¿Qué buena sensación tenerla en mi mano; su contextura sedosa, grande, palpitando suavemente y aún blanda, me pareció muy agradable. Me hacía sentir algo que yo deseaba tener. Fue él quien me pidió que se la tocara cuando hizo el primer ademán de irse de la fiesta. Se quedó parado, de pie, al fondo del pasillo, agarrándose de la barandilla en la subida, dejando la sala donde habíamos celebrado la cena de Aniversario de la Empresa. Habíamos comido abundante, habíamos conversado, habíamos bailado hasta sudar la camisa en este verano que no acaba… Todos estábamos cansados y deseosos de irnos a casa y meternos en la cama. En un momento ya casi todos los demás se habían ido, la mayoría en taxi porque habían previsto que se dejarían llevar por los tragos que se nos ofrecían abundantemente.
Roberto fue el último que se iba antes que yo. Lo conocí en la oficina, trabajaba en facturación y a veces compartíamos algún rato de conversación, aunque no era tan frecuente. Pero, desde que le conocí me había llamado la atención, es hermoso, no excesivamente hasta llegar a ser inalcanzable, pero nada tenía feo, sus labios carnosos y sus ojos verdes, el cabellos siempre por la frente y abundante, incluso le llegaba a cubrir el cuello de la chaqueta por detrás. Era simpático verle cómo cada vez que se ponía su chaqueta, tenía que desplazar el cabello de dentro del cuello hacia afuera.
Cuando me pidió que se la tocara, no pensé mal ni mucho menos, me pareció que era un asunto de la bebida que había ingerido, sonrió y me aconsejó que me fuera a casa aprovechando que él ya se iba.
— ¿Has llamado un taxi?, —le pregunté para saber si se daba cuenta de lo que hacía y de si se sentía bien.
Vi el bulto de su entrepierna que se levantaba moviéndose dentro de sus pantalones y tenía que acomodarse para no pasar apuros.
— Nacho, ¿no te gustaría un poco de esto?, —me preguntó, dirigiendo fijamente sus ojos verdes hacia los míos y tomando mi mano para bajarla y que tocara su polla.
Espontáneamente estaba sintiendo el tacto de su bulto tan sedoso, pero rápidamente saqué mi mano y educadamente le dije que debía irse, que estaba cansado y debía meterse en la cama.
— Ya sé que estoy cansado, tú también, vamos a compartir juntos mi polla, Nacho; eso estaría bueno para los dos; además, tengo un regalo especial de para ti.
— ¿Para mí?, ¿a qué viene eso?, —le pregunté siguiéndole la corriente y esperando que se fuera pronto.
Miró hacia abajo susurrando:
— Bájate la cremallera y verás, sería un bonito final para este día si compartiéramos nuestras fantasías.
Estaba pensando en lo que me iba diciendo y que ya rondaba por mi cabeza: «¿Qué debo hacer para deshacerme de él? ¿Debo llamar un taxi a su nombre?» Pero Roberto volvió a tomar mi mano y su «regalo» estaba cada vez más crecido.
— Nacho, solo apriétalo por mí que me será muy agradable.
Yo me puse a pensar: «¿Por qué me estaba pasando esto? Era como si Roberto conociera mi mente, justo lo que había estado pensando durante mucho tiempo. Esto se había convertido en un propósito personal para una nueva etapa en mi vida. Todo era como si Roberto supiera que yo soy gay, pero ¿cómo puede saberlo? ¿acaso se lo he demostrado involuntariamente por algún inopinado gesto mío?» Me preguntaba estas y otras cosas similares para desear descubrir si es que sabía algo o era simplemente por los tragos de licor que quizá había tomado y le había afectado tanto a Roberto.
Pero me sorprendí en ese momento que mientras pensaba todas esas cosas, no aparté mi mano de abrazar con mis dedos y la palma de mi mano la sedosa polla de Roberto, sino que le acariciaba incluso el escroto. Roberto me sonreía muy encantador y reaccionaba cuando yo apretaba y sentía que el sexo estimulaba mis hormonas.
Algo estaba pasando y yo estaba disfrutando de ese contacto. Me sentí extrañamente a gusto y el suave sonido de sus gemidos finalmente me excitó. Resolví probar diferentes sensaciones moviendo mis dedos alrededor de su polla y debajo en su escroto. Aquello fue relajante y encantador, especialmente porque le estaba dando tanta alegría a Roberto como a mí un nuevo placer.
— No pares, es precioso, ábreme la bragueta y saca mi paquete, ¿verdad, Nacho, que es precioso?
Está al pie de las escaleras, de frente a mí todavía, pero con un pie colocado en el siguiente escalón, como quien se va, creando un verdadero espacio entre sus muslos que me atrajo mucho más porque pude variar mi forma de tocarlo.
Lo disfruté por un tiempo, sintiéndolo y apretándolo así entre sus piernas y sobre sus pantalones. Estaba un poco inseguro acerca de aceptar su invitación para abrir sus pantalones y sacarlo afuera. Entonces subí dos escalones, lo que me permitía alargar la mano sin sacarla de dentro de su pantalón. Él subió dos más y así hasta que llegamos a la calle. Me dijo:
— Mi casa está ahí mismo, al lado, a 3 minutos, no necesitamos taxi, no saques tu mano y sigue acariciando mis huevos que no transita nadie.
Y seguimos así hasta su casa.
Una nueva sensación: meter mano en el paquete de uno en plena calle. Pero me asaltaban por momentos la duda y sobre todo cuando estaba abriendo el portal para que entráramos los dos. Pensaba: «¿Qué pasaría si sólo fuera la bebida lo que le causara estar así, lo embarazoso que sería si todo fuera una especie de broma y yo cayera en la trampa? Sería una broma horrible para justificar después, porque algunos de nuestra oficina tienen un extraño sentido del humor.
Antes de entrar decidí preguntarle sin rodeos si estaba al tanto de lo que estaba pasando y si sería mejor que me fuera ahora mismo, porque hacemos muchas cosas bajo la influencia del alcohol de las que nos avergonzaríamos cuando se nos pase el efecto de las copas de más.
Me agarró del brazo y me llevó al ascensor, diciendo:
— Nacho, no estoy tan mareado como para no saber lo que me excita y he tenido un sentimiento por ti que me dice que te gusta lo que estás haciendo y que te gustaría pasar la noche conmigo. Así que al diablo con marcharte, déjame mostrarte de qué se trata y desenrollar tu regalo ahora mismo!
Me di cuenta de que Roberto tenía cierta eminencia imperativa sobre sí mismo y extrañamente me di cuenta de que le gustaba ser así. Lo hizo aún más atractivo para mí y me incliné hacia la idea de que sería bueno ir más lejos y complacerle.
Si, en el peor de los casos, todo sería una gran broma, podría culpar al efecto del alcohol por la mañana y seguir con mi vida normal. Pero si no era broma y Roberto era genuinamente sincero en sus sentimientos, esto podría ser el comienzo de una nueva y maravillosa relación que, francamente, anhelo desde hace tanto tiempo, pero nunca tuve el valor de acercarme a otro hombre, excepto en páginas de chat en Internet y no me animaba porque todos ellos parecen querer una emoción rápida de cama y luego «si te he visto ni me acuerdo».
Hemos llegado a su vivienda y estábamos completamente erguidos. Me pidió de nuevo que le abriera la bragueta para sacar su paquete que era especial para mí y si yo quería podía probarlo ahí mismo.
Eso hizo que un escalofrío subiera por mi columna vertebral. La idea de un encuentro sexual de tipo profundo y penetrante ya era bastante tentadora. Había probado los vibradores anales y disfrutado de los sentimientos derivados de ellos. Pero francamente, había llegado al punto en que me parecían aburridos. Algo faltaba, como que no había alma. Vale, vale, esos japoneses sabían cómo crear los mejores sentimientos sensuales, pero no importa cómo lo intentaran, nunca podría ser algo real.
Ahora se me dio la oportunidad de intentarlo y fue maravilloso, porque no tenía que preocuparme de reunir el valor para familiarizarme con alguien y esperar que estuviera inclinado.
Así que me aventuré a sacar todo el paquete de Roberto y respiré su aroma. Reconocí el olor, igual que el mío, pero cuando profundicé más y me deslicé por sus calzoncillos para exponer el contenido de su paquete, inmediatamente olfateé el olor del sexo, un olor que había encontrado a menudo cuando me masturbaba con un vibrador anal dentro de mí, que era siempre más prominente cuando estiraba el prepucio hacia atrás para revelar esa hermosa y maravillosa cabeza sensible albergada con su propia capucha que yo desencapotaba, retirando el prepucio. Me puse de rodillas para desplegar todo bien y, para alegría de Roberto, yo estaba arrodillado conociendo el contenido y disfrutando mucho de él.
— Es justo lo que quería, Roberto. ¡Me encanta!
— Pensé que podrías, no pares lo que estás haciendo, me encanta lo que estás haciendo con mi regalo, sigue jugando.
Era bastante bonito, también muy grande, muy rígido y flexible. Me encantaba su tacto y su olor. Me aventuré a masajear suavemente sus amplias bolas y él gimió instándome a que siguiera, abriendo más sus piernas para que yo pudiera acunarlas. Dijo
— Me encanta que acunes mis bolas con tus suaves manos.
Le di un generoso masaje durante un rato y lo entusiasmé. Su cabeza se extendía hacia adelante y hacia atrás mientras le daba una buena sacudida rígida, igual que yo hago con la mía.
De nuevo otro tipo de dudas más atrevidas: ¿Debería o no debería? Estaba contemplando su color. Ya tenía la sensación, tenía el olor y ahora tal vez necesitaba el sabor. Me gustaría ir a por ello. Algo me dijo que era lo correcto y que a menudo había fantaseado sobre cómo se sentiría y cómo sabría en mi boca. Ahora era el momento de averiguarlo.
Cerré los ojos y fui a por ello. Un sonido apreciativo salió de los labios de Roberto cuando empecé a descubrir de qué se trata el sexo oral. Lo apreté entre la lengua y el paladar y supo a algas, un poco como el eglefino que tanto me gustaba para desayunar con una pizca de mantequilla. Ahora tenía otro tipo de pomo y era delicioso sentir y saborear en mi boca mientras lo chupaba con fruición y generosamente.
Al mismo tiempo, Roberto, aparentemente frenético por la forma en que estaba disfrutando del contenido de su paquete, me preguntó si podíamos ir a la cama porque le gustaría ir más lejos.
No necesitaba contestar. me levante y medio abrazados adelantamos unos pasos hasta su dormitorio. Ahora ya sabíamos los dos qué queríamos; su polla erecta y muy grande iba por delante de nosotros indicando el lugar. Apenas llegamos al dormitorio, se desnudó completamente y luego me desnudó a mí totalmente, inequívocamente suya fue la acción de desnudarme y me dio mucho placer.
Insinuó el deseo que sentía y paseó su polla por mi culo, a la entrada de mi ano. Iba pasando su polla una y otra vez por el agujero deseando entrar y apuntado allí mismo a mi puerta. Me sentía ya violado como nunca me había sentido y todo me daba placer, hasta mi polla que nada tiene de pequeña lo agradecía con pulsaciones que la hacían ponerse más erecta por momentos. Jamás había sentido tantas sensaciones juntas que, ocurriendo en un lugar hasta ese momento desconocido, me ponían en vilo todo el cuerpo. La alegría de esta jornada estaba superando todas las situaciones vividas anteriormente, convirtiéndolas en insignificantes. Esto era insuperable; yo ya sabía ahora lo que venía, ya solo esperaba con ansias la entrada firme de su polla por mi culo. No solo la esperaba, también la ansiaba
No se hizo esperar mucho más tiempo, pronto llegó. Ahora comencé a saber y experimentar la totalidad del sexo. Ya había probado el tacto de su lengua en mi grieta que me hizo gemir y suspirar como si estuviera en otra galaxia.
Me dijo que para mi bien sería mejor a cuatro patas, me puse a cuatro patas, levanté el culo expuesto para él, algo que me nació de natural hacer. Se colocó en mejor posición y pronto sentí que el calor de su cipote empezaba a penetrarme. Tomó un poco de lubricante que tenia preparado en la mesita de noche, me embadurnó mi culo, se pasó por su polla y continuó con delicadeza.
El comienzo de la penetración fue algo difícil, su polla no es la de un niño grande, incluso mi vibrador más grande no podría competir con los volúmenes y medidas que tenía el conjunto genital de Roberto, con una polla de 22 cm., y un grosor como la mitad de mi muñeca, hay que tener mucho cuidado.
— Relájate, Nacho, —me dijo y yo apoyé la palma de mis manos bien extendidas sobre firme.
Entonces sentí que ya estaba dentro de mí, en lo más profundo. Me dolió, mucho, grité, pero no desesperé, solo quería que supiera que había llegado, me había golpeado la pared de la próstata y después del dolor comencé a sentir un inmenso placer que iba subiendo por mis piernas, lo noté por el interior de mis muslos, y se centró en mis genitales, irradiando todo mi cuerpo hasta los intestinos. Ahora esperaba Roberto y yo me movía para sentir los golpes en mi próstata. Estaba trabajando en lo más profundo de mí.
Esto era la realidad y descubrí la diferencia enorme que hay entre la realidad y mi vibrador. No podía mover mis músculos rectales para apretarlos hacia adentro. Era demasiado grande pero no necesitábamos ninguna gratificación sensual extra, el masaje de su polla penetrándome era suficiente y durante todo el tiempo nuestro follada estaba construyendo perfectamente sentimientos mutuos. Incluso hasta el punto en que se detuvo de vez en cuando para que ambos pudiéramos apreciar el sentimiento del otro, nos besábamos y el latido de su polla era muy fuerte y me daba una extraordinaria sensación cálida. Yo me sentía en paz con todo el mundo y mi Navidad estaba ya bien servida. Cuando llegamos al clímax de nuestro orgasmo, y yo tenía en mi poder algo que había sido de Roberto, comenzó una nueva relación entre los dos y no tuve que preocuparme de planear ningún proyecto o propósito que pudiese hacerse efectivo en adelante. Mi proyecto se llama Roberto hasta hoy.
Roberto y yo estuvimos mucho tiempo haciendo muchas más apertura de paquetes durante el tiempo de la temeridad, ahora y para siempre para siempre jamás ya no hay paquetes que abrir, ni braguetas que despertar, ni pollas que animar, porque ahora hay vía libre con luz verde, en cualquier situación que lo deseemos en nuestra casa, es nuestro tiempo de felicidad y permanente fiesta de nuestra empresa, la que entre los dos hemos montado.