Andrea y Celeste, son amigas desde la infancia. Crecieron con casi vidas paralelas. Entonces se le hacía muy extraño que Celeste de un tiempo a la fecha trajera ropa de marca, un teléfono de última generación, incluso tarjeta de crédito.
Para tener tan solo dieciocho años, era demasiado, sabía que sus padres le daban lo que quería, pero esto excedía las proposiciones.
—¿Tú qué pedo? —Le preguntó muy directa un domingo saliendo del cine.
—¿De qué o qué? —Contestó a modo de pregunta Celeste sin dejar de mirar la pantalla de su teléfono.
—¿De dónde ese teléfono, no mames pinches zapatitos valen mínimo tres mil?
—Pendeja… me costaron cinco. Pues nada mi amor, ni te platico porque eres bien pinche espantada —Ahora si estaba intrigada Andrea.
—¡No mames, ahora me cuentas! ¿A quién te andas cogiendo o qué?
—Te voy a platicar, pero donde vayas de pinche chismosa o te dejo de hablar —Andrea simuló coserse la boca, luego puso llave imaginaria y tiro la llave.
—¡Conste!
Cuando Celeste salió de prepa, busco trabajo por todos lados para costear su carrera de gastronomía. Entonces fue a dar con un supuesto agente de modelos y edecanes para marcas de cerveza. Ambas a sus dieciocho años estaban en su punto de belleza más alto.
Ambas son bajitas, 1.58 Andrea tiene el cabello castaño y Celeste es rubia, de esas que se ponen color rojo ante cualquier oportunidad. Con el pelo largo, rozando su mayor atributo. Ambas tienen un culo redondo y hermoso. Lo supieron desde jóvenes, nunca perdieron la oportunidad de mostrarlo o menearlo delante de sus amigos, sobre todo de los que tenían novia. Les encantaba incendiar el mundo. Los jeans ajustados, pero sobre todo usaban minifaldas o shorts diminutos para enloquecer a todos a su alrededor.
—Entonces Fredy, me dijo ¿quieres ganar dinero? Obvio le contesté que sí, me explico que organizaba fiestas swinger, pero que muchos hombres llegaban solos. Pagaban su entrada, pero eran muchos para las pocas mujeres que asistían.
—¿Andas de puta?
—¡NO! Bueno, no como tal, por cada fiesta me paga cinco mil pesos…
—¡VETE A LA VERGA! —En cuanto lo dijo se tapó la boca. La sorpresa la invadió.
—Y algunas veces los más viejos obviamente, te invitan a salir o a comer. Si te cogen o no es su pedo. Te dan diez…
—¿Diez mil? —Otra vez sorprendida y haciendo cuentas mentales de cómo gastaría tanto dinero.
—Las fiestas son los viernes, y las comidas pues depende del ruco, pero no vas a comer a Polanco con crocs y playerita de totoro.
—¿Pero te coges a viejitos?
—¡Andrea no mames, no cogíamos a pendejos que luego nada más andaban hablando pestes de nosotras? ¿No te quería pegar la gata esa por su novio el trompudo?
—¡Si no mames!
—Acá traigo lana y conozco lugares que no juntando diez aguinaldos de papá conocería.
Le contó los detalles, en las fiestas todos llevaban mascara, evitaban el horror de encontrarse en la calle y reconocer o ser reconocidos. Excepto los viejos que de plano buscaban trofeos que presumir en sus reuniones con viejos verdes y libidinosos igual o peor que ellos.
—¿Y entonces?
—¿Entonces que pendeja? —sabía a lo que Andrea se refería, pero dudaba que soportara.
—¡Yo le entro no mames!
—No sé… además tu jefe ya agarro hueso en el gobierno, ni necesitas.
—Mi papá es un ojete, gana para él, me sigue dando cincuenta pesos para pasajes. Ahí me tienes caminando hasta la avenida para ahorrarme eso.
—No seas chillona, si te compra lo que quieres.
—Pues sí, pero igual quiero tener mi lana.
—Deja le digo a Fredy y te aviso el fin de semana.
—¿Segura?
—Sí, vente vamos por un helado.
Pasaron los días, ni un solo mensaje de Celeste. Hasta el viernes al medio día, Andrea seguía en clases cuando sonó el teléfono. No contesto, cuando acabo si clase tenía ocho mensajes de voz en el Whatsapp.
“Hoy a las 5:00 en la plaza”
“Contesta”
“Vente cómoda, acá te dan todo”
“No me quedes mal Andrea”
“¿No andas en tus días verdad?”
“Contesta carajo”
“Tampoco te maquilles acá nos arreglan”
“A las cinco… confírmame pendeja”
Andrea so le contestó con un “ok” le sudaban las manos, no sabía si estaba lista para eso, para Celeste era más fácil desinhibirse. Se fue en leggings y sudadera, incluso su mamá le pregunto si iba al gimnasio.
—Voy a casa de Celeste, igual y me quedo con ella.
—Me mandas mensaje para no estar con la preocupación.
—Claro, bye mami.
Tuvo que esperar hasta las 5:20 una camioneta negra, como de narcotraficante se detuvo y el vidrio de atrás bajo.
—Súbete —le dijo Celeste abriendo la puerta. La camioneta la manejaba el tal Fredy, un tipo amanerado que hablaba tan alto que todas solo asentían o negaban con la cabeza a lo que él decía. Llegaron a una casa enorme y entraron a un salón donde de inmediato unas señoras les tomaban la cintura, tocaban sus nalgas y pechos. Luego iban y venían con vestidos negros y ropa de encaje.
—Quítate la ropa niña —Le dijo Fredy, todas estaban desnudas.
—¿Tu qué edad tienes? —Le pregunto una de las señoras mientras le tocaba los pechos.
—Dieciocho
—Se nota, tienen las nalgas duras, aquellas van a masajes, se inyectan, hacen de todo pero nunca van a tener estas nalgas mijita. Cuídalas—Andrea asintió mientras levantaba los pies, un conjunto de encaje negro, un brazier a juego. Se miró en los espejos enormes de las paredes, se veía sexy, se sentía sexy. Su amiga la espabiló con una nalgada.
—¿Quihubo, cómo vas? ¡Mamacita si te daba he!
—Cállate, no mames nunca había usado estas cosas —se tocó los ligueros mientras reía nerviosa.
—Espérate, el vestido. Lo usamos como media hora, pero vas a ver pinches vestidos mamones.
En efecto, a ella le pusieron un vestido Gucci negro lizo hermoso. Se ajustaba perfecto a su figura. A las 9:30 peinadas y maquilladas subieron las escaleras.
—¡Tomen sus máscaras! —Grito Fredy.
—Si le quieren ver la cara, que les cueste a los cabrones.
En un salón grande, lleno de sillones, mesas, al final una barra de donde salían charolas con champaña y diversos tragos los caballero ya esperaban. Al igual que unas pocas señoras. Entonces con su voz estridente Fredy dijo…
¡Buenas noches, bienvenidos, les recordamos que no es no, que no pueden quitarse la máscara y que deben usar protección! ¡Disfruten!
Bajaron la intensidad de la Luz y subieron el volumen a la música. De inmediato comenzaron a rondarla señores con máscara que le tocaban el culo, apretaban sus tetas y repetían la operación con las demás chicas. Hasta he un señor la jalo y la llevo a un rincón. Le bajó el vestido (entendió lo absurdo de los vestidos caros) y le comenzó a lamer los pezones. La saliva en sus pechos tuvo su respuesta, su respiración aceleró, la Romana como si fuera un maniquí y chupaba como si fueran un caramelo. En cuanto le bajo por completo el vestido la tomo por las nalgas. Con desesperación, busco sus labios y la beso tan suavemente que ella petrificada solo pudo corresponderle.
La lengua de aquel señor recorrió su cuello, sus pechos con esos pezones como botones, bajo por si vientre y la volteó para abrirle las nalgas, si dejar de besarla. Cuando su lengua encontró sus orificios, no dudó y lamió como desesperado logrando que Andrea saliera de su letargo y comenzara a gemir.
—¡aaaah! ¡Aaaah!
El sabor de Andrea entraba en los labios de aquel tipo, mientras por el frente otro le ponía su verga en los labios. Chupo frenéticamente, estaba emocionada, excitada y perdiendo el temor inicial de estar entre desconocidos. Sintió el semen en su boca y bajando por su mentón, escurriendo un poco. El tipo se alejó u una de las señoras que llegaron por su cuenta la beso, más para quitarle el semen, lamia su barbilla, la besaba buscando con su lengua restos de aquel líquido. Detrás de ella la lengua seguía lamiendo sus agujeros.
—¡Ven! —Por fin pronunció palabra aquel señor, acomodándola bien empinada para meter su verga, escucho como se acomodaba el preservativo y con un bufido empujaba dentro de ella su verga.
Ambos estaban ya tan calientes que el no tardo en venirse y Andrea ni siquiera lo sintió. Fue hasta que el señor sacó su verga y se colocó otro preservativo, que ella volteó para mirar el cuerpo obeso con la verga en la mano acercarse de nuevo. Colocó su verga en el culo de Andrea que de inmediato brincó y gritó.
—¡No! —Entonces se acercó uno de los muchos elementos de seguridad que tomando su distancia le dijo.
—Recuerde caballero que no, es no.
Entonces la volteo y en cuanto la penetro se fue otra vez a sus pechos, la manera frenética de aquel tipo la ponía loca.
—¡mmmm! ¡Aaah! —sentía como la saliva se acumulaba en sus pechos, además comenzaban a sensibilizarse más con el roce de aquella lengua. Entonces termino nuevamente, pujando con cierto grado de dolor, hasta sentir que ya no salía más semen. Se levantó y le dio unos cuantos billetes de quinientos.
Un par más se acercaron a vaciar su semen en sus tetas, al igual que aquella señora que gustaba de comerlos. La fiesta duró solo un par de horas. Luego algunas de las chicas incluida su amiga se fueron con diferentes tipos. Las pocas que quedaron se bañaron y se cambiaron. Luego pasaron a cobrar y a pagar, por el peinador, las de vestuario, seguridad, etcétera. Llego a su casa de madrugada con más de seis mil pesos y los pezones rozados. No tardo nada en dormir.
Celeste y Andrea comieron el miércoles.
—Pero ya no te vi…
—Ese pinche viejito paga mi departamento, casi no lo veo, se la pasa viajando. Pero cuando viene si me chingo el fin de semana con él.
—¿Entonces tiene lana?
—¡Tiene un chingo de lana! ¿Pero tú qué pedo? ¿Que ya pareció, te gusto?
—Obvio no me gustó, un pinche viejo panzón y sudoroso estuvo sobre mi, me dejó toda rozada de mis chichis.
—Si vi, no te soltó. Unos van picando de una en otra pero también hay los que se enamoran, a esos se les exprime la sangre mi amor.
—¿Y qué pedo con la doña que va sorbiendo mecos no mames que asco?
—Pinche vieja, dicen que tiene un chingo de lana, pero ya vez que está bien loca.
—Está semana es en sábado, ¿si vas a poder?
—¡Pues si no mames! Deberían de hacerlas diario.
—No mames pendeja, nos acaban esos viejos.
Para el sábado, salió con el mismo pretexto.
—No tomes mucho niña—le dijo su madre al verla salir con su maleta.
—No mamá, sabes que soy muy responsable.
Pasaron por ella a la misma hora y pasó el proceso completo de peinado y vestido.
¡Listas niñas, en diez minutos salimos!
El grito las alertó y se colocaron sus antifaces, al salir y sin darle tiempo a nada, el mismo viejo fue tras ella.
—¡Hola! —Dijo Andrea de manera amistosa, pero no obtuvo ninguna respuesta.
—…
—¡Aaaah!
Se fue contra su cuello, besándola con frenesí, mientras con las manos bajaba su elegante vestido. Lamió sus oídos, frotó sus pechos y descendió por su cuerpo sin dejar de chupar cada parte hasta llegar a su sexo. Nuevamente lamió cada rincón provocando los gemidos de Andrea.
—¡aaah! ¡aaah! ¡mmm!
Mientras el lamía su sexo, un par de chicas, tal vez de su edad, se inclinaron y besaban y sobaban sus pechos. Lamían con delicadeza. Luego detrás de cada una se colocaron dos señores que las penetraron, entre los gemidos de placer se besaban y besaban a Andrea. Luego seguían chupandole sus tetas. Debajo el señor seguía lamiéndole hasta el culo. Se soltó en un gemido espectacular cuando sintió que un orgasmo se apoderaba de ella. Cuando abrió los ojos vio cerca de su cara las dos vergas de los tipos que se cogían a las jóvenes.
-¡aaah! ¡Mmm!
Abrió y cerró la boca en cuanto sintió que el semen le caía en la cara, por fortuna el antifaz recibió la mayor parte. Ahora estaba a solas con el mismo tipo que se tomaba su tiempo para penetrarla. Estaba extasiada, sus gemidos eran de un verdadero placer.
—Siiii ¡que rico! ¡Sigue!
—…
Aunque no pronunciaba una sola palabra, los bufidos o gruñidos que emitía eran de un placer puro. De nuevo la giro y levantó su culo. Cuando intento por segunda vez penetrar su culo, Andrea brincó y solo con un ademán el elemento de seguridad entendió y se alejó. Entonces volvió a tomar sus caderas. Hundió su verga y con una fuerza tan llena de enojo como de violencia la jalaba contra él, sonaba cada choque, le tomó las manos para que fuera aún más violento el sexo.
—¡aaah! ¡Aaah! ¡Aaaah!
En cuanto sintió que él se venía aflojó el cuerpo y sus piernas perdieron fuerza, tenía otro orgasmo. Quedó tumbada boca abajo. Sintió como nuevamente la penetraban. Ya no era aquel señor. Miro para todos lados, no lo vio. Desapareció.
Aunque se preparaban por horas, las fiestas eran más breves, después muchos se quedaban a tomar con las chicas hasta el amanecer. Andy se daba un baño y salía en taxi rumbo a su casa. Esa semana no vio ni habló con Celeste, hasta el viernes por la mañana.
—¿si vienes hoy? —Le pregunto Celeste con voz preocupada.
—Sí, ¿Por qué?
—¡pues con eso del virus chino dicen que igual y le descansamos!
—No creo amiga, además me falta para comprarme un carro. Me caga andar en transporte público.
—¡Bueno, te veo al rato pinche tétanos!
—¿Tétanos?
—¡Pues te andas clavando puro fierro viejo y oxidado!
—¡pendeja!
Por la noche ya con el antifaz, salió. El salón no estaba tan lleno y los rumores de que cerrarían un mes eran más fuertes. En cuanto vio a lo lejos al mismo tipo de cada semana le sonrió. El inexpresivo se sobaba la verga mientras el intercambiaba palabras con uno de los elementos de seguridad. En cuanto apagaron las luces y prendieron la música, cruzó el salón, la tomó de la mano y la llevo a un rincón. Después de darle unos billetes al de seguridad, le arrancó el vestido y la arrodilló frente a el. Sin pensárselo, comenzó a lamerle la verga, luego la metió en su boca y saboreó por completo el sabor. Además de que le encantaba chupar vergas, sabía que ese señor podía ser quien financiara sus lujos, entre ellos el auto que tenía en mente. Así que metía más y más aquella verga en su boca.
El la levantó y la tomó de la cintura para posarla sobre un sillón, un tipo trato de acercarse a ella pero el de seguridad lo detuvo en seco. Estaba claro que ese día se trataba solo de ellos dos. Lamió como siempre su sexo, lamió como si fuera la primera vez, sus pezones también sentían la intensidad de esa lengua.
—¡huuuy siii! ¡Siii!
Luego subió sus piernas en los hombros y la penetro suavemente, esta vez se besaron como adolescentes enamorados. Sentía su aliento en la cara. Si golpe y sudor se mezclaban mientras iba y venía dentro de ella. El tipo se salió y fue hasta donde estaba su pantalón. Tomó un fajo de billetes de quinientos y mil pesos, se acercó y se los metió en la boca, le atravesaban de lado a lado. La giro y se acomodó, esta vez no podía negarse. Apretó los dientes con el dinero en medio, sintió como le separaba las nalgas y empujaba detrás de ella para torpemente penetrarla.
—¡huuuug! ¡HUUUG!
En cuanto entro por completo, comenzó a ir contra ella de la misma manera furiosa a que la tenía acostumbrada. Andrea sentía como un par de lágrimas le resbalaban debajo del antifaz. Seguía sosteniendo el fajo de billetes entre sus dientes.
—¡Mmm! —Huuug! ¡MMM!
Sintió como el semen le llenaba su culo, entonces supo que el se había quitado el preservativo. El semen le chorreaba por las piernas le dolía su culo cómo nunca, la giro para besarla suavemente.
—¡Gracias! —Le dijo mientras se quitaba el antifaz y le retiraba el suyo a ella.
—¡PAPÁ!
Ambos quedaron en silencio, sus labios estaban a milímetros de rozarse. Aún estaban agitados por el sexo, el semen de su padre seguí chorreando de su culo. Esos segundos se hicieron eternos. Él con cara de una sorpresa horrenda, ella con toda la vergüenza que se pueda reflejar en el rostro.
—¡PUTA MADRE! —Se levantó y tomó su ropa, salí en cuanto pudo, mientras Andrea seguía petrificada sin saber qué hacer, no movía ni un músculo y parecía que el alma la abandonaba. Aunque un tipo quiso acercarse a ella, el tipo de seguridad se lo impidió. Ella se fue directo a bañar y sentada en el asiento trasero del taxi seguía pensando en que era la peor mujer de la tierra. Aún tenía el sabor de la verga de su padre en la boca. Entro directo a su cuarto y en todo el sábado, solo salió a comer cuando escucho que su papá salía en su auto. El domingo fue casi lo mismo. Evitó las llamadas de Celeste, no sabía cómo ocultarle eso y estaba segura de que no volvería a ir ni el próximo ni ningún viernes. Y estaba en lo correcto. El domingo por la noche la secretaria de salud y el gobierno federal decretaban una cuarentena. No iría a la escuela, Celeste la buscaba para decirle que se suspendían las fiestas y que buscaría que viejo le diera dinero pues no tenía nada guardado.
El lunes por la mañana su madre la llamó a desayunar, tenía que enfrentar esa situación, estarían encerrados muchas semanas. Se dio un baño aún temblaba mientras se cepillaba el cabello. Cuando regresó a su habitación encontró sobre su cama un fajo de billetes. Eso solo significaba una cosa.
¡PAPÁ!
@MmamaceandoO