A veces los buenos polvos tienen que ser trabajados, es decir, tienes que estudiar a la presa, analizar las posibilidades, tener el tino de estar en el momento indicado y esperar que la presa ponga algo de su cuota para que ello ocurra.
Cuando se es hombre, somos los que debemos de estar pendientes de identificar las situaciones que se presentan y son pocas las veces en que la mujer cambia el rol de presa y toma el papel de cazadora.
Como ya les eh contado, Aidé mi compañera madura algo alborotada y de vida más que licenciosa, era deseada por la mitad de los chicos del trabajo, mientras que la otra mitad ya se había acostado con ella.
Una vez que inicié a tener sexo con ella, ya no pude parar, se volvió un tipo de adicción y aunque en ese tiempo también me follaba una que otra buena nena, esa ninfómana de verdad era una maestra
Una oportunidad me la crucé muy de mañana, yo salía con dirección a universidad mientras que ella recién llegaba con un rostro que denotaba muchas copas de cerveza encima, ¡sin mencionar las ropas que traía puesta!
Una minifalda de cuero bastante reveladora, la blusa roja, los zapatos de taco y una de sus pantimedias que se había colocado mal, que asomaba por debajo de la basta de la minifalda hacían suponer que no había tenido tiempo para vestirse bien.
Estaba yo ese día en unas cabinas públicas de Internet, pues mi computadora se había malogrado y tenía que hacer un trabajo para un cliente algo urgente.
Alquilé una máquina en un cuarto que estaba destinado para eso y en donde había una máquina que permitía hacer llamadas telefónicas al exterior a bajo costo.
Me encontraba a la mitad de mi trabajo cuando la veo entrar, su mirada seductora, sus caderas envueltas en su minifalda negra, ¡inmediatamente logro quitar la atención de mi trabajo y me dediqué solo a mirarla!
Como les comenté, es normal que el hombre vea a su presa y haga los intentos de capturarla, pero esta vez la situación cambió completamente.
Se acercó donde yo estaba con la intención de pedirme un lapicero, para ello se acercó por mi lado izquierdo, y el lapicero estaba al extremo derecho.
Cuando iba a dárselo, la muy pendeja colocó su cabello cerca de mi rostro, sus senos a la altura de mi espalda y con su mano derecha cogió el lapicero, eso me excitó mucho, terminó de hablar y para devolverme el lapicero repitió el mismo movimiento, pero esta vez había una nota que dejó junto al lapicero.
Cuando se fue la abrí y la leí: ‘Te espero en 5 minutos en la panadería’, sin pensarlo dos veces grabé mi trabajo en una memoria, acomodé mis cosas en mi mochila, pagué el tiempo alquilado y me fui.
Cuando llegué allí estaba ella, bebía una cerveza lo más probable por la cruda, al verme sonrió y me dijo:
A: ¡Sabía que vendrías!
L: ¡Me dijiste que venga y eso hice!
A: ¿Qué estabas haciendo?
L: Un trabajo para un cliente potencial y tú?
A: La verdad me la pase de loca toda la noche, pero no quiero llegar a casa, ¡no quiero que el viejo me moleste!
L: ¿Y que se te ocurre?
A: Voy a casa de mi hija mayor, no hay nadie, ¿me acompañas?
L: ¡Bueno, vamos!
Aidé parecía estar ebria aun, me decía cosas sin sentido, pasamos a comprar unas cervezas, al llegar a casa de su hija, dejamos las cervezas en la mesa, ella tomo mi mano y me llevo al dormitorio de su hija.
Adentro, ella fue la que tomó la iniciativa, mi experiencia en prostíbulos me hacía suponer que ella había sido una prostituta, se desenvolvía como tal, se quitó la ropa, y quedo completamente desnuda, como si me tratara de un cliente.
Algunas compañeras del trabajo decían que ella, tiempo atrás, se dedicaba a cobrar por sexo, ósea, era prostituta y no puedo negar que así se comportaba, esa vez era diferente, las veces anteriores se comportaba más sumisa, ¡pero ese día era todo un volcán!
Me senté al borde de la cama y se arrodilló delante de mí cogió mi verga con las dos manos, me confesó que de todas las pingas que se había comido la mía era tal vez la más linda pues era perfecta, larga, gruesa y agradable, no como otras que eran pequeñas, o delgadas o cuya apariencia espantaban hasta a la puta más barata en busca de dinero fácil.
La cogió y me tendí en la cama, desde allí veía como la llenaba de caricias con la lengua, era toda una experta en esa materia, se la metía toda dentro de la boca, la succionaba, la pasaba por su rostro, de vez en cuando me daba una mordida juguetona para salir del éxtasis y no eyacular.
L: Uf, Aidé ¿qué traes?
A: ¡Nada, solo quiero comerte!
L: ¡Pues lo haces maravilloso!
A: ¡Calla y disfruta bebe!
Me tuvo largo rato así, al estar yo echado en la cama, se trepó sobre ella con la intención de colocar su concha sin pelos a la altura de mi cara, al inicio dudé un poco, pues me acordé de todas las pingas que esa concha se había comido, pero la lujuria pudo más y le metí la lengua lo más hondo posible, ¡entramos en un 69 que nos hacía gozar a los dos de placer!
La posición tomada era propicia además para lamerle el ano, cosa que hice inmediatamente, de manera torpe al inicio, pero con el pasar del tiempo fue gustándole cada vez más por lo que luego empecé allí mismo a meterle los dedos al ano, también a la vagina, ¡causando en ella una excitación que la hacía gemir de placer como aquella vez que cogimos en su carro!
A: ¡Mmm, mi vida, sigue, agh!
L: ¡Me encantas, que rico culo y que rico te mojas!
Cambiamos la posición, se puso en cuatro dándome la espalda, entregándome ese coño tan dulce y depilado, su vagina rosadita era una invitación al pecado, ¡a la lujuria a olvidarse de los prejuicios y dar rienda suelta a la pasión!
Puse mi verga cerca de su vagina, la humedecí con sus propios jugos, y una vez lubricados los dos, se la ensarté de golpe, para que sintiera que no sería como las veces anteriores, que esta vez gozaría como nunca, ¡como ningún otro hombre la había hecho gozar!
El mete y saca era espectacular, la muy perra colaboraba pues de vez en cuando apretaba su vulva para atrapar mi pene, cada vez que hacía eso, ¡se levantaba con la intención de tenerme dentro y no dejarme salir! Se volvía a acostar, y la seguía penetrando cada vez con más fuerza, el sonido de mis muslos chocando con sus nalgas parecían aplausos a un polvo tan bueno que nos estábamos metiendo.
L: ¡Aprietas riquísimo nena!!
A: ¡Dámela, agh, uhm, si, así, agh!!
Terminamos esa posición y se dio vuelta, lista para recibirme otra vez, en esta oportunidad la penetración fue más calmada, veía en su rostro unas lágrimas, no sé si de dolor o de placer, ¡pero no tenía escrúpulos para detenerme!
Levanté sus piernas sobre mis hombros, la fuerza con la que entré en su vientre la hizo desprender un grito de dolor, fue tan profunda que el dolor lo sintió a la altura del estómago y no me quedo más que sacarla porque no lo podía soportar.
Esta vez me pidió que me echara, lo hice en la misma posición cuando empezó a chupármela y fue ella la que se sentó sobre mí.
L: ¿Te lastimé?
A: ¡Es que no sabes cómo me ha ido en la semana!
L: Tranquila, ¡ahora hazme lo que gustes!
A: ¡Eso haré!
Era la primera vez en la tarde que ella tomaría la batuta en la faena, sus movimientos eran coordinados, las caderas en forma circular, las piernas de arriba hacia abajo, y yo de vez en cuando cogiéndola de la cadera con la intención de detenerla y meterla una embestida que la haga acordarse de que el que estaba debajo no era uno más, sino el compañero de trabajo que la estaba haciendo gozar.
Sus movimientos eran cada vez más rápidos, lo que estaba acelerando mi proceso de excitación, no quería aun eyacular, la saqué de donde estaba, la tumbé nuevamente en la cama pues allí debía estar ella, si la dejaba tomar el control pensaría que era uno más en su lista de conquistas, pero no quería que fuera así.
La penetré nuevamente, le hice poner sus piernas alrededor de mi espalda, y con un poco de esfuerzo la levanté, la tenía ahora pegada a mí, unida con brazos y piernas a manera de gancho, yo la cogía de las nalgas para mantenerla así, la penetración de esa forma era más profunda, el dolor y placer que le causaba eran cada vez más notorios lo que no impidió que ella terminara en un satisfactorio y prolongado orgasmo.
A: ¡Agh, papi, me duele, pero sigue, ay mi vientre uf!
L: ¡Uf, si, goza chiquita, goza!!
Yo aún tenía fuerzas y vitalidad para continuar, ¡seguir dándole por la vagina sería repetitivo así que opté por su otro orificio!
Su ano se notaba que había recibido muchas pingas en esa semana e historia, era un ano ajetreado, se abría fácilmente a la penetración, pero como ella dijo, ¡la mía era la verga más rica que se había comido!
Humedecí su ano con la humedad de su vagina, la fui untando como también a mi verga, puse la cabeza a la altura de su orificio con la certeza de que entraría sin problemas, y la empujé con fuerza con la intención de que le duela, no para hacerle daño, sino para hacerle saber que no sería uno más en su lista sino alguien diferente, alguien especial, el chico que la deseaba desde hacía mucho y que había hecho su sueño realidad.
L: ¡Que rico culo!
A: Despacio amor, ¡despacio!
L: ¡Uf, aprieta magnifico, será mejor que te prepares amor!
A: ¿Para qué?
Comencé a embestirla salvajemente, le daba nalgadas y le jalaba el cabello, ya no me podía mentir más, ella era una puta y así la trataría, sin consideración alguna, la arremetida hizo que soltara algunas lágrimas, nunca pensé que los gemidos de las películas pornográficas los escucharía en persona, su manera de gemir, de respirar mientras cachábamos me hacía recordar a las actrices de ese tipo de películas.
La primera posición para el anal fue ella apoyada sobre sus brazos y piernas, como aun podía seguir la faena, me senté al borde de la cama para que se sentara encima de mí, se daba tremendos sentones la muy puta, ¡mi verga la estaba empalando y sus gemidos me la ponían más y más dura!
L. Te gusta nena?
A: Me lastima, pero me encanta, no la saques, aunque llore, ¡no la saques!
La puse de perrito y como toro la embestía brutalmente, incluso un par de golpes le di en su espalda, la arañaba, le jalaba el cabello de forma violenta, yo estaba excitadísimo, ¡ella también se movía para hacer más placentero el momento!
L. Toma perra, toma!
A: ¡Asi, agh, soy tuya, soy tu puta!
L: ¿Si puta, quien es tu señor?
A: ¡tu nene, tu eres mi señor, cógete a esta puta, por el culo, aj!
L: ¡Este culo ahora me pertenece, uf!
En unos cuantos movimientos sentí que estaba por terminar, la vieja zorra se dio cuenta por mi respiración, se puso de pie, se arrodilló delante de mí y con esa característica costumbre de las películas recibió todo mi semen en la cara, en el cabello, en los senos, metiendo luego las últimas gotas que salían a su boca, y terminando luego metiendo mi verga a su boca para darle el último placer de la tarde.
L: ¡Uf, mamita rica, uf!
A: ¡Sabes a gloria papacito!
Era delicioso verla jugar con mi verga, su cara llena de semen, embarrada toda en esa leche calientita y espesa que saboreaba con tanto placer, se notaba que los disfrutaba, recogía un poco de leche de sus pechos y se lo llevaba a la boca, ¡lo disfrutaba enormemente!
Descansamos un momento pues su hija estaba por llegar, nos vestimos, ella se lavó la cara y se humedecido el cabello, le agradecí por la tarde de placer que me regaló esperando que me invitara a vivir una nueva experiencia, pero al terminar me dijo que eran $500, que dejara el billete en la mesa, y que si no tenía me daba una semana para conseguirlo, porque de lo contrario, ella misma se encargaría de correr el rumor entre sus ocasionales clientes de que era gay, que no podía mantener una erección y que no servía para nada.
Pero yo respondí mostrándole fotos y videos de nuestros encuentros anteriores, diciéndole que a su marido le llegarían, le advertí que no se volviera a meter conmigo y que esa sería la última vez que la vería, que le daba una semana para irse del trabajo, ¡que de puta le iría mejor!
Si de algo me sirvió esa experiencia fue saber que mi intuición no me había fallado. Esa actitud inicial era la de una prostituta que lejos de pararse en una esquina o poner su anuncio en el periódico, apelaba a sus vecinos o compañeros para convertirlos en su clientela, la que iba creciendo día a día sin salir, literalmente, ¡de casa!