Primer día:
Las vacaciones de aquel año fueron distintas. Mi mujer, Luisa, y yo fuimos ese año a una de las islas Canarias, no diré cual por motivos obvios, para pasar unos días de descanso y relax. La intención era ir a descansar después de un duro año de trabajo, como todo el mundo.
Llegamos la isla y nos trasladamos al hotel, todo maravilloso, conocimos las instalaciones, nos dimos un baño en la piscina y a cenar. Durante la cena conocimos a una pareja de Madrid, Juan y Belén, entablamos conversación y después de cenar nos tomamos una copa los cuatro en el pub del hotel, ellos llevaban ya unos días allí y nos dieron una serie de consejos.
El más interesante de todos fue el que estaba relacionado con la playa, parece ser que la playa estaba abarrotada todo el día y que ellos habían alquilado un coche y se iban a otra cuyo acceso era complicado, había que ir en coche por un camino de tierra, aparcar y andar casi 1 Km. Nos invitaron a conocerla, nosotros aceptamos.
Cuando estábamos a punto de despedirnos aparecieron dos chicas jóvenes, sus hijas, nos las presentaron, 18 y 20 años, Carla y Begoña se llamaban.
Segundo día:
Después de desayunar nos encontramos con ellos en la puerta del hotel, les pregunto que cómo vamos a ir los seis en un coche.
—No importa —contesta Juan— nosotros dos vamos delante y las mujeres que vayan detrás con las chicas.
Insisto un poco para quedar bien y al final todos montamos en el coche. Nosotros cómodamente sentados delante y ellas 4 detrás. Después de unos 20 minutos llegamos a un camino de tierra, tragamos bastante polvo, el coche no tiene aire acondicionado. Por fin llegamos, aparcamos y nos dirigimos a la playa. Después de andar un buen terreno, tenemos que bajar por unas rocas, por fin vemos la playa, realmente es espectacular, una pequeña cala en la que no hay nadie. Realmente merece la pena.
Llegamos y después de los apretones del coche y de la caminata estamos todos locos por darnos un baño, nos quitamos la ropa y… empieza el espectáculo.
Belén, la mujer de Juan, se queda con un bikini que deja ver la majestuosidad de sus tetas, sin duda, espectaculares, grandes y bien puestas. No debe tener más de 40 años, por lo que tuvo a sus hijas muy joven. Realmente se conserva bien, tiene un buen culo. Miro con discreción.
Carla, la más joven, espectacular, no muy agraciada de cara, pero tiene un cuerpo de bandera, delgada, sus tetas son normales, pero sin ninguna duda deben estar duras, se le marcan los pezones en el bikini. Las piernas muy largas que terminan en un culito respingón.
Begoña, la mayor, tetas entre su hermana y su madre, más guapa de cara que su hermana y un cuerpo también delicioso. Sorpresa, lleva un tanga que hace que mi mirada se pierda en su culo, espectacular.
Siguen las sorpresas, Juan también lleva un tanga, se conserva en forma, no hay duda, tiene muy cuidados los abdominales y se nota que hace bastante deporte.
Luisa y yo nos miramos y nos cruzamos una sonrisa cómplice, yo me quedo con mi bañador tipo pantalón, parezco ridículo, todo el mundo enseñando lo que puede y yo parece que voy con una coraza, mi mujer por lo menos si ha traído un bikini.
Nos bañábamos todos, el agua está riquísima, los típicos juegos y nos salimos Juan y yo para montar las sombrillas y poner a la sombra las cervezas.
Según estamos montando las sombrillas se acerca Begoña, el agua hace que sus pezones se marquen claramente en su bikini, no me pierdo detalle, aunque eso sí, con disimulo. Se tumba al sol boca abajo y le pide a su marido que le ponga crema. Juan se sienta a su lado y lo primero que hace es desabrocharle el bikini, todo normal, le unta crema por las piernas, la espalda y al llegar a su culito, Belén se mete el bañador y lo deja tipo tanga, desde mi posición se la ve como si estuviera desnuda, solo una pequeña tira del bikini queda a mi vista.
A continuación llegan Carla y Begoña acompañadas de mi mujer, ellas dos extienden sus miradas y mirando a Luisa le preguntan:
—¿Te importa si…?
—Sí, claro adelante —contesta Luisa.
Simultáneamente se despojan de la parte de arriba de sus bikinis, veo sus tetas al natural, no me he equivocado en mi primer juicio, bueno sí, las tetas de Carla, son alucinantes, miran hacia arriba, desafiantes, como dos pitones.
Mi mujer me mira y asiento con la cabeza, habitualmente Luisa no suele hacer topless, pero en esta playa aislada y dada la situación se quita la parte de arriba. Me fijo en Juan y él tampoco se pierde el espectáculo. Las contempla con total normalidad, no disimula, y yo hago lo mismo con sus hijas, claro.
Juan me mira y me sonríe. Aquella situación estaba poniéndose muy interesante, abrimos dos cervezas y nos ponemos a hablar de cosas triviales, eso sí, no nos alejamos mucho de las mujeres, el espectáculo es digno de ser contemplado. Mientras nos tomamos las cervezas, Begoña se da media vuelta y nos muestra sus grandes tetas. Me quedo callado contemplando aquella maravilla. Según va pasando la mañana, las mujeres cambian de posición, limpian la arena de las toallas poniéndose de rodillas y enseñándonos sus culitos, se ponen crema unas a las otras y de vez en cuando se dan un baño.
Realmente me estoy excitando, Juan me dice que nos demos un baño, nos quedamos los dos en el agua un rato y vemos que las mujeres para darse un baño con nosotros, según vienen andando hacia la playa vemos sus tetas moverse arriba y abajo. Juan comenta en tono jocoso:
—Desde luego, no podemos tener mejor compañía, ¿verdad?
—Cierto —contesto yo— realmente son 4 mujeres muy bellas.
—Joder —dice Juan— no seas hortera, di que están muy buenas.
—Pues eso, que están muy buenas.
Se corta la conversación ya que están a escasos metros del agua. Nos bañábamos todos un rato, diciendo lo bien que está el agua y mi mirada se pierde en los pezones de la mujer y las hijas de Juan, están erectos del agua, y yo estoy como una moto, me he empalmado. No puedo remediarlo, me alejo un poco a nadar para que no se note, aunque con mi bañador es seguro que no se darán cuenta.
Se salen del agua y yo ya en estado normal también me salgo. Entre tanto llega la hora de comer, sacamos unos bocatas y hacemos un círculo, las chicas no se cubren y se comen los bocatas en topless, no sé dónde mirar, en todos los sitios donde pongo los ojos hay un par de tetas mirándome. Hasta noto como mi mujer se encuentra muy a gusto disfrutando del día.
Nos tumbamos para echar una siesta, yo no puedo dormir, veo como Juan y Belén se abrazan en el suelo y empiezan a reír. Juan me da la espalda y Belén queda enfrente de mí, mi mujer se encuentra mi lado, pero creo que está dormida. Carla y Begoña se han ido a andar por la orilla. Después de un rato, noto movimientos raros entre Juan y Belén, yo diría que Belén le está haciendo una paja a Juan, sin duda, el movimiento de su brazo la delata.
Belén pasa una pierna por encima de Juan y este cambia de posición su brazo, estirándolo hasta llegar a su entrepierna, no lo veo bien, pero todo indica que se están masturbando mutuamente. Levanto un poco la cabeza y en ese momento los ojos de Belén se clavan en los míos. Ni ella ni yo nos cortamos, nos quedamos mirando, mientras ella continúa con el movimiento de su brazo, de vez en cuando cierra los ojos, el trabajo de Juan en su coñito parece que surte efecto. No seguimos mirando y ella me sonríe, sabe que lo sé.
Después de unos minutos, ella acelera el ritmo de su brazo y cierra sus ojos durante un momento más largo, apoya la cabeza en el hombro de Juan, creo que se han corrido los dos.
El resto de la tarde transcurre con normalidad excepto en mi mente, ya que no logro borrar las imágenes de Juan y Belén durante la siesta. En un momento en el que nos quedamos solos Luisa y yo me dice:
—¿Te ha gustado?
Me quedo helado sin saber que decir, sonríe y se va a darse un baño.
Cuando cae la noche desmontamos el chiringuito y vuelta al coche, en el camino de vuelta no dejo de pensar en lo sucedido. Al llegar al hotel Luisa se va con las mujeres a su habitación para no sé qué rollo de unas cremas maravillosas. Yo me quedo con Juan tomando una cerveza, al rato viene Luisa y nos vamos a la habitación.
Al entrar en la habitación me dice Luisa:
—He visto a las chicas desnudas en su habitación…
—¿Y?
—Bueno, pues que no tienen marcas
—¿Marcas?
—Sí, hombre, que toman el sol completamente desnudas, y yo he pensado que quizás…
—¿Qué?
—Pues, que si no te importa, me han dicho que mañana tomemos el sol las cuatro desnudas. Hoy no lo han hecho porque estábamos nosotros.
Me quedo sorprendido, mi mujer me propone tomar el sol desnuda, en principio no me gusta, pero poder disfrutar de esas 4 bellezas en pelotas no me lo puedo perder. Le digo que sí, pero no muestro mucho entusiasmo. Mi polla en cambio sí está contenta. Esa noche Luisa recibe una buena dosis de sexo, aunque ella también se muestra muy excitada.
Tercer día:
Esta vez me toca ir detrás porque mi mujer se marea, me siento en un lado, en el centro va Carla y Begoña en el otro lado. Belén va sentada encima de Carla, a mi lado.
Durante el viaje Belén se va acomodando y al final acaba sentada encima de mis piernas, no lo puedo evitar y una erección me sorprende en aquella situación. Estoy seguro de que se va a dar cuenta, y creo que lo hace, porque sigue acomodando su posición y no tengo la más mínima duda que en su culito siente aquella presión.
Llegamos y después del baño de bienvenida sucede lo que tenía que suceder, las chicas ponen las toallas en el suelo y se empiezan a desnudar, no pierdo detalle.
Primero Karla, se quita la parte de arriba y se tumba, una vez en el suelo se quita el resto, no lo veo bien, pero ya tendré la oportunidad. Ahora Begoña, es menos recatada, primero la parte de arriba y el tanga se lo quita de pie, espectacular, tiene el coñito perfectamente recortado y cuidado.
Ahora las señoras, primero Belén, se lo quita de pie como su hija y antes de tumbarse me mira a los ojos, no se corta. Veo que también lo tiene recortadito.
Mi mujer duda un poco, me mira a mí, como buscando mi consentimiento y luego mira hacia la posición de Juan, esta como yo, esperando el show. Mi mujer se lo quita y con una sonrisa en su cara se recoge el pelo y se gira, nos ofrece un bonito espectáculo de su cuerpo por delante y por detrás, jamás hubiera imaginado que hiciera eso.
Juan y yo nos miramos, se acerca y me dice:
—Vaya pedazo de mujer que tienes
—Bueno, tú no te quejaras, tienes tres bellezas en casa.
—Sí, pero dos son mis hijas, sólo tengo derecho a una —se ríe.
La conversación sigue en un tono jocoso, hasta que Belén propone pasar el rato jugando a las cartas. Nos ponemos de acuerdo y formamos un círculo, las mujeres siguen desnudas, el espectáculo es total. Sobre todo cuando Carla de rodillas se gira, nos ofrece su culito y se agacha para limpiar la toalla de arena. La visión es impactante, veo con total claridad su agujero trasero y los labios vaginales.
Empezamos a jugar cuando Belén comenta en voz alta:
—Bueno, creo que ya está bien, nosotras estamos aquí desnudas y vosotros ahí, sin enseñar nada. Siempre igual…
—Eso tiene solución —Contesta Juan.
Se levanta y se quita el tanga, su polla está morcillona, en estado de semierección. Mi mujer no pierde ojo, fija su mirada en aquel miembro, que por cierto, parece que en erección debe tener un tamaño considerable, mayor que el mío. Se sienta.
Todo el mundo gira su cabeza hacia mí y Juan me dice:
—Bueno, a qué esperas.
Dudo qué hacer, mi polla está completamente erecta, pero parece que no hay otro remedio. Me pongo de pie y me quito el bañador. Se oye un silbido, es Belén, que después de silbar dice:
—Oye, y todo eso que tienes ahí es por nosotras. —Le da un codazo a mi mujer—. Vaya polla que tiene tu marido. Pues no creas, que el mío la tiene más pequeña. Vamos cariño enséñanos como la tienes tú.
Belén agarra la polla de Juan y empieza a masturbarle, buscando una erección que no tarda en producirse. No lo puedo creer, estoy alucinado y mi polla cada vez más dura, parece que va a reventar.
Mi mujer entonces decide imitar a Belén, se acerca donde estoy yo y empieza a tocarme para aumentar mi erección. Carla y Begoña se ríen y animan a su padre:
—Vamos papá, demuéstrale que la tuya es mayor.
Después de un par de minutos Luisa decide que hay que medirlas y proclama en voz alta:
—La polla de Juan es más larga que la tu marido, pero reconozco que la de tu marido es más gorda.
Y según acaba de decir esto me agarra con una mano mi polla mientras que con la otra sigue agarrando la de Juan. Tras decir esto le dice a mi mujer:
—Venga Luisa compáralas.
Luisa me mira, buscando mi aprobación y desde luego que la tiene. Agarra ambas pollas con sus manos y confirma la opinión de Belén. Veo como mientras mi polla simplemente la tiene agarrada, con la de Juan empieza a jugar, retira la piel hacia atrás todo lo que puede y a continuación vuelve a subirla. Luisa parece salir del trance en el que se encuentra y se da cuenta de hasta donde está llegando. Suelta ambas pollas y dice:
—Bueno ya está bien, seguimos con la partida.
Y seguimos con la partida, pero en el ambiente se nota que algo ha cambiado. Nuestras pollas siguen erectas y la excitación puede más que la razón. Belén agarra la polla de su marido y agachándose se la introduce en la boca. Empieza a mamársela delante de todos.
Carla y Begoña se levantan y sin decir nada se van.
Luisa me agarra la polla y empieza a masturbarme, mientras los dos miramos la mamada que Belén le está haciendo a Juan. Empiezo a tocar el coñito a mi mujer, esta mojada, ella se agacha empieza a mamármela también. Mientras me la chupa no pierdo ojo de la mamada que Belén le hace a Juan, miro a Juan y él está haciendo lo mismo, no pierde ojo de la mamada que me está haciendo Luisa. Juan coge a Belén por los hombros y la tumba boca arriba, se tumba encima y se la clava, Belén suelta un pequeño grito de placer. Luisa al oírlo deja de chupármela y se tumba también boca arriba. Me pongo encima de ella y de un fuerte empujón se la meto.
Mientras Juan se folla a su mujer mira como yo hago lo mismo con la mía, yo tampoco pierdo detalle de su follada, veo como su polla taladra el coño de su mujer, que no deja de gemir de placer. Luisa en cambio está callada, no dice nada. Mientras sigo follándola veo como Belén agarra una mano de Luisa y esta responde apretando con fuerza.
No aguanto más y me voy a correr, aumento las embestidas y noto como el coñito de mi mujer se contrae contra mi polla, síntoma de que ella también se está corriendo. Mi mujer acompaña su corrida con unos gemidos de placer y llegamos al final cuando acabamos.
Luisa sigue agarrando la mano de Belén y esta aumenta sus gritos, se está corriendo.
Juan sigue embistiéndola y acaba dentro de ella. Nos quedamos los cuatro tumbados sin decir nada. Belén rompe el silencio y dice que se va a dar un baño, Luisa la acompaña. Juan me dice:
—Vaya, no ha estado mal. ¿Alguna vez habíais follado en presencia de alguien?
—No, nunca…
—Pues no os habéis cortado para ser la primera vez. Nosotros hemos tenido alguna experiencia más, ya te contaré. ¿Nos bañamos?
Asiento con la cabeza y nos vamos a dar un baño. Durante el viaje de vuelta, nos cruzamos pocas palabras, parecía como si cada uno de nosotros fuera pensando en lo sucedido por la mañana. Mi mente esta confusa, por un lado me ha encantado, pero he visto como Luisa se excitaba demasiado, jamás la había visto así.
En la habitación hablamos Luisa y yo sobre si debíamos ir el día siguiente a la playa con nuestros amigos, ella simplemente me dijo:
—¿Y por qué no debemos ir? ¿No te ha gustado lo que ha pasado hoy?
Me acuesto pensando que después de estas vacaciones nada sea igual.
Cuarto día:
Llegamos a playa, y esta vez en vez de bañarnos y desnudarnos, lo hacemos al revés, primero nos desnudamos y nos vamos a tomar un baño. Ya estoy más acostumbrado a verlas desnudas y mi polla esta relajada, en su posición normal.
Cuando nos sentamos en las toallas Belén se sienta al lado de su marido y sin decir nada empieza a tocarle la polla, ésta reacciona y de nueva esta erecta, después de unos minutos de caricias Belén se incorpora sobre la polla de Juan y se la mete en la boca. Ya estamos otra vez liados. Mi polla también ha respondido, y ahora Luisa es la que me la está meneando. Belén se tumba en la toalla y le pide a Juan que le coma el coño.
Juan no lo duda e introduce su cabeza entre las pierna de Luisa, ella de vez en cuando incorpora su cabeza y me mira a los ojos mientras su marido sigue con la faena.
Luisa se da cuenta del cambio y decide que yo haga lo mismo, se tumba al lado de Belén.
Yo comienzo a jugar con mi lengua con su coño y empiezo a oír los jadeos de las dos mujeres. Después de unos segundos dejo de oír sus jadeos y levanto la mirada, me quedo asombrado, Belén y Luisa han juntado sus bocas y se están besando y acariciando las tetas la una a la otra. Me quedo quieto y Luisa simplemente me agarra por la cabeza con una de sus manos y dice:
—Sigue, no pares…
Vuelvo a lo mío, pero no pierdo detalle de lo que ocurre entre ellas dos, Belén ahora le está mordisqueando los pezones a mi mujer, primero el derecho y luego el izquierdo, no lo puedo creer.
En lo que no me he fijado es que Carla y Begoña esta vez no se han ido, se han retirado un poco, pero están atentas a lo que sucede.
Ahora se cambian y es Luisa, mi mujer, la que le está lamiendo y acariciando las tetas a Belén. Tanto Juan como yo seguimos en nuestra labor, nunca había vista a mi mujer tan excitada, no para de fluir liquido de su coñito.
Una mano de Belén llega hasta el coñito de mi mujer, primero introduce un dedo en boca, se lo chupo y luego ella se pone a jugar con el clítoris de mi mujer. No lo puedo creer, aquello se puede convertir en una auténtica orgía, pero no acaba todo ahí.
Ahora es mi mujer la que empieza a masajear el coñito de Belén, Juan y yo nos apartamos, parece que ahora no es nuestro turno. Belén se incorpora y de un rápido movimiento encaja sus piernas contra las de Luisa, sus coñitos quedan pegados y Belén empieza a mover sus caderas, sus coñitos están juntos, rozándose el uno contra el otro, no dejan de gemir.
Entonces ocurre algo que todavía me deja más sorprendido, Juan se agacha y se introduce mi polla en su boca, no lo puedo creer, en un primer momento intento rechazarlo, pero él me agarra firmemente y después de unos segundos desisto de mi intento, lo hace muy bien, me tumbo en la toalla y me dejo llevar. No distingo la diferencia entre sus mamadas y las de Luisa. Instintivamente acerco mi mano a sus genitales, creo que lo voy a hacer, tengo que devolverle el enorme placer que me está proporcionando. Le agarro la polla, es la primera ver que agarro una distinta a la mía, se la empiezo a menear.
Me incorporo un poco y veo a Luisa y Begoña en un perfecto 69, no puedo más, empiezo a correrme, suelto toda mi leche en la boca de Juan, sin avisarle, él no se inmuta, la recibe y se la traga toda.
Sigo con mi mano en su polla erecta, me decido y empiezo a chupársela, noto su sabor, es agradable, no me disgusta. Juan apoya su mano en mi cabeza y va guiando mis movimientos torpes, pero voy poco a poco voy aprendiendo. Mientras se la chupo oigo a Belén y Luisa ponerse a nuestro lado.
Belén le dice a Luisa:
—No conocía esta faceta de tu marido, lo hace muy bien.
—Yo tampoco —contesta Luisa—, pero veo que ha aprendido rápido.
—Te importa si lo pruebo un poco —pregunta Belén a Luisa.
—No, por favor, yo le ayudaré con Juan.
Luisa se acerca a la polla de Juan y entre los dos continuamos con la mamada. Mientras Belén se ha acercado a mi polla y empieza a masajearla, a los pocos segundos la introduce en su boca, otra vez estoy empalmado.
Me centro en la polla de Juan mientras Luisa me indica como proporcionarle más placer, Luisa se dedica a sus huevos mientras yo me entretengo con su glande. Juan agarra la cabeza y me avisa de que se va a correr. Me intento quitar pero no me deja suelta su esperma en mi boca, siento su sabor, salado. Tengo que tragarlo no me queda más remedio y pruebo el sabor de un hombre por primera vez. Mientras Belén sigue chupándomela.
Cuando Juan acaba en mi boca, Belén me dice que quiere su ración de polla, pero esta vez conmigo. Luisa y yo nos miramos, sin decir nada entendemos aquello. Ahora mi mujer será poseída por otro hombre delante de mí.
Belén se pone a cuatro patas y yo de rodillas se la clavo por detrás, las sensaciones se agolpan en mi mente y oigo a Belén:
—Vamos, fóllame, sé que lo estabas deseando. ¿Te gusta ver a tu marido como me folla, Luisa?
Luisa no responde está muy ocupada chupando la polla de Juan. Mientras sigo follándola pienso en Carla y Begoña, giro la cabeza y siguen en el mismo sitio que antes, no hacen nada, solo mirar y excitarse viendo como sus padres follan con desconocidos.
Mis embestidas son cada vez mayores y Belén me pide que la embista con más fuerza, no me la imaginaba así la primera vez que la vi. Ahora Luisa se ha tumbado y Juan la va a ensartar toda su polla, no me pierdo detalle, veo como Juan se agarra la polla y la dirige al coñito de mi mujer, busca la entrada y de un fuerte golpe la penetra, mi mujer grita de placer y me mira desde el suelo, nos cruzamos las miradas, mientras Belén empieza a gritar anunciando su orgasmo. Aumento mis embestidas aún más y acabamos casi a la vez.
Juan mientras tanto sigue dándole caña a mi mujer, la cual gime cada vez más alto, se ponen sus ojos en blanco y sé que se está corriendo. Juan la penetra cada vez con más furia y en ese momento Belén se acerca a su marido y le clava un dedo en el culo.
—Así le gusta más ¿sabes? —me dice.
Yo no respondo, solo veo como mi mujer está siendo poseída por otro hombre.
Cuando Juan acaba mi mujer le vuelve a chupar la polla en señal de agradecimiento. Estamos todos tumbados en las toallas cuando Carla y Begoña se acercan:
—Bueno, qué, nos vamos —dice Carla.
No puedo creer la naturalidad con la que han estado contemplando la escena sin decir ni hacer nada. Después de darnos un baño y relajarnos un poco nos vamos al hotel.
Quinto día:
Después de haber visto como mi mujer era follada por otro hombre y se lo montaba con una mujer casi que todo me daba igual. Además yo había mantenido mi primera relación homo con Juan. No me importó lo más mínimo que según llegamos a la playa Luisa se desnudara delante de Juan y éste la besara en la boca y la metiera mano por todos lados.
Mi obsesión ahora era follarme a Carla y Begoña, en aquella desenfrenada situación ellas no participaban. Yo no sabía cómo conseguir que ellas entraran en el juego. Mientras, Luisa ya estaba a cuatro patas y Juan la estaba follando, desde luego se habían dado prisa. Además Belén estaba muy ocupada chupándole las tetas a Luisa mientras que con una mano se masturbaba y con la otra le tocaba el clítoris a mi mujer.
Mire hacia donde estaban sentadas Carla y Begoña, me acerqué y lo comprendí todo, claro que no participaban estaban muy ocupadas. Cada una de ellas tenía un consolador con el cual estaban jugando entre sus piernas. Cuando llegue a su lado ni se inmutaron, Carla estaba jugando con el consolador en su clítoris mientras que Begoña lo tenía dentro de su coñito y lo movía en un lento mete y saca. Me quedé delante de ellas, sin saber qué hacer. Carla se incorporó un poco y agarró mi polla con su mano, luego acercó su boca y se la introdujo entera, ver a aquella preciosidad chupándomela era más de lo que podía soportar y llené su boca con mi abundante leche en unos minutos. Ella no se la tragó simplemente soltó mi polla y le dio un beso a su hermana, la cual recibió mi leche de mano de su Carla.
Aquella situación hizo que mi polla, pese a la reciente corrida, estuviera otra vez a punto. Miré hacia donde estaba Luisa y vi como seguía a cuatro patas recibiendo la polla de Juan y comiéndose el coño de Belén.
Mientras Carla y Begoña seguían jugando con mi leche en sus bocas y estaban tocándose mutuamente, Carla, levantó lo ojos y me dijo:
—Creí que nunca íbamos a participar, menos mal que te has decidido. Solo hay un inconveniente, ni mi hermana ni yo follamos, puedes hacer lo que quieras menos follarnos. Nuestros coñitos lo reservamos para nuestros novios.
Vaya par de putas que estaban hechas las dos niñas. Yo pensando que se mantenían a un margen de toda esta movida y resulta que eran las más putas de todos.
Decidí que en vista de que no podía follármelas las daría por el culo a las dos, puse a Carla a cuatro patas y empecé a meterle un dedo, luego dos, la lubriqué bien con sus propios jugos y empecé a clavársela, sin duda no era la primera vez. Begoña se tumbó delante de ella abriendo sus piernas y dejando su coño a la altura de la cara de Carla. Esta empezó a comérselo. Aquella visión hizo que mi polla se pusiera aún más dura y se la clavé entera, soltó un grito mezcla de dolor y placer. Empecé a bombear y bombeé cada vez más fuerte.
Debimos estar así varios minutos, mientas Begoña me miraba a los ojos y no paraba de decirme:
—No acabes dentro de ella, que yo también quiero mi ración.
No pude aguantar y decidí llenar el culo de Carla de leche, cuando me corrí sentí como me vaciaba dentro de ella y vi como mi leche salía de su culito una vez que lentamente fui retirando mi polla.
Begoña se levantó y con su lengua empezó a recoger toda la leche del culo de su hermana. Después de acabar de limpiarla me dio un beso y saboreé por primera vez mi propio semen. Mientras la estaba besando notó como Carla empezaba a jugar con mi ya flácida polla y me dijo:
—Vamos, que Begoña necesita su ración.
Begoña acompañó a Carla y entre las dos me chuparon la polla, los huevos, el culo, todo. Mi polla no tardó en reaccionar y tuve una nueva erección. Ahora no tuve que hacer nada, fue la propia Begoña la que se puso a cuatro y Carla la que se encargó de lubricar y dirigir mi polla a su culito. Aquello era maravilloso.
Este culito me costó un poco más que el de Carla, luego me contaron que había desvirgado analmente a Begoña, entonces entendí los gritos de dolor que dio durante la penetración y la dedicación que Carla le dedicó a su coñito mientras yo la enculaba.
Mientras la enculaba miraba como mi mujer ahora estaba montando un lésbico con Belén, mientras que Juan tumbado a su lado jugaba con los agujeros de mi mujer.
No tardé en llenarla con mi caliente leche, no sé cuánto tiempo estuvimos, ni tampoco recuerdo cuantos orgasmos tuvieron ellas, pero desde luego fue inolvidable mi primera relación con las dos hermanas.
Por la tarde nos dedicamos a recuperarnos de nuestras fuerzas y por la noche durante la cena comentamos que el día siguiente lo mejor sería pasarlo en el hotel.
Sexto día:
Después de desayunar quedamos en la habitación de Juan y Belén, primero llegamos nosotros dos y estuvimos comentando con ellos lo sucedido durante estos días. Yo les pregunté que si también ellos se lo montaban con sus hijas y Juan nos dijo que solo sexo oral y alguna vez había enculado a Carla, pero que jamás las había follado por el coñito, eso sí, con Belén mantenían frecuentes encuentros lésbicos.
Aquello aclaraba las cosas, según íbamos hablando nos fuimos calentando y desnudando. Belén me ayudo a quedarme desnudo mientras Luisa hacía lo propio con Juan. Una vez estuvimos todos desnudos Juan me dijo que quería probar algo nuevo, quería darme por el culo a mí, mientras yo hacía lo mismo con su mujer.
Después de estar dudando durante un tiempo no me queda más remedio que aceptar, la boca de Belén en mi polla hace que pierda la noción y me entrego a ellos. Primero enculé yo a Belén, para lo cual mi mujer me ayudó a lubricar e introducir mi polla, entró con bastante facilidad, sin duda estaba ya muy dilatado.
Una vez dentro, Luisa ayudó a Juan a darme por detrás, primero me lubricó, me metió un dedo, luego dos, mientras con su boca mantenía la erección de Juan. Ella misma se encargó dirigir la polla de Juan a mi culo, cuando empezó a entrar me dolió bastante, pero debo decir que no fue un dolor insoportable. Una vez dentro y cuando empezamos a movernos todos al mismo compás fue algo indescriptible, quizás la sensación más placentera que haya tenido nunca.
Mientras estábamos en esa postura llegaron Carla y Begoña, mi mujer les abrió la puerta y según entraron se desnudaron y se fueron a la otra cama con mi mujer, a la cual chuparon y penetraron con sus consoladores por todos lados.
Después se repitió el trío, pero yo le di por culo a Juan mientras él hacía lo propio con mi mujer. Fue distinto al culo de una mujer, pero también placentero, aunque mi mirada estaba puesta sobre todo en el trío que Belén tenía con sus dos hijas.
Aquel verano fue inolvidable para todos.