-Pero mírate, vestida igualita que en mi relato de La profesora Silvia.
-Ya te mencioné que me suelo vestir así.
Me senté enfrente de ella.
-¿Y bien qué te parece?
-No eres para nada como te imaginaba hablando contigo. Eres más…
-No lo digas. No me voy a describir. Cada lector y cada seguidor tiene una imagen distinta de mi. Es parte del juego. Uno me ven mayor, otros más joven… Todos me ven preciosa.
-Lo eres.
-Gracias. Dime, ¿Crees que nuestros lectores pensaran que esto es real o una fantasía?
-Es una fantasía. Estamos dentro de tu cabeza, solas las dos.
-Cierto. Es algo que sabemos nosotras dos, que todo esto es falso. Pero las sensaciones que les voy a provocar, las sensaciones que te voy a provocar, son reales. Tan reales como las sensaciones que ya te estoy provocando al introducirte en mi relato. Te pongo perraca, como les gusta decir a ellos.
Silvia tomó un sorbo de café.
-Eres muy divertida. Por un lado disfrutas viéndote a ti misma siendo utilizada y humillada hasta el extremo, pero por otro lado, la sensación que me das es que nunca te has atrevido a dar el paso, a hacer lo que realmente desea tu cuerpo…
-Hago…
-Cosas de crías. Puedo detallarlas, pero los lectores ya lo saben. Es lo que me tiene desconcertada. Tienes unos deseos increíblemente fuertes. Cuando te introduje en el relato no me pusiste ningún tipo de límite. Y mírate ahora, estás aquí.
-Solo en tu cabeza.
Volvió a tomar un sorbo de café.
-¿Te gusta el café? No te lo he preguntado, así que no sé si esto es real o no lo es. Un Cola cao para mi, por favor.
-Y luego la niña soy yo.
-Ja, ja. Cuando me preguntaste porque te compartas como una sumisa respecto a mi, ni si quiera me preguntaste en que lo noto. ¿Quieres saberlo?
-Está bien, cuéntamelo. ¿Por qué crees que me comporto como tu sumisa?
-Eso solo lo preguntas porque estamos dentro de mi cabeza. ¿O lo preguntas porque yo quiero que lo preguntes?
-No te entiendo.
-Mira lo que has hecho durante nuestras conversaciones. Haces lo que yo quiero que hagas. Aceptas mis sugerencias como si fueran órdenes. Órdenes de tu ama. Hasta este encuentro le dijiste que sí.
-Solo es una fantasía.
Volvió a tomar un sorbo de café
-Eres un cielo. Sé que te me repito mucho, pero lo eres. También te puedo asegurar que te has abierto como nunca antes he logrado hacerlo con nadie.
-Soy así.
-No me lo creo. Cuando pregunto a los amos y a las sumisas que hacen o dejan de hacer, los amos lo relatan con gusto, con placer, las sumisas como si no pudieran creer lo que están escribiendo, como si en lugar de ser ellas las protagonistas les pasase a otra persona…
-¿A todas?
-Incluso las más guarras dejan caer cierta incomodidad en sus escritos. Pero estamos hablando de tí. Me cuentas cosas, yo las cojo, y te humillo públicamente con ellas. Y te masturbas con eso. Eso tiene un nombre. Pero no soy tan mala como aparento ser. Voy a cortar aquí, y si quieres seguir jugando, es decisión tuya y sólo tuya.
Bebí un sorbo de mi cola cao.
-Así que quieres publicarlo. Y luego aseguras que no eres mi sumisa. Por cierto, ya se lo dije…
-¿A quién?
-A mi parte que duda. Yo soy quien escribe, la diablesa que te ha domado. Ella es un trozo de pan, incapaz de escribir lo que desea escribir. La que te mando el relato fue ella. Yo le dije que lo publicaremos tal cual.
-¿Cómo si fuerais dos personas?
-No, nada tan complicado. Soy su máscara, la que se pone para escribir. Pero no pienses que es una santa, es aún más terrorífica que yo.
-Pero no la gusta como la hace sentir, por eso te creo.
-Chica lista. ¿O quizás yo sea la lista sea yo? Hum, pero no viene al caso preocuparse por eso…
Bebió un sorbo de leche.
-Vamos a empezar a jugar. Aquí y ahora, simplemente besa el pie de tu ama.
-¿Aquí? ¿En la cafetería? ¿Delante de toda esta gente?
-No me importa lo que piense la gente… Palabras tuyas, no mías. Sabes lo que van a pensar cuando publiquen esto, te lo deje bien claro. Que más te da lo que piensen estos cuando no te importa lo que piensen los otros. Al final todos son gente y van a pensar lo mismo – se acercó a su oído para susurrarla. – Que eres mía
-Eres diabólica
-No, sólo juguetona. Y ahora, vamos, no le hagas esperar a tu ama, es de muy mal gusto.
Silvia miró a su alrededor. Habían fijado el encuentro en un lugar público para no llevarse sorpresas degradables. Ella podía ser él. O nadie. A pesar de todos los mensajes que se habían intercambiado, ella la conocía como nadie, y ella en absoluto. Había acertado hasta en como toma el café.
Pero aunque venía preparada para una sesión privada, no pensaba que iban a comenzar de esta manera.
-¿Demasiado duro? Lees mis relatos, mis sumisas virginales se tragan meadas para el segundo párrafo y yo solo te estoy pidiendo que me beses el pie.
-Delante de toda esta gente.
-Es solo una fantasía.
-Pero que inocente eres. Esa parte es la que más me gusta de ti. Y ahora haz lo que te pide el cuerpo de una vez.
Silvia se levantó al fin, se arrodilló ante su ama, la quitó el zapato que llevaba y la besó los pies.
-¿Y vosotros que miráis? Buscaos a vuestra propia sumisa.
-¿No hacen nada?
-Claro que no. Estamos en mi cabeza, ¿Recuerdas? Pero me preguntan mucho si mis relatos son reales o fantasías. Por cosas como esta, supongo. Chicos, si alguno tiene ganas de pajearse, el lavabo está por allí.
-Han ido tres. – comentó divertida.
-Y solo por ver a una chica besar un pie. – Moví la cabeza disgustada. – Pero siéntate de nuevo. Aún no hemos acabado.
-¿Hay más? – preguntó Silvia volviendo a su asiento.
-Ya me conoces. Mira lo que te voy a meter. – la mostré la escobilla del retrete. – Nuevecita, recién comprada de los chinos.
-Te dije que no me meto eso ni loca.
-Ya, ya… Pero deberías de ver la cara que has puesto. Chicos, siento decepcionaros, pero no se lo voy a meter.
-¿Pero eso entra? – preguntó uno.
-Claro, míralo en internet. Es un juguete bastante usual.
-Pues a mi no me parece nada de usual. – Replicó Silvia.
-Lo sé, lo sé. Es fascinante lo que se meten las mujeres, ¿Verdad? Y pensar que tú solo has tenido pollas, dedos y vibradores.
-No es tan… Lo dices como si tuviera algo de malo.
-Solo si quieres verlo así. Pero esto si que te lo vas a meter, recién compradas del súper.
-Son verduras.
-Tengo fetiche con ellas, ya te lo comenté.
-¿Y no pensarás que lo haga aquí? ¿Delante de todos estos?
-No, claro que no. Delante de todos esto te voy a poner esto. – La mostré una correa.
-Ni loca
-Ya lo has hecho.
-En privado.
-Pues ahora en público.
-¿Y me harás caminar a cuatro patas como una perra?
-Cuando estés lista. Y aún falta un poco bastante para ello. Y ahora sé una buena chica y déjame ponerte esto.
Silvia se retiró el pelo del cuello.
-No me puedo creer que me esté dejando hacer esto.
-Lo que yo no me puedo creer es que no lo hayas hecho antes con nadie.
Lo palpó, miró a un lado, a otro, se mordió los labios… Tenía el corazón a mil por hora.
-Vamos. Aún tenemos cosas que hacer, Kitty.
Y ambas, ama y sumisa caminaron a través de la puerta…