"No se vale." Irene enseñó su Tres de corazones, más bajo que el Rey de picas de su Ayudante.
Y una sonrisa colmilluda se formó en el rostro del más alto. "Oh, al fin me toca ganar." Sin perder tiempo se levantó y acercó a ella nuevamente.
"No se vale." Volvió a repetir lo mismo, haciendo puchero con sus labios, pero eso no la detuvo de igualmente levantarse con ayuda del contrario.
"¿Qué será?" Pasó un brazo por la delgada cintura de la morocha, y la atrajo más hacia él, acto que logró sacarle un chillido de sorpresa a la Idol. "¿Blusa…" Coló su mano bajo la mencionada prenda, Acariciando la deliciosa espalda de la morocha, acariciando con sus dedos sobre los tirantes del sostén. "… O pantalón?"
Afirmó sus pequeñas manos en los brazos desnudos de su Ayudante, intentando detenerlo, completamente en vano. No tenía la fuerza para eso. "Uh," Es decir, sólo hacía falta ver el pedazo de hombre que tenía en frente. Por donde lo vieras, era enorme. "Ehm," Tragó saliva, posando sus manos sobre esos firmes pectorales, sintiéndose con más calor que nunca. "¿Blusa?"
"Perfecto." Entrecerró sus ojos, saboreando el momento. "Es una suerte que la blusa sea abotonada, ¿No?" Ya en confianza, a gusto, dejó sus dos manos sobre la cintura de la morocha, sosteniéndola firme para que no escapara.
"Nh, supongo."
"Así será más fácil quitarla." Muy a su pesar, retiró sus manos del delicioso tacto con la piel ajena, pero sólo de momento. La blusa en cuestión caía con un cuello en V, modesto, pero que dejaba a la vista ese cuello y hombros tan tentadores. Desabrochó el primer botón, con su mirada atenta a la piel que se iba revelando, y continuó, lentamente. Al ser una blusa que dejaba a la vista su ombligo, sólo tenía cuatro botones en total.
"Bien." Cuando terminó de desabotonar, ella intentó separarse para quitarse la prenda por sí misma, pero una sola mirada del hombre frente a ella la detuvo. Su respiración se entrecortó por un segundo, pero no dijo nada. Tampoco se atrevió a moverse. Simplemente hizo caso a la silenciosa orden que le habían dado esos peligrosos ojos. No te muevas. Dios, ni siquiera sus padres, o sus jefes, la podían manejar así. Nadie la trataba así. Excepto él, al parecer.
"Hmm," Con voz casi ronca, el Ayudante acomodó un poco la fina prenda, tirando por los bordes con sus manos, disfrutando de como la tela se apegaba a ese modesto pecho realzado por el estilizado brasier negro de media copa. "Que mujer más hermosa." Finalmente, lentamente, comenzó a deslizar la tela por los finos hombros de la belleza surcoreana, abriendo la blusa de par en par para revelar en su totalidad el abdomen y pecho de la Idol. "Debes estar cansada de escucharlo."
"Uh, no me, hm, quejo," Tragó saliva, mirando a otro lado. Su corazón latía con fuerza, por la vergüenza del momento. Todo se sentía extraño. Íntimo. Caliente. "Es bueno para mi ego." Pero era sólo un juego. Sí, seguramente sólo era la bebida lo que los afectaba.
"Claro." Sonrió de lado, una sonrisa seductora, a pesar de que la contraria no lo mirara. Ella había girado su cabeza y, podía notarlo, la mujer estaba haciendo todo lo posible para no morirse de vergüenza. "Entonces no me corto en decírtelo," Pero el que volteara su cabeza así le dejaba libre el perfecto perfil de diosa que tenía. Se inclinó hasta casi pegar sus labios a la oreja ajena, hablándole suave, dulce, al oído. "La infinidad de hombres que matarían por estar en mi posición ahora mismo."
Pestañeó aturdida, respirando por la boca un tanto acalorada. El caliente aliento de su Ayudante acariciaba su oreja al hablar, haciendo que un delicioso cosquilleo recorriera toda su espalda. "¿E- eso cree? Es sólo," Relamió sus labios. No quería tartamudear como colegiala. Pero estaba actuando como una, a pesar de tener 28 años ya, y eso no debía ser. Ella era toda una mujer. "Es sólo un juego."
"Lo es." Y, finalmente, la blusa cayó al suelo. El hombre volvió a tomarla por la cintura con sus manos, firme, contemplando la belleza asiática que tenía frente a él. Sus pechos eran modestos, pero realzados por el brasier negro de media copa. Su cinturita, delgada, con un vientre plano, trabajado, que lo llamaba a pasear su lengua sobre esa piel. Las deliciosas curvas de sus clavículas también parecían invitar a sus labios, para recorrerlas a besos hasta su delgado cuello. "Mira nada más." Ya prácticamente la devoraba con la mirada. El bulto en su pantalón prominente, ineludible. "Tu novio es un crío afortunado."
"Mi novio," Arrugó su nariz. Ya no se sentía tan bien. "No es… Él no es un crío." Lo miró con obvia molestia en sus ojos ante el condescendiente comentario. Pero a la vez pasó un brazo sobre su pecho, intentando cubrirlo de los ojos ajenos. Ahora mismo odiaba haberse puesto ese sujetador tan sugestivo.
"Me imagino que no." Sonrió divertido, acomodando con sus dedos los tirantes del sostén negro que abrazaba esos deliciosos pechos femeninos. Esa piel que lo esperaba. "Bueno, continuemos." Sí, pronto.
Irene alzó las cejas con curiosidad cuando lo vio agacharse. Pero entendió de inmediato al ver como tomaba una carta de cada mazo. Recibió con calma la suya y una sonrisa se formó en su hermoso rostro cuando vio el número. "¿Listos?"
"Ya." Y ambos mostraron su carta al otro.
"¿Eh?" La sonrisa de la morocha se transformó en una mueca de sorpresa y luego disgusto al ver a la Jota de tréboles que tenía su Ayudante, que vencía por los pelos a su Diez de corazones.
"Parece que yo gano de nuevo."
"¡No puede ser!" Arrugó la carta en su mano y la tiró al suelo, un tanto enfadada, un tanto ebria.
"Tus jeans son lo siguiente." Asintió hacia la ajustada prenda que se pegaba a las torneadas piernas de la Idol. Su erección creció un poco más.
"No es justo…" Arrugó el puente de su perfecta nariz, mientras miraba como las enormes manos de su Ayudante desabrochaban el único botón de su pantalón. Tragó saliva, pues también podía ver ese enorme bulto en la entrepierna del contrario. "E-esto está maaal."
Bajó el cierre de los jeans de la bella mujer, y una fina tela negra fue lo primero en revelarse y llamar su atención. Haciendo caso omiso a las atenuadas quejas de la morocha, tomó del borde al pantalón para empezar a bajarlo lentamente, revelando unas braguitas negras que iban a juego con el brasier.
"Se-señor ayudante, por favoor…"
"Tranquila." Finalmente quedaron libres sus entrenados muslos, su piel blanca como la nieve contrastando tan delicioso con esas prendas íntimas de color negro. Se puso casi de cuclillas, para terminar su tarea de retirarle la prenda. "Levanta una pierna."
Y así lo hizo ella. Luego la otra. Obediente, le hizo caso para terminar de quitar esos jeans, dejándola sólo en su ropa interior. "No debería estar… Haciendo esto. No. Y con usted…"
"Es sólo un juego." Su voz salió un tanto ronca por la calentura. Era difícil resistirse ahora. "Date la vuelta."
"¿Eh?" La tomaron de los muslos, con mano firme, y soltó un respingo al ser volteada a la fuerza, su firme cola con perfecta forma de manzanita quedando justo frente a la cara de su Ayudante.
"Que culito tienes, Irene."
"¡La boca!" Y le dirigió una mirada asesina sobre su delicado hombro.
"Heh, lo siento." Dio un suave apretón a esos firmes y trabajados muslos antes de soltarla, tomando una carta más de cada mazo. "Continuemos." Volvió a ponerse de pie, ofreciéndole a ella su respectiva carta.
Arrugando su hermoso rostro con una mueca de sus labios, tomó la carta que se le ofrecía, sin dejar de mirarlo con enojo. "No sé si, uhm, quiero seguir. Esto es muu-, hm, mucho…" Sin embargo, miró atenta lo que le había tocado, sus ojos entrecerrados por el mareo de la bebida.
"Un Tres de diamantes para mí." Y, tal cual, esa era su carta de él.
"¡Ha!" Finalmente, ella saltó alegre de nuevo, despertándose de su momentaneo letargo, enseñando sus dientes en esa característica sonrisa suya, antes de mostrarle su Nueve de corazones. "Yo gano."
Y él sonrió. "Eso parece. Todo tuyo." Tiró del borde de su pantalón de vestir negro, indicándole con qué seguir.
"Uh, bueno." Su sonrisa se desvaneció un poco, ahora un tanto nerviosa, su mirada cayendo a la entrepierna de su Ayudante. Ese, ese bulto en su pantalón la esperaba, la tentaba. Logró alzar su mirada para verlo a los ojos, pero no pasó mucho tiempo para que su curiosa mirada volviera a caer al pantalón ajeno.
"Vamos."
"Sí, sí," Tragó saliva, llevando sus finas y temblorosas manos a desabrochar el único botón de su pantalón. Luego bajó el cierre, tal como él había hecho con ella. Y suspiró, como buscando calmarse. "Sí…" Repitió palabras de nuevo, mareada, ebria.
Y él pudo ver como la morocha se inclinaba un poco, para empezar a bajarle el pantalón, descubriendo su bóxer negro y sus fuertes piernas. Pudo ver como ella apartaba la mirada para no verlo, pero no dijo nada. Alzó una pierna, luego la otra, y su pantalón fue a parar al suelo. "Bueno, pásame una carta. Ya no queda nada." Sonrió. "¿Crees que podrás ganarme?"
Su ceño volvió a arrugarse, pero hizo como se le dijo y tomó dos cartas, dándole una a él. Ni siquiera se dio cuenta que él había usado el mismo mazo. "No sólo lo creo. Lo," Se detuvo, alzando sus finas cejas con sorpresa al ver lo que le había tocado. "Lo sé." Y sonrió.
Al mismo tiempo, ambos enseñaron sus cartas. Y el Ayudante logró fingir un gruñido de molestia. "Así parece." Con una Reina, ella le ganaba a su muy bajo Dos de tréboles. Pero, afin de cuentas, todo había salido como quería.
"¡Sí! ¡Yo gano! ¡Gano!" Dio saltitos de felicidad y por poco casi se cae. Suerte que unos brazos fuertes la atraparon. "Yo gano." Sonrió a lo Irene, alzando un tanto sus cejas. Risueña y encantada ante la victoria.
"Tú ganas." Y él también sonrió, de lado. Casi perverso.
"Uhm, pero," Y finalmente cayó en cuenta de lo que había ganado en realidad.
"El bóxer." Él, rápido, la interrumpió. Con sus manos firmes la tomó de los hombros y empujó hacia abajo para hacerla ceder.
"No es…" Abrió sus ojos, sus mejillas adornadas de un tinte rojo, un poco por la vergüenza, un poco por el alcohol. Fue cayendo, empujada por las manos ajenas, hasta quedar de rodillas frente a él. Y frente a ese enorme bulto que la esperaba. Que la venía esperando desde que empezaran con ese juego. "No es necesario…" Susurró esas palabras, y mordió su labio inferior.
"Has ganado tú. Debes hacerlo, es lo que corresponde." Le acarició el cabello, casi con cariño, pero era más un ligero empuje para que pegara más su angelical rostro a su abultada entrepierna.
"Uh," Su nariz fue a quedar afirmada contra la tela de la prenda interior, y tragó saliva de nuevo, un tanto perdida. Un curioso olor empezaba a invadir sus sentidos, nublando su razón. "¿Seguuro?" Pero él no tenía que llegar tan lejos sólo por perder. Pobre, debía estarse muriendo de la vergüenza.
"Sí, está bien."
Asintió con la cabeza, separando su cara para poder contemplar mejor la, la prenda. Con sus delicadas manos tomó a los bordes del bóxer y, a puño cerrado, empezó con su tarea de bajarle la ropa interior. Sus ojos se fueron abriendo cada vez más, impresionados, cuando un enorme miembro empezó a ser descubierto. Su respiración se entrecortó, y su boca empezó a salivar más de la cuenta. Así que realmente la tenía así de, de grande.
"¿Qué tal?" Pero no hubo respuesta, al menos no inmediata. Y eso le hizo sonreír. Ya la tenía.
Ella tragó saliva de nuevo, a medida que, centímetro a centímetro, dejaba a la vista esa robusta barra de carne. Gruesa, enhiesta. Y ese hedor. Dios. El hedor la estaba intoxicando más que el alcohol que se había bebido. Era el olor a sexo, a masculinidad, a hombre, más intenso que había sentido en su vida.
"Eso, despacio." Y se permitió sonreír más al ver como la morocha removía sus muslos, frotándose incómoda, caliente.
Como le decían, fue bajando lento la dichosa prenda. Pero esa, esa cosa, parecía interminable. "Ah," Y estaba tan erecto, tan duro, que estaba estirando al máximo el bóxer para poder sacarlo, forcejeando torpemente con la fuerza de ese coloso de carne. Se le dificultó un poco, pero de un último jalón terminó por revelar en su totalidad al más grande miembro que había visto en sus 28 años de vida. "Ahhn." Se aquejó, casi como un gemido, cuando la gorda cabeza chocó contra su frente, y el robusto falo de carne quedó recostado sobre su cara.
"Uff, cuidado, no te lastimes." La voz ronca, la tomó firme de la nuca para que no se despegara de su verga.
"Mmfh." Arrugó su naricita, sus ojos desorientados, nublados. La carne afirmada sobre su rostro se sentía caliente, húmeda, pesada. Sus fosas nasales se abrían movían de forma inconsciente, buscando aspirar más de ese fuerte olor a sudor y sexo. Y su propia intimidad se sintió más caliente aún.
"Pero bueno, no me contestas," Gruñó, sin dejar de sostenerla por la cabeza con mano firme. Con la otra tomó de la base a su miembro y se lo restregó por la cara. "¿Qué tal está? ¿Cómo se compara con la de tu novio?"
"Uhnn," Cerró un ojo, haciendo una mueca mientras le paseaban ese tronco de carne por toda la cara, el abundante líquido preseminal empezando a aceitar su nívea piel. "¿Qué?" Estaba un poco mareada, un poco ida, y no había entendido bien. Con sus manos se sostuvo de las fuertes piernas de su Ayudante, todavía arrodillada y sometida ante él.
"Mi verga," Le dio golpecitos con el miembro, como si palmadas fueran sobre su mejilla. "Esto," Y la cacheteo de nuevo, esperando impaciente una respuesta. "Cómo se compara con la de tu novio."
No había comparación, si tenía que ser honesta. "Ah, usted, uhmh," Está mucho mejor dotado. Usted la tiene más gorda, más grande, más caliente y más venosa. "Usted es, mmfh, más grande, usted es más graande." Jadeó, acalorada, su mirada delineando cada deliciosa vena y curvatura en esa robusta herramienta de sexo, bajando hasta sus testículos. Incluso esos pesados huevos que le colgaban se veían más grandes que el pequeño sexo de su desafortunado novio. Es decir, el sólo verla, olerla, sentirla, era suficiente para inundar sus braguitas con sus propios fluidos. Y vaya que lo estaba haciendo.
"Tu novio debe ser un crío de primera." Le pegó la gorda cabeza de su miembro contra la mejilla, presionando juguetonamente.
"Nnh," Pero incluso en su comprometida posición, la mujer se las arregló para dirigirle una mirada de reproche. "La, nnh, la boca."
Una miradita tal, que sólo logró calentarlo más. "¿La boca? Bueno," La sujetó del cabello, separándola un poco de su miembro. Sólo un poco. "Abre grande."
"¿Eh?" Su mirada, nublada por la lujuria, se clavó fija en esa verga con sus ricas curvas que se alzaba firme y amenazante sobre ella.
"Abre grande la boca, putita, que te veo con hambre."
"Qué, mh," Relamió sus labios, mientras meneaban ese robusto falo frente a ella, con un tentador hilillo de líquido transparente que colgando de su punta. Arrugó el puente de su perfecta nariz, antes de aspirar con fuerza más de ese olor a sexo y pecado. "Que deje de insultaar." Sus labios separados, sus dientes apretados y su nariz aún arrugada. Una digna mueca de disgusto, o de resistida calentura.
"¿Nunca se la comiste a tu novio?" Le frotó el húmedo glande por la nariz, su líquido preseminal pegándose a las fosas nasales de ella, haciendo que ese fuerte hedor quede impregnado en su olfato. Haciendo que moje más sus bragas y piernas. "¿Tan pequeña la tiene?"
"Uhmh, nooo," Intentó apartar su rostro, pero la mano que la sujetaba de su nunca no se lo permitiría nunca. "Esh, mmfh," De hecho, la mano la afirmó más contra ese carnoso miembro, sus labios afirmándose en contra de su voluntad a su salada y húmeda carne, dificultándole el habla. "Esh, mfh, normmh-mal." O menos que normal. Menos que el promedio. Mucho, mucho, mucho menos que este portentoso y dotado miembro que se forzaba contra ella. Pero su Ayudante no tenía por qué saber eso.
"Abre la boca, Irene."
"Mfh," Entrecerró sus ojos, rendida, mientras removían lentamente el pesado falo de su rostro, sólo para afirmar el glande sobre sus rojos labios. "Ah, aahm," Sí, el Ayudante no tenía por qué saber sobre el pequeño tamaño de su novio. "Amhhm."
"Eso, así." Perfiló su robusta verga hacia esa boquita hermosa, y la gorda cabeza fue abriéndose paso lentamente entre esos labios rojos que empezaron a envolver tiernamente su carne.
"Aagghm," Bueno, y ahora su novio no tendría que saber jamás sobre lo que estaba haciendo con su Ayudante. Estaban a mano, ¿No?.
"A ver cuánto me comes, uff," La voz ronca por el placer, sujetó con ambas manos la cabeza de la artista y modelo surcoreana, metiendo centímetro a centímetro todo lo que ella pudiera tragar de su enorme sexo. "Así Irene, muuy bien."
Menos de la mitad, bastante menos, antes de que la morocha arrugara su hermoso rostro en una mueca, evitando una arcada pero gimiendo con dificultad, su boca llena de verga, su cara aceitada en sudor y líquido preseminal, con lágrimas deslizándose por sus mejillas. Removió su lengua buscando espacio, pero sólo lograba degustar más carne de su Ayudante. Un sabor salado, fuerte, difícil de describir, pero para nada desagradable como esperaba en un inicio.
"Voy a ayudarte a aprender, mmh, algunas cosas, para que uses con tu noviecito." La retuvo unos cuantos segundos más, casi ahogándola con la cabeza y los varios centímetros de carne que había logrado meter en esa boquita. Sus brazos y torso desnudos remarcaban sus músculos y venas, usando su imponente físico para dominar a la, en comparación, pequeña Idol.
"Aahh, hah, hah." Finalmente le retiraron lento esa salada y sabrosa carne de su boca, y pudo volver a respirar desesperadas bocanadas de aire. Sus ojos negros desorbitados, idos, completamente superada, intoxicada por el momento. El calor en su entrepierna ya insoportable, mientras su pecho se levantaba y bajaba con ímpetu ante la fuerza de su jadeo. "Hah, no, no hable, no hable de mi nov-ahhmn." Pero no duró mucho. No habían soltado su cabeza, y esas firmes y fuertes manos volvieron a empujarla contra el falo de carne sin compasión alguna. Con ojos casi en blancos tragó y tragó todo lo que pudo, volviendo a sentir como el líquido preseminal se hacía una rica mezcla con su propia saliva.
Él gruñó de placer, apretando firme su mandíbula mientras la sostenía con puñados de su lacio y suave cabello azabache. "Más, Irene, eso. Eso linda." No era sencillo tener a la líder de Red Velvet, de belleza mundialmente reconocida, sometida y comiéndose tu verga como si su vida dependiera de ello. "Me voy a correr en tu boquita." Sí, no era nada sencillo, y ya se sentía pronto al clímax.
Y la morocha sólo pudo cerrar sus ojos, rendida, sintiendo como la gorda barra de carne en su boca parecía pulsar contra su cavidad bucal, antes de que un caliente y espeso chorro de semen empezara a dispararse contra su garganta, viéndose obligada a tragarlo todo como podía. Removió sus pegados muslos uno contra otro, su cuerpo empezando a temblar con un poco de fuerza mientras ese calor en su intimidad se volvía una intensa y rica sensación, una que jamás había sentido antes. Estrechó sus ojos cerrándolos con más fuerza. Por unos cuántos segundos vio estrellas mientras su cadera se removía y se hacía un charco de fluidos bajo sus piernas arrodilladas. Arrugó más su naricita y sus cejas se curvaron hacia abajo, sintiendo como un nuevo chorro de esa cremosa leche era vertido a su garganta. "Aghmmhh." Y otro más. Era demasiado. El semen se acumuló en su boca al no poder tragarse tanta cantidad tan rápido y el viscoso líquido blanco comenzó a brotar de la comisura de sus labios, deslizándose por su mentón, mientras otro chorro de caliente semen se le iba por el lado equivocado, ahogando sus fosas nasales.
"Uff, Umhh, ¡Irene! Que rico, putita, que rico." Gruñó de placer nuevamente, terminando de correrse en la inexperta boca de la belleza surcoreana. "Ahh, así sí vas a ver a tu novio. Bien, muy bien." Fue retirando su ahora más suave miembro, lentamente, de la caliente boca de la morocha. Limpió el sudor de su frente con su mano luego de tal tremenda corrida, soltando un suspiro de gusto.
"Ah, hah, hah." Jadeando completamente extasiada luego de su propio clímax, la hermosa modelo y artista cerró su boca al fin para terminar de tragarse sonoramente lo que quedaba en su boca de esa nutritiva leche, su mandíbula cansada luego de tanto esfuerzo. Seguidamente limpió su nariz con una mano, una mueca de disgusto plasmada en su sonrojada y húmeda cara al sentir el caliente semen en su nariz. Por el momento no entendía nada de lo que pasaba, sólo sentía su cuerpo muy caliente y cansado. Miró hacia abajo, notando como sus bragas negras estaban completamente empapadas y pegajosas. Y lo peor es que ahora estaba arrodillada sobre un charco. Alzó las cejas aún más perdida, separando un poco sus piernas para poder tantear con una de sus finas manos a su mojada intimidad. Alzó la mano hasta su rostro, viendo los transparentes fluidos vaginales que ahora adornaban su mano, percibiendo con su nariz el fuerte olor a su sexo.
"Como dejaste el suelo, putita, mojaste todo." La sujetaron del mentón con una de esas enormes manos, encarando su cara hacia ese monstruo de carne que todavía se mantenía semierecto a pesar de haberse corrido en tanta cantidad y con tanta fuerza minutos antes. "Limpia mi verga, con tu lengua."
Tragó saliva. Saliva y un tanto de ese particular sabor a semen que todavía degustaba en su boca. Y sin protestar abrió grande su boca y sacó su rosada lengua para empezar a trabajar todo el largo de esa enhiesta barra de carne, lamiendo sin descanso, mojándola todavía más en su saliva. "Nnh, ¿Vooy a, nnh, poder ver a mi novio?"
"Sí, putita. Mañana mismo lo vas a ver."
Detuvo su adoración de su dotada herramienta para dirigirle una nueva mirada medio molesta, medio ebria. "La booca."
"Unh, no quieres empezar con eso de nuevo." Se permitió reír, tomando su pesado y venoso falo de la base para pasearlo por toda la cara de la morocha, que simplemente se dejó hacer con una pequeña mueca de sus labios. Sí, verían al pobre cornudo de su novio y sería un encuentro divertido, sin dudas.
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Notas finales:
La finalización a la escena que comenzó en el Capítulo 5: Bebiendo con Irene. Sugiero leer ese primero antes de venir aquí.
Imágenes de la Idol se pueden encontrar en mi perfil en los links de twitter o tumblr. O puedes buscar por internet "Irene de Red Velvet".
Gracias por leer, y nos vemos en el siguiente capítulo.