‘Bien, mañana los veo a primera hora en la terminal de autobuses. Gracias, descansa.’ Fue el último texto de Rogelio, director general en la constructora para la que Héctor y su mejor amigo Moisés, laboran.
El lunes muy temprano apareció Héctor en la terminal, vistiendo una playera tipo polo color azul, y una chamarra ligera en azul rey, combinado con unos jeans semi ajustados, sus predilectos, pues dejaban apreciar lo bien trabajadas de sus piernas, gracias al fútbol. Enseguida, apareció a su lado Moisés, compañero y mejor amigo, el traía puesta una camisa a rayas, un pantalón de gabardina, una chamarra negra y sus botines café. Después de saludarse, fueron a comprar un café en lo que esperaron la llegada de su jefe.
Rogelio llegó casi siete en punto, él usaba un traje, pues no estaría mucho tiempo en la construcción. Minutos después abordaron el autobús rumbo a Hidalgo. Pasadas las diez de la mañana llegaron a la terminal, en la cual buscaron algo de alimento para almorzar.
Al término y al salir de la terminal, abordaron un taxi que les llevó a la construcción ubicada muy cerca de la capital, tenían que estar al mediodía y la hora se acercaba.
Llegaron al lugar y ya les esperaba en la puerta Saúl, ingeniero parte de la misma empresa, y que desde hace un par de años se instaló en Hidalgo para ser de los directivos en dicha sede. Este ingeniero cuenta con apenas 27 años pero con una larga experiencia y sabiduría en su trabajo; en cuestión física podría considerarse muy atractivo, de complexión robusta, moreno claro, ojos miel, de barba bien cuidada tipo candado, y cuerpo semi ejercitado, bastante nalgón, y abiertamente gay. Esa ocasión, vestía unos jeans ajustados, botas de piel café, camisa a cuadros, un chaleco azul con amarillo y su respectivo casco.
Saludó efusivamente a sus compañeros, hacía tiempo que no les veía, les entregó un chaleco y casco a cada uno y entraron en la obra; mientras caminaban, platicaron sobre los contratiempos surgidos y como podían resolverlos. Rogelio se mantuvo un par de horas más con ellos, y luego regresó a la capital, dejando a los tres a cargo, quiénes continuaron hasta al atardecer, cuando dieron por finalizada la jornada, aunque al siguiente día les esperaría otro tanto por hacer.
Una vez fuera de la empresa, Saúl les propuso acudir a un restaurante al centro del pueblo, ahí podrían cenar algo rico e incluso tomar un par de cervezas o alcohol si bien así lo decidían. Llegaron al lugar mencionado y estuvieron ahí por un par de horas, platicando trivialidades. Comentaron con Saúl sobre sus vidas, realmente no había mucho que decir más allá de sus matrimonios. Saúl en cambio, les platicó sobre su nueva vida en Hidalgo, lo difícil que resultó adaptarse a una nueva ciudad, e incluso, sus desventuras amorosas.
Cerca de las nueve marcharon rumbo a algún hotel cerca del lugar, Saúl decidió acompañarles a encontrar la mejor opción. Una vez ubicado el hotel, se despidieron de Saúl, ya que él se marchó se acercaron a recepción para confirmar la renta de una habitación, ciertamente les causaba pena rentar solo una y que Saúl pudiese deducir cualquier cosa.
Entraron en la habitación, no era el mayor lujo pero tampoco lucía como hotel de paso, la cama era king size por tal motivo era grande, en cada costado tenía un pequeño buró con un cajón cada uno, y encima, la tenue luz de una pequeña lámpara empotrada en la pared. Al frente de la misma, había un sillón mediano, y encima, un televisor colgando. Enseguida había una mini habitación la cual tenía un pequeño refrigerador, y una barra, al centro un pequeño y redondo comedor con dos sillas. Y a un costado se encontraba la puerta para el baño, que tenía una especie de tina, en la zona de la regadera. Si bien, era un lugar bastante acogedor.
Dejaron sus maletines al lado del sillón, Héctor reposo sobre este, mientras que Moisés se recargó en la cama; desajustaron sus prendas y trataron de ponerse cómodos, quedando solo en bóxer, platicaron por un momento, luego Héctor se aproximó al cuarto de baño para darse una buena ducha, pasaron unos minutos cuando Moisés llamó a la puerta del baño, pidiendo permiso de ingresar a orinar.
Héctor continuó bañándose sin dar importancia a la presencia de su amigo, quién no perdió oportunidad de mirar fijamente todo su cuerpo, aún incluso cuando había terminado de orinar; sin darse cuenta comenzó a tener una ligera erección luego de estar observando. Cuando se percató de lo que su hormona estaba provocando, se apenó un poco y pensó en retirarse, pero un ligero instinto le hizo acercarse a su amigo y sin avisarle posó una mano sobre la nalga de su amigo, este se sorprendió con la acción de Moisés, de modo que giró su cuerpo inmediatamente mirándolo fijamente a su amigo, quién no podía ocultar la tremenda erección de su pene, lo cual, le provocó una especie de corriente eléctrica recorrerle el cuerpo, bajó una de sus manos, dando a entender que podía acercarse su amigo, y una vez que lo hizo, Héctor le tomó el pene y comenzó a sobarlo, sin dejar de mirar a los ojos a su amigo.
Ninguno decía nada, se limitaron a tocarse uno al otro, hasta que Moisés decidió meterse a la tina junto a Héctor, sin importar que se mojara su bóxer el cual no se había quitado. Ya los dos dentro, no pudieron evitar comenzar a besarse. Héctor colocó una de sus manos sobre la nuca de Moisés, mientras que su otra mano seguía masturbándolo. Moisés por su parte, colocó sus manos en la cintura de su amigo y de vez en cuando acercó sus manos a las nalgas de su amigo, sobándolas.
El agua continuó cayendo sobre sus cuerpos, mientras continuaron entregándose en un apasionado beso. De pronto se apartaron, solo para que Moisés se quitará el bóxer, luego Héctor se inclinó, y metió el pene de su amigo en su boca, comenzando un excelente ejercicio oral, que bien disfrutó Moisés; este último recargó su cuerpo sobre la pared y la tina del baño, abrió sus piernas para que Héctor pudiese colocarse en medio y se dedicó a disfrutar, mientras pasaba sus dedos sobre el cabello mojado de su amigo.
La idea de tener un pene en su boca poco a poco se volvió más placentera para ambos, la torpeza comenzó a quedar de lado, en ocasiones, lograban hacer una buena garganta profunda, aunque las náuseas al llegar a la campanilla no se hicieron esperar.
Mientras Héctor continuó lamiendo el pene de su amigo, intercambiando movimientos con la masturbación, Moisés jugueteó con el pene de su amigo, con sus pies los cuales movía intentando masturbarlo y darle placer. Luego inclinó hacia delante su cuerpo tratando de tocar las mojadas nalgas de su amigo, dio un par de palmadas a cada una y acercó sus dedos a la raja de su amigo que no dejaba de escurrir agua, al tener el acceso a su ano, intentó meter un dedo, a lo cual Héctor reaccionó con fuertes gemidos que le hicieron en algún momento sacar el pene de su boca y limitarse a masturbarlo.
Momentos después, Moisés tomó a Héctor por la barbilla, le miró fijamente y acercó sus labios, nuevamente fundiéndose por algunos instantes en un excitante beso bajo la regadera, hasta que se pusieron de pie, esta vez, Héctor recargó sus manos contra la pared, dándole la espalda a su amigo y elevando un poco su cintura, dejando a merced de su amigo su bien mojado ano. Moisés mordió y relamió sus labios ante tal visión, inmediatamente comenzó a masturbarse y no dudó en aproximarse a su amigo para comenzar a sobar sus nalgas, colocarse en cuclillas detrás de él y acercar su boca a aquel redondo trasero; primero les dio una ligera mordida para después comenzar a lamerlas y besarlas; fue moviendo sus labios hasta llegar al centro de las mismas, ahí las abrió sutilmente y despacio fue metiendo su lengua, al mismo tiempo que cerró sus ojos, dejándose llevar por la sensación de aquel beso negro, en tanto, Héctor mordió sus labios entonando varios gemidos producto del placer que su amigo le causaba, por inercia agarro su propio pene y comenzó a masturbarlo con bastante frecuencia.
Moisés continuó lamiendo durante varios minutos, en ocasiones escupía un poco y continuaba dándole placer al ano de su amigo que no dejó de contraerse, acción que provocó más excitación en Moisés que no duró mucho tiempo realizando aquella acción, se puso de pie, masturbó su pene por breves segundos y enseguida intentó penetrar a su amigo. A decir verdad, su ano ya se encontraba bastante dilatado, lo cual causó una mejor accesibilidad e incluso, la sensación de dolor en Héctor fue menor, claramente no pudo evitar gemir, pero esta ocasión mayoritariamente por placer.
Reposó su pecho sobre la loseta, sin dejar de elevar sus caderas y de masturbarse, mientras Moisés le “taladraba” su agujero sin parar. Fueron así varios minutos de penetrarlo con fuerza y delicadeza a la vez, el agua que aún les recorría por sus cuerpos provocaba un excitante sonido al choque de la pelvis de Moisés con las nalgas de Héctor.
Ambos disfrutaban en exceso aquel acto sexual, Moisés recargó su pecho al torso de su amigo, le rodeó con sus brazos, y en ocasiones besó el cuello de su amigo. Unos minutos después terminó la penetración, solo para que Héctor colocará sus rodillas sobre la tina y sus manos sobre la misma, Moisés por su parte, cerró la llave a la regadera para de nuevo acercarse a su amigo, palmeó de nuevo sus nalgas, y acercó su pene a ellas, de nuevo comenzó a penetrarlo, con un buen ritmo, por varios minutos más, hasta que sus sentidos no pudieron aguantar más. Su sangre inundó su cerebro y su pene el cual comenzó a palpitar dentro de las nalgas de su amigo, a los pocos segundos comenzó un delicioso orgasmo para Moisés que no tardó en arrojar varios chorros de semen dentro del culo de su amigo. Ambos se unieron en fuertes gemidos que ensordecieron el cuarto, mientras se quedaron estáticos por algunos instantes, solo para reponer su aliento. Enseguida Moisés salió del cuerpo de su amigo, abrió de nuevo a la regadera, para enjuagar sus cuerpos; Héctor pasó sus manos por el pene de su amigo, acariciándolo al tiempo que expresó el gusto que había sentido de tenerlo adentro, luego volteó su mirada a su mejor amigo y comenzó a besarle con tanta pasión, que pareciera que llevaran tanto tiempo como los mejores amantes. Luego cada uno tomó una toalla, y secaron sus cuerpos.
El primero en salir a la habitación fue Moisés, se sentó sobre el sillón mirando a su maleta, sin muchas ganas de levantarse por ella y tomar un bóxer limpio, simplemente se quedó pensativo. Héctor fue el siguiente en salir del baño, con su pene levemente erecto, pues no había descargado su calentura, así que mientras masajeaba su miembro se acercó a su amigo para interrumpir sus pensamientos, colocando cerca de su cara su pene ya en erección, colocó una mano sobre su nuca empujándolo para que se animara a probar, Moisés movió su cuerpo al extremo del sillón, tomando aquel pene con una de sus manos y comenzó a masajearlo, miró a su amigo relamiendo sus labios y le preguntó si estaba listo para disfrutar a lo cual Héctor asintió y sin más preámbulo, Moisés metió el pene en su boca. Comenzó primero con movimientos suaves y lentos, luego fue incrementando el ritmo, metiéndosela hasta el fondo, haciendo pausas para sacarla chorreando presemen y saliva, tratando de reponerse, a su vez, Héctor con un pie sobre el brazo del sillón acariciaba el cabello de su amigo, aprobando las acciones del mismo.
Después de un rato manando, cuando esta se encontró totalmente erecta, la apartó de sus labios, Héctor la tomó con sus manos y comenzó a masturbarse el mismo, le sugirió a Moisés que le tocaba dejarse a él, este último asintió, de tal modo que Héctor se acercó a él para primero darse un buen beso, acto seguido, Moisés se hincó sobre el sillón, recargando sus brazos sobre el respaldo del mismo, elevando sutilmente sus nalgas ofreciéndoselas a su amigo, que no tardó en acercarse a ellas y comenzar a regalarle unas excitantes lamidas; pasó su lengua sobre ambas nalgas, sobre su rayita y también en el ano, donde no perdió oportunidad de dar unas ligeras chupadas con sus labios.
Luego de varios minutos degustando aquellas nalgas, Moisés soltó un inminente “¡Ya cógeme!”, y como si se tratase de una orden, Héctor se puso de pie, dirigió su pene al hoyo bien abierto y dilatado de su amigo, y de un solo golpe metió todo su miembros provocando un fuerte grito de Moisés, que bien seguramente fue escuchado en las habitaciones aledañas. Evidentemente el dolor en Moisés fue tal que echó su cuerpo hacia enfrente, Héctor entendió muy bien aquella sensación de modo que sujetó la cintura de su amigo y se detuvo un momento, esperando que el dolor cesara en su amigo, después de unos segundos reanudó sus movimientos, de manera continua pero suave, tratando de no causar ningún malestar en Moisés. Poco a poco aumentó el ritmo y a la par la intensidad aunque siempre con el debido cuidado. Prosiguió penetrándolo en aquella posición por algunos minutos más, hasta el momento en que fue necesario probar algo más.
Está ocasión, Moisés tuvo la curiosidad de montar a su mejor amigo, probar por primera vez lo de sentarse sobre la verga de un hombre, y así pues, indicó a su amigo se recostará sobre la cama, y una vez que esté lo hizo, se acercó al colchón y se subió sobre Héctor, se detuvo brevemente cuestionándose si en realidad se animaría a probar esa posición, Héctor le miró y nalgueó animándolo a que se atreviera, entonces Moisés tomó la verga de su amigo, dirigiéndola a su ano y poco a poco comenzó a introducirlo en él, bajando lentamente. El dolor se hizo presente de forma automática, cerró sus ojos mirando al techo de la habitación y mordió sus labios tratando de aminorar el dolor que aquello le causaba, el cuál fue aún mayor cuando el pene de su amigo estuvo completamente introducido en sus nalgas. Se quedó quieto un momento, posteriormente comenzó a mover sus nalgas de arriba a abajo, de forma tenue; luego fue subiendo de nivel cuando su cuerpo se fue acostumbrando. El sonido del rebote de sus nalgas le resultó bastante placentero, el dolor se había convertido en placer, en instantes, inclinó su cuerpo hasta que sus labios se entrelazaran con los de Héctor, quién aprovechaba dicha flexión para ser él quien subiera y bajará su pelvis, metiéndole todo su pene mientras apartaba sus nalgas. Moisés continuó gimiendo, esta vez, a un costado del oído de su amigo en el cual le suplicaba que no dejara de cogérselo.
Después de un tiempo, Héctor rodeó a Moisés con sus brazos, luego comenzó a mover ambos cuerpos, de modo que ahora Moisés fuese quién estuviera recostado en la cama, esta vez boca arriba y con las piernas elevadas mientras Héctor continuó metiéndosela, en un principio, separando las piernas de su amigo para una mejor entrada, y después juntando dichas piernas y cruzándolas en forma de “x”, fue en esa posición que comenzó a embestir con mayor fuerza, callando los gemidos de su amigo con sutiles besos en sus labios e incluso en su cuello.
Luego de algunos minutos una serie de espasmos comenzaron a invadir su cuerpo, y en breves segundos inició una descarga de semen que llenó todo el culo de su amigo de leche.
Así se quedó un instante, con la verga dentro del ano de su amigo, separó sus piernas solo para acercarse mejor a su amigo y de nuevo volvieron a besarse, esta vez con mayor pasión y más suave que antes, hasta que su pene comenzó a perder erección, así fue que se salió de su amigo y se recostó a su lado.
Ambos mirando al techo, reponiendo el aliento luego de tal encuentro, se pusieron pensativos, era ya el tercer encuentro de ambos, y la primera vez que ninguno usaba condón, y por lo tanto, la primera que ambos terminaban dentro del culo del otro. Tal vez estaban llevando el juego de una noche de borrachera muy lejos, tal vez no eran conscientes de las consecuencias que aquello podía traerles, pero sin duda, era un terreno en el que habían caído y del que difícilmente podrían salir.
Voltearon a mirarse, se sonrieron y sin pensarlo, Héctor se abalanzó sobre Moisés, encima de él volvieron a besarse. Está no sería la última vez que este par de amigos “heteros” casados probarían del sexo gay, de hecho… ¡Esto apenas estaba comenzando!