Con Iker nos habíamos ido a Ibiza como dos amigos que se follaban entre ellos y volvíamos siendo pareja. Mantuvimos nuestra relación entre nosotros y poco a poco fuimos contándole a mis compañeros de posgrado y círculo cercano, a los colegas de Iker y sus cercanos y a nuestro círculo de amistad en común que habíamos hecho en el tiempo en que llevábamos en Madrid. Al único que no le había contado era a mi padre, pero él se encontraba en otro país, por lo que no me apresuraba a contarle (además no sabía cómo, ya que él sabía que yo era hetero y era bueno para follar con chicas).
Teníamos una relación puertas afuera. Cada uno continuó viviendo en su piso pero, como vivíamos en el mismo edificio, era como si viviésemos juntos. Él y su hijo se lo pasaban en su piso y yo en el de ellos, solo cuando teníamos alguna discusión o diferencia, existían los pisos diferentes.
Un día llegué de hacer las compras con Iñaki e Iker había llegado del trabajo y se encontraba un poco apesadumbrado, algo que disimuló al ver llegar a su hijo, con el que comenzó a jugar. Cuando le pregunté que sucedía, me explicó que estaba complicado de dinero y que apenas le alcanzaba para pagar la renta del piso, a lo que le prepuse que se viniera él y su hijo a vivir conmigo. Ese mismo fin de mes se mudó y comenzamos a vivir como una familia los tres.
La vida de los tres transcurría sin sobresaltos. Instalamos en la habitación de invitado a Iñaki e Iker se instaló en la mía (como correspondía por ser mi pareja). Era una casa de hombres, donde acostumbrábamos a andar desnudos con Iker. Muchas veces nos sentábamos a comer sin pieza de ropa alguna o comíamos en la cama donde pasábamos largos ratos en ella. Iñaki se acostumbraba a dormir entre nosotros, por lo que a medianoche lo debíamos llevar a su cuna en su cuarto.
Nuestra actividad sexual era bastante buena, follábamos casi todos los días. Éramos bastante versátiles, tanto yo como él cumpliríamos en momentos el rol de activo y pasivo respectivamente. Nuestros gustos también nos los fuimos conociendo. A Iker le fascinaba lamer mi ano, había algo en ello que le encantaba y bueno, a mi igual me era placentero sentir su lengua escarbando por mi hoyito, dejándolo todo ensalivado y listo para ser ensartado por esa vestía deliciosa y jugosa que guardaba mi amorcito entre sus piernas. Lo que era yo, siempre me gustó mucho su polla por lo que mi mayor placer era tener esa pija en mi boca, que apenas me cabía por lo gorda que era y pues así me la metía en la boca y la chupaba hasta sentir sus chorros calientes de su leche deliciosa en mi garganta.
Junto con lo anterior, a mí me gustaba cabalgar en la pichula de Iker, que era más gorda que la mía. Cabalgaba en ella gimiendo como una perra de placer, sentir esa pija jugar con mi próstata, sintiendo ese cosquilleo cada vez que esta era rozada por el miembro jugoso y viril de mi enamorado. En cuanto a Iker, le era casi adictivo el ser clavado en cuatro, cual animal folla a otro animal, extendiéndose por la cama (o donde follábamos) levantando su culo y dejándome su hoyito expuesto para yo así hacerlo mío, para que al terminar alcanzara a sacarlo y vaciar mi lechita afuera de su trasero. Gusto totalmente diferente a mí, que me encantaba sentirme preñado por la lechita suya, era quizás la mayor sensación de placer y excitación que el hombre que amaba depositaba su lechita dentro de mí.
Nuestras sesiones de sexo eran extensas y no necesariamente eran por las noches. Follada mañaneras, antes o posterior de comer, en las tardes cuando Iñaki tomaba su siesta o bueno, cada vez que había una posibilidad, lo hacíamos. Lo otro era que, como Iñaki era un bebe aún que tenía un año, había lugares que él no podía acceder, por lo que follar en el cuarto de lavado, en el baño e incluso hasta lo hicimos en la cocina (donde lo hicimos un par de veces) no era algo que no nos gustase a ambos.
El uso de juguetes sexuales pronto se volvería común entre nosotros, Un día Iker llegó con un vibrador que yo me puse en mi culo, mientras clavaba a Iker, haciendo de nuestro sexo cada vez más entretenido. Pero no fue hasta que un día fui a comprar un lubricante a un sex shop y encontré un dildo doble, que los juguetes transformaron por completo nuestras folladas. Ese día cuando se lo mostré, Iker se entusiasmó y apenas Iñaki se durmió, nosotros nos pusimos en acción. Empezamos preparando nuestros culos, con nuestras lenguas escarbando nuestros hoyitos y ensalivándolos para lubricarlo. Cuando ya estos estuvieron listos, agarramos el dildo y lo introdujimos dentro de nosotros. Primero lo hice yo, cuando estaba mi parte dentro de mí, Iker se introdujo la otra parte. Mientras ambos estábamos ensartado en el dildo, nos besábamos, manoseábamos y jugábamos con las pijas nuestras y la del otro. Así estuvimos un buen rato, extendido sobre la cama y jugando con el cuerpo de unos y del otro, hasta que nos fuimos junto.
El día que Iñaki cumplió el año. Iker llegó con un pastel para compartirlo entre los tres (realmente los dos) y con un regalo para él. Yo temprano había salido con el bebé y le había comprado unos juguetes y ropa por su cumpleaños. Ese día compartimos, jugamos con Iñaki y sus juguetes nuevos, Iker la había traído algo similar a una alfombra inteligente para niños que tenía alrededor del año. Cuando el niño se durmió, Iker me dijo que le había gustado como le habíamos celebrado el primer año de nuestro hijo y que traía un regalo para mí. Me miro, sonrió, sacó un anillo y me pidió matrimonio.
Continuará…