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Comenzó tocándome las tetas por accidente
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Tengo 34 años. Soy una mujer grandota, alta, mido 1.70, tengo cabello largo rizado, soy blanca y pecosa, tengo unas tetazas formidables que siempre han sido mi orgullo, pues, como les comentaba, los hombres me las quieren comer con las miradas siempre, y, obviamente, el hombre que se me acerca, le gustan las tetas grandes, a menos que solo se acerquen por el morbo de verlas, saborearlas, tocarlas, aunque las tetas no sean su máximo.

Pero en este caso, el relato que les cuento, a mi jefe sí le gustan mucho que tenga unas tetas tan grandes. De hecho, así comenzó su seducción, tocándome las tetas por accidente, ya que, al ser más alto que yo, podía pasar como que se "había equivocado" al poner la mano en ellas, pero no, no se equivocaba, simplemente comenzaba a ponerme ese sello de propiedad y a tomar lo que quería.

Un día, después de varias veces de tocármelas "por accidente" descaradamente me plantó un beso en la boca. Jamás se imaginó que yo le iba a responder. En el momento que le respondí, tomó mi mano y me llevó a su oficina. Cerró la puerta y de inmediato comenzó a lamer mis labios, diciéndome: "Abre la boca pequeña, quiero meterte la lengua". Yo no sé cómo ni porqué, ante esa gran autoridad, me sentí completamente sumisa y dispuesta a cumplir todos sus deseos. Amo que los hombres sepan sacar en mí la hembra cachonda que traigo dentro. "Enséñame tu lengua, déjame chupártela", me seguía diciendo, mientras con una mano empezaba a probar la consistencia de mis tetas por sobre la ropa y la otra la metía en mi pantalón y comenzaba a apachurrarme una nalga, dándole apretoncitos, empujándomela poquito, con palmaditas que le hacían gozar como temblaba.

Al mismo tiempo con el brazo lograba pegarme a él de tal forma que pude sentir esa vergaza que quería salir ya de su pantalón. Una verga que se sentía enorme. Mientras pasaba de una nalga a otra, me dijo: "Muéstrame las tetas, sabrán lo que les espera, verdad?". Yo estaba caliente y putísima, con ganas de darle todo el placer que me requería. Además, estaba acostumbrada a obedecer sus peticiones ya que era mi jefe y siempre lo obedecía. Me levanté la blusa, no traía brassier así que quedaron rápidamente a la vista.

Se le nublaron los ojos al verlas, grandes, espectaculares, y comenzó a sobármelas de esa forma que solo un buen cabrón puede hacerlo, sabiendo lo que hace. Rico, primero suavecito, luego fuerte, masajeándomelas delicioso, agarrándome los pezones y jalándomelos para pararlos más, comenzó a lamérmelas todas, pasaba su lengua por el pezón dejándomelo todo mojado, luego con las dos manos me las juntó y comenzó a lamerme y chuparme los dos pezones al mismo tiempo, ambos metidos en su bocaza que pensé que se los comería y me los arrancaría.

Mis pezones estaban rojos de excitación, irritados y sabrosos. Después, como alcanzaban, me alzó las tetas hasta mi cara para que yo misma pudiera mamármelas y enseñarle cómo me gustaba. "Chúpatelas tú misma gordita, chúpatelas a gusto, pásales tu lengua, si fueran las de otra mujer, te encantaría hacérselo, verdad chiquita". "Que niña más puta, así me gusta, sumisa ante mí".

Siempre me ha fascinado que me digan cosas fuertes y sucias mientras me cogen a gusto, a su antojo y que me digan lo que quieren, lo que desean y qué tan puta soy en esos momentos. Este hombre sabía lo que hacía y me había descubierto hacía tiempo. Además, como me lleva unos 20 años, el que me diga chiquita, nenita, me vuelve loca, porque me hace sentir una chiquita inocente haciendo cosas malas que no debe y eso le da un sabor mucho más excitante a las cogidonas que me dan.

Cuando sacó su vergón del pantalón, no pude contener mis ganas de metérmelo en la boca. Lo empujé y me arrodillé ante mi rey, mi dios. Esa grandeza era mi entera dedicación. Comencé a lamerle los huevos y de ahí fuí subiendo al cabezón que me esperaba, no sin antes chupar todas las venas gigantes que se le marcaban en el troncazo que tenía. Chupé su cabezota, grande y roja por la hinchazón, saboreando esas gotas de leche que al comienzo salen de ella. No me cabía mucho en la boca pero como se la puse!!!

Ya no podía más y me levantó del suelo. "Bájate los pantalones hasta las rodillas y enséñame ese coñote que solo quiere verga puta". Lo obedecí de nuevo. Quedé con el coño y las nalgas al aire. Se sentó en su sillón y como enfrente está su escritorio me pidió que me doblara dejándole a la vista mis nalgotas y por supuesto mi culo y abajito mi raja deliciosa y suplicante de verga.

"Que rica vista puta". "Así te vas a poner cada vez que te lo pida. Yo te voy a tocar cuando a mí se me dé la gana, delante de quien se me dé la gana y tú vas a hacer lo que yo te diga porque estás bajo mis órdenes ricurita". "Pero que niñita más puta, gozosa y jugosa, eh?". Se levantó agarrándose el pijón, caminó hacia mí y comenzó a rozarme el coño empapado con la cabeza, mientras se mojaba un dedo con mis jugos y de inmediato comenzó a apretarme el culo. Luego me pasó un poco la lengua por él. Solo un poco y luego me metió el dedo. Mi culo ya estaba abierto, siempre se me abre cuando estoy muy cachonda, cuando un cabrón me sabe trabajar como buena puta, como debe.

En ese momento, metió la cabeza en mi coño, diciéndome: "Chiquitita, mira que cosita tienes, mira que apretadito, dáselo a papito que te va a hacer feliz". Yo decía: "No, no debo, eso es muy malo, no debo hacer esto". Y él: "Uysh, nenita putita, no debes pero mira cómo te dejas hacer por mí y mira como lo gozas, qué rico te coge papito". Mientras más me hablaba así, yo más empapada estaba y comencé a pedirle gimiendo que me la diera toda.

"Dámela papito, lléname el coño, llénamelo de verga, dame bien que me muero de ganas y mi coño está empapado para ti". Cruelmente solo me dió algunas metiditas y me tenía suplicándole por ella. "Ya casi te la dejo ir perrita, aguanta y la tendrás, pero antes mójalo más que quiero mi verga empapada de tu leche". No podía más ni él tampoco, así que me la metió hasta topar los huevos con las nalgas. Yo me las abría para que pudiera entrar hasta el fondo y él gustoso me la daba toda. Resbalaba delicioso. Me abría el coño a gusto con el vergón enorme que tenía. No pude más que venirme a chorreones y empaparlo todo con la leche que salía y salía y salía.

Él también me llenó de leche, la sentí a borbotones calientes dejándome toda chorreada. Terminó, me dejó en la misma posición y me dijo: "No te muevas hasta que yo me vaya puta. A partir de hoy, eres mi esclava y haré contigo lo que me plazca". "Si te niegas a obedecerme, perderás tu trabajo y ni te hagas pendeja, porque sé que te encantará estar a mi servicio". "Puedes vestirte cuando yo haya cerrado la puerta, mientras tanto quiero todo tu culo al aire para que sepas lo perra que eres".

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