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Aventura con un desconocido
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Desperté y vi cómo entraba un rayo de luz por mi ventana. Cogí mi teléfono y eran las 8:03 am, revisé mis mensajes y encontré uno de Víctor. Un hombre que conocí hace poco por Facebook, con quien tuve simpatía e intercambiamos números, desde entonces me ha escrito. Ha causado cierta empatía en mí. Percibo que es un hombre inteligente, aparte hace triatlón. Corre, monta en bicicleta y nada. En sus fotos veo un hombre escultural, con el ceño un poco fruncido, quizás una arruga. Piel canela, algo de canas. 42 años de edad. Gerente en alguna área de la Gobernación. Un hombre apuesto, sin lugar a duda. Aparte tiene buena ortografía, cosa que estimula mi cerebro.

Me ha invitado a cenar a uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Lo pensé un momento, ya que al fin es un desconocido, podría hacerme daño. Acepté la salida y quedó de recogerme a las 12:30 pm. Hice mis tareas y ya eran las 11:00 am. Me duché, entré a mi cuarto, abrí mi closet y pensé en qué prenda llevar puesta. Si llevaba un vestido era un poco atrevido. Si llevaba un short era mostrar mucho en mi primera cita. Cogí un jean y una camisa holgada, me coloqué unos zapatos rojos, que había comprado hacía poco. Me organicé el cabello y me apliqué un leve maquillaje. Vi mi reloj y eran las 12:30 pm, de pronto entró un mensaje a mi celular de Víctor: Estoy afuera de tu casa. Mi corazón se aceleró y mis manos un poco sudorosas.

Miré por mi ventana para ver a aquel hombre y tan solo vi un carro deportivo afuera de mi casa. Supuse que era él. Bajé las escalas y salí a la puerta. Caminé hacia el carro y ¡Vaya sorpresa!. Era aquel hombre, tal como lo imaginé. Alto, esbelto, su nariz respingada, ojos grandes y expresivos, con una melódica voz para mis oídos. Me miró a los ojos y me dijo sube. Di la vuelta y subí al carro un poco intimidada y asustada. No es fácil para una joven de 19 años, entablar una conversación fluida con alguien 23 años mayor.

Durante el trayecto, observaba cómo de sus finos labios salían palabras como si fuese melodía. Miraba sus manos y podía casi sentirlas recorrer mi piel. Enfoqué la mirada en sus ojos y pude leer que también estaba deseoso de mis labios. Estaba hipnotizada. De repente, susurró mi nombre; Aileen, ¿qué se te antoja?“. -Abandonar el terreno y que me hagas tocar el cielo- pensé. Traté de aquietar mi mente y le respondí –Una ensalada, está bien.

Llegamos al restaurante, se bajó y me abrió la puerta. Me tomó de la mano y me ayudó a bajar. Lo miré a los ojos, le sonreí y me indicó que siguiera. Entramos a aquel lugar. Música en vivo, luces tenues y un ambiente muy cálido. Llegamos a la mesa, me corrió la silla y me senté. Coloqué mi bolso a un lado de la silla. Crucé mis piernas. Coloqué mis brazos en la mesa y me senté muy erguida. En frente mío se sentó aquel hombre apuesto, con porte varonil. Llegó el mozo y Víctor pidió que trajera una botella de vino.

Empezamos a contar nuestra vida rutinaria. Pronto llegó alguien a nuestra mesa a quien Víctor saludó. Di media vuelta para ver de quién se trataba, lo miré a los ojos y me elogió. Lo cual me hizo sentir bien. Víctor me observó y sonrió. Aquel hombre se fue y Víctor me dijo: es el Gobernador de Córdoba. Lo cual hizo que mi interés por Víctor se hiciera más intenso. Entre tanto, me preguntó qué tipo de prendas prefería. Le hice saber mi preferencia por los vestidos y respondió: ¿qué tal si te compro uno y te lo colocas para mí?, me pareció algo loco. Sin embargo, le seguí la cuerda y respondí entre risas -y sin ropa interior-. Me miró con su cara de malicia, se rio, llamó al mozo y pagó la cuenta. Salimos de aquel lugar con rumbo a un centro comercial.

Entramos a una tienda de ropa, observamos la estantería y Víctor cogió un vestido, me lo enseñó y para sorpresa, parecía conocer mi gusto. Era azul, holgado y con mangas caídas. Entré al vestier, me lo coloqué y me quedó perfecto con los zapatos rojos. Me quité la ropa interior y salí de allí, le mostré a Víctor cómo lucía. Apreciándome lentamente de pies a cabeza me cautivó su mirada. En mi mundo el pensamiento era sórdido e indecente, ya no me sentía una niña inocente.

Salimos de aquel lugar, se acercó a mi oído y me dijo: ¿Qué traes debajo?, -nada- respondí. Suspiró, nos miramos y reímos. Confieso que estaba nerviosa. Tenía muchas expectativas. El hecho de pensar que no llevaba ropa interior puesta hacía que me excitara, era primera vez que lo hacía. Imaginar que él me estaba morboseando o percibir sus manos sobre mis piernas hacía que empezara a mojarme. Llegamos al aparcadero, me miró fijamente, me abrió la puerta del auto y mi imaginación formó parte de la realidad. Sentí cómo posaba sus manos sobre mis piernas, lentamente subía mi vestido y acariciaba mi cola, pasó sus dedos por mi espalda y bajó lentamente, acarició suavemente mi sexo y sentí que mis pezones endurecieron.

De repente, me dijo; sube. ¡Hombre macabro! – pensé, mientras sentía cómo se humedecía mi entrepierna. Subí al carro y salimos de allí. -¿A dónde vamos?-pregunté. –A mi apartamento – respondió, mientras subía los vidrios del carro. Tócate- dijo. -¿Aquí?- pregunté. –Sí- respondió. -¡Está loco!-, pensé. Me dejé llevar, abandoné el pudor y abrí mis piernas. Empecé a notar cómo mis sentidos se deleitaban en el placer. Pensar que él era testigo de mi lujuria me invadía de placer. Mirar con otros ojos esta escena obscena, me parecía degenerado, a lo cual sentía como poco a poco mi sexo, se inundaba de mieles. La mano izquierda la posé en un seno, la derecha la usaba para acariciar mi abdomen, mientras bajaba y colocaba 2 dedos en el clítoris, de pronto empecé a masajear. Entre gemidos y sollozos, continuamos el camino.

Estaba extasiada. En medio de la locura sentía como mi clítoris se ponía duro, abría mi sexo con los dedos y le mostraba a Víctor lo cachonda que estaba, él se la halaba de abajo hacia arriba. Lo tenía grande, grueso y venoso. De pronto vi cómo salían gotas de lubricación. Pensar que yo lo tenía así, hacía que yo gimiera involuntariamente, súbitamente él también empezó a gemir. Empecé a meter y a sacar mis dedos más rápidamente, pude sentir cómo bajaba un hormigueo por mis piernas, la planta de los pies tensionadas y empecé a temblar, la silla estaba mojada. Tuve un delicioso orgasmo. ¡Qué rico, quiero más!- dije.

Cogí su mano y la traje hacia a mí, le indiqué mi sexo. Es tu turno. Quiero que me toques y sientas mi humedad- le dije. El semáforo cambió a rojo. Mientras paramos Víctor empezó a tocarme, estaba muy excitada, levanté mi cabeza y capté que había una Policía de Tránsito observándonos. Le hice saber a él y entre risas respondió; déjala que se torture-. Empecé a gemir como loca; fue la cereza del pastel. Por un momento estuve en los ojos de esa chica observando esta escena degenerada y me llevó al límite, quería que me lo metiera ya. Luego cogí su pene venoso y empecé a sentir lo mojado que estaba, lo tenía duro y caliente, me imaginaba cómo entraría por mi vagina lentamente, mientras acariciaba mis senos y me halaba el cabello.

En un momento paró el carro y me prestó toda la atención, recostó la silla y empezó a besarme el cuello, con la otra mano se tocaba, mi piel estaba erizada. Me metía dos dedos en la vagina y me hacía de arriba hacia abajo. Nuevamente empecé a sentir un cosquilleo en mis piernas, la planta de mis pies tensionadas, mis manos sudaban y temblaban, tenía el corazón a mil, mis labios resecos y mis pezones parados. Sentí cómo empezó a salir un chorro de mi vagina y los vidrios estaban empañados. Nuevamente ha hecho que tenga un orgasmo. ¿Quieres más?- preguntó. –Sí- respondí. Continuamos el camino y paramos en un sex shop. Me dijo que esperara, mientras él iba a comprar algo. Se bajó y entró a la tienda.

Mientras lo veía caminar, empecé a morbosearlo. Quería tocar su espalda, su pecho, sus piernas, deslizarme por su cuerpo, sentir sus labios y sus manos sobre mí, recorriendo cada milímetro de mi cuerpo. ¿Qué estará haciendo?, ¿qué irá a traer?- me pregunté. De pronto salió de aquel lugar y subió al carro; ¿qué traes?- pregunté. -¡Déjate sorprender!– respondió.

Llegamos al edificio. Desde allí se divisaba toda la ciudad. Se bajó, me abrió la puerta del carro, me tomó de la mano y me dijo: ven. Fuimos al ascensor, entramos y estábamos solos. Estaba un poco nerviosa. Lo miré con mi cara de niña buena y le sonreí, de pronto el atrevido me colocó una mano en la cintura, me empujó hacia él y me dio un beso. Por fin, pude sentir sus finos labios, su lengua era juguetona y combinaba bien con la mía. Me la pasaba y recorría mi boca, humedecía mis labios y luego los chupaba, estaba tan deseoso como yo. El deseo era reciproco y el placer era intenso. Con su otra mano empezó a subir mi vestido, la pasaba por mi cola, sentí que metió sus dedos en mi vagina y me susurró al oído “disfruta”. El ascensor paró, ¡llegamos! –dijo. Mi corazón parecía que se fuera a salir. Salimos de allí y entramos al apartamento.

Era en el último piso de aquel edificio. Sigue– dijo Víctor. Entré y pude apreciar una vista increíble, la noche empezaba a caer y la ocasión era majestuosa. Me tomó de la mano, me recostó contra la pared y me cogió los dos brazos, empezó a besarme como un loco, parecía que me fuera a devorar, era salvaje. Me soltó los brazos y subió mi vestido, empezó a besar mis senos suavemente y sentía cómo los mordisqueaba, luego empezó a recorrer con su lengua mi abdomen y empecé a gemir. Empezó a besar mis piernas suavemente, cogió mi pierna derecha y la subió sobre su cuello, pasó su lengua por mis labios vaginales y luego por el medio, de solo recordar puedo percibir esa sensación, estaba destilando líquidos. Pasé mis dedos por el medio de su cabello y me agarré fuerte, lo que iba a sentir sería brutal.

Empezó a succionar mi clítoris y metía su lengua por mi vagina, luego la sacaba y la metía. Lamía cada terminal nerviosa de mi clítoris, confieso que estaba confusa, no sabía si ese era el eterno paraíso, del que tanto hablan. Luego se levantó, me cogió fuerte y me giró mirando hacia la pared, me dijo que me encogiera un poco y sentí cómo entró su verga sobre mí, empujaba y sacaba, empujaba y sacaba, empujaba y sacaba, cogió mis senos y los agarró fuerte. Yo no tenía otra alternativa, tan solo podía pronunciar dos palabras: dame más. Con mi mano derecha empecé a tocarme el clítoris, mientras Víctor me daba fuerte, parecía que se fuera a acabar el mundo, estábamos muy emocionados.

Mi vagina se empapaba más y más en cada empujón. Luego me llevó a la cama y sacó algo de su bolso, -¿qué es?– pregunté. –Mira- dijo. Era un objeto largo y rosado. Era un Lush, un vibrador. –Diviértete- me dijo. Lo cogí, lo prendí y lo coloqué en mi vagina. Era primera vez que lo usaba. No sentía nada. Abrí bien mis piernas y lo coloqué ahí, en ese punto secreto del clítoris. Si tú que estás leyendo esto, sintieras lo que yo sentí, te morirías de la envidia. Era sensacional, era mágico. Sentía que estaba con Dios. Se me olvidó el mundo por completo. En mi cabeza no cabía nada más que esa rica sensación de placer. Me hacía vibrar el alma.

Luego abrí mis ojos para espiar a Víctor y ahí estaba, disfrutando de mi placer. Mi felicidad era la suya. Su placer era mi felicidad. Yo acariciaba mis senos y mi cuerpo estaba envuelto de lujuria. Mordía mis labios y sacaba mi lengua. –Quiero que me lo metas- le dije. Vino hacia a mí y me abrazó, lo abracé con mis manos y mis piernas, sentí cómo entró su pene sobre mí, entró tan profundo que sentía cómo tocaba mis entrañas, me respiraba fuerte por el cuello y entonces ambos tocamos el cielo.

¿Dónde estarás Víctor?

@unaesperanza

@marindeleble

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