Son las tres de la tarde. Hoy, un día a principios de septiembre, me he decidió a tener mi primer contacto sexual con un hombre. Son las tres de la tarde, después de comer, y en una hora he quedado en encontrarme con ese hombre. Mis padres duermen, y ha llegado la hora de prepararme para mi primera vez. Tengo 23 años, y quiero perder mi virginidad.
Estoy nervioso, y aún hay en mi cabeza dudas sobre si debería ir o no. Pero ya es demasiado tarde, todo estaba más que hablado, y es algo que tarde o temprano ha de pasar. No puedo luchar contra ello.
Debajo de la cama, saco una pequeña caja cuadrada donde guardo todas aquellas cosas que quiero ocultar y que nadie encuentre. De dentro de ella, saco un tanga de color blanco que la semana pasada compré especialmente para esta ocasión, tal y como había acordado con el hombre de la cita.
Su nombre es Antonio, un señor de 50 años que conocí en las redes y con el que desde hace más de unos meses he tenido contacto telefónico. Se ha ofrecido para quitarme la virginidad, y yo he aceptado.
Después de ponerme el tanga y ajustármelo bien, me pongo el resto de prendas, una camiseta blanca y unos jeans vaqueros algo ajustados. Me abrocho el cinturón, y me aseguro mirando al espejo que mi ropa interior no se ve al agacharme, para lo cual ensayo poniéndome de cuclillas. Mis padres duermen, y intentando hacer el mínimo ruido posible, salgo de mi casa a pies puntillas.
Voy nervioso, y no puedo evitar mirar a mi alrededor constantemente. Siento una mezcla de miedo e inquietud, ante el desconocimiento de lo que me espera. Por el camino, entro a un establecimiento supermercado. Antonio me había encargado comprar lubricante, y él me devolvería el dinero. No tiene en su casa y era necesario. Entro al establecimiento, y tras media hora buscando, encuentro un pequeño bote a un precio moderado, el cual era lubricante con base acuosa y textura de silicona. No entiendo de lubricantes, pero en la etiqueta se recomienda para relaciones anales. Siento vergüenza de pasar por caja, por lo que para disimular la compra tomo también una botella de agua y una tableta de chocolate.
Salgo del establecimiento, y con ayuda del teléfono, me dirijo hasta la dirección de aquel hombre, no muy lejos de donde yo vivía. Camino nervioso, angustiado, y con mucho miedo, sintiendo a cada paso el roce del tanga que llevaba entre mis nalgas.
Por fin llego al portal, y con timidez, llamo a la puerta. Al minuto pronto esta se abre, y tras ella, se encontraba Antonio, un hombre fuerte, algo grueso, con poco pelo en la cabeza, y un poco de barba. Al entrar, el me recibe sonriente, y me saluda.
La charla no ha durado mucho, y tras unos saludos, y tal y como habíamos acordado, nos dirigimos directamente al cuarto. Entramos en él, y tras de mí, cierra la puerta. El silencio se hace por completo.
Antonio se acerca a mí, y rodeándome con sus brazos, comienza a besar mi cuello. Las piernas me tiemblan, y siento como sus manos me acarician suavemente todo el cuerpo, la espalda, la cintura, y finalmente mi culo y mis nalgas. Puedo sentir el olor intenso de su colonia, un leve atisbo de su aliento, y el roce algo áspero de su barba sobre mi piel. Poco a poco, hace presión con sus manos, y me obliga a sentarme en el borde de la cama. Él, con su cintura a la altura de mi cara, comienza a desabrochar la cremallera de su pantalón. Desabrochado ya el pantalón, lo baja hasta sus rodillas, y deslizando hacia abajo su calzoncillo, deja salí a la luz su polla, la cual queda flácida delante de mi cara. Es larga, bastante gruesa, de un color muy oscuro, venas marcadas, y con bastante prepucio. Detrás de ella, una buena cantidad de pelo. Es la primera vez que tengo una polla delante de mis ojos, y a pesar de la ligera distancia, percibo un ligero olor proveniente de ella.
Hemos acordado que no había ningún tipo de intercambio de fluidos, y que todo contacto sexual sería llevado a cabo con protección. Me pide que le pajee, por lo que estirando un poco mi mano, agarro su miembro, el cual desprendía un intenso calor, y comienzo a masturbarlo. El cierra los ojos, y yo sin dejar de mirarlo, veo y siento como poco a poco la polla empieza a ponerse dura, empezando a salir la puta de su pene por el extremo de su prepucio, de un color morado intenso. Sentía, el instinto de agacharme levemente para meterme la polla en la boca. Sé que él también lo estaba deseando, pero el acuerdo era no intercambiar fluidos, por cuestiones de seguridad. El sigue con los ojos cerrados, cara de deseo, y se escuchan sus suspiros.
Ha acabado el tiempo. El momento ha llegado, y como macho no puede esperar más. Con mucha delicadeza me ayuda a levantarme de la cama, y empujando levemente mi espalda, me ayuda a ponerme a cuatro patas sobre la cama. Entonces, tirando lentamente hacia abajo, comienza a bajar mis pantalones. Mi culo depilado, llevando aquella tanga blanca, queda al descubierto, y él comienza a acariciarme sin quitarme ojo. Puesto a cuatro patas, no veo lo que pasar, pero sí puedo sentir el vibrar de su mano que indica que con la otra se estaba masturbando mirándome.
Me acaricia mis nalgas, y con mucha delicadeza, baja mi tanguita hasta las rodillas. Mi ano queda visible, de color rosado, estrecho, y muy cerrado. Bajo el, mi pequeño pene, flácido, y diminuto al lado de su gran polla, cuelga sin ningún protagonismo ni interés. Siento como se aleja de mí, y a los pocos segundos, un tacto frío se posa sobre mi ano. Con la yema de su dedo corazón, aplica lubricante sobre mi entrada. Mi sistema nervioso se activa, y un escalofrío recorre mi cuerpo. Me gusta la sensación. El masaje con los dedos continúa durante unos minutos. Yo comienzo a jadear con la respiración profunda.
Me vuelve a subir el tanguita. Le gusta verme con el puesto, y así será la follada. Me ayuda a cambiar de postura, y girando mi espalda, me pone boca arriba.
– Abre las piernas.
Yo obedezco, y mirando al techo, me abro de piernas y las elevo hacia arriba. Mi tanga penetra aún más en mi culo. Mi culo queda alzado, y el hilo atraviesa por mitad de mi ano. Él se coloca de rodillas delante de mí, con su pene duro apuntando hacia delante. Abre un condón, y sin dejar de mirarme, comienza a deslizarlo a lo largo de su miembro, hasta quedar perfectamente ajustado.
Se acerca a mí, y aparta mi tanga hacia un lado. Sus testículos rozan con la entrada de mi ano, y haciendo presión hacia abajo, lleva la punta de su pene hacia la entrada de mi ano, en la cual ha añadido más cantidad de lubricante. Sé que pronto iba a ocurrir, por lo que decido relajarme y cierro los ojos. Tuve la sensación de que el tiempo se detenía, y que nada ocurría. Pero de pronto, sin esperármelo, siento una presión en mi ano. El pene ha comenzado a desvirgarme.
Lentamente, después de sentir la presión, la polla empieza a entrar dentro de mi culo. Instantáneamente, un dolor indescriptible. Abro la boca y un pequeño grito de dolor sale de mi boca. El grito es agudo, de dolor y miedo. La polla había entado y me había feminizado. A él no le importa, y sigue deslizando lentamente su pene hasta mi interior hasta que toda su polla queda dentro de mí, llenándome por completo. Coloca mis piernas sobre sus hombros, y permanece en mi interior quieto unos segundos. Pasado ese tiempo, comienza a sacar su polla lentamente, sintiendo un dolor equiparable a la entrada. Cuando está a punto de salir, vuelve a empujar hacia dentro. La follada ha comenzado.
Yo grito de dolor, sin sentir ningún placer físico, pero disfrutando mentalmente de haber cumplido mi sueño de ser follado por un macho, y estar siendo utilizado. La follada continúa. Yo grito y gimo de dolor. Él jadea, y sigue penetrándome, follándome a pollazos, cada vez con más fuerza y rabia, empujando agresivamente mientras sujeta mis manos sobre mi cabeza.
Finalmente, con un empuje final, grita, y termina corriéndose dentro de mí. Jadeando, y sudando, deja caer su cuerpo sobre mí, aplastándome y descansando, aún con su polla en mi interior.
Lentamente, saca su polla, algo flácida ya. Puedo ver como el condón se encuentra completamente lleno de semen, el cual colgaba por su peso de la parte delante. Mientras tanto, mi ano dolorido palpitaba, quemando, sintiendo como se baría y cerraba.