Como cada año a Ana le tocaba acompañar a sus sobrinos a realizar algunas compras navideñas. No todas evidentemente, ya que los juguetes y demás que querían sus sobrinos les correspondían a sus padres. Ellos todavía tenían edad para creer en Papá Noel y los Reyes Magos.
Así que una de las paradas obligatorias era pasar por el centro comercial al que acudían todos los años, donde un orondo Papá Noel se encargaba de recoger las cartas con los deseos de todos los niños que se acercaban a verle.
Ese día llegaron más tarde de lo habitual que en años anteriores. Serian como las 8 y la cola llegaba hasta las escaleras mecánicas del centro comercial que estaban bastante alejadas de dónde se encontraba la recepción de Papá Noel.
Eran casi las 9 y todavía les faltaban unas veinte o veinticinco personas. Finalmente vieron algo de movimiento en la recepción. Una mujer les indicó que por hoy habían finalizado.
-Mañana estaremos aquí una hora antes para que los que no han podido llegar hoy puedan entregar sus cartas mañana. Les pedimos disculpas, pero entiendan que Papá Noel es muy anciano y necesita descansar, dijo esbozando una sonrisa.
Ana vio al hombre que disfrazado de Papá Noel se retiraba detrás de una carpa que habían puesto detrás del trono. Era un hombre fortachón, rellenito, con barriga vamos.
Los sobrinos se pusieron un poco tristes y Ana los consoló comprándoles unas chuches y algodón de azúcar. Aunque hicieron pucheros, enseguida se les olvidó y pudieron volver a casa más tranquilos.
Al día siguiente llegaron de los primeros. Ana se dio cuenta de que el hombre que hacía de Papá Noel era distinto. Debajo de esa barba blanca había un rostro que se adivinaba más joven que el del día anterior y además se notaba que estaba delgado y que llevaba una barriga postiza.
Los sobrinos se sentaron en el regazo de Papá Noel cuando les llegó su turno y Ana les hizo las correspondientes fotos. Muy contentos después de entregarle sus cartas, se fueron corriendo a los brazos de su tía.
Está les abrazó y les llenó de besos, cuando vio que Papá Noel le hacía un gesto para que se acercara.
-Una tía tan guapa también se merece una foto conmigo y que me cuentes tus deseos para el nuevo año.
Ana se acercó y se sentó en su regazo. Los sobrinos se pusieron muy contentos y se dispusieron a hacerles una foto.
-Pues la verdad no sé qué decir. Ya tengo 27 años y no creo en estas cosas, tú ya sabes.
-Sí, pero la ilusión no se pierde nunca.
Ana se colocó mejor sobre su regazo y se dio cuenta de que al chico se le iba levantando la polla. ¿Se estaba excitando con ella?
Siguieron hablando un poco más pese a la larga cola que todavía había. Claramente empalmado el Papá Noel la cambió varias veces de postura, mientras Ana no sabía dónde meterse y él se masturbaba un poco con su culo.
Muy azorada se levantó y se despidió de él.
-Vuelve a verme otro día, le dijo con una sonrisa.
Ana se fue de allí rápido con sus sobrinos, mientras estos le preguntaban que qué tal con Papá Noel y si le había dicho que quería para ella. Ana les contestó con evasivas y mientras salían del centro comercial se dio cuenta de que tenía las bragas mojadas. Se había excitado ella también.
Después de dejar a sus sobrinos con su hermana y su marido volvió a su apartamento. Se desnudó quedándose solo en braguitas y sujetador y se tumbó en la cama.
Miró al techo y vio la lámpara con algo de polvo, aunque ahora no tenía trabajo, estaba sin demasiado tiempo para ella por tener que cuidar algo a sus sobrinos en sus vacaciones de navidad. Hacia bastante que no limpiaba la casa. Tendría que ponerse a ello mañana mismo. Ahora se olvidó de eso y bajó hasta su sexo metiendo su mano izquierda bajo sus braguitas y acariciando sus labios húmedos.
Le vino a la cabeza la cara del Papá Noel sin barba imaginando cómo sería bajo ese pelo y se masturbó con fuerza. Las braguitas ya estaban empapadas. Con su mano derecha se quitó el sujetador y sus pechos se liberaron.
Se inclinó un poco hacia delante mientras seguía con la mano proporcionándose placer. Miró sus pechos mientras estos se bamboleaban y llegó hasta el clítoris acelerando el movimiento de sus dedos. Luego se metió un dedo en la vagina y ya casi al borde del orgasmo se mordió el labio inferior y ahogó un grito mientras se corría con fuerza.
No le gustaba gemir en voz alta. La última vez que se acostó con un tío no paró de gemir y al día siguiente la vecina del piso de arriba la regañó. Desde entonces se corría en silencio. Además solo se masturbaba. Hacía tiempo que no se follaba a un hombre.
Así que cuando se dirigió al baño para darse una ducha recordó lo que le había dicho el Papá Noel y se le ocurrió que tal vez llevaría otro día antes de navidad a sus sobrinos al centro comercial a ver a Papá Noel.
Un par de días antes de nochebuena, el 22 de diciembre, justo después del sorteo de Navidad, Ana despertó pronto a sus sobrinos. Sus padres no trabajaban pero estaban de viaje antes de las fiestas y les informó de que iban a volver al centro comercial.
-Creo que ha habido un problema con vuestras cartas, les dijo.
-¿Qué ha habido un problema? Les preguntaron los dos al unísono.
-Si. Al parecer una de las elfas ha perdido vuestras cartas y tenemos que volver a dárselas a Papá Noel.
-Pues vaya elfa más tonta. Dijo el pequeño.
-No te preocupes. Tengo una copia en el ordenador de papá y la imprimiremos ahora mismo. En cuanto abran estaremos allí.
Después de imprimirlas, las metió en un par de sobres y juntos salieron a la calle. Eran las 9:30 y poca gente se veía a esas horas. Debían estar a 1 grado más o menos.
A las 10 menos 5 les dejaron entrar. Eran los primeros de la fila. Sin duda el resto de niños ya habrían entregado todas sus cartas.
Papá Noel no había hecho acto de presencia aún. Dos niños más se sumaron a la fila y los sobrinos se quedaron hablando con ellos.
Cinco minutos más tarde un hombre le hizo un gesto a Ana para que se acercara. Al principio no le reconoció.
-Vuestra tía tiene que ir un momento al baño. Les dijo. Quedaos aquí con estos niños y los elfos. Enseguida vuelvo.
Desapareció tras el trono de Papá Noel.
-Te has animado, ¿eh? Le dijo este. se estaba poniendo la barba.
-Si. No veas que calentón me dio al llegar a casa el otro día. Tuve que masturbarme bien.
-No tenemos mucho tiempo. Anda siéntate sobre mí, le dijo mientras se bajaba los pantalones.
-¿Así?
-Sí, ponte de espaldas. Espera, que saco un condón.
Ella le agarró la polla y vio que no bajaba todo el prepucio.
-¿Tienes fimosis?
-Si. La uróloga me ha recetado una crema para ayudarme a bajar la piel. Quiere evitar operarme.
-Uff, que morbo. Nunca me he follado a un tío con fimosis.
-Pues siempre hay una primera vez.
Con el condón ya puesto, Ana bajó sobre su polla y se la clavó del todo. Se dio cuenta de que podía ver a sus sobrinos por una rendija que había detrás del trono. Estaban hablando con los elfos.
Empezó a subir y bajar, al principio temía que pudiera lastimarle el frenillo pero cuando él empezó a masturbarle el clítoris con dos dedos enseguida se le olvidó.
No podía evitar ver a sus sobrinos por la rendija así que cerró los ojos y se concentró en disfrutar.
La barba del Papá Noel le rozaba suavemente la espalda. En esto empezó a sonreír mientras el chico iba subiendo los gemidos que ahogaba para que no les descubrieran.
Ni dos minutos más tarde noto como su polla bombeaba el semen que acumulaba en su interior mientras se corría.
Ana no se corrió con la polla de él sino con los dedos con los que la masturbaba.
Después de recuperar la respiración se salió de él y se dio la vuelta sentándose en el suelo.
-¿Estás bien? ¿Te ha dolido el pene? Le preguntó ella.
-Qué va, ha sido estupendo, me he corrido como un loco, le dijo señalando el preservativo lleno de semen que iba encogiéndose a la vez que su polla.
-Yo me he corrido pero con tus dedos, le dijo tímida.
-La próxima vez lo haremos más despacio, tranquilos.
Ella le quitó el condón e intentó volver a descubrir su glande. Pensaba que el semen haría de lubricante pero no fue así.
-No te preocupes, estoy acostumbrado. Pásame un clínex.
Ella se lo pasó y se limpió lo que poco que asomaba de su glande.
-Dentro de un tiempo seguro que descubro todo. La besó en la boca y se apresuró a vestirse de Papá Noel.
Ana se despidió y salió por otro lado para no cruzarse con él.
Llegó por detrás de donde estaban sus sobrinos y les dio un susto.
-Tía, ¿dónde estabas?
-En el baño. No veas que cola había para entrar.
Cuando ya se disponían a irse el Papá Noel le guiñó un ojo y le hizo un gesto para que le llamase. Al meter la mano en el bolsillo del pantalón, se dio cuenta de que tenía un papel con un número de teléfono. Debía habérselo metido en el bolsillo durante el polvo y ni se había dado cuenta.
En dos días era nochebuena y quizá no le volvería a ver. Tendría que quedar de nuevo al día siguiente y follárselo bien.
Pero al día siguiente no pudo llamarle porque la llamaron para una entrevista con una dinámica de grupo, le pareció raro que la llamaran el día 23 de diciembre, pero resultó ser verdad.
Cuando salió de la dinámica eran las 6 de la tarde y estaba muy cansada por lo que no le llamó.
Al llegar a casa se dio una ducha y se masturbó con el chorro y se imaginó que el Papá Noel se la follaba. Cuando llegó al orgasmo se sentó en el suelo de la ducha y dejó que el agua cayera sobre ella un rato más y finalmente cerró el grifo, se secó, se puso ropa interior limpia y el pijama y se acostó y se fue a la cama más pronto de lo habitual.
Al día siguiente era nochebuena y estaba invitada a comer a casa de su hermana con su marido y sus sobrinos. Eran ya varios años lo que quedaba con ellos ya que sus padres habían fallecido años antes.
La cena transcurrió como siempre. Risas de los pequeños y conversación de los mayores. Fue una buena cena y después de ella los peques tuvieron que irse a la cama temprano para que no descubrieran a Papá Noel dejando los regalos.
Ana y su hermana y su cuñado se quedaron hablando un rato más. Luego dejaron los regalos bajo el árbol y se despidieron. Los tres estaban cansados.
A la mañana siguiente los sobrinos abrieron los regalos tan contentos y los padres se fueron con ellos a la calle. Ana les acompañaría por la tarde.
Estaba tumbada boca arriba en la cama cuando oyó un golpecito en la ventana de su habitación.
No le hizo caso al principio, pero al ver que seguían sonando decidió asomarse.
Era un hombre vestido de Papá Noel. La saludó y entonces Ana se dio cuenta de que era el chico.
Abrió la ventana y pudo subir por la tubería de gas que había en el exterior.
-¿Estás loco? Le dijo ella sonriendo. Y además, ¿cómo has encontrado la casa?
-Tus sobrinos que pusieron la dirección en las cartas. Cómo no me llamaste, cogí las cartas y las leí y allí estaba tu dirección. Así que pensé, el día de navidad voy a darla una sorpresa.
-En serio, estás loco. Pero me encanta. Quiero tu regalo de navidad.
-Aquí lo tienes. Y se abrió la chaqueta de Papá Noel. No llevaba camiseta ni nada.
Se besaron apasionadamente y Ana le metió la mano bajo el pantalón y agarró su polla y le masturbó un poco.
-Esta vez quiero probarla sin condón, le dijo bajito al oído aunque no hubiera nadie para escucharles.
Al poco estaba empalmado y él le quitó el pantalón del pijama y las braguitas y le hizo una comida de coño como hacía años que no se lo habían comido.
Con las bragas por los tobillos, se puso encima de ella y agarró su polla apuntando a la entrada de su coño y se la metió despacio.
-Uff, Ana dio un respingo.
-¿Te gusta eh?
-Si. Fóllame con tu polla incircuncisa.
-Tus deseos son órdenes para mí.
Empezó con el bombeo lento, saboreando su coño. Su polla se deslizaba como si fuera sobre sabanas de seda de tan mojada que estaba.
-Ah, joder, que me gusto me das, decía Ana. Tu polla me encanta, tan suave, tan dura, ese glande que no sale… aaaah, no tengo palabras, joder, sigue follándome así, así, asiii.
En eso estaban cuando oyeron un ruido en la puerta. Los dos se quedaron quietos.
-¡Tíaaa! Gritaron sus sobrinos. ¡Nos hemos dejado los gorros! Tú sigue descansando que ya nos vamos.
Con esos gritos poco iba a descansar, pensó Ana. Se quedaron tranquilos al oír cerrarse la puerta de nuevo y volvieron a follar.
-Uf, uf, uf, sigue así, no creo que tengamos mucho tiempo ya.
-Tus sobrinos son muy escandalosos ¿eh? le dijo él.
-No tanto como yo cuando me corro, le contestó Ana.
El chico aceleraba sus embestidas, Ana se moría de gusto y se agarraba a su espalda. Pensaba que terminaría en la postura del misionero pero antes la sacó y la giró de espaldas a él.
-Estoy muy caliente pero quiero terminar a cuatro patas contigo.
-¿A cuatro patas?
-Siiii, estoy muy caliente.
La puso así y enseguida se la metió. Enseguida retomó el bombeo con fuerza.
Su polla acaricia su punto G y Ana estaba a punto de morirse de gusto.
-Joder, joder, joder. Sigue, sigue, sigue, me corro, me voy a correr. Sigueee.
-Sí, sí, sí, yo también me corro. Me corro, jodeeer. ¡Aaaah!
Eyaculó bien fuerte en el coño de Ana, pero está aún no había llegado al orgasmo pero estaba a punto.
-No te pares, no te pares, sigue así.
-Tranquila que sigo dándote.
Su polla se iba encogiendo pero pudo aguantar hasta que finalmente Ana se corrió con un grito. Además de que no estaba en su casa se olvidó por completo de su vecina y gimió como nunca.
Él se salió de ella y la ayudó a darse la vuelta y tumbarse boca arriba. Su coño rezumaba su semen.
Se dispuso a limpiárselo, pero en ese momento volvieron sus sobrinos con sus padres.
-Tendrás que irte por la ventana. Ya terminó yo.
La besó en la boca y volvió a ponerse rápidamente el traje de Papá Noel. La barba la guardó en un bolsillo y antes de salir le dijo que tenía que darle su regalo de navidad y que ya lo había cumplido.
Se despidieron y volvió a bajar trepando por la tubería.
No sabía si volvería a verle…
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Para Lara, mi más fiel lectora.