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Historia de una venganza
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Tiempo de lectura: 8 minutos

A mis 37 años estaba arruinado, me había dejado llevar por un veterano empresario que tenía un olfato de sabueso para desplumar a la gente, de forma ingenua invertí y lo perdí todo. Mi mujer me recordaba a diario que teníamos dos hijos, que por qué tiré todo el dinero inconscientemente en un negocio inmobiliario que ella nunca vio claro. En estas estaba pensando mientras el gin tonic descansaba en mis manos. Había sido invitado a la fiesta en deferencia a la amistad que nos unió durante esos dos años. Él había tenido mejor suerte y sabido invertir mejor. Tal era el cabreo de mi mujer que tuve que ir con mi sobrino y un amigo suyo, ya que ella decidió quedar en casa.

Al verla sentí que el furor de la rabia hacía hervir mi sangre; la señora García, la esposa del que me desplumó estaba también en la fiesta. Apenas la conocía, sabía que era una madura de 45 años, ingenua, fiestera y relamida. Tenía afición por la bebida, a veces cuando el hijoputa de su marido no estaba con ella — como era el caso esa noche — se pasaba de frenada con las copas. El García la mimaba, le daba todos los caprichos. Mi mujer la veía cuando iba a buscar a sus hijos adolescentes de la escuela de pago, claro está “viste como si tuviera 18 años, sus hijos hasta se avergüenzan, me han dicho que es la comidilla de los chismorreos, y nosotros nos viene justo vestirnos y llevara a los nuestros a la escuela pública”. La sra. García estaba dotada de unas grandes tetas, un culo definido subido redondo y medianero; era de mediana estatura, siempre llevaba tacones altos; media melena teñida de rubio, de pómulos marcados, ojos almendrados, boca pequeña con labios carnosos. Esa noche llevaba un vestido que le marcaba cuerpo, pintada como un loro. Hablaba con la otra gente con risa nerviosa y dicción engolada. Sus gestos eran amanerados. El tiempo que la miré se zumbó como si nada dos mojitos. No era una mujer cañón, pero tenía esa sensualidad hortera bizarra.

Ángel es mi sobrino, debido a sus malas compañías había salido de la trena, por un simple robo en un coche en una noche de juerga, con la mala suerte que era el automóvil de un magistrado. Para escarmiento le habían impuesto la pena de dos semanas, para que aprendiera. Vivaracho, altanero, guapo; a sus 22 años, sin haber querido estudiar ni trabajar, no sabía qué hacer con su vida. Mi hermana me dijo que ya no sabían qué hacer con él, que era buen chico pero era su carácter. Hacía dos días que había salido de la trena, sin dinero y aburrido le dije si quería venirse conmigo, al menos había bebida y comida gratis; acepto con la condición de poder traer a un amigo suyo, para ser más exactos, “el pulga” un colega de andanzas de su edad; pequeño de estatura, feo de narices, pero no feo de que tuviera alguna anomalía corporal sino de naturaleza: sus ojos pequeños, cejijunto, orejas grandes, nariz ganchuda, su pelo siempre graso como si se lo untara de aceite.

Seamos sinceros, el que me invitó ya me avisó que estaría la mujer del que me había arruinado económicamente, pero que no me preocupara, que la señora estaba al margen de los negocios de su marido y yo apenas la conocía de vista y de oídas… En un arrebato de ira vi mi oportunidad de desquite, era poco honesto de mi parte: pero mi cuerpo me lo pedía. Como gancho usaría a mi sobrino. Hablé con el del tema y me dijo que no me preocupara, que si “era como me la pintas tío, la ‘jamelga’ caerá”.

El plan de acción se desarrollaba a las mil maravillas, mi sobrino — tras la quinta copa de ella — la abordo en plan de chico angelical simpático.

— ¿Cómo lo ves pulga? — le pregunté.

— La tía parece un pavo real, je, je, je — contesto — y no veas lo parlanchina que está, no para de dar palique a Javi.

— ¿No te gusta?

— Ya ves, la hijaputa tiene polvo, creo que va a colaborar — dijo el pulga en tono marrullero.

Noté cierta satisfacción al ver la receptividad de la sra. García para con mi sobrino, incluso era el centro de atención de ella. Javi estaba en su puta salsa. De pronto vino el anfitrión del evento, conversamos un rato. Sabía que era un inconveniente y en primera instancia que mi sobrino trajera el pulga lo había visto un imprevisto debo reconocer que era un alivio saber que mientras estaba yo ocupado él podía vigilar a mi sobrino.

— Es una lástima que no hayas traído a tu mujer — dijo el anfitrión.

— Ya sabes cómo está el tema, tiene una crisis, no es fácil de asimilar nuestra posición ahora — conteste.

— Sabes que me sabe mal lo que te ha pasado, pero somos amigos y bueno, si has podido llevar a tu sobrino… — dijo el anfitrión.

— Si, tu siempre me has ayudado en lo que has podido, no te reproches nada, los negocios son una mierda… quieres ser un emprendedor y te dan hostias — conteste.

Fui llevado a un despacho y en un desfogo de sinceridad el anfitrión me consoló diciéndome que si conseguía capital no dudara en acudir a él. Noté el vibrador de mi teléfono, menos mal que la charla fue corta. La verdad es que el amigo se preocupa mucho por mi. Nada más salir, me adentré entre la gente y no vi ni a mi sobrino ni al pulga, pensé en el móvil, miré y tenía un mensaje de Whatsapp del pulga “¡¡¡er cabronaso ja se la ha yevado fuera tamos en el jardín!!!”. Busqué la puerta de salida a dicho jardín, costo algo pero la encontré. Solo vi el césped iluminado, vi como el pulga me hacía señas al fondo en un recodo con la pila de su móvil. Fui donde me indicaba, el pulga estaba algo alterado. Me dijo que mirara a través de los cipreses. Era una pequeña planicie apartada del chalet, rodeada de cipreses en medio un tanque de diesel y un foco que iluminaba los contornos. El lugar era magnifico, nadie iba a venir, lo más seguro es que solo fuera usado para el personal de mantenimiento — pensé. Me alegré de tener el IPhone que había comprado cuando mi economía me lo permitía, mientras el del pulga salto el aviso de batería el mío marcaba un 97%. Ideal. Lo levante y en modo video enfoque. Vi como estaban de pie, mi sobrino noto mi presencia, le hice una seña con la mano que se pusiera más en plano. Se situó justo enfrente de nosotros. Perfecto. Le levanté el pulgar en señal de aprobación. Ella estaba de espaldas a nosotros. Empezó a morrearla abrazándola, ella estaba dubitativa pero colaboradora. Hundió su cabeza en el pecho de mi sobrino al mismo tiempo que este le levantaba la falda dejando a la vista un culo entangado. Mi sobrino nos miró con sonrisa oblicua. Era un culo muy sensual, sin celulitis, en el medio de la raja llevaba el hilo del tanga, delgado, todo incrustado dentro de la rajadura que separaba las nalgas. Con sus manos mi sobrino aprisionó los dos glúteos y las estiró hacía el exterior…

Se oyeron ruidos en nuestra trasera, el pulga dijo que había alguien.

— ¡Me cago en la puta! — exclamé — ¿ Quién coño anda ahí?

— Nnno ssé, pero viene hacía nosotros — contesto el pulga.

— Tranquilos, soy el guarda, no tenéis porque asustaros — dijo una voz que venía con la luz de una pila —. Ya hace un rato que estaba en la otra parte. Incluso os puedo cubrir por si viene alguien, que no vendrán, pero por si acaso.

Entonces tras nosotros vislumbramos un hombre calvo de unos 60 años. Mi sobrino hizo ademanes de que pasaba, le levanté el pulgar que todo bien haciéndole entender que había otro más.

— Ha empezado el espectáculo — dijo el guarda por lo bajo — ese chico sabe lo que se hace. ¿Inmortalizando el momento? — dijo mirando el móvil — Lastima que no sepa manejarlos, estos chismes son de lo más interesante. Pero seguid con lo vuestro… como si no estuviera.

El sobrino siguió, la volvió a morrear, esta vez la aparto el hilo del tanga y nos mostró en culo en su poderío, su entrada anal estirada. Pasó a dedearla, podíamos ver como el dedo entraba y salía entres sus piernas, ella susurraba estaba en otro mundo. Fue entonces cuando le cogió los pechos y los saco del vestido dejando el sujetador en la parte baja. En una maniobra de poderío la giro, quedo de frente a nosotros, su cuello ladeado su mirada al vacío. Hizo que ella arqueara su espalda mostrando sus opulencias. Sus grandes pechos con aureolas negras quedaron colgando tensados por la ropa, y en otro alarde de demostración por la parte trasera mi sobrino los movió agarrándolos por la parte baja, los subió, los bajo, los bamboleo de derecha a izquierda. Le lamía el cuello, ella estaba en trance, entonces mi sobrino nos miró y dijo:

— Podéis acercaros, está en trance — mientras le metía la lengua en una oreja.

Sin dejar de filmar traspasé los cipreses, los otros dos me siguieron, el pulga se me adelantó dirigiéndose a la pareja. Entonces tuve que advertir:

— ¡Para! ¡Para! Todos estamos empalmados pulga, pero creo que podemos hacerlo en batería — dije exaltado —. No vayas a joder la marrana.

— Pe… Pero qué dices… ¿No ves que nos la podemos…? — dijo en tono ansioso.

— Lo haremos uno tras otro… — contesté

— Es lo más sensato y prudente — opinó el guarda.

Ahora mirábamos la escena a pocos metros de distancia, receloso, pero acatador el pulga quedó a mi lado y dije a mi sobrino que continuara. Mi sobrino la hizo tumbarse y él se bajó los pantalones saliendo una polla generosa aumentada por el empalme, se arrodillo y abrió las piernas de la sra. García en tijeras apartándole el tanga a un lado y quedando una raja abierta depilada visible. Entonces ella empezó a advertir que había más gente alrededor, con su mirada confusa y ojos llameantes murmuró incoherencias, al mismo tiempo mi sobrino alineó su polla con el coño y embistió de una tacada sonora, cogida por los tobillos bien abierta empezó a bombearla. Ella empezó a gemir, estaba aturdida. Los mete sacas eran sonoros, el coño emitía chof, chof, chof. Nosotros tres estábamos callados, el pulga ya se abría la bragueta, la cual le hice un primer plano y volví a filmar a mi sobrino. Entonces vino el éxtasis de los dos, el pistoneo de mi sobrino era más intenso, su rostro se contrajo, apretó las mandíbulas y en un estallido gutural empezó a correrse. Ella estertoreaba, las ultimas embestidas fueron electrizantes y frenéticas quedando estático al final. Pasados unos segundos miró a cámara y levantó el pulgar, se puso de pie; del coño de ella salía semen.

— ¡Dios! ¡Cómo folla esta juventud! — exclamó el guarda — en poco tiempo la ha despachado.

— Siguiente — dije, al mismo tiempo que el pulga se despojaba de sus pantalones y calzoncillos al mismo tiempo que intentaba caminar hacia ella trabándose.

La sra, García intentaba incorporarse al mismo tiempo que balbuceaba:

— ¡No! ¡No! Yo… no…

El pulga con su polla erecta de tamaño mediano tirando a pequeño se sentó a horcajadas sobre ella y puso la polla en medio de los pechos de la sra. García y los apretó. Empezó a mover su cadera adelante atrás con la cara desencajada. Aceleró el movimiento, ella pataleaba, la respiración de el pulga se volvió más intensa, rugió. Estaba excitado, en su punto álgido, de un brusco movimiento se reincorporo y se puso en posición boca abajo con la polla a la altura de la boca de ella, apoyo las manos en el suelo y introdujo el pene en la boca de ella al mismo tiempo que se levantó con los brazos para después dejarse caer en la boca de ella. Así una y otra vez. La cara de ella estaba enrojecida, sus mejillas se contraían en los mete y se dilataban en los saca. Le estaba follando la boca de una manera bestial. Yo transpiraba, mi polla me estallaba. Procuraba mantener el plano del móvil sin movimientos bruscos. En la noche se oía el bullicio al fondo de la fiesta y los gruñidos de el pulga ¡gr…! ¡gr…! Seguidos de los ¡plaf! ¡plaf! ¡plaf! que emitía cada embestida en la boca. Era evidente que de un momento a otro iba a correrse, los ojos de ella estaban vidriosos, le salía moco de la nariz. Hubo cinco tacadas últimas y se corrió. Ella intento coger respiración, su boca estaba llena de semen, el pulga ya se incorporaba y buscaba sus pantalones. La sra. García semisentada nos miró, un hilo de lefa le salía de la comisura de sus labios. Aproveche para hacer zoom al IPhone y dejarlo en primer plano.

— ¡Te toca, tío! — me dijo mi sobrino — yo voy a filmar, déjame el móvil.

— Primero el guarda — conteste sin levantar la cabeza de la pantalla del móvil.

— Si no os importa yo prefiero pajearme — contesto el guarda, mientras se sacaba una polla erecta de su bragueta.

Di instrucciones a mi sobrino del funcionamiento del video de alta calidad del IPhone y me dirigí hasta ella aprovechando mi turno, ella no podía reincorporarse, parafraseaba consigo misma, me arrodille en el suelo, le abrí las piernas, tenía el coño que rebosaba lefa, llevaba el tanga a un lado; con el ansía que provoca la excitación se lo quité y se lo introduje entero en su coño para que quedara taponado. La volteé y la puse a cuatro patas. Solo quedaba el conducto anal para usar.

— Me encuentro fatal — murmuro la sra. García.

— Aguanta que es el último round — le conteste mientras cogía una posición adecuada a la trasera del culo.

La excitación me hacía tener la cabeza hinchada como llena de agua, los miré a ellos, mi sobrino filmando, el pulga fumaba y el guarda con su cara contraída ya empezaba a pajearse. Abrí las nalgas de par en par, el orificio quedo a la vista. Miré hacía ellos y dije:

— ¡Tiene el culo hecho la puta! — al mismo que embestía para adentro.

Di un primer bombeo de entrada, para tantear la profundidad, me habían entrado unos 10 cm de los 17 que gasto. Volví a sacarla, escupí sobre el ano y con toda mi alma la empotré. Quedó encallada a fondo. Saqué otra vez y empecé a pistonear. Ella daba bramidos y alaridos. El corazón me latía a 1000 por hora. Seguí bombeando sin compasión. Los brazos de ella no le aguantaron, mordió el polvo del suelo. Me corrí como un semental de raza. Dejé la lechada dentro de su culo. Me incorporé, entonces se acercó el guarda excitado al mismo tiempo que se masturbaba dejando la corrida encima del vestido de ella.

Terminado el espectáculo analice la situación. La incorporamos amablemente y le pusimos bien el vestido.

Dos semanas más tarde tenía montado el video (con las caras tapadas, obviamente) y era enviado al señor García.

 

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