Alta, rubia, ojos azules, buen cuerpo, con un buen par de tetas y un culo redondo que te salían los ojos cada vez que seguías su silueta. Desde la primera vez que nos conocimos en el instituto me quedé enamorado de Patricia y aunque había fraguado una bonita amistad todos mis intentos habían caído en saco.
Aquella noche de septiembre, aún calurosa, recién entrados en la universidad volví a intentarlo. El sentirte mayor y algo de alcohol por mis venas, me volvió a dar valentía. Y la historia acabó tan bien o tan mal como las anteriores, otras calabazas y vuelta como de costumbre a casa. Para variar, tenía que acercar a ella y a otra amiga, Susana, hasta sus casas. Primero dejé a Patricia, se despidió con un beso en la mejilla y una media sonrisa.
Susana se pasó al asiento del copiloto y continuamos el viaje en silencio. De vez en cuando, empecé a aprovechar para dejar alguna mirada a Susana. Antes el momento, no me había fijado en ella de esa manera. Su cabello moreno con rizos, sus labios finos y tersos, sus pequeñas tetas y un buen par de piernas que intuían sus vaqueros. Comenzó como algo furtivo hasta que ella empezó a sonreír con cada una de mis incursiones y a devolverme alguna que otra mirada.
Llegamos delante de su casa, me mira y con voz juguetona dice:
-Gracias por traerme. Un pena que Patri no vea lo que vemos otras, pero ya lo entenderá.
Hizo el amago de salir del coche y la cogí por el brazo
-Tal vez haya sido yo que no fui capaz de ver más allá hasta este momento.
Se volvió hacia mí, me miró y nos besamos. Bajé hasta el cuello, apreté sus tetas con una mano mientras con la otra acercaba su cadera. Ella se erguía y se retorcía con sus manos en mi espalda. Susana entre susurros y algún jadeo me dijo:
-No quiero que nuestra primera vez sea en un coche… Pero no te voy a dejar que te marches así.
Puso su mano sobre mi paquete mientras sonreía. Me desabrochó el pantalón, me bajó el bóxer y según quedó mi ya erecta polla, hundió sus labios sobre ella. Tan solo solté un gemido intenso, me recosté con el asiento dejando caer mi cabeza mientras sentía como su boca subía y bajada. Como su lengua recorría todo su tamaño y como se endurecía aún más. Le gustaba pasar rápido por el glande para volver a metérsela toda. Entre gemido y gemido, soltaba algún: “Susana, sigue no pares” y cada vez ella subía el ritmo.
Era maravilloso, estaba como en otro mundo cuando paró. Pensé que era para buscar otra posición pero cuando abrí los ojos la vi delante, con su sonrisa característica, con ese gesto que me había enamorado.
-Esto es solo una muestra, espero que vuelvas a por más.
Me dio un beso y salió del coche.
Volví a quedar con Susana una y otra vez…