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Incrustaciones forzadas (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Felipe es un joven universitario normal, de complexión normal, de altura normal, de temperamento normal. Su mundo era la escuela, los deportes, su novia y los videojuegos.

Todo lo contrario a su hermana mayor Lucía, quien ya tenía dos años de haber egresado de la facultad odontológica,

Una joven mujer extremadamente hermosa, extrovertida, amiguera, noviera y despreocupada hacían temblar los cimientos de la casa de sus padres cada vez que discutían con ella.

Ambos vivían todavía en la misma casa, la inseguridad y violencia vivida en su país ya la tenían bastante fastidiada y más porque era la causa principal de que aun siendo mayor de edad y con una profesión para mantenerse ella misma, sus progenitores la tuvieran como muñeca, encerrada en la casa. Sus padres se habían opuesto terminantemente a que se mudara, a que saliera tarde o a que saliera de vacaciones sola o con algún muchacho.

Varias habían sido las batallas campales entre ella y sus padres, pero por más artillería que sacaba, las cadenas no se rompían.

Ya estaba harta, y se notaba cada vez más en su depresión. Su padre le había construido en una parte de la gran casa un cuarto para que ahí instalara su consultorio dental. Cosa que no pudo refutar, necesitaba dinero para irse de ahí, y al mismo tiempo un lugar donde comenzar a ejercer su profesión sin tenerse que preocupar al menos por la renta de un local. En cuanto a clientela no se podía quejar, vivían en una zona residencial y les caía de perlas a sus vecinos un consultorio dental discreto y escondido. Un lugar en que ningún delincuente los estuviera esperando al salir.

Por otra parte, Felipe estaba enamoradísimo de su novia, ya llevaban dos meses saliendo formalmente, y aunque ya habían tenido varios encuentros sexuales, sentía que algo faltaba. No es que no le excitara, era muy hermosa para él, pero algo sucedía y no sabía qué.

La novia de Felipe era Marisol, la chica más linda de la escuela, pero sólo él le había propuesto salir y luego convertirse en novios. Y es que si bien, tenía una figura envidiable, unas tetas enormes, un culo de infarto, una personalidad única, era bastante dulce y poseía una voz suave y aterciopelada. Sin duda, su rostro era otra cosa, y es que padecía de un caso extremo de acné, sudaba mucho, era muy tímida y bastante nerviosa, producto de su mismo problema facial.

Todos coincidían en que si no fuera por su acné, podría competir en cualquier concurso de belleza y ganar con ventaja.

Esa noche de jueves fue un gran descanso, habían terminado los exámenes finales del penúltimo semestre de la carrera, ya finalmente faltaba revisar calificaciones, pero se podía dar el lujo de hacerle la chillona a los profes el lunes para que le dieran la calificación y faltar ese viernes.

Todo lo tenía planeado al detalle. Por la mañana se levantaría temprano para ir a la universidad y utilizar las instalaciones deportivas una última vez antes de las vacaciones de verano. Terminaría su ejercicio, se bañaría en las duchas de ahí mismo y podría llegar a tiempo a la cafetería para verse con sus amigos y dirigirse a casa de uno de ellos a jugar videojuegos hasta la tarde.

Antes de oscurecer tenía que estar afuera de la casa de Marisol para llevarla al cine a ver su película romántica, a la que le había prometido invitarla y que le recordó por varias semanas incluso no se le fuera a olvidar. Pero valía la pena, sabía que esa noche no se le escapaba. La metería en casa aprovechando que estaría sola, sus padres no estarían en la ciudad y su hermana Lucía se escaparía para ver a alguno de sus muchos novios y no regresaría hasta el día siguiente o tal vez más, considerando lo reprimida que se sentía ella ahí.

Hasta el domingo, la casa era sólo de él y de su novia.

Se fue a acostar temprano, no quería perderse de toda esa diversión. Esa noche hubo fuertes rachas de viento que empujaron a las nubes cargadas de agua. Por la madrugada llovió, como casi todos los veranos, la lluvia fue acompañada de rayos y truenos. La luz se fue en toda la colonia durante un buen rato.

A la mañana siguiente se despertó lentamente, abrió los ojos y la luz del sol que entraba por la ventana le lastimó los ojos. Trató de protegerse de la luz cerrando los ojos e interponer su mano entre ellos y la luz. No pudo. Algo le mantenía las manos fijas, al igual que sus piernas. Volteó a ver el despertador y este se encontraba parpadeando marcando una hora que obviamente no era la correcta.

Giró y levantó su cabeza, tratando de ver hacia todos lados, pero se encontró sólo en el cuarto, o al menos eso creía. De repente se imaginó lo peor, intrusos que se habían escabullido al interior de su casa, podrían haberse metido a robar. Si era así, esperaba que ni sus padres ni su hermana se encontraran ya en ella. De sólo imaginar a algún sujeto violando a su hermana, sus músculos se tensaban y la ira se apoderaba de él.

En esos pensamientos se encontraba, cuando sorpresivamente Lucía salió del armario, con cámara en mano y dejando esta sobre el escritorio de la computadora viendo a donde se encontraba Felipe.

-¿Acaso te imaginabas otra cosa?, ¿Por qué te enfadaste tanto?

-¿Eras tú? Déjate de bromas y suéltame, no es gracioso. Hiciste que perdiera mis actividades de hoy.

-¡Ay, por favor! Ni que fuera tan importante tu día, hacer ejercicio, videojuegos y la zorrita de tu noviecita.

-Esto es más divertido.

-¡Cállate, no sabes lo que dices! ¡Marisol es una chava preciosa y nunca haría las cosas que tú haces! ¡Aquí, tú eres la única zorra!

-Ay sí tú, como no. Todos saben que la putita espera clientes afuera del cine a donde van ustedes en sus castas y puras salidas de novios. Me imagino lo mucho que ha de disfrutar el pasar por los lugares donde se la mama a desconocidos cada que pasan por ahí tomados de la mano.

-¡Silencio, no digas más! ¡No permitiré que una… uns… huila como tú insulte a mi futura esposa!

-¡Escúchame, y escúchame bien! ¡No permitiré que ella y tú se casen jamás, lo escuchas, jamás!

Lucía perdió los estribos y se abalanzó contra él. Pensó se aprovecharía de la situación para golpearlo, cada vez que había tratado de cachetarlo anteriormente la podía detener. Ahora no podría defenderse.

Contra todas las probabilidades, no ocurrió, todo lo contrario, se subió a la cama sobre él, y le bajó el pantalón de la pijama y los calzoncillos, dejándolo nada más con la camiseta blanca que llevaba. Sujetó su falo y lo zarandeó hasta que se erectó. Por su parte, con una sola mano se sacó el camisón que consistía de una playera bastante larga que le llegaba hasta medio muslo y descubrió su cuerpo desnudo por completo.

Sus pechos medianos, su cintura avispada, su glúteos carnosos y sus caderas de fuego hacían juego con esa deliciosa concha situada en su entrepierna, limpia, jugosa, algo velluda y sobre todo, olorosa. Ese aroma de hembra deseosa terminó de excitarlo a más no poder. Lucía se sorprendió, no creyó poder ver el día en que ese instrumento estuviera en sus manos y en esa situación.

-¿Qué te pasa Luci? Bájate y termina esta broma pesada

-¿Cuál broma? Esto es muy serio, te voy a convencer de que no te conviene seguir con esa zorrita, mosquita muerta, y mucho menos que te cases con ella.

-No lo puedes impedir. Nada de lo que hagas podrá evitarlo. Además no entiendo por qué te importa tanto. Se supone que tú ya no quieres estar aquí, sino para qué tanto drama, gritos y peleas con mis papás.

-Como siempre, despistado completamente. Por ti, ¿qué no te has dado cuenta? No soporto verte con ella, no te quiero ver con ninguna, porque cada vez que te veo me es más difícil separarme de ti.

Desde antes de la pubertad, siempre compartimos todo, pero cuando comenzaron a crecerme estas, ya no me dejaron estar contigo como antes. Tú me lo prometiste, me juraste que nos casaríamos.

-¿De qué hablas? No podemos hacer eso, era un juego de niños, no sabíamos que significaba eso. Ya eres muy mayorcita para entender eso. Esto es otro de tus dramas para chantajearme con algo, siempre fuiste una loca, pero esto es… una tontería.

El cuarto se quedó en silencio, las lágrimas de la chica se precipitaban contra la piel de él, lo miraba fijamente, su nariz moqueaba y su cabello revuelto le caía sobre el rostro, mojándose con las lágrimas que se corrían por las mejillas rasuradas la noche anterior.

-Te demostraré que no estoy jugando, que no es mentira y que no es una locura mía, no otra más. Jamás te casarás con ella, con nadie. Eres mío y de nadie más. Hoy comienza sino nuestro matrimonio, sí nuestro concubinato.

Sus caderas se alzaron, su mano derecha buscó esa verga que no había perdido la dureza y la centró, colocándola a la entrada de su vagina, completamente lubricada. Lentamente fue bajando, dejó entrar el glande, y se detuvo, fue el instante, la prueba fehaciente e irrefutable. El meato del falo sintió la tela de carne que validaba su pureza, su amor, su devoción hacia su hermano y hacia esa promesa. Se dejó caer de golpe, por fin se había entregado con todo su corazón, cuerpo y espíritu al hombre que idolatraba.

De aquél de quien necesitaba escapar porque eran tantos sentimientos juntos que la incineraban por dentro.

La mueca que le mostraba su dolor físico era nada en comparación a la dicha y al alivio que sentía al estar por fin juntos, unidos en una sola existencia, en un sólo camino con todas las consecuencias que ello implicaba. Durante unos segundos que se volvieron días, los dos intercambiaron miradas nuevamente, pero ahora, ahora ya no necesitaron palabras. Todo estaba claro, ya no había gritos y nadie forcejeaba porque ya era inútil hacerlo.

Él movió su pelvis circularmente un poco, debido a su buena condición física la levantó sin problemas, aunque no hubo un ápice de movimiento interno. El meato estaba pegado a su cérvix, y no había movimiento aparente.

Se inclinó sobre él, sus manos con uñas perfectamente cuidadas pasaron de posarse en su abdomen a apoyarse sobre su pecho, la penetración se hizo más profunda, arrancándole un gemido inesperado, agudo y corto, casi como el tímido maullido de una gata. Por vez primera se sonrojó frente a él.

Deteniéndose a escasos milímetros, sus rostros casi estaban pegados, sus respiraciones se cruzaban, pero sus miradas se concentraban en el lateral de la cara del otro, intentando no verse antes de hacer eso que faltaba. Sin saber cuándo pasó, sus labios se tocaron, se entreabrieron y sus lenguas comenzaron a explorar la cavidad del otro. Sus salivas pasaron de una a otra lengua, sus papilas se saborearon. El acto final estaba hecho, el pacto se había cerrado y la eternidad les había acogido a ambos en su seno.

Sin despegar sus labios, ambos comenzaron a mover sus pelvis, iniciaba el primer mete y saca, pero no el último. Lucía podía sentir toda esa longitud en su interior, el calor que ambos emanaban era suficiente como para hornear un bollo y lo estaban haciendo.

Los gemidos, gritos y sonidos inentendibles no se dejaron esperar. Ella tuvo que despegar su boca de la de él para poder respirar más profundamente. Gemir más escandalosamente, demostrar lo bien que se sentía, lo feliz que se encontraba, el amor que recibía, el placer en que se ahogaban.

Variaban el ritmo, se notaba que Felipe llevaba la batuta, en tanto que Lucía era algo torpe por su inexperiencia, pero aprendía rápido, necesitaba estar a la altura de las circunstancias.

Tras varios minutos, Lucía llegó al clímax, se vino con tanta intensidad que se dejó caer como muñeca de trapo sobre Felipe. Casi toda ella se quedó inmóvil, los únicos músculos que se siguieron moviendo fueron los vaginales, las contracciones de estos por el placer de las arremetidas le llevaron a él al suyo.

Por más que trató de contenerse, de avisarle a ella que se levantara y lo liberara, no fue posible evitarlo.

-Luci, Lu… levántate, voy a acabar adentro, no puedes dejar que ocurra, agggrrhh, no voy a poder contenerme más tiempo aggghh.

¡Luciaaa!

Fue irremediable, el semen salió disparado al interior de ese fértil útero. Una cantidad masiva salió de los acumulados testículos, tras varias semanas de abstinencia. Felipe había tenido la fantasía de dejarle el rostro cubierto a Marisol de lefa y esperar a que las supuestas propiedades estéticas sobre la piel femenina fueran ciertas.

Aquella idea, ahora no parecía tan buena. La receptora final se encontraba en la situación equivocada, en el momento equivocado, o eso creía él. Lucía había llegado a un segundo orgasmo sólo de pensar en las muy queridas consecuencias que podrían ocurrir al sentir toda esa leche entrando en su interior.

Estaba consciente, lúcida, aunque exhausta, imposibilitada de poderse mover, y aunque hubiese podido hacerlo, no lo habría hecho. Era lo que quería, ya nadie se lo podría arrebatar jamás.

Dejó su cuerpo descansar sobre el de él, su cabeza reposaba sobre su hombro. Sus enormes y blanquísimos pechos tocaban el bello de su pecho, cada que respiraba le producía ciertas cosquillas en sus niñas. Sus pezones erectos no regresaban a la normalidad.

Se dejaron dormir por largo rato. Las horas pasaron y con el pasar del tiempo, el miembro viril regresó a su estado de reposo y una plasta de esperma resbaló por las piernas de Lucía, ya que lo único que impedía que saliera era el tapón que hacía la verga de su hermano, y es que era tal la cantidad, que no le cabía tanto a esa mujer.

Al despertar Lucía, la luz del sol era menos intensa, se notaba que era tarde, pero no sabía que tanto, su estómago rugió y por más que quería seguir en ese lugar, el hambre no se lo permitió.

Bajó de la cama, sus piernas le temblaban un poco, pero mientras bajaba a la cocina totalmente desnuda se le fue pasando la aparente debilidad, se preparó una sustanciosa comida, tanto para ella, como para él. Aprovechó para comer primero, él aún dormía y aprovecharía para meterse a bañar y darle una nueva sorpresa.

Dejó servida la comida para él, preparó el conjunto que tanto había esperado usar; la lencería, accesorios y maquillaje, sacó los tacones de aguja que no mostraba a nadie y entró al baño a quitarse ese olor de hembra recién cogida.

Eran aproximadamente las cinco de la tarde cuando Marisol llegó y tocó el timbre, tras una espera de diez minutos decidió usar las llaves de emergencia que le había dado su novio, tanto de su casa como de su moto a guardar por si algún día las necesitaba, al igual que ella le había dado una copia de las llaves de su casa y de su auto por cualquier eventualidad que ocurriera.

Al entrar no vio el auto de su padre, pero si se encontraba el de Marisol y la motocicleta de Felipe.

Nadie contestaba a sus gritos, subió por las escaleras y parecía estar sola la casa. La puerta del cuarto de él se encontraba cerrada. Abrió la puerta y entró, lo que descubrió no se lo esperaba, de inmediato se apuró a desatarle los brazos… Pero algo la detuvo, un fuerte golpe desde atrás la dejó inconsciente.

Lucía salía del baño envuelta en una toalla que le cubría desde su busto hasta los muslos, el cabello mojado lo traía envuelto en una toalla aparte, cuando la vio entrar al cuarto de su hermano, de su amante, de su otra mitad.

Dejó caer la toalla que le impedía moverse con rapidez y mostrando su desnuda figura.

Agarró lo primero que tuvo a la mano y le propinó un golpe con todas sus fuerzas. La dejó tirada, no supo que hacer. Se dejó caer sobre el suelo alfombrado de la habitación, tratando de recuperar la calma para proseguir.

Bastaron unos minutos, se acercó a ella y la revisó. Seguía viva, por un lado estaba aliviada, por el otro no parecía haber una solución para salir del problema. Por mientras procedió a amarrarla de las manos y pies. No pudo cargarla, por lo que no le quedó más remedio que dejarla volteada hacia la pared, o eso intentaba cuando ella se despertó.

-¡Qué haces Lucía!

-Yo… yo… Lo necesario.

-¿Para qué?

-No te lo puedo decir.

Con el movimiento repentino, los músculos vaginales no pudieron retenerlo todo, parte del esperma que aún se encontraba en su interior salió, embadurnando parte de las piernas de Marisol, mientras Lucía terminaba de anudar el lazo de sus pies.

-¡Lucía, no me digas que!

-¡Sí, y qué con ello! Es de Felipe, así que ni se te ocurra volverte a acercarte a él.

-¡De Felipe!, Yo pensé que era de alguno de tus novios. ¿Cómo se te ocurre? ¿Cómo se les ocurre? ¿Por eso está amarrado?

-Sí, le gusta jugar de esta forma siempre conmigo.

Continuará…

Muchas gracias por llegar hasta aquí, espero sea de su agrado, muchas gracias por la gran aceptación del relato anterior y su valoraciones tan altas.

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