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Me comporté mal. ¡Cuánto lo siento!
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Soy Silvina, mujer de Billy y puedo contar esto porque mi marido lo sabe al detalle y me perdonó.

Yo tenía 20 años y mi Billy 23. Mientras él estudiaba en la universidad de Córdoba yo formaba un equipo femenino de un deporte en nuestro club. Había un equipo masculino donde jugaba un galán con todas las letras. Todas las mujeres estábamos turbadas por él. Debo decir, sin falsas modestias que yo era la más linda del grupo y nuestro galán se fijó en mí. Mi estúpido ego hiso que me calentara como una imbécil con él. Me propuso encontrarnos y acepté. El club está en la ribera del río y la ciudad a una altura de unos 100 metros. el espacio entre esas alturas lo ocupa un gran parque, el Parque Urquiza, Al terminar de practicar subíamos por ese parque y con Ricardo, mi nuevo pretendiente, encontramos una enorme encina que tenía tres troncos de un misma raíz.

Nos metíamos allí y nos besábamos, acariciábamos y toqueteábamos. Una noche puse mi mano sobre su excitante paquete, abrí su pantalón y saqué su verga.

– Haceme una paja -me dijo.

Con premura comencé esa tarea, mientras él me apretaba las tetas y me acariciaba las nalgas. Eyaculaba en el suelo se limpiaba con una toalla del equipo deportivo. Las cosas cada vez fueron más intensas, Comenzó a meterme las manos y tocar directamente mis nalgas, meter sus manos en mis tetas, meterme la punta de su dedo mayor en mi culo. Una noche no aguanté más, metí mi mano y comencé a pajearme a su lado. Como me negaba a tener sexo con él, algo de decencia me quedaba, Cada noche eran dos calentones pajeándose como locos. Una noche antes de acabar me dijo ‘chupá’ y agachándome se la mamé con gran deleite.

Debo decir que si bien sentía el continuo cosquilleo de la calentura mi cabeza estaba en un torbellino de confusión, vergüenza por lo que hacía, remordimientos, necesidad de sexo con mi casi amante, miedo que Billy se enterara. Ese tiempo fue un infierno para mí.

No sé cómo Billy sospechó que algo estaba mal y apareció de repente y nos encontró a los dos en el bar del club. A él le puso los puntos tan en serio que el cobarde huyó y tomándome de un brazo me sacó del club. Pero mi Billy ya era un hombre con todas las pelotas necesarias y una gran inteligencia. Se dio cuenta de mi problema de ego, que aún subsiste, de mi calentura porque él no estaba para satisfacerme, por mis ruegos de perdón y por su gran amor que aún dura, me perdonó. Cosa rara desde ese instante al ver al sujeto aquel, me dan nauseas de asco como si yo no hubiera sido la culpable de mi error.

Después, con los años nuestra vida tomó otros derroteros y ahora somos swinger militantes.

Este es mi primer relato en el mail de mi marido. Hasta pronto.

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