Nos encontramos con Gimena a las 21:30 en un café cercano a mi trabajo, ambas fuimos puntuales, ella por haber adquirido este hábito en su trabajo y yo por salir a las 21.00 y tener que recorrer unas pocas cuadras.
Al encontrarnos nos hicimos una breve reseña de los últimos días de nuestras vidas, sobre todo cuestiones relacionadas con nuestros estudios. Luego de un breve silencio era el momento de contarle el motivo de mi invitación a este encuentro. No di muchos rodeos, quería saber detalles de su profesión ya que estaba meditando incursionar en su actividad como ella me lo había sugerido en más de una ocasión.
Se sonrío, me confesó que sabía que era para esto. Llegó el mozo, pedimos dos cafés con sándwiches, al retirarse me invitó a preguntarle lo que quisiera saber, no supe por dónde empezar, por lo que comenzó informándome aspectos como la franja etaria de sus clientes, ya esto era nuevo para mí, ya que estaba en el entorno de entre 40 y 60 años, mientras que el hombre de más edad con el que había estado tenía 31.
Siguió con su tarifa, la cual variaba, pero estaba en el entorno de los U$S 150 la noche.
Quienes pagaban esta suma eran ejecutivos, extranjeros en su mayoría con algunos rasgos comunes y claro está con sus particularidades. Los unía su autoritarismo, el no aceptar una negación como respuesta, mientras lo diferenciaba el sentido del humor, la simpatía, los gustos, entre otras cosas.
Luego vinieron los detalles de cómo era una noche, o un fin de semana, ahí comencé a preguntar, no parecía que nada estuviera fuera de lo previsible, aunque algunos detalles eran importantes. Con este tema específicamente estuvimos un buen tiempo, me contó anécdotas que eran ejemplificadoras.
Luego me comentó algo que yo desconocía, si bien ella trabajaba para sí, tenía contacto con otras dos chicas con las que compartían clientes, tenían una agenda en común, así que si algún cliente quería un día y con quien contactaba no podía por algún motivo, sugería a otras de las chicas, o incluso se suplantaban previa consulta con el cliente.
Luego vinieron detalles de agenda, en que época del año había más demanda, que día de la semana eran los más solicitados y demás cosas por el estilo.
Ahí me enteré de las despedidas de fin de año, de “regalos empresariales” luego de cerrado algún negocio importante, regalos a un sobrino por recibirse de contador y situaciones similares.
Habían pasado 2 cafés para mí, uno y una gaseosa para ella y sobre todo casi dos horas. Mi interés en el tema era indisimulable.
En un momento quedo pensativa y me invitó a acompañarla a su apartamento y seguir con el tema, no faltaba mucho para la media noche, al día siguiente debía levantarme temprano, pero igual acepte. Pagamos y tomamos un taxi. En el breve trayecto hablamos banalidades.
Al llegar se cambió con ropa cómoda, encendió un cigarrillo, noté en su rostro que quería decirme algo importante. Me manifiesta que las 3 chicas que integraban el grupo tenían rutinas distintas, ya sea por carga horaria de sus estudios, porque una de ellas tenía otro trabajo o por simple diferencia en las necesidades económicas, pero lo sustancial era que dos de ellas lo hacían dos veces por semana aunque una de estas lo podía hacer tres, mientras que Gimena lo hacía solo una vez ya que estudiaba medicina y le insumía mucho tiempo. Lo concreto era que la semana venidera estaban sobrepasadas y aun les quedaban dos clientes por colocar, y trataban de no despreciar a los clientes estables.
Me estaba proponiendo cederme mi primer cliente, yo seguía bastante nerviosa, sin saber que decir, pero había llegado hasta ahí, así que me pareció lo más adecuado pedir información concreta.
Gimena tenía que realizar un informe para facultad y necesitaba tiempo, para la semana siguiente había pactado una cita para el viernes, luego le habían solicitado dos más, y sus amigas no podían remplazarlas. Una cita era para el martes y la otra podía ser miércoles o jueves. Los primeros datos no eran muy auspiciosos, según ella ninguno de los dos eran los más indicados para una primera vez, pero esos y no otros. Me dice que el del martes es el menos indicado y además en caso de no conseguir quien la remplace es el día que más le conviene.
Por lo tanto quedaba solo una posibilidad, un español, asesor económico de una empresa importante, 56 años, hasta aquí datos muy generales, igual ya me causaba cierta molestia la edad. Luego vinieron datos más específicos, le gusta muchos los besos de novios, demora en tener una erección, para ayudarlo había que practicarle sexo oral, en ocasiones por un tiempo prolongado y luego demora en terminar, esporádicamente le gusta practicar sexo anal. Aquello me rechinaba un poco, aunque si había pensado en tener sexo por dinero a ese nivel no podía esperar algo muy diferente.
Gimena prendió su PC y me mostró una foto, canoso, corpulento tal vez algo excedido de peso y representaba su edad, tal vez unos años menos.
Por mi cabeza pasaban mil cosas, no sabía sin seguir considerando aquella posibilidad o dejarlo como una fantasía latente, sin cumplir al menos por el momento.
Ahora recibo algunos últimos detalles, había que confirmarle el jueves por la noche, Gimena me dice que lo piense hasta el miércoles l medio día, así le daba un margen de un día para poder conseguir alguien que lo remplace, o como última alternativa organizarse y hacerlo ella misma.
Si decidía hacerlo debía enviarle un SMS y un mail con algunas fotos para que el español, del cual aún no sabía su nombre, me aceptara o no. Me indica que si decidía aceptar tratara de no arrepentirme y si lo hacía que fuera con el suficiente tiempo como para remplazarme ella misma, pero que tuviera en cuenta que la perjudicaría, es decir, no me podía arrepentir.
Con todo aquello en mi mente camine las 15 cuadras que me separaban de mi apartamento a las 02:00 am, al llegar tome una ducha y me acosté sin poder pegar un ojo hasta que sonó el despertador. Esos nervios los seguía teniendo hasta el miércoles al mediodía, momento en el cual debía tomar la decisión.
Eran la una del mediodía y aún no había contestado, recibo en mensaje de Gimena que solo decía: y? Ya estaba, le contesté que aceptaba, y que ya le mandaba mis fotos a su mail. En minutos lo hice, y ahora quedaba esperar si era rechazada y todo seguiría como hasta ahora, en cambio sí era aceptada los nervios se intensificarían hasta el miércoles. Estando en mí trabajo recibo un SMS que decía: “Estas aceptada, llámame de noche”.
Me corrió un frio por la espalda. Estuve el resto del día sin poder concentrarme en nada, al llegar a mi casa la llamo, me dice que está todo listo, había arreglado por U$S 150, el día seria el miércoles de la semana próxima, mandara un remise que me llevará al hotel donde se hospeda, debo decir que voy a José Gutiérrez (nombre falso, claro está), dejar mi cedula y me conducirán a su habitación. Debo ir de vestido corto, no demasiado sugerente, zapatos de toco alto, lencería de encaje, pequeña y blanca con portaligas, y un sobre o a lo sumo un bolso pequeño. Me sugiere que no me niegue a cosas tontas ya que esto lo molesta, me indica que es un hombre serio pero muy buena persona. Y por último algo que me indica que debería habérmelo dicho antes, al practicarle sexo oral no debería detenerme si un vello púbico me molestaba, eso lo molestaba de sobremanera. Me dice que lleve preservativos y lubricante por si quería sexo anal. Al oír todo esto asumía que había aceptado ser una puta, o como le dice Gime, escort. Le había pasado mi mail, así que recibiría algún dato más por mail.
A otro día tenía en mi casilla de correo un mail de él, me decía el hotel donde se hospedaba, me pedía una dirección donde mandarme el remise que pasaría por mí a las 23:00. Le contesté de inmediato.
Los días pasaban, me compre ropa interior como me lo había indicado, zapatos y vestido ya tenía, el lunes fui a la depiladora, y pedí hora en la peluquería para el mismo miércoles. La hora había llegado, suena el timbre, bajo por el ascensor vestida, y lista para ser la puta de un hombre de 56 años.
Me presento en la recepción del hotel, como tantas veces se habían presentado chicas ante mí. En el lobby de hotel eran todos hombres, que me miraban con cara de libido, era evidente a que iba. Me acompaña uno de botones, toco la puerta, me recibe un hombre muy similar a como me lo había imaginado aunque con algunos años más encima. Me da un beso en los labios, me invita a pasar, cierra la puerta, quedo parada en medio de la sala, camina en círculo a mi alrededor, me dice que mis senos son más pequeños de lo que esperaba y de lo que le había dicho Gimena, pero igual le gustaba. Me sentía despreciada por un tipo de esa edad. Se para delante de mí, es unos 20 centímetros más alto que yo, corpulento, abdomen prominente aunque podía ser peor.
Me toma la cara y comienza a besar mis labios, lentamente comienza a utilizar su lengua como un quinceañero impaciente. Sus manos salen de mi cara y se posan en mi cintura, es seguro que no permanecerán mucho tiempo ahí. Yo permanecía inmóvil por mis nervios, aún no había emitido una palabra, me limitaba a responder sus acciones lo más diligentemente posible, sus manos ya estaban en mis caderas, lentamente comienza a calmar sus impulsos, se separa y me invita a pasar a una mesa donde hay una botella de champaña en hielo, sirve 2 copas, mis primeras palabras fueron desafortunadas, le indico que no bebo alcohol, cosa que no es cierta, me dice que él no preguntó y me entrega una copa. Tomé algunos breves sorbos, el también, y nuevamente se me acerca, se repite la rutina, solo que sus manos no se detienen en mis caderas, ya están en mis glúteos y sus besos en mi cuello, mi vestido comienza s subir, en breve ya no lo tengo, me pide que gire, quiere observarme.
Estoy parada, solo con ropa interior de encaje blanca y portaligas. Siendo observada en todos los detalles de mi cuerpo por quien me va a poseer a lo largo de una larga noche. Me dice que quiere que al despertar a la mañana siguiente le practique sexo oral hasta que logre acabar en mi boca, asiento con mi cabeza. Se para frente a mí, y comienza a besarme nuevamente, luego de unos minutos me pide que me arrodille. Sabía lo que tenía que hacer, desprendí su cremallera y para mi sorpresa no tenía una erección, su miembro era relativamente grande, pero no estaba erecto. Por lo cual comencé mi trabajo, estuve largo tiempo, y fui logrando el objetivo muy de a poco.
En determinado momento me retira y nos vamos hacia la cama, se acuesta y yo sigo con lo que estaba haciendo, demoro pero lo logre, él estaba muy excitado y su miembro erecto, no sabía lo que hacer, si seguir con aquello hasta que acabara, si tenía que subirme sobre él o que hacer. Por suerte él toma la iniciativa, se incorpora y me besa, luego me recuesta sobre la cama, se coloca un preservativo que tenía a su alcance.
Aquello solo quería decir que iba a ser penetrada, por primera vez a cambio de dinero, se me cruzaban mil cosas en mi mente. Era el momento, se coloca sobre mi, se ayuda con su mano para poner en posición su miembro, y en breves instantes siento como se introduce en mi cuerpo. En breve aquel hombre entrado en años, corpulento esta sobre mi, penetrándome, jadeando y besándome como si fuera su novia. Los minutos pasaban, todo lo que había demorado en lograr su erección ahora demoraba en llegar al clímax.
Mi situación era extraña, con el correr de los minutos las sensaciones eran cambiantes, pasaban por nerviosismo, deseo de no estar allí, desagrado o por lo contrario por el disfrute del morbo que aquella situación producía. Trataba de hacerlo lo mejor posible, me movía lo poco que podía y mis gemidos eran reales. Para mi ya había sido suficiente y para él estaba siéndolo, me tomo de mis pelos, aunque sin ser agresivo. Estaba logrando acabar en mi cuerpo, y eso me gustó mucho. En breve fue hasta el baño, luego fui yo, nos acostamos.
Comenzamos una charla normal, pregunto por mi edad, mis actividades y me contó algunas de sus cosas. Luego me invito a comer unos bocadillos y beber lo que quisiese. Comenzó a agradarme, hubiese preferido que hubiese sido antes, pero así había sido. Pensé que íbamos a dormir, pero me equivocaba, había pasado más de una hora de él primer encuentro sexual, y él quería más, nuevamente comenzó a besarme de forma lujuriosa, ya no me desagradaba como la primera vez, y puse mucho empeño en aquello. Se sentó en un sillón que había al lado de la cama, yo sabía lo que tenía que hacer, esta vez tuve que esforzarme aún más en lograr su erección.
Aquello me gustaba, era un desafío y quería superarlo. Cuando estaba lográndolo, me hizo una consulta que me erizo, quería saber si había traído lubricante íntimo. Eso solo significaba que quería hacerlo por mi cola, con voz temblorosa dije que sí. El seguramente noto mi miedo, pero pese aquello siguió adelante, parecía que la situación lo estimulaba aún más. Traje mi bolso, y tome el lubricante, me lo pidió y me indico que me acostara en la cama, así lo hice. Coloco el lubricante donde debía y me estimulo, debo decir que mejor que en mis pocas experiencias anteriores.
Mis miedos no habían desaparecido del todo, pero si habían disminuidos, hasta el momento en el cual me coloca en posición para penetrarme y coloca su miembro en mi cola, aún no había sucedido nada y ya estaba transpirando. Lentamente pero sin detenerse introdujo su miembro, yo emití un gemido de dolor. Sus movimientos en principio fueron lentos, yo mordía las sabanas, y deje caer alguna lágrima, aquel hombre estaba disfrutando por sobremanera del pago que me habían ofrecido. Por suerte para mi, no demoro tanto tiempo en terminar como la primera vez. Los fuertes gemidos y la detención de sus movimientos indicaban que había sido el fin.
Mis piernas temblaban, mi cuerpo transpiraba por completo, no tenía energías para moverme, así que por unos minutos quede tumbada sobre la cama. Cuando pude fui a tomar una ducha, el fumo un cigarrillo. Al salir del baño él estaba acostado, casi dormido, yo estaba agotada necesitaba dormir, me acosté a su lado y también dormí.
No parecían haber pasado más que minutos cuando sueña una alarma, era el despertador. Entre sueños me voy a levantar y toma de mi mano, consulta si no me olvido de algo. Ahí recuerdo su pedido, no quería que estuviera pasando aquello, tenía mucho sueño, mi cara llena de lagañas y ninguna intención de practicarle sexo oral a un hombre, le pregunto si me lo dice de veras, su respuesta fue esclarecedora.
Sabía que cuanto más rápido lo hiciera, menos demoraría en poderme ir de aquel lugar. Tome una posición adecuada y me dispuse a felarlo, ni bien empecé me dice que recuerde que no debo detenerme. Comencé lamiendo aquel pene sin el más mínimo atisbo de erección, de a poco lo fue logrando, pero llevó un tiempo, por fin note que no faltaba demasiado, sus gemidos fueron más intensos, y tomo de mi cabeza. Acelere el ritmo, el apretó mi cabeza sobre su pelvis y comenzó a descargar dentro de mi boca, cuando el detuvo todos sus movimientos lamí un poco el líquido que había quedado, me levanté y tomé mi bolso y fui a lavarme los dientes. Al salir él estaba esperando para ducharse, no demoró demasiado.
Al salir, toma un sobre, pone dinero en él y me lo entrega. Me dice que había disfrutado de mis nervios de novata y que lo había pasado muy bien.
Ahora me indica que si por favor, me podía ir antes que el saliera, yo no lo dude, le di las gracias y me fui. Cuando iba por el pasillo quienes cruzaba me miraban, o al menos eso me parecía a mi, como sabiendo lo que había hecho esa noche.
Tomé un taxi en la esquina, al llegar a mi apartamento tomé una larga ducha mientras pensaba en todo lo que había pasado. Todos los nervios pasados, las situaciones incómodas y algunas desagradables se convertían en mi cabeza en forma morbosa, para transformarse en un intenso placer. Había cumplido con una fantasía que tenía hacía mucho tiempo y la cual pensaba que nunca llevaría a cabo.
Regular aunque quizás el mismo nerviosismo que cuenta para convertirse en puta la traiciona y escribe nerviosa. Con más experiencia y unos cuantos hombres más escribirá muy bien.