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Le entregué mi virginidad a mi Amo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Había llegado el día, estaba lista para ser completamente suya. Hoy iba a ser el día en donde me entregaría de pies a cabeza, cada rincón de mí iba a ser suyo.

Comencé a prepararme, tenía que estar perfecta. Estaba muy nerviosa, así que decidí meterme en la bañera para relajarme un poco. Mientras frotaba mi cuerpo con la esponja pensaba en lo que sucedería en tan solo dos horas. Aún no podía creer realmente que mi cuerpo por fin iba a ser completamente suyo, mi virginidad sería suya finalmente. Le dediqué mucho tiempo a mi pelo, que suele ser incontrolable, a veces mis rulos parecen tener vida propia, pero hoy necesitaba que estuvieran perfectos. Terminé mi baño un poco más tranquila, en definitiva era lo que más deseaba.

Me sequé muy bien y así desnuda fui a ver qué me ponía, lo único que sabía seguro, es que iba a usar un conjunto de encaje negro que tenía preparado para esta ocasión. Estaba segura de que a mi Amo le iba a encantar el detalle. Busqué unos pantaloncitos cortos y una camiseta gris al cuerpo, quería estar cómoda y sexy. Examiné cuidadosamente mi maquillaje, realmente no sabía si usar o no algo, y como siempre me decidí por un poco de delineador y un poco de brillo de labios, no quería estar muy cargada. Así que solo me quedaba mi revoltoso pelo, pero pensándolo bien decidí dejarlo suelto, iba a ser mejor para ambos, hoy no quería pelearme con él.

Tomé una mochilita de cuero y puse una muda de ropa, un pijama y ropa interior, y mi porta-cosméticos con todas mis cosas. Una vez todo listo, agarré las cosas y yendo a la puerta solté un gran suspiro dejando todo rastro de duda dentro de la casa.

Fui caminando hasta su casa, tenía tiempo de sobra para hacerlo así. Estaba atardeciendo, el viento soplaba muy suavemente, la tarde estaba realmente tranquila y esto, realmente, me relajaba. Mi paseo fue muy grato y sereno, pero acabo pronto, y los nervios volvieron. Con el corazón latiendo a mil por hora, toqué la puerta.

Cuando abrió la puerta me encontré sus ojos color café y en mis labios se formó una sonrisa, la emoción y el amor me invadía. Pasaron unos segundos viéndonos a los ojos, sin movernos hasta que lo saludé con un “Hola, bombón”, me agarró con dulzura por mi cintura, me acercó a él y me besó. Fue un beso lento, sensual y sin duda emotivo. Sentía su mano por mi cintura recorriendo hasta la base de mi espalda, justo al límite de mí redondito culo y con un tierno empujoncito, me hizo pasar.

Nos sentamos un rato en el sofá, nos quedamos charlando mientras tomábamos café, realmente esto provoco un clima de relajado y cariñoso. De vez en cuando me acariciaba suave y sensualmente, yo no me quedaba atrás con miradas disimuladas de deseo.

Al cabo de un rato se acercó a besarme, podía notar en sus labios el gusto al café y me encantaba. Mi cuerpo se estremecía por el deseo acumulado. Sus labios contra los míos, mi lengua se entrelazaba con la suya, su mano acariciaba mi cuello hasta mi mejilla. Mordió suavemente mi labio mientras agarraba mi cintura y apoyaba su cuerpo en el mío, haciéndome notar lo duro que se encontraba debajo de la ropa.

“Vamos a la habitación” me dijo con una sonrisa en sus preciosos labios, acarició mi mejilla mirándome a los ojos.

Lo seguí nerviosa, mi cabeza comenzó a imaginar qué cosas podrían pasar en esa habitación, como iba a ser todo, pero nada era seguro, de lo único que tenía seguridad era que iba a ser completamente suya.

Su mano agarró la mía y me acompañó a la cama. Se separó un poco de mí y se quedó observándome, eso hizo que me pusiera muy nerviosa, esperaba verme perfecta a sus ojos. Me dio la vuelta, poniéndome de espalda a él. Sentí sus manos en mis hombros y su boca muy cerca de mi oído en el cual me ordenó en un susurro “Ponte de rodillas, pequeña”.

Fui bajando de a poco, arrodillándome. Solo podía pensar en que mi postura estuviera perfecta, mi espalda recta, mis manos bien ubicadas, mi cabeza viendo al frente. De repente frente a mis ojos tenía un antifaz, ya no iba a poder ver más, eso me excitaba y él lo sabía. Aún de rodillas, me ordenó que levantara los brazos, sus manos recorrieron mis muslos subiendo por el pantalón hasta mi camiseta, sus caricias me hacían estremecer. La agarró y la levantó muy despacio sentía sus dedos y la tela rozando mi piel mientras la sacaba.

Tomó mis manos y me levantó. Recordando lo que me había enseñado, me puse en posición de espera, lleve mis manos a la espalda y separé las piernas sutilmente. Me ponía muy nerviosa no poder ver lo que hacía, me sentía un poco torpe.

Sus manos comenzaron a acariciar mi cuerpo nuevamente, de forma lenta y suave, sus manos fueron hacia mi pantaloncito, lo desabrochó y lo bajó, mientras sus dedos acariciaban mis piernas. Mi cuerpo solo vestido por la ropa interior, fue dirigido a la cama, y allí sentada me quitó los zapatos.

Me recostó en la cama, y por unos segundos perdí noción de lo que sucedía, todo estaba en silencio, la tranquilidad inundaba la habitación. Sentí como la cama se hundía a mi lado, sus labios se encontraron con los míos, respondí gustosa. Sus manos acariciaban con dulzura mi mejilla, bajando por mi cuello hasta mis pechos que acariciaba y apretaba lentamente mientras que su lengua invadía mi boca. Su boca liberó la mía y fue hacía mi cuello en donde mordió y lamió haciéndome desear cada vez más.

Una de sus manos bajo por mi vientre, provocando que mi respiración se acelerara, sus dedos comenzaron a jugar con la tanga, rozando sin más. Deseaba, necesitaba, anhelaba que sus dedos me tocaran, y sabía que era consciente de eso.

Sentí su respiración cerca de mí cuando me preguntó “¿Estás lista para mí, pequeña?”

“Sí”. Le dije jadeando, estaba tan excitada y lista para él que mi voz no quería salir.

Seguidamente pude sentir su mano en mi entrepierna, sabía que estaba comprobando lo que le había dicho y que iba a quedar conforme. Sus dedos se deslizaban de arriba a abajo por mi concha, provocando que soltara un gran suspiro y que mi respiración se volviese errática.

“Muy bien, nena. Así me gusta.”

Así permaneció un rato acariciándome pero necesitaba más. Pronto me escuché suplicándole “Por favor, Amo, quiero más.”

“Lo sé, pequeña.”. Me respondió mientras sus dedos entraban lentamente en mí. Pero duraron poco en mi interior, sus dedos salieron de mí y los acercó a mi boca. Sin dudar abrí la boca y saqué mi lengua para degustar mis jugos, chupé y lamí cada uno de sus dedos, amaba mi sabor, pero moría porque esos dedos volvieran dentro de mí.

“Eso es, pequeña, muy bien. ¿Te gusta, verdad?” Con sus dedos en mi boca solo pude asentir con la cabeza.

Los retiró de mí y me preguntó “¿Te gustaría que siguiera, entonces?”

Respirando aceleradamente le respondí “Sí… Sí, por favor.”

Me dijo que estaba bien, pero que debía estirar mis brazos y mis piernas en cruz, eso hizo que mi corazón latiera rápidamente. Al momento obedecí haciéndolo, estiré mis brazos y piernas lo más que pude. Sentí en mis muñecas, lo que supuse que eran las correas, estas eran suaves, acolchadas y muy cómodas, no me molestaban ni apretaban.

Acarició mi cara suavemente y me peguntó “¿Están muy apretadas?”

“No, Amo.” Le respondí, realmente estaba muy cómoda.

“Bien.” Su mano volvió a mi conchita, esta vez comenzó a jugar con mi clítoris por encima de mi tanga. Solté un suspiro de placer y frustración, realmente necesitaba mucho más y me molestaba un poco que no me lo diese. Su dedo cada vez me empapaba más, aceleraba el ritmo, creo que él podía sentir mi humedad y aunque no era mucho lo estaba disfrutando enormemente.

Mi deseo me provocaba suplicarle por más, pero hoy mi placer le pertenecía completamente y él me conocía sabía qué necesitaba y cómo así que podía hacerme lo que deseara.

Sentí como la tanga se corría un poco, sus dedos me penetraban y su lengua lamía mi clítoris muy rápido. Sí… Lo necesitaba muchísimo, me entregue completamente a sus caricias a como me lamía y masturbaba, mis gemidos comenzaban a escucharse por la habitación. Sus dedos chapoteaban dentro de mí, su lengua no paraba lo que me obligó a pedirle permiso para acabar ya no aguantaba más.

Pero su respuesta fue una negativa. “Aún no, preciosa.” Su lengua dejó de lamerme pero sus dedos fueron aún más rápido, con todas mis fuerzas intentaba aguantar mi orgasmo, pero ya estaba al límite.

“No puedo más, Amo, lo necesito…” Le supliqué y como si fueran palabras mágicas me respondió.

“Hazlo, pequeña. Acaba para mí.”

“Gracias, Amo.” Comencé a agradecerle, pero sus dedos aceleraron aún más el ritmo, haciéndome estallar en un exquisito orgasmo, pero no se detuvo sino que me masturbo más fuerte y rápido que nunca. Esto hizo que mi cuerpo temblara mientras acababa y le agradecía entre fuertes gemidos.

“De nada, pequeña.” Me dijo y estaba segura de que sonreía complacido, aunque no podía verlo. Con mi respiración aún acelerada me dio para chupar sus dedos, impidiéndole que recobrara el aliento con facilidad.

Sentí que la punta de la su verga rozaba mi concha completamente empapada y solo eso avivo mi fuego interior. Me besó con pasión y sus besos bajaron por mi cuello hacia mi pecho, bajó un poco el sujetador sacando mis tetas de él y comenzó a lamerlas, apretarlas y chuparlas. Mordisqueaba mis pezones, los estiraba y lamía, ese sutil dolor que me encantaba, mi conchita se movía en busca de su verga, pero las ataduras me lo impedían y eso me frustraba, la deseaba dentro de mí.

Seguía jugando en mi pecho pero ya no podía aguantar más.

“Amo, por favor, dame tu verga. Quiero sentirte dentro”

“Claro, cariño.” Sus manos fueron hacia el antifaz y me lo sacó. Me dio un beso y me dijo “Quiero que me mires a los ojos, pequeña.”

Lentamente fue metiendo la punta. Solo alcancé a jadear un “Sí” complaciente. Miles de sentimientos y sensaciones recorrían por mi cuerpo y mi mente. Desde un poquito de dolor, hasta la sensación más placentera del mundo, finalmente era completamente suya.

Su verga entraba en mí muy despacio, y muy lentamente comenzó a moverse adelante y atrás, despacio y suave.

“¿Así, pequeña?” Me preguntó. Realmente me estaba encantando el cuidado que tenía y con el amor que lo hacía pero necesitaba sentirlo más y sin dejar de verlo a los ojos le respondí.

“Más… Dame más, por favor”

Aceleró un poco el ritmo, mi conchita estaba increíblemente empapada, se adaptaba completamente a su verga poco a poco. Cuando sintió que su verga se amoldaba más en mí fue aumentando el ritmo en forma gradual mientras me besaba y acariciaba. Su pubis golpeaba contra mi cuerpo en cada embestida, mientras su verga chapoteaba al entrar en mí. El ritmo era bastante rápido, su verga entraba hasta el fondo en cada empujón, la sentía completamente.

“Sí, así… Fóllame, Papi.” Jadee.

Agarró mi cara con sus manos me besó, un beso de pura conexión perfecta, de deseo y amor absolutos. Me movía a su ritmo, nuestros cuerpos se fundían en uno solo. “Naciste para ser mía.” Me dijo.

“Estoy cerca, Papi. Permíteme acabar para vos.”

Sonrió, ahora si podía verlo, esa sonrisa de satisfacción que me encanta, sin borrarla me dijo “Aguanta solo un poco, mi niña. Yo también estoy a punto”

Aumentó un poco más el ritmo, mis jadeos y los de él se escuchaban en la habitación junto al chapoteo de su verga en mi concha.

“Ahora, pequeña. Dámelo todo, acaba para mí.”. Mi cuerpo comenzó a temblar debajo del suyo, la cantidad de sensaciones que recorría mi cuerpo realmente era y hoy en día es indescriptible. Mientras acababa sus embestidas fueron aún más fuertes, cogiéndome con pasión. Gemía con fuerza.

Sacó su verga de mí y acabó sobre mi vientre, su leche alcanzó mi pecho. Aún jadeaba y temblaba mientras me quitaba las ataduras.

Me sonrió, me besó y me dijo “Muy bien, pequeña.” Se tumbó junto a mí.

“¿Te ha gustado, nena?”

“Muchísimo. Más de lo que imaginé. Gracias, bombón.”

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