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Un festival de lluvia dorada
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Tiempo de lectura: 17 minutos

¿Qué pasaría si te mearan seis o siete personas en la cara uno tras otro? ¿Y si fueran todos a la vez los que te orinaran a todo tu cuerpo desnudo? Y si uno te mete su polla hasta tu boca y te corre su meada por tu garganta? ¿Te puedes imaginar a dos follándote la boca y el culo y, antes de dejarte su semen, se vacían su vejiga de orina dentro de ti? ¿Te imaginas que tú haces lo mismo en cada uno de ellos? ¿Cómo crees que está el piso? Anímate y verás.

El año pasado falleció la tía que, a falta de padres, me crio. Yo estaba viviendo con ella para cuidarla, labor que no me impedía tener un trabajo a tiempo completo, porque por la mañana la levantaba, la aseaba y, sentada en su silla de ruedas, me la llevaba a mi trabajo, ya que no impedía nada en un lugar discreto de mi oficina. Me la llevaba a casa a comer y luego la acostaba hasta la hora de cenar. Tras el deceso y los funerales decidí que por fin era hora de tomarme unas vacaciones. Llevaba cinco años con esta tarea por amor a mi tía. No me había provisto de ningún tipo de folleto de viajes ni turismo. Me puse en camino por la autopista desde Murcia hasta donde llegar a pernoctar y de allí hacer mi plan, no me gusta planear en casa. Había pensado en conducir mi Honda Jazz hasta que me cansara y busqué un lugar para acampar. Llegué a Tarragona norte y salí de la autopista para encontrar un camping.

Había un camping en las afueras de la ciudad, cerca del mar. A finales del verano oscurece hacia las nueve. Saqué la fiambrera y me dispuse a cenar y luego a dormir, pero no estaba cansado. Entonces me acosté en mi tienda y me masturbaba perezosamente, tanto que ni siquiera me corrí, y eso que me iba acariciando continuamente ambos huevos; lo que sí hacia fue degustar el saladito de mi presemen. Miré porno en mi móvil. En eso que escuché un pitido indicando que tenía un mensaje en uno de los sitios de contactos. Era un chico mayor muy guapo con el nombre de contacto "2cerdobastardo2". Leo el mensaje y decía:

— Caliente. Soy un cerdo por haber jugado con mi culo. Mira donde estoy «culo8caliente”.

El nombre de «culo8caliente» es mi nombre de contacto.

Lo particularmente interesante fue que estaba muy cerca. Después de unos cuantos mensajes quedó claro que estaba en el mismo camping. Fui a visitarle. Tenía una gran caravana. Envié un mensaje para decir que estaba afuera. Cuando abrió la puerta todo lo que pude ver fue su enorme cuerpo masculino cuya silueta quedaba enmarcada en la entrada con nada más que una toalla anudada a su cintura.

Entré sin decir una palabra. Tan pronto como la puerta se cerró me abrazó y me besó profundamente. No nos habíamos mentido en el chat, tal como se describió, así apareció. Es muy poco más alto que yo y de mejor constitución. No es que yo sea pequeño, mido 1,90 m. de altura y mi peso es de unos 85 kilos, él es uno o dos centímetros más alto y de peso le faltaría poco para los cien kilos.

— Te reconocí por tu anterior foto de perfil. Me alegro de que me hayas contestado, —dijo con voz grave y sonora.

— ¡Ya somos dos!, —dije.

— De momento, —gruñó.

Pensé que se refería a que como su polla es tan grande y me arrepentiría de haberle contestado. Eso necesitaba comprobarlo. Me agaché y agarré su paquete a través de la toalla que tenía anudada por la cintura. Lo primero que noté fue lo duro que era. Cuando lo acaricié me di cuenta de que también era enorme. Nunca es demasiado grande para que yo me arrepienta. Debe de haber sentido mi alegría porque rompió el beso y se rio.

— ¿Te gusta? Tal vez deberías echar un vistazo más de cerca, —su voz ronca y profunda hizo que mis rodillas se doblaran y las dejara caer en el piso quedando arrodillado.

Dejó caer la toalla al suelo y una salchicha de 25,4 cm. me saludó. Me sonrió la idea de que esa cosa se me metiera por el culo. Me arrodillé y lo sostuve a la altura de los ojos. Era una hermosa polla sin circuncidar, con las pelotas bajas y colgando. «Oh, sí —pensé— estas iban a ser unas buenas vacaciones». Lamí sus bolas con olor a almizcle y saboreé su pellejo.

Le recogí el prepucio dejando el glande al descubierto y metí la cabeza del pene dentro de mi boca. Él suspiró. Sabía salado.

—Tu polla sabe un poco a orina, tío. Caliente, caliente estás.

— Oh, ¿te gusta eso? —Me miró a los ojos.

Me encogí de hombros tímidamente y sonreí con una sonrisa traviesa.

— Excelente, —dijo.

Comenzó a gemir mientras chupaba yo su tranca.

— Vamos a divertirnos. ¿Te gustan las sorpresas?, —preguntó y yo lo miré con curiosidad.

— Sí, por supuesto, —dije.

Cerró los ojos y asintió. Volví a chuparle la polla. Tan pronto como me metí la cabeza de su polla por mi garganta, sentí que se bamboleaba un poco. «Oh, mierda —pensé—, ¿ya se está corriendo? Tragué y abrí mi garganta para recibir una explosión. ¡Entonces sí que llegó una ráfaga! Un fuerte chorro me atravesó la garganta. Al principio no podía creer lo duro que se estaba corriendo. Sólo me llevó un momento darme cuenta de que no se estaba corriendo en absoluto. Se estaba meando en mi boca y yo lo tragaba por la garganta. Tosí y jadeé.

Gritó de risa mientras su chorro de orina se ralentizaba y empapaba la parte delantera de mi camisa. Estaba furioso.

— ¡¿Qué carajo es esto, maldito imbécil?!

— Dijiste que te gustaban las sorpresas.

Mi enfado se desvaneció rápidamente al pensar en lo caliente que era esta escena. En realidad yo soy un gran meón, pero no estaba preparado para eso en ese momento, así y todo admití en voz alta:

— En efecto, sí, supongo que lo pedí.

¡Puta maldita!, aquello era encantador para acompañar su buen aspecto. Esta fue la primera vez que realmente miré a mi alrededor. La caravana era tan grande como mi apartamento, que no es mucho decir, supongo, es muy espaciosa, tan grande como un autobús urbano.

— ¿Vives en esta cosa todo el año?, —pregunté.

— Sí, este es mi hogar por ahora. He hecho un acuerdo con la empresa en la que trabajo, a cambio de los meses de vacaciones que me deben y días festivos trabajados, tengo mi año sabático y estoy recorriendo Europa.

Mientras me contaba estos detalles laborales, con sus manos me iba quitando sutilmente mi ropa. Tan delicadamente lo hizo que no quedé nada incómodo.

— ¿Siempre en la carretera?, —le pregunté.

Se encogió de hombros, diciendo:

— A veces.

Se puso detrás de mí. Me manoseaba mis hombros y mi espalda. Me incliné hacia adelante junto al sofá mirando hacia el área de entrada donde habíamos estado de pie. Puse mi vientre sobre la mesa que estaba fría y lo sentí. La lujuria en mi cuerpo estaba ardiendo, de modo que el frío de la mesa era un contraste muy bienvenido. Las manos gigantescas del hombre no paraban de suavizar mi espalda cada vez yendo más abajo hasta que llegaron a mis glúteos. Me abrió las nalgas y empezó a lamer mi agujero. Sentí el rastrojo de su barba en mi culo y su lengua caliente que se adentraba en el agujero de mi culo. Su barba me hacía cosquillas y su lengua me proporcionaba placer

— ¿Quieres que use un condón? Estoy limpio y me revisan continuamente, —me alegró que me lo preguntara.

— Yo también estoy limpio. Me gusta a pelo. —Gruñó de satisfacción como respuesta.

Empezó a frotarme el culo con lubricante. No sé de dónde sacó la botella, pero no me importó. Sentí frío en mi apretado pliegue. Me metió un dedo en el culo. Gemí como dándole la bienvenida.

Sentí una sensación de frescor cuando trabajaba con un segundo dedo. Operaba con los dedos en círculo, aflojando mi agujero. Luego metió un tercer dedo y cuando los sacó sentí un chorro de lubricante fresco que había volcado en mi recto. No estaba bromeando con eso, sino que me sentí agradecido porque vi la polla gigante que me iba a poner. Tenía cuatro dedos hasta el segundo nudillo trabajando una y otra vez.

— ¿Estás listo para esto? —Su voz ronca me hizo el culo deseoso como si mi agujero tuviera hambre.

— Si me vas a follar lentamente, por supuesto que estoy listo.

Sacó sus dedos y los reemplazó por la cabeza de su verga dura y gorda. La cabeza se deslizó fácilmente. Entraba y salía lentamente, Un poco más profundo con cada embestida. Mi agujero se sentía caliente. Estaba empezando a golpear mi próstata. Gemí una y otra vez. Empujó más y más profundo hasta que, ¡pum! Me dolía todo de una vez.

— ¡Ack! ¡Joder, joder!

Mi cuerpo se sacudió.

— Vale. Pararé un segundo, —dijo.

Yo estaba un poco avergonzado por comportarme como un adolescente virgen. Su gran polla había encontrado el final de mi recto y estaba buscando el segundo esfínter.

Se inclinó hacia delante y empujó suavemente. Mis tripas parecían moverse alrededor de esa gigante polla invasora. Tras un minuto, siguió empujando. Oh, joder, sí, ahora sí. Ahora estaba dentro. Volvió a follarme lentamente más y más profundo. Sabía que con un hígado tan paciente como el de este tío iba a ser capaz de follarme hasta las pelotas. Sacó algunos centímetros y empujó varios centímetros más. Estaba perdiendo mi habilidad para hablar. Lentamente salió y sentí que el aire frío entraba en el agujero de mi trasero.

Se rio y dijo:

— ¡Mira, ya estás abierto! Me echó una cantidad de lubricante directamente en la boca del culo. Sentía frío ahí dentro. Pero la sensación fue rápidamente reemplazada por una polla caliente. Me estiró el culo. Sabía que estaba agarrando su polla. Era capaz de llegar tan profundo como lo había hecho con bastante rapidez. Su ritmo aumentó.

Ahora me estaba follando en toda regla. Me agarré a la mesa y sentí que mi polla se balanceaba con cada embestida que me propiciaba. Estábamos sacudiendo la caravana como es lógico. La suspensión daba un ligero chirrido con cada empuje. Cerré los ojos y me dejé llevar ya por la carrera que habíamos emprendido. Mi aliento iba al ritmo de las embestidas de la polla invasora en mis tripas y el vaivén de la caravana.

De pronto el balanceo de la caravana se puso fuera de nuestro ritmo. Abrí los ojos y casi me da un infarto. Oí la voz de mi compañero desde detrás de mí que se hacía eco de una afirmación anterior:

— Dijiste que te gustaban las sorpresas.

Yo estaba desnudo, tendido sobre una mesa con una enorme polla en el culo, frente a alguien que nunca había visto con los brazos llenos de bolsas de supermercado. No sabía qué hacer. Literalmente me quedé sin palabras.

La intrusa figura que tenía ante mis ojos me miraba con una expresión extraña como quien pregunta: «¿qué haces tú aquí?». Luego miré al tipo que aún tenía sus más de 24 centímetros metidos en mi trasero. Se rieron un tanto jocosamente y escucho:

— Ya veo, Danilo, que lo tienes jodidamente bien amarrado. Ni te voy a preguntar dónde lo encontraste. —Decía mientras señalaba hacia mí.

Estaba yo confundido con todo lo relacionado con este recién llegado. ¿Debería liberarme y huir? ¿Quién era este? ¿El esposo? ¿El novio? Ni siquiera podía saber el sexo de esta persona. Tartamudeó un poco y dijo:

—Pues fíjate bien, nena, mira lo que me siguió a casa.

En este momento sentía que me había convertido en una especie de perrito cachorro perdido. Estaba totalmente confundido. Sin embargo mi compañero no hizo ni el menor intento de sacarse la polla de mi culo.

Me sujetó para sostenerme sobre la mesa, y pude sentir su duro pene ablandarse en lo más profundo de mí.

— ¿Cómo te llamas, forastero? —Preguntó ella (creí que era ella).

—Eh, uh, hola. —De repente no lo sabía—. Uh, Jaime. Eso, soy Jaime.

Sentí una sensación de calor en mi trasero que me hizo reaccionar, jadeé por falta de respiración momentánea y gemí. Podía ver detrás de mí a Danilo (ahora ya sé su nombre) que estaba sonriendo de oreja a oreja.

Ella se veía incrédula

—¡Danilo! Estás meando en él ahora mismo, ¿no?

Danilo lo confirmó sin palabras como si fuera un niño de 5 años sabiendo que se estaba saliendo con la suya con algo malo. Y la presión del arroyo se detuvo para decir:

— A él le gusta.

Continuó con el diluvio caliente, no pude evitar estar de acuerdo audiblemente. Danilo continuó:

— Éveli, este es Jaime. Jaime, ella es Éveli.

Éveli parecía dudosa y dijo:

— Así que Jaime, ¿eh?

Era difícil concentrarse porque Danilo había vuelto a llenar mis intestinos. Volvió a empezar.

— Jaime, ¿te gusta el pis?

Sonreí tímidamente y asentí con la cabeza. Levantó las cejas e inclinó la cabeza. Finalmente, al dejar los comestibles, ella hizo algo que yo no esperaba en absoluto. Se bajó la cremallera de los vaqueros y sacó un pene que me regaló a mis ojos. Sorprendido, no sabía qué hacer. Ella vio mi confusión y dijo amedrentando:

— ¡Abre tu boca, coño!

Abrí la boca y ella se puso de puntillas para poder meterme la polla flácida en mi boca que estaba abierta en espera de la nueva polla. Me agarró de la nuca y empezó a reírse. Luego desató una tormenta de orina. Tragué tan rápido como pude, traté de dejar que me cayera directamente por la garganta, pero de nuevo me cogieron desprevenido. No pude evitar jadear. Su polla se estaba poniendo dura. Tosí un poco más y algo de la orina de Danilo salió por su pene blando. Oí a Danilo detrás de mí.

— Sujétate un segundo, Jaime.

Me apreté el culo tan fuerte como pude. Sacó su enorme pene blandengue y lo reemplazó con un dedo. Oí un crujido detrás de mí, pero no podía girar la cabeza porque Éveli me lo impedía agarrada a mi pelo. Sentí que algo duro tocaba la parte de atrás de mis piernas y escuché a Danilo diciendo:

—Está bien, caga.

Cumplí con el mandato.

Expulsé el enema de orina caliente confiando en que lo iba a atrapar en algo. ¡A la mierda! ¿No era una casa rodante? Una copiosa cantidad de líquido salía de mi trasero, paré un momento y de nuevo otro chorro salió. Oí que lo recogieron en una especie de cubo. ¿Ella había estado allí esperando todo el tiempo a que Danilo me follara? Lo mismo que la botella de lubricante…, todo para mí era un misterio. Todos nos reímos.

Todo lo que hacíamos era tan ridículo… ¿qué otra cosa podíamos hacer sino reír?

— Vale. Jaime, ¿estás listo? No he terminado y he estado aguantando esto durante media hora.

Sonreí y dije:

—¡Joder, sí!

Abrí la boca sin que me dieran instrucciones. Otra vez se puso de puntillas para situar su polla lo suficientemente alta junto a mi boca abierta y con ansia. Esta vez tenía su polla a media asta, así que me la tragué en la garganta y asentí con la cabeza y con un ligero:

— Vale.

Ella suspiró aliviada y el cuartel de bomberos se volvió a encender. Pude mantenerme esta vez como un tipo bravo mientras meaba directamente en mi estómago. Sentí la tensión en su glande que ya se estaba relajando, el amarre de sus manos en mi cabeza también se aflojó. Ella se retiró y yo tomé un gran respiro y di unas bocanadas como recogiendo aire.

— ¡Bien, bien! ¡Eres bueno en eso!, —exclamó ella.

— Gracias, guapa, —dije tímidamente.

Ahora la veía mejor. La notaba más fluida en cuanto al género o en cuanto a los trans o cualquier otra cosa. En algún punto intermedio. Su aire es femenino, pero su ropa ni siquiera era particularmente femenina. Su voz era alta, pero no exagerada.

¡Puta mierda!, no me importa que fueran tan sexys como la mierda y totalmente pervertidos. Yo estaba emocionado. Me di la vuelta encima de la mesa y me puse tumbado sobre mi espalda. Había estado tanto tiempo en esa mesa que parecía mi plataforma personal. Éveli extendió la mano y agarró mi escroto con fuerza y se inclinó hacia adelante para besarme. Danilo se rio:

— ¡Para que podamos quedárnoslo!, ¿no es así?, Ya lo estás mimando.

— Oh, hermano.

Mientras ellos contemplaban su satisfacción y su futuro entretenimiento, mis pensamientos volvieron al cachorro de perro perdido. ¡Ajá! De acuerdo, si meterse con una variedad de humanos sexys es lo que está pasando, ¡yo quiero ser el perro callejero adoptado!

— Jaime, realmente me gustaría follarte un poco más, —dijo Danilo.

Aquello tenía un aire humorísticamente formal considerando lo que acababa de pasar.

— Danilo, yo también disfrutaría eso, aunque te pediría que no te corrieras en mi culo, —le dije.

Se veía decepcionado. Pero yo continué:

—Preferiría mucho más que entraras en mi boca para que me lo tragara, —dije esto y su rostro se iluminó.

— Gracias, Jaime. Estoy dispuesto a cumplir con esta petición. Sería un privilegio ver cómo te comes mi tranca.

Éveli volvió con menos andrajos:

— ¿Qué estáis haciendo vosotros dos, idiotas? Danilo, métele la polla en el culo mientras yo le follo su boca.

Me reí de su descaro. Con su nuevo atuendo se habían transformado una vez más, pude ver que Éveli era baja pero aparentemente más alta ahora, muy delgada. Como ambos estaban ahora desnudos como yo, vi que estaban cubiertos de tatuajes. De vestir no llevaban ropa, a no ser que contemos las joyas como vestidos. Llevaban una fina cadena de plata alrededor de la cintura, al estilo de los 90; me alegré de ver que volvían a épocas de gloria, y oh, sorpresa, ambos iban con tacones altos, él con botas vaqueras, ellas con zapatos rojos de chica de cabaret. Esto fue definitivamente femenino y también me demostró por qué ahora es más alta. La polla larga y delgada de Éveli estaba dura. No era enorme, pero sí muy bonita. Danilo engrasó su polla de monstruo gordo que parecía estar pulsando más fuerte que antes.

Puso mis tobillos sobre sus hombros y me introdujo con cautela su verga. Sabía hasta dónde podía llegar antes de tener que ir más despacio. Podía sentir el delicioso calor de la fricción en mi trasero. Sonreí mientras miraba a la bella Éveli. Se sonrieron cuando Éveli situaba sus pelotas sobre mi boca que yo las besaba y lamía. Acaricié esa polla dulce hasta que la necesité en mi boca. Danilo no perdió el tiempo trabajando con ese monstruo espeso en mi interior. ¡Me sentí muy lleno!

Puse la polla de Éveli en mi boca y me sentí aún más lleno. Desde ambos lados me llenaban. Estaba empalado para llevar a la brasa, como un pollo rostizado. Me cogieron al unísono y me llenaron al mismo tiempo. Luego, alternando mis ojos arriba y abajo, estaba en la más alucinante visión sexual que jamás hubiera imaginado ver. Cuando me vino el impulso, que apenas me di cuenta, me entraron ganas de mear. Dejé salir unas gotas que eran como agua, por así decirlo. De inmediato se colocó una boca cerrada en mi polla, me abrazaba fuerte la polla con los labios. No sé cuál de las dos bocas era. Al fin me di cuenta que Éveli lo había adivinado y cuando mi orina empezó a salir, me apretó fuerte la polla, deteniendo el flujo.

Éveli dijo:

—Tengo que orinar de nuevo. Respiré hondo, la agarré de sus delgadas caderas hacia arriba y la ayudé a ponerse sobre mi cuerpo para que, con mayor comodidad, situara su polla en mi boca, ya que su boca estaba sujetando mi meada. Ambos estábamos con nuestras pollas en boca del otro. ¡Estábamos bebiendo en 69! ¡Eso era de locos! Ni siquiera se me había ocurrido que eso podría ser algo realizable ni que formara parte del sexo. Entonces completamos la trifecta. Danilo empezó a mear en mi culo otra vez. Esto fue una profusión de orina. ¡Me tragué todo ese oro que me regalaron por arriba y por abajo!, aunque en verdad fue en horizontal, de este a oeste. Esta vez no hubo ni el mínimo problema, aunque mi vientre estaba más lleno que antes, yo suplicaba a los dioses para no vomitar. Éveli detuvo su meada y sacó su polla de mi boca el tiempo suficiente para que yo pudiera respirar. Luego empezó a follarme la garganta en serio. Danilo, tampoco se dejó llevar por el ritmo. Con cada uno de sus empujones era un chapoteo descuidado de agujero suelto y orina salpicada. Imperaba la gloria de la emoción. Danilo gimió.

— ¡Oh, joder! Esto es la gloria.

Éveli estaba atravesando mi garganta y de seguro que yo no hablaría al menos en cuatro días, pero así y todo yo estaba feliz, además, sus bolas golpeaban mi nariz y me ofrecían lo que nunca había experimentado una follada nasal a sus afeminados testículos.

Yo deseaba que los dos se corrieran. Incluso en mi locura altamente excitada tenía suficiente ingenio para saber cuándo me estaría comiendo las dos descargas de semen que vendrían como complemento a la orina que me bebía. Levanté la mano y tiré suavemente de las pelotas de Éveli. Ella entendió y me follaba más rápido. Mi cara se estaba poniendo roja. ¡No podía respirar! Le metí un dedo en el culo y ella se inclinó hacia atrás. Gracias, tuve suerte de acertar, porque recibí una dosis de oxígeno. Recuperé mi dedo lo suficiente para lamerlo llenándolo de saliva y aún escupirlo y volver a ponerlo en su apretado esfínter. Lo metí entero. Con eso Éveli me soltó:

—¡¡Uhhhhh!!

Exclamó ella otro fuerte grito incomprensible, como un rugido de leona celosa, y estalló en mi boca una ráfaga de semen dulce en forma de palo de Kung fu shaolin. Estaban ocurriendo tantas cosas. Era delgada, pero el sabor de su semen era increíble.

Danilo estaba tan emocionado por lo que veía que se ralentizó al follar. Creo que tenía miedo de que me soplara el fruto de su orgasmo demasiado rápido en el culo después de prometerme que él también me daría de comer. Éveli se desplomó de cansancio. Danilo no tenía nada que ver con eso, pero le dijo:

— ¡Éveli, sé una buena anfitriona y dale al hombre tu culo!

Su cogida estaba casi a un ritmo lento y constante ahora. Mi agujero nunca sería el mismo después de esto. Tuvimos que parar un minuto. Estábamos todos exhaustos pero tan emocionados por follar que era un acertijo saber lo que iba a pasar detrás de una cosa a otra. Danilo me sacó su polla con un plop muy audible, seguido de un chorrito de orina caliente y ya usada. Me estabilicé cuando me bajé de la mesa. Me paré por primera vez en lo que parecía una vida entera. Parte de la orina de Danilo salía de mi trasero que de vez en cuando bostezaba. Danilo llenó unos vasos grandes con agua. Nos dio un a Éveli y otro a mí y otro que se bebió él mismo. Con una sonrisa de mierda, volvió a llenar los vasos una vez que se habían vaciado y luego en otra ocasión. No podía beber un tercer vaso porque mi barriga aún estaba llena de orina de Éveli. Él y Éveli bebieron otro vaso para mi sorpresa. Éveli recogió la botella de plástico de lubricante que ahora vi que es tan grande como una botella de champú.

Vertieron algo de este gel claro que ahora sé que era J-Lube en la palma de su mano e hicieron una demostración de arquear la espalda y hacer de su culo caliente un extremado resbaladizo. Dos dedos entraron y luego tres. Éveli tiene las manos pequeñas, pero me sorprendió un poco lo rápido que se estaba ensanchando el agujero. Cuatro hasta los nudillos. Mi polla estaba dura otra vez. Más fuerte. ¡Ese pequeño espectáculo me puso en marcha! Danilo puso una toalla en la mesa mojada con orina e hizo un gesto para que volviera a mi posición.

Me subí al banco y me acosté donde había estado. Éveli me siguió y se puso en cuclillas sobre mi pene con fuerza. Me miraba a los ojos mientras se inclinaba sobre mi pene duro como una roca. Éveli bajó hasta que yo tenía unos 7,5 centímetros de profundidad, para mi sorpresa, simplemente cayó en una caída libre para llevar mis 18 pulgadas a la raíz. Todo ese pis y agua estaba haciendo se efecto.

Si no tuviera que orinar tanto, me habría corrido inmediatamente. Los ojos de Éveli estaban medio cerrados mientras me arrullaban.

— Casi me metes tu maldita carga caliente en mi dulce culo de puta, ¿no?

Asentí sin poder hablar.

—¿Por qué no me das ese coraje? Sabes que lo quiero.

Y se puso a subir y bajar, todo el tiempo haciendo lo mismo, subir y bajar.

— Uhhhh. —Tartamudeé—. No puedo. Tengo que mear de nuevo.

¡Arriba se levantó y volvió a caer!

— Oh, ¿eso es todo? ¡Dame eso primero entonces!

Me senté a verla cara a cara y me besó profundamente. Le di la vuelta a Éveli hasta que se acostó sobre la mesa. Danilo se divirtió con todo esto y se sentó a acariciarse como si todo esto fuera sólo un espectáculo para él. Sin dejar nunca que mi polla se saliera del precioso culo de Éveli, enrollé sus piernas sobre sus hombros.

Estaba yo de rodillas y mi polla apuntaba hacia abajo. Respiré profundamente y me relajé. Oí un grito ahogado de Éveli cuando mi polla se sacudió con un chorro de orina dorada. Sólo lo dejé pasar. No me importaba si se desbordaba de ese dulce trasero. No me importaba si estaba incómoda. Después de esa brutal cogida de garganta tal vez me sentía un poco sádico. La venganza es una puta perra.

Estaba orinando de verdad ahora. Me di cuenta de que la última meada que hice ni siquiera era una meada completa. Había sido demasiado duro y demasiado excitado para dejar que todo saliera a la luz. Le subí las piernas a Éveli para que su torso estuviera aún más vertical. Tenía un galón de orina para dar y todo se le estaba metiendo en las tripas a Éveli, ¡maldita sea la puta que me parió! Éveli me miró suplicante. Le di una sonrisa de caricatura. Se revolvió sobre sí misma ajustando su espalda y su vientre y pareciera que abría otro pasillo para aceptar mi chorro de orina.

Estaba haciendo lo mejor que podía para llenar ese también. Éveli comenzó a parecer un poco incrédula esperando que la corriente de orina se detuviera en cualquier momento. No lo fue. Su vientre se distendió un poco y sentí que la presión en mi vejiga se relajaba.

—Ahhhh. Eso está mucho mejor, —suspiré.

Luego saqué mi polla medio dura de su húmedo y descuidado agujero.

Danilo seguía divirtiéndose viéndonos. Su gruesa voz de barítono dijo:

— ¡Quiero un poco!

Se acercó para bloquear la contrapresión de su intestino inundado. Con torpeza le ayudé a llegar sus pies de tacón alto al borde de la mesa. Danilo se dispuso a recostarse de espaldas en el banco junto a la mesa y abrió la boca. Yo estabilicé a Éveli mientras me agachaba sobre el borde de la boca de Danilo.

Éveli se quitó la mano de su culo y vació sus intestinos con la fuerza de un recipiente volcado. Una pinta tras otra se vertió en la codiciosa boca de Danilo desde el culo de Éveli, que se derramó por toda su cara y acumuló un charco húmedo debajo de la mesa. No pude evitar estar un poco orgulloso del lío que hice con estos extraños íntimos.

El arroyo se convirtió en gotas y Éveli vio el desorden en Danilo y mi cara se llenó de orgullo y comencé a reírme. Todos nos unimos. Esto era sexo de cerdos tal como en realidad me gustaba. ¡Diversión! ¡Alegría! ¡Pura obscenidad! Mi polla estaba volviendo a su justa dureza. Quería follarme la mierda del culo caliente de Éveli. La levanté y me envolví las piernas alrededor de su cintura. Mi polla se deslizó en ese fantástico agujero de un solo trago.

Puse a Éveli en el sofá y empecé a follar de verdad. Sentí a Danilo hurgando mi agujero por detrás. Oh, sí. Sólo estaba probado un cargamento y quería tragarme el suyo también. Estaba hundiendo mi polla en ella tan profundo como podía. Pensé que Éveli estaba acostumbrada a ser follada por el gigantesco tronco de la polla de Danilo y que yo no me iba a acercar. Todo lo que tenía para ofrecer en el asunto era entusiasmo. Si los arrullos de Éveli fueran una indicación de que lo estaba haciendo bien. Podía sentir a Danilo poniéndose en posición detrás de mí.

Esta vez no fue tan amable como antes. Todavía estaba pegajoso con el lubricante, el pis y la lujuria. Estaba preparado. Me adentré lo más profundo que pude en la dulce Éveli y Danilo comenzó su propia embestida en mi enorme trasero. Cuando salía de Éveli, Danilo me penetraba más profundamente; cuando embestía a Éveli, Danilo aún me clavó más profundamente. Nos convertimos en una maldita máquina furiosa.

Por fin sentí un hormigueo desde abajo de la tierra y en lo alto del aire que me caía como un relámpago lento.

—¡¡Unngh!! Yo soy gah! ¡Ya voy, carajo!

Con mi furioso follar y mis tripas invadidas por un pene colosal estaba teniendo uno de los mayores orgasmos habidos por mí hasta la fecha. Avisé a Éveli:

— Me corro, nena, me corro, guapa, me corro…, me corro…

— Córrete, maricón, y lléname. ¡Joder, sí, Jaime! Lléname. ¡¡¡Lléname hasta arriba!!!

Solté toda mi lefa como in soplo y fue saliendo de mi pene a borbotones y con ganas. Había venido para pasar un rato y ahora estaba metiendo una sarta de historias para no dormir en este dulce trasero.

Danilo se animó. Estaba inspirado, me sacó de Éveli y me tiró en el sofá. Me estaba metiendo los veinticinco y pico centímetros enteros de su olla dentro de mí, metiéndome sus pelotas en el coxis… Me encontraba en un delicioso resplandor post orgásmico siendo usado por una polla mágica. Abrí los ojos para ver una siniestra sonrisa en la cara de Éveli. Puso un tacón alto junto a mi cabeza hacia arriba y bajó su trasero hasta mi cara. Le di un lengüetazo a ese hermoso agujero que me había dado tanto placer y le dirigí hacia ella un gruñido, ella dirigió mi propio falo hacia mi boca hambrienta. Me estaba facilitando mi propio semen. Lo lamí y chupé con avidez mientras cagaba un copioso pastel de crema fabricado por mis propios huevos. Lo comí con absoluta alegría. Justo cuando estaba lamiendo los últimos rastros de mi semen que quedaban en su culo, Danilo le ordenó que se apartara. Mientras ella se movía, él ocupó su lugar.

Sacudió su polla con furia. Sus bolas oscilantes prometían entregar aún más de lo que yo anhelaba. Ignoré el nuevo sentimiento de vacío de mi culo abierto. Disparó una chorretada grande de semen a mi boca. Éveli me ayudó a llevarlo a la boca. Éveli recogía el semen con la lengua y lo iba acercando a mi boca, era el semen de Danilo. De nuevo disparó y esta vez llegó directamente a mi lengua. Luego otro y otro. Seguí comiendo chorro tras chorro. Fue el mayor depósito de semen que he visto en un hombre. Era tan gruesa la pasta seminal que casi se podía masticar. Me tragué cada grumo que cayó en mi boca.

La siempre vigilante Éveli conocía mi excitación y usaba sus dedos y lengua para poner cualquier grumo de semen errante en mi boca hambrienta. ¡¡Estaba en el cielo!!! Todos caímos en un montón. Después de unos instantes, convertimos el sofá de la mesa mojada en una gran cama sobre la que todos nos acostamos.

Pasó como media hora y nos quedamos dormidos. Éveli dijo:

— «Oh, no, nos hemos bebidos como unos cinco litros de agua. Tengo que orinar de nuevo.

En mi aturdimiento dije:

— Lo conseguiré. je, je, je.

Éveli se sentó. Me enrollé sobre mi vientre y puse mis labios alrededor de su polla flácida y comenzó a orinar. En mi interior me reía. Éveli quedó aliviada y contenta. Danilo se rió en voz alta y dijo:

— Yo también lo necesito.

Con eso me metió la polla en el culo un par de centímetros y empezó a mear. Mientras me llenaban de nuevo por los dos extremos, me acordé de que habían bebido mucho. Y me dije a mi mismo:

— Oh, chico, te has metido muy metido en este asunto. Lo has de arreglar que la venganza es una puta perra.

Pasé el resto de mis vacaciones con ellos, yo en mi tienda hasta que la plegué porque acabé durmiendo en la caravana, porque estábamos todo el día enviándonos mensajes de texto y citándome para que fuera a la caravana. Así que mejor me trasladé. Después de un par de meses de estar con ellos, mandé mi trabajo a la mierda y con la herencia que me había dejado mi tía la difunta vi que podía vivir bien, recorriendo Europa.

Bueno, déjame acabar así. Si ves un Honda Jazz rojo remolcado por una gran caravana que huele ligeramente a orina, ven a pedir un vaso de agua. Incluso puedes regresar a devolverlo cuando termines. No te arrepentirás.

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