y le respondí —¡Sí, mi amo!— él sonrió complacido con mi respuesta.

Me senté en su falda su miembro estaba libre de su ropa interior. Mi feminidad quedó encima de su masculinidad. Comencé a tocarme primero por el exterior de mi intimidad y luego iba descubriendo mi interior. Mi amo me acariciaba los senos, apretabas, trazaba mis pezones y cuando veía que aumentaba mi ritmo en mi vagina mi amo apretaba mis pezones haciéndome gemir desde mis entrañas. De vez cuando esos gemidos los atrapaba en su boca con el alucinante sabor a whisky y cigarro. Nos sumergimos en besos apasionados y sin ningún pudor. Una mano se quedó en mis pechos y la otra fue en conquista de mi clítoris. Su miembro rozaba mi intimidad que se convertían en unas deliciosas cosquillas y sus dedos jugaban con mi clítoris. Estás sensaciones las comencé a sentirlas por todo mi cuerpo hasta lograr llegar a un orgasmo majestuoso en cuál tanto mi feminidad y su órgano quedaron mojados de mis jugos.

Me recosté en su espalda cerré los ojos para disfrutar del orgasmo, pero fui interrumpida cuando sin aviso me penetró. No tuve fuerza para gritar, pero si lo suficiente para gemir y jadear ante semejante invasión de mi vagina. Comenzó primero lento sin sacarlo de mi interior. Yo iba cogiendo el ritmo con el vaivén de mis caderas. Ahora eso cambió por embestida fuertes que me hacían temblar las piernas y gritar como una puta. Entre mis gritos podía escuchar como mi amo gemía eso activó algo en mí que mis movimientos se volvieron el igual de violento que los de él. Era tanto el éxtasis que sentíamos que ambos llegamos al orgasmo cómo si en el pasado nos hubiéramos pertenecido. Terminamos cubiertos de sudor, la esencia de mi amo salía de mi interior y su miembro permanecía dentro de mí. Beso mi hombro y me dijo —Descansa mi zorrita todavía me falta probar tu culo.— suspiré y dejé caer mi cabeza en su pecho.

Continuará…

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