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Mi primera confesión
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Recuerdo mi primera confesión en una iglesia. Principalmente la recuerdo porque tenía las preguntas pensadas y las respuestas del sacerdote eran simples y fáciles de memorizar.

Ahí estaba yo, de rodillas y transformada en un ser angelical.

-Ave María purísima.

-Sin pecado concebida. ¿Cuáles son tus pecados, hija?

-Verá, padre, hace mucho que no me confieso y mis pecados son extensos. No sé por dónde empezar.

-Dime los que más te atormentan y así te sentirás en paz con Dios.

-Es que soy universitaria, estudio Medicina, y mi padre me cerró el grifo hace tiempo. Yo estaba especialmente salida y mi padre me dio un ultimátum. Pero la cabra siempre tira al monte y seguí entregándome a la pasión de la carne.

-¿Y entonces cómo te costeas los estudios?

-Haciendo videos porno. Hago 3 o 4 videos a la semana. Me llaman, me graban, me corro y cobro. De este modo llevo una vida sin necesidades en el campus. De hecho, no soy la única. Somos muchas y a veces grabamos juntas, haciendo las tijeras o lo que nos exija el director.

-¿Y te satisface hacer esos videos?

-Pues sí. Me produce dinero, mucho placer y, además, ser una porno star universitaria te abre muchas puertas y genera muchos admiradores. Voy por los pasillos y todos me saludan y me piropean como los albañiles de una obra.

-¿Y te gusta esa situación?

-La verdad es que sí. Soy la más popular de mi facultad y suelo salir cada mes en el periódico universitario, dando entrevistas y exclusivas. Todos me admiran. Estudiantes, profesorado, todo el rectorado, e incluso los cocineros del comedor.

-Es un camino erróneo y supongo que eres consciente.

-Lo sé, pero mis videos se ven en Hong Kong o Sri Lanka. Reciben millones de visitas y soy realmente famosa por lo que hago. Cuando estoy en una fiesta y deseo un ponche, ya hay 5 chicos dispuestos a traérmela. Soy siempre el centro de las miradas.

-¿Y no has pensado dejar esos videos y reconciliarte con tu familia?

-¿Y dejar de ganar 3000 euros al mes?

-¿Tanto ganas?

-Y puedo ganar más, pero no me hace falta. Me regalan Rolex de oro y bolsos de Loewe.

-¿Quién?

-Le he dicho que tengo muchos admiradores por todo el planeta. Una vez un hombre me regaló un coche Corvette. No pude decir que no. Es que son videos muy bien montados y con un ambiente muy estudiado. Antes era llegar, follar e irme, pero ahora pido más profesionalidad. Mis fans se lo merecen. Por eso no trabajo con cualquier director. En el campus hay 20 o 30 directores porno, pero yo prefiero ir sobre seguro y elijo a los mejores, ya le digo.

-Pero si has venido a confesarte es porque estás arrepentida, ¿no?

-Bueno, en verdad he venido para hacer tiempo. Tengo un trío en 20 minutos y no sabía cómo matar el tiempo.

-¿Cómo dices?

-Hablar de todo esto con usted me moja las bragas. Siempre me ha dado un morbazo hacerlo con un cura.

-Esto es la casa de Dios. Un respeto, jovencita.

-Padre, confieso que me he meado en un vaso y lo he vaciado en la pila bautismal, donde está el agua bendecida.

-¿Cómo te llamas? ¿De qué sitio infernal has salido?

-Del coño de mi madre, de ahí he salido. ¿Le gustaría hacer un video porno juntos? Le prometo ser una santa hasta que me baje las bragas y me abra de patas, ahí ya no le aseguro nada.

-¡Fuera de aquí, hija del Diablo!

-No le he mentido en nada. Todo lo confesado es verdad.

-¡Hemos acabado la confesión!

-¿Cuál es mi penitencia? ¿Follar más hasta que me salgan rozaduras y necesite pomada? -reí hasta la carcajada. El sacerdote enmudeció del todo y no se atrevió a hablar más. Di una patada brusca al confesionario haciéndolo menear…

-¡Púdrase, cabrón!

… y me fui cantando a grito pelado.

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