A la mañana siguiente, después de bañar al niño, lo hicimos a la vez los dos para tardar menos, y luego desayunar, recoger la casa y vestirnos pedí permiso al abuelo para ir a pasear.
-Si sales llévate a Marquitos y a la vuelta pasa por la tienda de comestibles, pide mi encargo para traer a casa.
-Eso iba a hacer abu, lo llevaré al parque.
-No olvides recoger el encargo que te he dicho.
Al bajar llamé a la puerta de Migue y salió él mismo, Enseguida cogió al niño en sus brazos y le cubrió de besos.
-Marquitos, ni niño precioso, hoy te han puesto muy guapo para salir. -el chico enseguida escapó de sus brazos, aunque pequeño era my fuerte e imposible mantenerle en brazos si no quería.
-Vamos a llevarle al parque, tengo que hablar contigo.- rápidamente se preparó y emprendimos el camino. Llegamos a la zona de juegos y nos sentamos en un banco mientras el chico jugaba con los demás niños en los columpios y juegos.
Hacía un día esplendoroso, el sol brillaba suspendido en el cielo libre de nubes, los mayores cuidaban que los pequeños no sufrieran daño alguno.
-Anoche estuve en casa de Marcos para buscar tu ropa.
-Y no te la quiso entregar. -no le iba a decir que Marcos deseaba que recogiera todos sus enseres y desapareciera de allí, ese no era el plan.
-Tienes que regresar Migue.
-¿Para qué? para ser el juguete de sus amigos, yo no le intereso si no es para que me use a su antojo. -tampoco eso era cierto del todo, se lo pasaba divinamente en la cama con mi primo
-A ver, razónalo, primero de todo solo fue uno el que te manoseo, segundo, tu no puedes vivir con tu padre, estás como en una ratonera, en la casa de Marcos haces lo que quieres, él está todo el día en su trabajo y tu eres el dueño, tienes un techo más o menos digno, comida.
-Y a cambio él me folla cuándo y cómo quiere.
-¡Joder!, no seas injusto, a mi no me vas a hablar de que follas con él forzado.
-Él me echó, que él me llame.
-No me aclaro exactamente si fue así o al contrario, pero eso poco importa, se que él quiere que vuelvas, eso sí es importante. No me lo ha dicho pero conozco muy bien a mi primo y se que es así.
Dejé un momento de hablar y le cogí de los hombros para que me mirara de frente, me estremecí al constatar que no tenía más que huesos, estaba más delgado que yo. Dos preciosos ojos vidriosos me miraban sin verme.
Y tú deseas volver, no me lo niegues. -entonces se me abrazó y comenzó a llorar hipando inconteniblemente. Deseaba hablar y las lágrimas no le dejaban.
-Marito, estoy tan solo…
-Lo se cariño, lo se, pero somos valientes y vamos a luchar. La vida no nos joderá te lo juro. -se intentaba limpiar con la manga de su camisa los ojos.
Me di cuenta de que algunos padres nos miraban alarmados.
-Deja de llorar o van a creer que te estoy matando. -se sorbió la nariz y levantó la cara mostrando una tímida sonrisa.
-Si tuviéramos el dinero de don Guillermo aquí tomaríamos un refresco, ¿no habrás cogido algo para el bolsillo?
-¿Cómo crees? ese dinero es tuyo y me lo has confiado pero tengo unas monedas que llegarán para un helado.
-Pues que no se hable más, vamos al puesto que hay cerca del estanque de los patos, allí hay verde para tumbarse y jugar.
El tiempo pasó lentamente mientras tomaban su helado bajo las ramos de las viejos árboles, luego Marquitos bajó para ver los patos de cerca y perseguir a las palomas que comían lo que la gente tiraba a los patos y se quedaba en el camino.
-¡No te alejes mucho cariño, que yo pueda verte! -estábamos cercanos a él pero no puedes confiarte, alguna vez he tenido que correr para encontrarle perdido.
-Migue se había tumbado mirando el cielo entre las ramas y las hojas del árbol, yo sentado a su lado vigilaba a mi primito, miré su perfecto perfil y pasé un tallo de hierba por su nariz recorriéndolo hasta la boca.
-Don Guillermo quiere verme mañana a la noche y que pase el sábado con él. -Migue giró la cabeza para mirarme.
-Waaa, tío que suerte la tuya.
-Y anoche, cuando fui a buscar tu ropa, estuve con Marcos.
-¿Estuviste con Marcos? -se había sentado de sopetón y me miraba, sin enojo, intrigado.
-¿Follando con él? -colocó una mano en mi rodilla y pensé que se iba a echar a reír de un momento a otro.
-Tu me aconsejaste que buscara vergas para acostumbrarme. -la boca se le iba abriendo mostrando sus bonitos dientes blanquísimos y perfectos.
-Yo no te hable ni te sugerí nada de tu primo.
-No, pero fue lo primero que encontré, y de verdad al principio no quería. -puse cara de tristeza y arrepentimiento y al fin puede escuchar la milagrosa risa de Migue.
-¡Oh, no me importa Marito! Con las ganas que tenía al fin te hizo suyo, y he sido yo quien te envió a su casa. Eso si está bueno. -su risa se hizo escandalosa y yo solo sonreía.
Tenía que contárselo a Migue, todo debía estar bien entre nosotros, sin secretos que un día se supieran y rompiera nuestra confianza.
-Me pidió que volviera hoy para hacer lo que ayer no hice.
-Y para que vuelva a follarte.
-Sí también para eso, tengo que ir fuerte donde don Guillermo, no puede notar que sigue causándome daño, y que al final me rechace, sería terrible para su orgullo saber que no me da placer, él también quiere que yo goce con él, le gusta presumir de que su verga hace milagros y quien la prueba quiere repetir.
-¿Marito, sabes que te estas convirtiendo en un putito?
-La vida me obliga Migue, empezando por mi abuelo. -miré hacía donde estaba Marquitos, seguía recogiendo la comida que a otros se les caía y se la llevaba a los patos. Lo vi como una muestra más de la terrible pobreza que nos hace ser esclavos de los demás.
-Tengo que recoger un paquete de comida en la tienda.
-¿Donde don Andrés? ¿ese sátrapa traga niños?- me puse a reír socarrón.
-Es amable y al final pide permiso, cuando le pidió a mi abuelo que deseaba tenerme lo tuvo claro, un no rotundo, pero era porque ya estaba destinado, de otra manera vete a saber.
-A mi me lo pidió personalmente, ¿recuerdas? le dije que si se enteraba mi padre le rompería la cara, y era cierto, con el odio que siente por los maricones.
-Una razón más para que veas con buenos ojos volver con Marcos, todos saben que estás con él desde hace años, es así y pocos se meten contigo para molestarte estando bajo su protección.
Llegamos a la tienda y por suerte estaban su mujer y su sobrino conocido nuestro, solamente recibí de él una mirada lujuriosa y el paquete preparado. Migue no quiso entrar y se quedó fuera con el nene.
-Aquí tienes lo de tu abuelo, y dile que se pase por aquí que tenemos que arreglar cuentas.
Dejamos a Migue en su casa y el pequeño le beso abrazados los dos, seria un motivo más para que volviera, mi amigo quería al pequeño, un gran cariño había nacido entre ellos.
El abuelo estaba preparando la comida, magra y escasa de todo, esperando el paquete que yo llevaba.
-Don Andrés quiere que hables con él para arreglar cuentas. -lo que escuchó debió cabrearle y respondió airado.
-¡Que se espere como los demás, también yo le he hecho favores que no me ha pagado! -el abuelo continuó sacando lo que había en el paquete y preparando la comisa.
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Mamá volvió esa noche a dormir en casa, Marquitos y yo ya estábamos en la cama, como casi siempre cuando llegaba, el nene dormido y yo dando vueltas en mi cabeza, haciéndome cábalas sobre lo que pudiera suceder mañana, iba a estar un día entero con don Guillermo, no pude evitar sentir un estremecimiento.
Siendo un macho aún potente, como una caballo alazán salvaje, podría romperme aunque ya estaba preparado.
Escuchaba sus voces discutiendo, sus tonos altos y desagradables que luego se volvieron cuchicheos, hasta que sonó el chasquido de una puerta al cerrarse, se habían cansado pronto de tirarse diatribas y ataques mutuos.
Siempre era igual y no entendía para qué se presentaba en nuestra casa, si era por el gusto de discutir con su padre, o era porque no tenía donde pasar la noche. A veces no me enteraba de que había estado aquí, solamente a la mañana, cuando veía al abuelo hacer la cama, o retirar las sábanas para lavarlas me daba por enterado.
Ahora volvía a rememorar el encuentro con Marcos. Después de la comida y la siesta del pequeño, el abuelo le ordenó que le siguiera, dijo que quizá volvieran tarde, y pensé que sería como siempre, pasar el rato con los amigos, las cervezas y el vino, no me gustaba para nada que llevara a Marquitos en esos momentos a su lado.
Me quedé solo y aproveché para meterme en el baño, deseaba limpiarme profundamente, para cuando fuera a la casa de mi primo, al encuentro de mi macho que ya despertaba en mi las ganas de que me abrazara sometiéndome, y algo más.
Descubría muchas cosas nuevas en mi, novedosos sentimientos que antes tenía dormidos y que Marcos había despertado llenándome de lujuria que antes desconocía. El chorro de agua caliente me acariciaba la piel, agradecía la suerte de poder tener agua caliente, y una ducha, sabía que a pesar de todo era afortunado, otros estaban peor.
Disfruté dejando resbalar el agua cálida por mi cuerpo antes de proceder a limpiarme el recto, como mi abuelo me enseño, tres aguas hasta que salía limpia y clara, acaricie mi ano con los dedos cubiertos de blanca espuma, me gustaba esa sensación y los introducía en mi lentamente, gozando las sensaciones que ahora sentía.
Apretaba con suavidad el ano sin penetrarme, y lentamente metía un dedo y después otro en mi culito, con una sensación que me extasiaba imaginando algo mayor, salí un momento y busque el cepillo del pelo, de mango redondo y lo acaricié besándolo, no era un falo de verdad, pero era más grueso y largo que mis dedos. Lo masturbé con la mano enjabonada, como si fuera una auténtica polla y lo apoyé en la entrada del culo.
Suspiré sin querer evitarlo, estaba solo y podía hacer cualquier ruido, lentamente el improvisado pene fue entrando, era un nuevo experimento, nunca se me había ocurrido hacerlo hasta ahora que sabía el gusto por tener el culo lleno.
Era rico, no como la verga de mi primo, o exagerando, la de don Guillermo, pero era algo duro que se movía acariciándome el esfínter, algo artificial que suplía un improvisado pene, me contraje al sentirlo que llegaba a tocar algo sensible en mi interior y gemí largamente.
Para mi eran todo novedades, hasta ahora había estado ausente de estas sensaciones, deseándolas pero evitando tenerlas por las duras consecuencias que provocaría, el abue había sido muy claro, no quería que tocara mi culo para nada, ni yo, y menos cualquier otro, por eso había rechazado siempre las peticiones de compañeros de clase, profesores y hombres de la calle que se me ofrecían gustosos para estrenarme el culo y hacerme feliz según ellos.
Y resistí, a pesar de ver a Migue que, al contrario a mi, no dudaba en pasar un agradable momento con quien le apetecía y gustaba, y luego, con todo detalle lujurioso que parecían imágenes vívidas me lo relataba.
Al final desistí, no sin esfuerzo, de continuar el juego, y con desgana retiré el cepillo del lugar que no era para él. Me puse la crema del abuelo, ya era costumbre e inercia, no necesidad, y me fui preparando.
Aún no eran las siete cuando terminé de preparar la cena, como había supuesto el abuelo se retrasaba y eso jugaba a mi favor, partí a la casa de mi primo sabiendo que no había llegado, pero necesitaba un encuentro que fuera rápido, debía evitar que mi abuelo se enfadara como la otra noche.
Esta vez tenia poco que recoger y lavar, primero miré el armario buscando la ropa de Migue, no porque pensara llevársela, era simple curiosidad. Aparte de la ropa unisex, o neutra sin género, por no hablar de la claramente femenina que mi primo le compraba para estar en casa, había poco que recoger.
Cerré el armario, de alguna manera indignado, Migue no podía ir por la calle vestido de chica, no por la vecindad donde le conocían todos y le hablarían a su padre, y mi primo le compraba lo que no era útil, solamente lo que despertaba en él su interés sexual para verle como mujer.
Dejé todo como estaba y pasé a la cocina, a recoger los pocos platos y desperdicios que había desde la noche pasada.
Marcos llegó antes de lo que esperaba, llegaba alegre, celebrando el triunfo de que yo estuviera allí esperándole. No se quitó la mochila que llevaba y se apresuró a ir a mi encuentro abrazándome, con esa sonrisa de dichosa suficiencia y éxito asegurado.
-Sabía que estarías aquí. – sus labios buscaron los míos con rapidez ávida, olía a fuerte sudor y aspiré su cuello cuando deshizo el beso.
-Si te molesta no tienes más que decirlo y me meto a la ducha.
-Lo prefería aunque no me molestaba, era olor a sudor reciente, a varonil hombre trabajador que tiene que sudar su salario.
-Ya vas tardando, dúchate mientras termino, no eres capaz de recoger ni tu desayuno. -me sujetó por los sobacos y me sentó sobre la mesa de la cocina.
-¿Por qué serás así pudiendo ser amable?
-Ve a la ducha Marcos, tenemos que hablar y hoy tengo prisa. -volvió a darme unos cuantos besos sin dejar de sujetarme la nuca acariciando mi pelo.
La tentación era muy grande y hubiera sucumbido a sus deseos que eran los míos, continuar con aquel abrazo, y aquellos besos, hasta que inevitablemente nos hubiéramos desnudado y unido en un coito que ambos locamente deseábamos.
Esperé recogiéndolo todo a que apareciera de vuelta, lo hizo con una toalla secándose el cabello, el cuerpo magnífico, desnudo, pleno de sensualidad, viril por donde quisiera mirarle, la verga flácida, bamboleando con la bolsa testicular al moverse para secarse el cabello. Mis ojos se pegaron a aquel cuerpo que tanto conocía y me parecía nuevo.
-Has sido rapido, ahora termino.
-Decías que tenías prisa… y yo también. -mientras hablaba se sujeto la polla y tiró de ella, seguramente para que el pellejo se adaptara a su configuración.
Dejé el paño de cocina y apoyé la cadera en el borde la mesa mirándole como terminaba de pasar la toalla por su cuerpo, elevando una pierna para pasarse la toalla por el culo en un movimiento más que erótico obsceno por la mirado que me lanzó.
-Ya estoy primito, dispuesto para darte gusto. -dejó la toalla sobre la mesa e intentó sujetarme la mano que retiré con prontitud de su alcance.
-Espera, espera, yo no he venido a eso.
-¿Cómo que no?, me mandas duchar porque te gusto limpio y ahora me sales con esas. -le vi enfadado y no puede contener la sonrisa.
-Tenemos que hablar Marcos, muy seriamente.
-Luego hablaremos como tu quieres ahora vayamos a lo mejor.
-No, ya te he dicho que tengo prisa, el abuelo estará para regresar a casa y no quiero escuchar sus quejas como ayer. -se acercó al borde de la mesa y alargó el cuerpo para intentar agarrarme, me separe un paso hacia atrás con un salto.
-Te cogeré, sabes que lo haré. -solté una risita viéndole tan nervioso. Yo mismo estaba entrando en el juego, como cuando éramos pequeños.
-No podrás, ahora estás mas torpe. -la cara se le puso roja y comenzó a intentar cogerme, andaba como un puma de punta a punta de la mesa mientras yo iba de un extremo al otro contrario a él.
-Se me está acabando la paciencia. -cogió impulso y saltó por encima de la mesa, solté una carcajada nerviosa y me arrodillé para escurrirme bajo la mesa, ya estaba debajo de ella y me sujetó de un pie.
-Sal de ahí joder, vas a hacerme sudar de nuevo. -pataleé un poco pero su fuerza se impuso y me arrastró fuera de mi refugio, me sujeto de las caderas, me hacía cosquillas en la tripa con la punta de los dedos y no podía detener mi risa.
-Abusón, tienes seis años más que yo. -continuaba pataleando a pesar de saber que no tenía otra opción que rendirme.
-Y te azotaré si no dejas de moverte. -al final me abrazó el pecho junto con los brazos y tuve que ceder.
-¿Siempre vas a ser una cabra loca? Me haces trabajar más que en el curro.
-Suéltame Marcos.
-No lo voy a hacer, crees que tengo ganas de jugar toda la noche.
-Te prometo que no escaparé, o al menos afloja la presión, tampoco yo pretendo jugar, pero no está mal de vez en cuando. -me miró dudando de que cumpliría mi palabra y al fin fue aflojando la atadura de sus brazos.
-De verdad que he venido a hablar, pienso que el abuelo sospecha, o sabe que follamos, ayer no pude excusarme como debiera.
-No me importa que el viejo lo sepa.
-A mi si me importa, a ti nunca te ha pegado, has sido su preferido siempre y has visto como emplea el cinto conmigo cuando se pone bravo.
-Ya, y a pesar de ello tu siempre le defiendes. -pensé que no era el momento de volver a las discusiones de siempre.
-En todo caso no he venido para hablar de eso. He estado en el parque esta mañana, con Migue y tu hijo. -mientras hablábamos él me iba soltando la camisa hasta sacármela por la cabeza, gesticulé coquetamente para alisarme la cabellera, no parecía atenderme y comenzó a besarme el pecho y lamerme las tetillas.
-Atiéndeme Marcos.
-Déjame que te folle, podemos hablar con mi verga dentro de tu culito, será más provechoso.
-No vamos a follar.
-¿Que no, qué?
-Solo si prometes hacer lo que te pida te dejaré.
-¿Ahora quieres poner condiciones, imponérmelas? ¿Sabes cual es tu situación primito? Solo tengo que tirarte sobre la mesa y eres mío. -le abracé del cuello uniendo mi pecho al suyo y le besé los labios con un suave beso, él empujó la cabeza para hacer más intenso el beso.
-Estás rico Marito, mi putito delicioso, tengo ganas de atravesarte y lo sabes.
-No lo vas a hacer a la fuerza.
-¿Cómo estás tan seguro?
-Porque entonces te odiaría y tu no quieres eso, tendrías que tener la cabeza perdida para forzarme, si hasta ahora no lo has hecho a pesar de tus ganas, tampoco lo harás ahora. -se quedó unos instantes observándome, estableciendo una lucha de poder visual con mis ojos.
-¡Esta bien maldito puto! Di lo que quieres que prometa.
-Pedirás disculpas a Migue y le dirás que vuelva.
-Ni hablar de eso, que vuelva él si quiere. -ya admitía la posibilidad de la vuelta y eso me esperanzó, abracé más fuerte su cuello y volví a besarle en la boca.
-Qué rica boca tienes Marcos, nunca te lo había dicho después de tantos besos que nos hemos dado.
-¿Me estás tomando por tonto Marito? ¿Crees que tu primo es bobo?
-Sí, por haber dejado que Migue se marche, él quiere a Marquitos y los dos están bien juntos, es mejor que esté con él que con el abuelo, ¿no crees?
-En eso tienes razón.
-Marquitos necesita a Migue, también está casa, y tu mismo aunque solo sea por la compañía. -acaricié su pecho, me admiraba que mis manos se perdían en la anchura del abultado pecho. Intenté abrazar su cuerpo y no llegaba con mis brazos para abarcarle.
Marcos me mordía los labios con los suyos, y a veces tiraba con las dientes del inferior logrando que fuera yo el que cediera a mis propios deseos.
.¡Ummmgg! Bésame primo dame la lengua y te la chupo.
-¿Marito? -no le respondía con mi boca ocupada en chupetearle el fuerte cuello..
-Siempre hago lo que tu quieres. -ronroneaba en su oreja a la vez que le mordía el lóbulo.
-Sube los brazos, quiero besar tus peludos sobacos. -no me atendió y en cambio se apartó para tirar de mis pantalones pretendiendo arrancármelos.
-Espera, espera, aún falta tu promesa.
-Tu crees que es necesaria, si soy un imbécil que hacer siempre lo que tu quieres. -tiré de sus manos para volvernos a unir respirando ruidosamente y agobiados.
-No digas eso, no es verdad mi amor. -no necesitó quitarme la ropa inferior, yo mismo levanté el culo de la mesa y me desprendí de lo que llevaba abriendo las piernas para que se colocara entre ellas.
Su gran pollón quedó paralelo al mío mirando al techo, los huevos de ambos sobre el borde de la mesa, sujeté las dos pollas con ambas manos y empecé a moverlas masturbándolas.
-Quiero chuparte la polla Marcos, y beberme la leche que tiras tan abundante.
-Calla, yo quiero enchufarla en tu culo.
-Luego, ahora una mamadita, se me hace agua la boca, necesito este zumo que le sale. -me ayudó a bajar de la mesa y me arrodillé delante suyo, su verga apuntaba directa a mis ojos. Era enorme mirándola desde abajo y tan cerca, a pesar de la ducha olía divinamente a verga.
Lamía sin tocarla con las manos, estas las usaba para sujetarme en sus duros muslos, o rodear su potente y redondo culo. Giré la cabeza para mirarle y le sonreí antes de chuparle la punta de la que escurría un surtidor de precum.
Abrí un poco las piernas y con una mano comencé a pasarme los dedos por el ano, a veces sentía relámpagos que nl coxis que llegaban a la velocidad de la luz a la cabeza.
Me encantaba chupar esa verga, sacarle los jugos y deleitarme envolviéndolos en la lengua.
-¿Te gusta? ¿Te gusta la verga de tu primo?
-No sabes cuanto. -no me dejó que hablara más, me sujetó de los sobacos y me puso en pie sin poder tocar el suelo, le rodeé la cintura con las piernas y abracé su cuello.
Después de tenerme así, mientras nos besábamos enajenados de dicha, dando pasos ciegos por la cocina sin soltarme, me sentó en el borde de la mesa y me tendió de espaldas tirando de mi hasta estar en el filo, con el culo fuera, subió mis piernas sobre el pecho y adiviné que era el momento de volver a ser su mujer y su hembra.
Enfilo la polla en mi culo y la pasó por la raja varias veces, haciendo que mi ano notara su presencia, y se relajara a la espera de cuando el macho quisiera entrar y esconder en la guarida la gran bestia.
Me miró y con la mirada le di la aprobación, estaba quedando admirado, al no sentir dolor alguno cuando la polla se iba introduciendo en el ano, solo la presión que estiraba los músculos del esfínter y la piel adaptándose al poderoso invasor.
Cuando la tuvo dentro del todo, tiró de mis manos para que me sentara, y allí abrazados, la polla hurgaba con suaves movimientos en mi tripita.
Me beso los labios y noté como temblaba, más que yo.
-¿Todo bien?
-Es fabuloso amor, sin dolor apenas y que bien se siente.
-¿De verdad?
-Eres increíble, y dices que yo mando, tu eres el hombre ahora, y yo, yo tu mejercita.
-Que rico amor, muévete un poco. -Inició un mete y saca lento y le note un gesto de dolor.
-Vamos a la cama, me golpeo los huevos con la mesa al follarte. -me cogió, así como estaba, ensartado completamente en su verga y sosteniéndome por el culo avanzó hacia su habitación.
Con cuidado se arrodilló sin dejar que la polla se saliera, y recogido ligeramente de costado, así empezó a follarme observándome, era una posición diferente que me hacía sentir placeres iguales pero diferentes, por el roce distinto que me hacía en el culo.
Comenzó a embestirme con más fuerza y más rápido, con un pie en el suelo y otro en la cama, el más alto y yo mirándole desde mi posición, encogido como una bolita de carne, abriendo la boca para coger aire, los dos rojos y ya sudorosos.
-¿Bien?
-Divinamente.
-Levanta un poco el culito y muévelo tu. -hice como me pedía, entraba más profundo pero a mi voluntad, cogí una almohada y me abracé a ella incluyéndola en el ovillo que yo era, pero me ayudada a tener el culo elevado para que la verga pudiera entrar en toda su extensión.
-Lo haces bien Marito, estás riquísimo.
-Me voy a correr Marcos.
-Aguanta un poco no te toques, que bien aprietas mi verga.
-¡Uuuaggg, Marito!
-Sigue Marcos, sigue tu. -me quedé quieto, respirando con dificultad, elevando el culo todo lo que podía para recibir los golpes de la verga que entraba como pistón de motor en mi culo.
Retiré la almohada y me cogí la polla, intentando evitar que la leche que ya me salía a presión lo manchara todo…
Marcos cayó como un saco sobre mi temblando, y eyaculando todo su potencial de leche dentro de mi.