Soy aperlado, llenito, mido 1.75 cm.
Empezare por contarles de mí, desde que era más joven he tenido fantasías con vestirme de niña, de salir y que me vean así.
Recuerdo que desde pequeño lo hacía a escondidas, cuanto más iba creciendo, más era mi interés y deseos por hacerlo.
Cuando cumplí mis 18 años, recuerdo que invité a varios de mis amigos para festejarme algo tranquilo, ya saben, una cena, bebidas de sobra y echar relajo como todos los hombres lo hacemos.
Todo iba marchando bien, hasta que llegué al cuarto de mi madre, vi un vestido divino que enloqueció mi cabeza, deseaba con todas mis ganas probármelo y dejármelo puesto para la cena en que vendrían mis amigos, era tanto mi deseo que recuerdo sentir cositas raras en mi parte intima, me hacía apretar mis piernas del morbo que tenía por verme vestida así.
Pero nunca pude o tuve el valor de hacerlo, simplemente para bajar mis ansias, sustraje una tanga de su armario y me fui rápido de ahí, ya quería probármela.
Al llegar el tiempo de alistarme para la cena, recuerdo muy bien darme un baño a fondo, con lavado interno y salir de mi baño con la tanguita puesta, sentir como entra en mis nalgas y el roce en mi colita, fue algo tan delicioso.
Ahora sí, tendría que ponerme mi ropa de hombre para el convivio, pero no pretendía desprenderme de la tanguita, así que decidí dejarla por debajo de mi bóxer y salir cambiado con pantalón y camisa.
Nunca me había sentido tan extraño con la llegada de mis amigos, sabía que era por la tanga que traía puesta, pero no sabía si era la sensación de sentirme nena por dentro delante de ellos o por el temor a que pudieran cacharme.
En fin, el convivio continúo bien, todos cenamos y comenzamos el relajo y las bebidas. Todo se tornó como un convivio normal de los que siempre hacíamos.
Trascurrida la madrugada, todos se comenzaron a ir, solo quedamos mi amigo Adrián y yo. Él es un tipo de buen físico, va al gimnasio, entrena futbol y siempre que salíamos, se iba con mujeres para completar su noche de fin de semana.
Él vivía al otro lado de la ciudad y como habíamos bebido un poco de más, le invite a quedar en casa, lo cual acepto encantado pues era muy querido en mi familia.
La noche pasaba y al llevarlo a mi cuarto, le invite a quedarse en mi cama, yo me iría a dormir al cuarto de mi hermano para dejarlo descansar a solas. Una vez le dije eso, pase al baño de mi cuarto y al salir, vi que estaba acostado ya, sin camisa ni pantalón, solo quedaba en bóxer.
Yo al verlo, como todo hombre debería voltearme y dejarlo solo en la habitación, pero no podía, no sentía que mi cuerpo reaccionara para irme ante su cuerpo tan definido, con esas piernas tan marcadas, su abdomen y pectorales definidos, y ese bóxer tan pegado que realzaba un paquete de buen ver.
Mi entrepierna comenzó a sentir cosas raras, mis piernas se empezaron a apretar, mi ojos no dejaban de ver ese bulto que deseaba poner entre mis manos.
Cuando pude reaccionar ante aquella belleza de hombre, mi primer movimiento fue caminar hacia la puerta y salir del cuarto, pero mis ojos no dejaban de verlo y fue inevitable, pues comencé a acercarme cada vez más hacia donde estaba Adrián acostado sin verlo a la cara, hasta llegar a su lado.
Comencé a hablarle y no vi reacción alguna, comencé a moverlo de la pierna y nada, del brazo y hombro, pero era inútil, estaba noqueado por el alcohol. Yo observe su cuerpo desde su cara hasta sus piernas, y volví a su bulto, aquella cosa era tan hipnotizadora.
Seguí moviendo su pierna por si llegase a despertar a la vez que daba una caricia con mi mano de vez en cuando, pero sabía que no reaccionaria y comencé a frotarle una pierna, luego su abdomen y nada que reaccionaba, total que fui acercándome a su bulto y cuando por fin lo tenía en mi mano, sentía un recorrido en mi cuerpo de adrenalina porque despertara y a la vez algo excitante porque al fin tenía un pene que no era el mío entre mis manos.
Comencé a bajarle el bóxer un poco y meter mi mano para sacar aquel pedazo de carne tan hermoso, era tan rico sentir la piel de su pene, así que puse saliva en mi mano y comencé a frotárselo de arriba abajo, moviendo con delicadeza mi mano.
Al pasar un instante, sabía que no tendría otra oportunidad así, y me decidí a probar por primera vez un pene, debo confesar que no fue el sabor más rico del mundo, pero si la sensación de tenerlo en mi boca. Poco a poco ese sabor extraño se fue convirtiendo en una delicia, algo que no podía dejar de probar, combinado con la sensación de su piel fue algo mágico, que me hizo pensar en detener el tiempo y quedarme ahí de por vida.
Seguí probándolo, lamiendo, pasando mi lengua en sus bolas y dándole una mamada como una mujer a su hombre, me sentía una mujer cumpliéndole a su hombre, a su macho.
Lamentablemente cualquier cosa que le hiciera, no lograba hacerle una erección, pero no me importaba, solo quería disfrutar el momento que jamás volvería a tener.
Cuando escuche ruidos fuera de mi puerta, sabía que eran mis padres que se alistaban para irse a su trabajo, así que pare mis actos de amor hacia mi hombre, le subí de nuevo el bóxer y espere un momento hasta que escuche irse a mis padre de casa, salí y me fui al cuarto de mi hermano para descansar un poco.
Al rato cuando al fin desperté, mi hermano me aviso que ya se había ido mi amigo Adrián, yo asentí con la cabeza por el dato y me fui a duchar y recordar aquellos momentos que jamás olvidare y espero se vuelvan a cumplir muy pronto.
Gracias por leerme, cualquier comentario me lo pueden hacer a [email protected].