Después de un divorcio discutido, largo y doloroso, decidí tomar unas vacaciones y meditar sobre mi futuro. Quería estar sola y poner orden en mis pensamientos, a la vez de demostrarme que como mujer, no era lo que mi exesposo decía y me reprochaba. Para él, el sexo que teníamos no era de su agrado y me lo hacía ver cada vez que podía. Así, antes de emprender aquel viaje de mis vacaciones, fui de compras por algo adecuado a la playa. Deseaba que fuera algo especial. Conseguí algunas cosas, aunque no todas. Lo demás, lo dejaría para buscarlo ya en el lugar escogido.
Escogí un centro muy turístico de una ciudad porteña muy conocida. El hotel, de lo mejor. Al ingresar, en verdad quedé impresionada del lujo y la calidad de servicios, La habitación era excelente. Ya instalada, bajé a una boutique dentro del mismo hotel a terminar mis compras. Encontré lo que deseaba y subí de nuevo a mi habitación. Me probé cada una de las prendas para decidir con cual bajaría a cenar. Usaría un vestido destapado completamente de la espalda, bastante corto de largo y por el frente, lo único que impedía que saltaran fuera mis senos, era una "pasadorcito" metálico para unir la parte izquierda con la derecha de aquel vestido.
El ingresar al restaurante, pude notar que muchas personas me miraban. Algunos no me quitaban la vista de encima. Soy una mujer, creo, atractiva con un pelo voluminoso y largo, ojos color miel y boca bastante sensual. No puedo decir que soy fea, sin afán de parecer presuntuosa.
La cena estuvo deliciosa y al salir, me dirigí a un bar cercano al restaurante. Me senté en la barra con mis piernas cruzadas, mostrando bastante de ellas. Las miradas aumentaban, especialmente de los hombres, pero en especial de un grupo de tres que estaban bebiendo en una mesa cercana. Uno de ellos al coincidir nuestras miradas, me hizo un gesto con la cabeza, al cual respondí con otro gesto y una sonrisa. Al terminar mi bebida, me mandó otra igual, encargando al bartender que me avisara que él la había enviado y que era una cortesía. Lo volví a ver y le agradecí con otra sonrisa y gesto, diciéndole "gracias". Esto hizo que se levantara de su mesa y me pidió autorización para sentarse a mi lado en la barra.
Era un hombre maduro sin ser viejo, alto, educado, no muy guapo pero tampoco feo. Charla muy interesante y se veía muy inteligente. Conversamos bastante hasta que el bar tenía que cerrar. Me invitó a ir a otro, pero en verdad yo me sentía cansada. No acepté pero sí me acompañó hasta mi habitación, abriéndome la puerta con la tarjeta que yo le facilité a pedido de él. Su nombre era Enrique. Nos despedimos de beso de amigos, quedando de vernos al siguiente día en la playa.
El traje de baño que vestía aquella mañana, era muy chico, de una textura muy delgada y muy bien ajustado a mi cuerpo. El escote del top era grande, solo lo suficiente para cubrirme los pezones. Fui a la playa a hacer uso de una palapa, cuando Enrique se me acercó diciendo que ya tenía una reservada. Fuimos a ella, nos acomodamos y disfrutamos de la bella vista, del mar y de la piscina. En la conversación, empezamos a tocar temas muy personales que, como adultos, los abordamos con naturalidad, entrando ya en confianza. Al estar en el mar y en la piscina, yo aprovechaba a rozar su cuerpo con mis senos y a rozarle su bulto con mis piernas o glúteos. Ambos nos dábamos cuenta de lo que queríamos. Almorzamos juntos algo muy ligero, y le pedí, al terminar, que me diera un rato porque quería descansar un momento, tomar una ducha y que llegara a mi habitación a eso de las cinco de la tarde.
En realidad, primero descansé, dormí un rato y sin sentir, se me fue el tiempo. Desperté y eran casi las cinco. Apresuradamente entré a la ducha y rápidamente terminé. Estaba secándome cuando tocaron a la puerta. Desde adentro pregunté quién era. Soy Enrique, respondieron. No sabía qué hacer. Salir envuelta en una toalla, era muy evidente lo que quería. Decirle que me esperara, era algo que no me gustaba porque quedaba como informal. Decidí pasarle la tarjeta de llave de la habitación debajo de la puerta y que esperara unos minutos para entrar, mientras yo me encerraba en al baño, llevando mi ropa antes que él entrara. Así, aprovechaba a arreglarme, vestirme, peinarme, etc.
Entró, y le pedí disculpas explicando lo que había sucedido. Pacientemente esperó y por fin salí del baño. Él estaba muy bien arreglado. Creo que yo había escogido un atuendo adecuado también. Ambos nos sentíamos bien con lo que llevábamos puesto. Pero oh sorpresa. Enrique llevaba una botella de vino y una tabla con quesos. El mensaje fue claro. Así pues pasamos a la terraza que había en la habitación y que tenía una vista preciosa hacia el mar. Nos sentamos, abrió la botella y empezamos a beberla y comer los quesos. De a poco me tomó la mano y no hice nada por rechazarlo. Se puso de pie y me pidió usar el baño. Fue para allí y después me llamó a la habitación. Estaba de pie, me detuve y me dijo que me acercara. Lo hice y nos besamos después de una mirada larga son decir palabra. Mi atuendo era muy sexy y fácil para encontrar todos mis encantos, además de no llevar ropa interior. Yo sentía ya su bulto creciendo con el beso que nos estábamos dando. Nuestras manos empezaron su labor. Las de él, acariciaron gentil y suavemente mis senos, haciendo que los pezones se pusieran duros y dispuestos. No cesaban los besos y los gemidos empezaron a hacerse más fuertes y seguidos. Levantó el vestido y se encontró con lo que buscaba. Por mi cuenta, desabotoné su camisa y su pantalón, cayendo éste al piso e inmediatamente sobre su ropa interior, empecé a acariciar su masculinidad que ya estaba lista… dura y gruesa.
Con mucha dulzura y delicadeza, me levantó y me puso sobre la cama, tomando la precaución de poner una toalla debajo. Desnuda como estaba, Enrique tenía a su disposición todo lo que yo tengo… y fue por partes. Besos en la boca, en el cuello, en mis tetas mordisqueando los pezones mientras acariciaba mi pussy. Se quitó su ropa interior y descubrí lo que tenía. Era de buen tamaño y estaba listo para la acción. Ambos estábamos afeitaditos así que era muy agradable poder acariciar, besar y chupar aquella verga. Él por su parte, estaba ya deleitándose con mi conchita, lamiéndola completa sin quitar sus manos de mis tetas.
Como pude, me dirigí a su verga para gozarla. La metí en la boca y por ratos la sacaba para lamerla a todo lo largo. Le pasaba la lengua en su agujerito superior, haciéndolo vibrar y gemir. Luego, quedé boca abajo, abrió mis nalgas y me besó el ano acariciando mi concha al mismo tiempo. Aquello era irresistible. Me di vuelta, quedé boca arriba y me penetró suavemente. Nos vimos y nos besamos mientras empezó a acometer. Suave al principio, poco más rápido y duro, hasta llegar a hacerlo brusco pero sabroso. Le pedí darnos vuelta porque quería cabalgarlo. Estando arriba, controlaba yo la situación y así, arrancaba y me detenía. Arrancaba otra vez y me detenía. Él no desaprovechaba para acariciarme y besarme las tetas. Al fin, ya sin detenerme y jineteando con fuerza, entre gemidos y casi gritos, terminó. Yo lo había logrado ya en dos ocasiones.
Descansamos un rato mientras terminábamos el vino. Por todo aquello puedo decir que era un caballero y un buen amante. Los siguientes días nos entregamos a la pasión y al gozo, disfrutando cada momento. Lo que de mí decía mi exesposo, ha quedado en el olvido. Sé ahora que lo decía por molestarme y por buscar bronca. Las otras veces que he tenido sexo después de ésta, también han sido muy satisfactorias para ambos. Será en otra ocasión que les pueda contar de otras aventuras.
Hasta pronto.