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Una ayuda (Parte 2)
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Mis manos siguen bajando, hasta alcanzar tus pechos, y se posan encima de ellos. Los palpan con delicadeza, mientras mi voz te sigue dictando. Te echas un poco hacia atrás, con la espalda muy recta, lo que facilita el amase de tus senos, y empiezo a notar la dureza de tus pezones. Sigues escribiendo, aunque tu respiración es ahora más agitada.

Tienes los pezones muy erectos, y los acaricio con la yema de mis dedos. Me muero de ganas de lamerlos, pero debes seguir escribiendo.

Quiero ir despacio, y saborear cada instante, llenarlo de ingentes cantidades de erotismo y sensualidad.

-¿no estás cansada? -te pregunto.

-¿Con respecto a qué? -mmm sabes responder.

-De escribir.

-De eso un poco sí, del resto, no, más bien ansiosa porque siga.

-Pues yo me siento cansado de estar de pie.

-Te lo dije.

-Ya, vamos a hacer una cosa, levántate un momento.

Así lo haces y me miras con la cara enrojecida. Estás realmente sexy con el jersey más abajo de los hombros y tus pezones aflorando por encima del escote.

Me siento yo en la silla, te miro y te digo:

-Ven, siéntate en mis rodillas…

Como tienes que separar un poco las piernas para hacerlo, te subes la falda, hasta que deja ver con claridad tu tanga de puntillas y casi transparente. De color negro.

Te apoyas en el borde de la mesa y te sientas encima de mí. Y no precisamente en las rodillas, sino bien acomodad, encima de mi polla erecta.

He bajado la altura de la silla para que puedas alcanzar con los pies al suelo. Y he tenido la precaución de no ponerme boxers, con lo que tan solo la fina tela de mi pantalón separa mi polla de tus nalgas.

Haces un movimiento sensual para acomodarte más hacia atrás. Movimiento que aprovechas para clavar tus nalgas y colocarte mi polla entre ambas.

-Eso es, ahora sigue escribiendo.

-No sé si podré.

-Inténtalo.

Mi traducción ahora es muy lenta, con una leve pausa entre palabra y palabra. Mis manos se acomodan sobre tus muslos y los acarician, iniciando el camino hasta tus ingles. Mi boca, pegada a tu cuello, balbucea alguna palabra entre beso y lamida. Palabra que tú escribes con lentitud, letra a letra.

He alcanzado tu coñito, por encima del tanga. Lo acaricio y masajeo. Respiras agitada.

-¿voy bien?

-sí -Balbuceas mezclando tu afirmación con un suspiro profundo.

En el espejo veo tu rostro y percibo como te estás mordiendo tu labio inferior.

Mi mano ladea tu tanga y un dedo empieza a dibujar el contorno de tus labios vaginales, totalmente empapados, por cierto. Sube, baja, vuelve a subir y se dirige un poco al centro. Presiona y se abre paso hasta notar tu clítoris hinchado. Le da movimientos circulares.

Separas tus manos del teclado y te agarras al borde de la mesa, al tiempo que sueltas un grito de placer.

-Levántate -te digo sin dejar de tocar tu sexo.

Lo haces. Aparto la mano de tu cuerpo y me apresuro a desabrochar mi pantalón, para dejar libre mi polla que se presenta firme.

-Vuelve a sentarte.

Notas mi miembro desnudo sobre tus nalgas, y te mueves con destreza para que se coloque entre tus nalgas. Inicias entonces un suave movimiento de levantarte y sentarte de golpe.

Mis dedos vuelven a su tarea, y ahora, con los dedos de ambas manos, separo tus labios vaginales.

Te echas hacia atrás aún más, de tal modo que mi polla aparece erguida entre tus piernas, rozándote el coño por completo.

Con una de tus manos, la oprimes contra tu sexo, y empiezas a subir y bajar con más rapidez. La estancia se llena de los jadeos que los dos soltamos.

-Así, muy bien, muy bien –murmuro.

-Bien no, divino -respondes.

Con tu otra mano me coges la cabeza, ladeando la tuya, desesperada buscando tu boca mi boca, mientras subes y bajas a gran velocidad.

Aprovecho una de tus subidas y agarro mi miembro para echarlo un poco hacia adelante, a pesar de que lo aprietas contra ti, dejas de hacer esa presión porque intuyes lo que quiero hacer.

-Sí, vamos, métemela, quiero sentirte dentro, muy dentro –murmuras.

Y cuando bajas, lo haces muuuy lentamente, saboreando cada milímetro de ese glande húmedo como se va introduciendo, rozando las paredes de tu cavidad más sensible.

-Te dije que habías hecho una buena inversión -me dices con voz entrecortada en medio de tus jadeos.

-Muy buena, muy buena… -respondo agitado.

A punto de correrme, me levanto y empujo tu cuerpo contra la mesa, encima del teclado. En la pantalla se empiezan a escribir letras discordantes, fruto de la presión de tus pechos obre las teclas.

Aparto de nuevo el hilo del tanga que está introducido entre tus nalgas, y de nuevo mi polla vuelve a penetrarte.

Ahora soy yo quien lleva el ritmo.

-Me corro… –suspiras.

-Aguanta un poco más.

-No puedo.

-Pues hazlo, córrete.

-Ahhh, sí, no pares ohhh como siento el roce con mi clítoris, sigue, sigue, ahhhh.

Y todo tu cuerpo tiembla.

Una vez algo recompuestos, me comentas:

-Tengo pareja.

-Mejor, me gustan las mujeres con compromiso, me dan mucho más morbo. Además, así vas a ser más discreta y tendrás que venir cuando requiera tus servicios.

-Lo haré encantada.

¿Y tú, me ayudarías a traducir? Coméntame.

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