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Mario (17 de 22): Pasando el verano y más (2)
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Tiempo de lectura: 14 minutos

-Si necesitas a Rodolfo puedes hacerle trabajar, ya que yo no voy a estar tendrá que hacer algo para ganarse el sueldo, sería bueno que algún día subieras al monte, aún estas bastante flojo.

-No es cierto cariño, es que tu te estas haciendo mayor y te crees superior. -estábamos en la cama después de una buenísima follada que me había dado.

-¿Me estas llamando viejo? -se arrastró con agilidad y se montó encima mío.

-Yo no digo nada, pero creo que vas a conocer a tu nieto y por algo será. -se me tumbó encima, pegando su peludo pecho al mío y empezó a besarme la cara terminando como siempre, siendo sus labios un apéndice de mi boca.

-Ahora te demostraré lo que puede hacer un viejo. -entre risas hizo que abriera mis piernas y las puso sobre sus hombros, notaba que su verga no se había recuperado de la batalla anterior y se la masturbó hasta tenerla totalmente erecta, magnífica, la colocó en la entrada de mi culo y me la fue metiendo.

-¿Ahora qué me dices? -se movía con fuerza jodiéndome con ganas el culo.

-¡Que tu verga está riquísima! Una polla de abuelito que me vuelve loco. -se apoyaba sobre los codos, con su cara muy cerca de la mía, su respiración y aliento me golpeaba la cara, la potencia de su pene me arrancaba gemiditos.

-Fóllame amor, mi culito desea que el viejito le de gusto. -me folló unos minutos que resultaban deliciosos, bufando sobre mi cara, besándome muchas veces hasta que volvió a rellenarme con su preciosa leche y me rebosaba el culo de ella. Yo me corrí sin tocarme, ya me pasaba a menudo, mi goloso culito conseguía que me corriera con su simple uso.

Había contratado un jardín de infancia, la verdad era que Marquitos ya era algo mayor, pero él se encontraba bien allí y su padre o Migue podía dejarlo a las mañanas cuando salían a su trabajo, yo lo recogía más tarde.

Guillermo no me ponía objeciones a que gastara su dinero lo que necesitaba o quisiera, tampoco sabía si se enteraba muy bien de mis gastos, él confiaba en mi y con eso era suficiente.

Había contratado con una academia las clases de conducir cargándolo en mi cuenta para que el señor del banco me lo abonara, eso no me preocupaba pero si el tiempo que tenía que emplear, una hora cinco días de la semana, después de las primeras clases todo se iba haciendo más fácil y me empezaba a gustar, me pasaba como con las motos.

Esa tarde había dejado a mi primito en su casa con su padre, no quise subir a pesar de la insistencia de mi primo en que lo hiciera, para según él, hablar un rato, esperaba que Aldo me llevara un recado de comida que le encargué.

Había sido un día caluroso en demasía y el simple viaje en bus nos había hecho sudar. Aproveché que estaba solo para darme una ducha rápida sin mojarme el cabello y luego me vestí un simple slip y una camisa de mi abuelo que me estaba grandísima, podía pasar por ser un vestido corto de mujer.

Estaba recogiendo el baño cuando Aldo llegó, el abuelo le había dejado las llaves de la casa y entrada como si fuera suya, sin llamar. Llegaba sudoroso y con una gran caja de cartón que dejó sobre la mesa de la cocina y se sentó en una silla.

-Hace un calor de mil diablos. -había estirado las piernas y dejado los brazos colgando a los costados. Los meses que llevaba acudiendo al gimnasio le estaban cambiando para bien, a diferencia de mi primo al que estaba creciéndole una pequeña barriga, no demasiada por su trabajo donde ejercitaba el cuerpo a diario. En el caso de Aldo era al revés, se le notaba a simple vista que perdía peso y se le reafirmaba la carne convertida en músculo, empezaba a tener una figura atractiva, dentro de lo enorme que era.

Me estaba mirando intrigado, aproximó la silla a la mesa y colocó los brazos en ella.

-¿No tienes ropa para ponerte?

-Me termino de duchar y es lo más cómodo que encontré.

-Siéntate Marito, tenemos que hablar. -se había puesto muy serio y me hizo gracia, la confianza que teníamos ya, me autorizaba a reírme y bromear con él.

-¡Ja, ja, ja! ¿Vas a empezar a controlar cómo me visto?

-No es por eso, se te ve tan, tan…, enseñando así las piernas.

-¿Sexi? ¿Quieres decir que me ves sexi?

-Algo así, pero quiero que hablemos. -me senté a su lado y coloqué una mano en su hombro, se le notaba el sudor que transpiraba y la dureza de los músculos, él se mordió la mano fuerte y dura del trabajo.

-Es que no se como empezar.

-Dime sobre de qué trata, será lo mejor.

-Tu abuelo, le veo raro, y no solo yo, he hablado con el dueño del gym.

-Mi abuelo es un anciano Aldo, nada más que eso, los viejos se vuelven raros.

-Mira Marito, es algo más serio, a veces se desubica y no sabe donde está, se pierde cuando va de casa al Gym, alguna vez no reconoce a los chicos. -se me quedó mirando, implorando que creyera en él.

-No creo que debamos preocuparnos, eso son cosas de mayores, el abuelo está fuerte y sano, no conozco a otro como él.

-Tu verás Marito, pero pensamos que debías consultarlo con el doctor. Después iré al gimnasio y cuando termine mis ejercicios lo traeré. -le miré agradecido, me estaba ayudando mucho y al final conocía a mi abuelo mejor que yo.

Se levantó y empezó a sacar lo que contenía la caja, a seleccionarlo y meterlo en los armarios, había dos paquetes de servilletas de papel y, sin pensarlo, cogí uno de ellos y se lo tiré con la intención de usar su cabeza como cesta de basquet acertando con precisión, él quiso hacerlo mismo y falló.

-¡Ja, ja, ja! Soy mejor encestador que tu. -entonces agarró el otro paquete y me lo lanzó con fuerza golpeándome en la cara. Por el gesto que debí poner se asustó y rápidamente se acercó a mi cogiéndome la cara con las manos.

-¡Perdona Marito! No mido mi fuerza. -me frotaba la cara con sus grandes manos buscando huellas del golpe.

-No ha sido nada Aldo, tranquilo. -le empujé y vacilando cayó sentado en la silla, me tenía sujeto y, a mi vez, caí sobre sus piernas. Hubo una pequeña confusión donde él intentaba levantarme y yo volvía a caer una y otra vez.

De pronto sentí como se le estaba endureciendo la entrepierna, él se dio cuenta de que lo había notado, se puso intensamente rojo mirándome avergonzado sin moverse.

-No es lo piensas Marito, ha sido sin querer. -sentí una pena enorme por aquel bendito chico que, a pesar de lo que me hizo, se mostraba tan vulnerable e inocente.

Dejé de moverme y le cogí la cara con las dos manos.

-Yo no pienso nada Aldo, te has excitado y nada más.

-Sí pero te vas a enojar conmigo. -le miré directamente a los ojos, tenía un velo en ellos para arrancar a llorar, le pasé la mano por el rostro acariciándole.

-No me voy a enfadar, eso es natural. -le miré los labios que le temblaban y sentí el remordimiento de ser la causa de que aquel buen chico sufriera, acerqué mis labios y los uní a los suyos, intenté entrar con mi lengua en su boca pero no la abría o nunca había besado.

-Te quiero besar Aldo, tienes que abrir la boca y cuando meta mi lengua tienes que acariciarla con la tuya. -me miraba horrorizado sin terminar de creerse lo que le estaba pasando.

Volví a besarle de nuevo y tuve que empujar con fuerza con la lengua para que reaccionara, abrió su boca y con timidez empezó a frotar su lengua con la mía.

A medida que el beso se prolongaba sentía como su bulto crecía y se endurecía debajo de mi culo. Nos separamos un momento.

-¿Te gusta Aldo?

-Nunca había besado así a nadie Marito.

-Lo sé, ahora bésame tu, mete tu lengua y juega con ella en mi boca. -se volvía más atrevido y osado, y aprendía a la velocidad del rayo.

En estos momentos y ya como estábamos, tenía que seguir adelante, yo mismo había empezado a sentir una suave excitación que hacía que mi ano palpitara.

-¿Quieres follarme Aldo? -me miraba totalmente ruborizado, abriendo la boca sin que las palabras salieran de su garganta.

-¿Sí o no Aldo?

-Sí, pero no te enfades como aquella vez.

-En aquella ocasión me forzaste Aldo, ahora lo quiero, es totalmente diferente. ¿Has vuelo a estar con un chico?

-No me gustan los chicos Marito.

-¿Cómo que no te gustan, me violaste y ahora quieres follarme y no te gustan?

-No, no me gustan, no soy como mi tío, me gustan las chicas y ellas se burlan de mi.

-No debían hacerlo Aldo, tienes unos ojos negros preciosos y cuando sonríes estás guapo, tienes que sonreír más y tener confianza en ti, además estás cogiendo un cuerpazo de envidia.

Me reía regocijado besándole la cara que ardía, la tenía tan roja que pasaba a violeta en algunas partes, su verga seguía muy dura a pesar de su confesión sobre los chicos.

-¿Conmigo que te pasa? Yo también soy un chico, tengo un pene.

-Tu eres diferente, eres más guapo que todas las chicas del barrio, muchos hombres lo dicen. -me conmovía su inocencia y sencillez al hablar, su temor a decir algo inapropiado y que ofendiera. Me cambié de posición y cabalgué sobre sus piernas duras y grandes volviendo a abrazar su cuello y besarle apasionado.

-Bésame tu Aldo, tu eres el macho ahora y debes tomar la iniciativa, me vas a follar porque yo lo quiero y lo vas a hacer muy bien.

Me bajé de sus piernas y aparté los paquetes que aún quedaban sobre la mesa, me subí la camisa mostrándole mi cuerpo y me quité el slip quedando desnudo de cintura para bajo.

Me coloqué con el pecho sobre la mesa y giré la cabeza para sonreírle. No se había movido de la posición que le dejé, me miraba con asombro infantil al recibir los regalos de Reyes.

-Fóllame Aldo, no hagas que te lo suplique. -entonces se levantó, se bajó los pantalones y el bóxer hasta media pierna, dejó a mi vista su pene, lo recordaba bien, aparentaba ser un poco más largo al haber perdido peso, pero no pasaba de los dieciséis centímetros, con forma de cuerno, la punta fina, le iba engordando hasta la base donde era muy, muy grueso, curvado hacía el ombligo parecía más pequeño.

De la punta le colgaba un hilo de precum con una gota al final que no terminaba de caer, lo tenía tan rígido que el cuerpo del pene parecía tener nervios donde se enroscaban las venas que lo regaban.

No esperaba su reacción, pero en lugar de enchufarme el pene con forma de cuerno, me sujetó las piernas, pasando las manos debajo de ellas y rodeando con sus grandes manos mis nalgas, me elevó hasta que mi culo encontró su cara y la hundió entre mis redondas nalgas.

Me hizo exclamar asombrado cuando a la primera ya tenía su lengua horadándome el ano.

-¡Ahhhh! ¡Ahhhh! ¡Ahhhh! ¡Ahhhh! Ummmmm, que rico amor métela más. -para no caer y dejarle trabajar a su lengua, me apoyaba con las manos en la mesa sosteniéndome, así no soportar en el todo mi peso.

A cada suspiro o gemido mío Aldo hacía más fuerza, o ponía puntiaguda la lengua para que entrara más, el chicarrón grande no sabía besar pero hacía milagros comiéndome el culito.

Era una auténtica comida donde a veces lamía mis nalga para volver de inmediato al ojete y lamerlo, besarlo y darle todas las muestras de amor que se le pasaban por la cabeza.

A veces le miraba su polla, goteaba incesantemente un chorro de jugos que le caía en el pantalón y en el suelo.

Al final, y creo que con pena, me fue bajando, hasta quedar con el pecho pegado al tablero de la mesa y las piernas muy abiertas. No se sujetó la polla, solamente mis caderas dirigiendo mi cuerpo hasta situarlo en la postura correcta, con el ángulo preciso dirigido a la punta de la verga.

Comenzó a entrar con facilidad, sin encontrar obstáculos o resistencia, salvo la que ella misma se encontró al final por el gran grosor que tenía, apretaba pero no había manera de que meter los dos últimos centímetros.

La follada era genial, me movía sobre la mesa como si fuera una muñeca de goma clavada en su verga, lo más placentero cuando llegaba a la parte gruesa y allí me abría el culo quisiera o no, los huevos se le bamboleaban golpeándome en los míos hasta causarme dolor.

-Así, así Aldo mío, fóllame rico mi vida, dame por el culo con tu rica polla.

-Sí, si Marito, toma, toma verga. -tenía la cabellera esparcida por el tablero de la mesa, cubriéndome la cara y no podía ver mucho, me la recogí con una mano y entonces me la agarro y tiro hasta torcerme el tronco subiéndolo sobre la mesa, le miré y él se inclino para besarme la boca.

-¡Qué rico estás Marito! ¡Qué rico estas!

-Cógeme duro amor, no tengas piedad, mete tu gorda picha en mi culo.

Arreció en las acometidas y poco después se contraía apretándose contra mi, incrustándome en el canto de la mesa y comenzó a eyacular, sentía que era poca cantidad, lo mismo que la vez anterior, no por ello me daba menos gusto sentirle retorcerse pegado a mi y gozando como todo macho de su hembra.

Cuando se calmó me la sacó, me dio la vuelta y me sentó sobre la mesa, me miraba curioso mi polla, de pronto la sujetó con una mano y se la llevó a la boca, hacía lo que podía y no sabía mamarla bien, pero era suficiente para hacerme gozar y que al poco tiempo le empujara la cabeza incapaz de detener la corría que me llegaba.

Aldo no dejó que la sacara y recibió en su boca cada uno de los latigazos de leche que tiraba, ahora le sujetaba la cabeza y sin querer que sacara mi verga de su boca hasta que me vacié y él se comió el semen.

Me incliné para coger uno de los paquetes con los que empezamos a jugar y le di una servilleta.

-Límpiate aunque lo más sucio que tienes son los pantalones. -a mi vez me limpie el poco semen que me salía del culo, la polla me la había limpiado él.

Nos quedamos unos segundos mirándonos sin hablar hasta que estallamos en risas.

-¿Lo he hecho bien esta vez?

-Como un profesional, las chicas no saben lo que se están perdiendo. De verdad Aldo tienes que sonreír más, relacionarte y no ser tan adusto.

-Creo que terminarás teniendo éxito con las mujeres. -como continuaba sentado en la mesa y desnudo, me señalo mi pene.

-No se Marito, hasta tu pene es más grande que el mío.

-Y yo lo he disfrutado, no soy especial, seguro que a muchas les encantará tenerlo, y también el cuerpo que estas cogiendo.

Aldo se fue al aseo para terminar de limpiarse y luego marchó al gimnasio, iba retrasado y salió corriendo.

Comencé a sonreírme recordando lo que Aldo dijo de que no le gustaban los hombres, y terminé riendo como un bobo.

Mas tarde pensaba en lo que me dijo de mi abuelo, tenía que tomármelo en serio y consultar al médico como ellos me sugerían.

No había querido comentarlo con él, pero ya me había dado cuenta de ciertos detalles extraños en su comportamiento. Había desplazado la mesita de la tele y girado su sillón, ahora podía mirar la puerta de la habitación de mamá y ver la tele a la vez.

Continuaba esperando su vuelta y no terminaba de entender que no regresaría nunca más. Otras veces se levantaba y se acercaba a la puerta mirando dentro del cuarto como si hubiera alguien dentro.

Eran detalles nimios a los que tampoco les había dado importancia, ahora con lo que Aldo me comentaba tenían más sentido para sospechar que algo le pasaba.

Unos días más tarde lo llevé al médico de cabecera, no resultó fácil y tuve que recurrir a la mentira, le dije que era el médico quien deseaba verle para cumplir un programa de vacunas. Después de observarle le pidió que saliera de la consulta.

-¿Que le sucede doctor?

-Es difícil asegurarlo antes de que le hagan más pruebas, pero debes entender que tu abuelo es mayor aunque de cuerpo esté bien y su estado es saludable. Puede ser muy bien algo relacionado con la demencia senil, o también alzheimer, muy parecidas, si no iguales las dos opciones. -vio mi preocupación e hizo un ademán quitando importancia a lo que había hablado.

-Hay medicación para retrasar la enfermedad, y según veo tu abuelo no da muestras de violencia, puede vivir muchos años o que la enfermedad progrese demasiado rápido. Lo siento Marito, es la realidad.

No podía decirle al doctor que, en verdad, mi abuelo si era violento, pero conmigo solamente, que me hacía pagar con castigos corporales, a veces duros, cualquier fracaso o problema que surgiera, fuera real o imaginario.

Ese mismo día tenía mi examen para obtener la licencia de conducir, había dejado a Marquitos, avisando previamente, que llegaría tarde a recogerle.

Cuando terminé el examen lo veía todo negativo, pensaba que no lo iba a aprobar, no veía más que fallos y errores cometidos en las pruebas pensando en mis problemas, lo que le sucedía al abuelo con esa rara enfermedad, también estaba nervioso esperando el resultado para ir en busca de Marquitos.

Me puse a llorar cuando me dieron el resultado y vi la palabra “Aprobado” impresa en el papel, al menos no era yo solo, otra muchacha sollozaba con más fuerza que yo, pero era por lo contrario.

Después invité a un helado a mi primito, las angustias se me habían ido, paseamos por el parque a la vez que pensaba lo que hacer con el abuelo.

Volvimos a la casa de mi primo cuando pensé que él estaría de vuelta del trabajo, no toque el timbre como hacía otras veces que esperaba hasta que el niño estuviera en casa, seguro con su papá, para marcharme tranquilo. En esta ocasión subí con él.

Cuando entramos Marcos estaba semidesnudo, tenía puesto solamente un bóxer y le noté que se terminaba de duchar. El niño corrió a los brazos de su padre y comenzó a contarle cosas del día.

-Vaya, tu primo te da todos los caprichos, un helado, pasear, cuando vuelva a sus estudios le echarás de menos. -el peque muy pronto encendió la tele y buscó su programa de dibujos.

-¿Te has atrevido a subir? Parece que me rehuyes. -mi primo se acercó a mi con la idea de abrazarme y di dos pasos atrás.

-Tenemos que hablar en privado, vamos a la cocina.

-¿No le vas a dar un beso a tu primo preferido?

-Es muy serio Marcos, déjate de juegos. -sin replicar se encaminó a la cocina, me permitía que le observa al caminar delante de mi, con su culito varonil encerrado en la tela contoneándose, su cuerpo hermoso, los pelos que le cubrían los lugares adecuados, los músculos marcados por su duro trabajo, y la pancita que no podía verle pero que le hacía parecer muy sexi.

Se sentó sobre la mesa abriendo las piernas, me daba todo un hermoso espectáculo de un joven macho fuerte y sumamente atractivo.

-Tu dirás que tienes tan urgente e importante. -me coloqué un poco apartado apoyando la cadera en la mesa.

-Se traba del abuelo. -enarcó las cejas para que siguiera y le referí lo que me había contado Aldo y el resultado de la visita al doctor. Cuando acabé solo esbozó una ligera sonrisa.

-¿Y qué quieres que haga yo? ¿O qué hagamos, en algo habrás pensado? -la verdad era que había pensado muchas cosas pero no me había quedado con alguna que viera buena o viable.

-No lo se, no se me ocurre que hacer. -alargó la mano, me cogió del hombro y me llevó hasta pegarme a su pierna.

-Nada primito, ya te lo ha dicho el médico, le recetará las medicina que necesite y a esperar, no hay otra.

-Pero puede llegar a ser violento.

-¡Ja, ja, ja! -su risa llenaba la cocina.

-Ya estas acostumbrado a su violencia y no te cogerá de sorpresa, deja actuar al tiempo, siempre estas impaciente. -me seguía teniendo sujeto del hombro y lentamente me acercaba a su pecho, tenía la piel fresca aún por la ducha reciente, sentía la necesidad de abrazar su poderoso pecho y besarle pero me contuve.

-Hay cosas más interesantes que hacer y no hablar tanto del abuelo.

-Tu no vives a su lado, nunca has sufrido sus golpes, hasta ahora solamente han sido palizas…, en serio que puede llegar a ser peligroso.

-¿Crees que no me dolía cuando te pegaba?, ¿crees que si hubiera podido no lo hubiera evitado?, estás muy equivocado primito, no sufría el dolor de los golpes, pero lo sentía como si estuviera en tu lugar.

-¿Recuerdas el día que nos sorprendió jugando? Tu me mamabas a gusto la polla, te gustaba tocármela desde aquella vez en el jardín de Roberto. ¿Recuerdas cómo me tuvo tres días encerrado y sin comer porque no debía tocarte? También a mi me ha tratado mal… ¿Y ahora tu me pides que resuelva su vida, que me preocupe por él?

-Creo que no debi decírtelo y buscar yo solo una solución. -me sujetó de los dos hombros y me encerró en sus piernas. Me besaba la frente a la vez que me pasaba la mano por el pelo.

-¡Oh! mi nene, déjalo estar ya, sabremos lo que tengamos que hacer cuando avance el mal. -me levantó la cabeza para busca ansioso mi boca besándome desesperado, me abracé a su cuello y respondía a su beso, las lenguas buscaban en la boca del otro acariciándose frenéticas.

Después de un largo beso, escuchando el sonido de la tv, me percaté que Marquitos estaba cerca y podría escucharnos. Le empujé del pecho para separarnos.

-No Marcos, está el nene.

-¿Te preocupa que el chico nos vea?

-¡Marquitos! -gritaba a la vez que saltaba de la mesa al suelo.

-¿No quieres ir a jugar con tu amiguito de arriba?

-Si papi, ¿me dejas?

-Puedes subir, pero no quiero que su mamá me diga que te portas mal. -todo se sucedía en cuestión de segundos, el peque en zapatillas abrió la puerta y su padre le siguió, me causó gracia que con una mano se apretaba la verga que se le salía por arriba del bóxer.

Esperó semi escondido hasta escuchar que la puerta de arriba se cerraba y volvió saltando a la cocina. No dijimos nada, me levantó con fuerza y en un segundo su boca comía la mía.

Me sentó sobre la mesa sin dejar de besarnos, como dos animales entre gruñidos y gemidos, enseguida comenzó a quitarme la ropa hasta dejarme desnudo totalmente, su verga salió del bóxer dura y completamente erecta, la miraba arrobado sin terminar de creer que me iba a comer aquella magnífica y potente polla.

Baje de la mesa y me arrodille delante de él, su polla quedaba enfrente de mi boca, la olía y besaba a la vez que acariciaba sus testículos y me la metí en la boca, sabía deliciosa y disfruté su sabor, se la chupaba como un loco, hacía muchos días que no tenía una verga para mamar.

Le saqué el bóxer de los pies sintiendo el peso de sus cojones en mi cabeza, aquel tremendo macho duro y curtido, mi primo, era totalmente mío. Le senté en una silla empujándole y él comenzó a manejarme como quería, a dominarme dirigiéndome con la presión de sus grandes y fuertes manos, me guiaba para situarme como deseaba hasta que sentí sus enormes dedos hurgando mi trasero, queriendo entrar en mi culo.

-Abrete primito, déjame que te meta los dedos y te abra el culo.

Se escuchaba el televisor que Marquitos había dejado encendido, me dio los dedos para que se los chupara y luego encontraron mi culo, me los metió uno a uno, dos eran suficientes por el grosor que tenían.

-Ahora te vas a sentar en ella putito mío, te vas a empalar y sentir mi verga dentro de ti.

-¡Ummmmmm! -sus palabras me ponían a cien, besaba sus duras piernas y mamaba sin cesar su polla sintiendo como me invadía el trasero, como metía y sacaba los dedos abriéndolos para estirarme el ano.

Su polla me parecía enorme en esos momentos, más grande que otras y no era cierto. Me senté sobre él cabalgando sus piernas y él dirigió la polla a mi huequito, al fin fui sentándome hasta hacer contacto, comenzó a penetrarme y era yo el que me iba dejando caer para empalarme, cuando toda ella estaba metida nos volvimos a besar.

-Me gusta, ¡qué rica polla Marcos! la tienes muy dura, ¡Oh! Marcos que bien estoy así con tu vergota dentro.

-Puedes tenerla cuando quieras primito, a ella le gusta tu culo y tu boquita de princesa, le encanta perforarte este culito prieto. -estábamos los dos muy calientes y los besos eran tremendos, intentando movernos poco para hacerlo durar, me mordía la oreja a la vez que me decía palabrotas groseras que me erizaban el vello.

-Putito hermoso, primito puto, princesita viciosa, te estoy cogiendo el coñito, eres mi mujercita, mi puta hermosa. -y así otras más lindezas que, en esta situación, me gustaba escucharle decir con su voz sonora y potente de macho.

También yo le decía lo que él deseaba escuchar.

-Fóllame duro primo, jode a tu primito, eres mi hombre mi macho, dame el semen de tus huevos, eres el que mejor me folla. -éramos muy cerdos en ese momento y no me importaba serlo.

Nuestras palabras, los encendidos besos y los mínimos roces de su verga en mi culo apretado, fueron demasiado para Marcos, me mordía el cuello a la vez que su verga disparaba el precioso líquido en mi culo, se había corrido antes de lo esperado.

Estuvo unos minutos respirando con dificultad en mi cuello mientras yo le acariciaba sin cesar y le besaba, me había dejado a medias y aún gozaba sintiendo la dureza granítica de su verga dentro de mi.

Se repuso y con la respiración más tranquila volvió a besarme.

-Has visto lo que me haces putito lindo, me pones tan caliente que no aguanto nada.

-Estoy muy bien tonto. -sentía muy rico como rozaba su polla en mi interior, y a pesar de no haber tenido mi orgasmo, mi polla no dejaba de soltar los jugos que manifestaba el placer que me daba sentir su polla de mi culo

Poco después se levantó conmigo en sus brazos, sin desenchufar su polla de mi culo y me colocó sentado encima de la mesa, me sujetó pasando las manos debajo de las nalgas y me transportó al dormitorio, allí reanudó los embates follándome a placer, hacía que la cama se moviera y golpeara contra la pared y mi primo rugía avasallador y potente haciéndome sentir su hembra.

-¡Me corro Marcos! -estaba eyaculando y vaciando mis huevos entre gritos y gemidos que le excitaban más, ahora él se controlaba mejor y hacía durar la follada.

-Toma, toma mariconcito, recibe la leche de tu macho. -temblaba mientras volvía a disparar los potentes chorros de semen en su hembra.

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