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Una batalla perdida
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Eran las 6:00 pm y pensé en irme a casa, de repente vi que alguien me escribió si estaba disponible para hacer un masaje a domicilio en un hotel al Sur de Medellín. Le envié el brochure de mis servicios y respondió que estuviera allí apenas terminara el partido de Colombia. Fui a la cabina a recoger mis pertenencias, saqué un labial color rosa de mi bolso y lo apliqué en mis labios, me hacía sentir sexy y segura. Cogí una camilla portátil, empaqué aceites, velas, exfoliantes y esencias. Tomé un taxi y salí rumbo a donde me habían citado. Faltaban unos minutos para llegar al hotel, me miré al espejo, percatándome que estuviera impecable. Saqué mi cartera y le di un par de billetes al conductor. Me bajé, cogí mis pertenencias y aprecié la hermosa noche; la luna estaba grande, redonda y el cielo despejado.

Llegué a recepción y me anuncié: buenas noches, mi nombre es Aileen. Vengo para la habitación 1005 a donde el Sr Miguel. Te está esperando- dijo la recepcionista. Caminé hacia el ascensor y sentí que alguien me estaba observando. ¿Aileen?- preguntó un hombre. Sí, ¿tú eres Miguel?- respondí, -Sí, mucho gusto- agregó. ¿Te ayudo con tus cosas?- continuó. Me pareció un buen gesto y acepté. Presionó el botón del ascensor para subir a la habitación. Lo miraba de reojo para observar de quién se trataba. Rasgos mexicanos; 1,76 de estatura, piel canela, músculos definidos, 40 años de edad aproximadamente. Llegamos a la habitación y le recordé mis servicios para que eligiera. -Hazme el mejor- dijo. Pensé en hacerle el Body to Body, era el preferido de mis clientes, aparte de ser un masaje relajante, es la fantasía sexual de muchas personas. Disfrutaba hacerlo y ver sus expresiones delirantes y desquiciadas cuando no podían tocarme. Me encantaba sentir que los dominaba por un segundo.

Abrí la camilla y saqué mis implementos, los coloqué en una mesa que había allí y le sugerí que hiciéramos el masaje en la camilla, manifestando que se sentía más cómodo en la cama. A lo que yo atendí, aunque no estuviera de acuerdo por mi columna. Prendí una vela y música suave. ¿Te desnudas por favor?- dije. A lo que el mexicano atendió. Le di la espalda y empecé a desabrochar mi camisa, la coloqué encima de una mesa, siguiendo con mi sostén. Bajé el cierre de mi pantalón y me fijé en los interiores; eran negros y de encaje, haciendo juego con mis suaves curvas.

Di la vuelta y miré a los ojos de Miguel, veló mi cuerpo, logrando intimidarme lo cual no era común. Le indiqué colocarse boca abajo, aplicando un poco de aceite en mis manos y empecé a masajear sus pies. Entablamos una conversación y me di cuenta que visitaba ocasionalmente la ciudad por su trabajo, aparte compartíamos gustos y me llamó la atención. A continuación masajeé su espalda; la piel era reluciente. Coloqué dos dedos en el perineo y empecé a hacer círculos, levantó la pelvis, dando señal de que le gustaba y quería más.

Disfrutaba mi trabajo, era todo un arte. Me colocaba en su lugar y casi sentía las sensaciones. Pasé un pie por el medio de mis senos Talla 34 y luego los dos. Mientras él expresaba lo bien que se sentía. Agregué aceite en mis manos y lo froté en mi cuerpo. Mi posición era como una gata cuando va a cazar a su presa, coloqué una rodilla en medio de sus piernas, el otro pie lo estiré y mis manos las arrojé hacia los lados, sin dar cabida a que el cautivo escapara. Continué deslizándome en su torso como una serpiente. Rozando las bubis por su cola de forma circular, luego la espalda, casi me acostaba encima de él. Respiraba fuertemente en su cuello, quería que su instinto animal se despertara, para después acariciar su miembro y lograr un estallido de líquidos. Acaricié suavemente el género y ya estaba en el punto que quería; fuerte y viscoso.

Por lo general no pasaba a mayores con mis clientes. Era una calentona y los antojaba para que siguieran llamándome. Así le susurré al oído colocarse boca arriba, miré su pene y mi táctica le había hecho efecto, estaba tenso y apreciaba un hilo transparente, pegajoso y espeso. En la habitación nos acompañaba el silencio, se escuchaba nuestra respiración, mis pupilas se empezaban a dilatar, sentía calor entre mis piernas, se me olvidaba el papel de victimaria.

Dominé mis emociones para seguir provocando al mexicano. Rozaba mis senos con su pene y volví a disfrutar su mirada, lo cogí con ambas manos y empecé a jugar. Con el dedo pulgar empecé a tocar el glande, estaba lizo y brillante, era rosado y provocaba succionarlo. Pasaba un dedo suavemente por el cuerpo cavernoso. Sus gestos eran de sollozo, le brindé una tierna sonrisa para bajar la tensión, estando tan impúdica y retorcida. Miguel era respetuoso, aunque me comía con la mirada y suspiraba, no se atrevía a sobrepasarse y provocaba que sacara el lado más marginal. Abrí mis piernas, trayendo su atención hacia mi sexo, quería que observara que estaba apetitosa de él. Clavó su mirada como lo esperaba, me incliné hacia atrás y apoyé mis manos en la cama, abrí aún más las piernas dejando ver un frágil capullo de flor, color rosado, destilando néctar y agarré su pene con mis pies, empecé a deslizarlo de arriba, hacia abajo, tenía el absoluto control. Miré a los ojos de Miguel y me respondía como si fuese una sádica y sin emoción. Pero mis pezones rosa tenían sentimientos, ya estaban disparados. El sudor corría por mi espalda, mi respiración se agitaba y sentía que el corazón se había bajado hacia mi sexo. Saltaba sin compasión.

La tortura era grata, aunque mi instinto me dijo que iba a perder las riendas. Así que pensé en terminar. Recuperé la postura y me acerqué sigilosamente al cuello de Miguel, casi reposando mi cuerpo sobre el suyo. Su respiración fue mi droga por un instante y dejé de ser su ama, entrelazó sus dedos en mi cabello, saboreó mis labios con su larga lengua y bajo la cruel voluntad me embriagó con su saliva. Me abrazó y me dio la vuelta, sentía su bulto encima de mí. Respiraba fuertemente en mis labios y me agarró un seno, lo apretujó excitándome aún más, me besó el cuello y pasó su lengua por el medio de mi pecho, saboreó mis tetas, bajó al ombligo y lo rodeó con besos, me lamió por encima de las tangas negras y sujetó fuerte mis brazos con una de sus manos, por medio de la otra me corrió la braga hacia un lado e introdujo dos dedos en mi vagina, besándome los muslos salió un gemido eterno indicando mi primer orgasmo.

Me desnudó y fui sumisa, me puso boca abajo y besó mi espalda, palpó mi culo con su lengua y levanté la pelvis, se arrojó encima y pasé a ser cautiva sin escape, vaciló mi vagina con su paca y lo atraje con mis pies, indicándole que me embistiera. Estaba tan fogosa que su miembro entró sin reproche, sentí resuello en mi cuello, giré y surgió un beso sinónimo de paz. Mi ego fue destrozado por cada penetración, fui su esclava toda la noche y desde entonces seguí asistiendo al mexicano.

INSTAGRAM @MARINDELEBLE

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