Mauro es un hombre maduro que impone con sólo mirarle, es un hombre extremadamente reservado, frío y calculador, pero luego está su físico, es alto, de tez apiñonada, ojos verdes, cabello castaño claro siempre en su lugar, y un cuerpo tan bien esculpido que aparenta todo menos cuarenta y tantos, y si a todo esto le añadimos un par de líneas de expresión en su frente que lo hacen lucir bastante interesante, podríamos decir que estamos frente a un monumento de hombre.
Conocí a Mauro el día que me entrevistó para el trabajo que hasta el día de hoy conservo, había pasado 3 filtros de entrevistas y estaba segura de que obtendría el empleo, no consideré lo contrario hasta el momento en que lo vi, atravesó la puerta de la sala de reuniones con un semblante serio y saludando con un apretón de manos firme, al tomar asiento dijo lo que menos esperaba.
-¿Has visto la película de Iron Man?- preguntó con curiosidad mientras se sentaba frente a mí.
-Si- respondí un tanto extrañada, por lo que él prosiguió.
-Necesito una Pepper en mi vida- manifestó con mucha seguridad.
No pude evitar sonrojarme por el desenlace de la pareja en la película, y aparentemente él se había percatado tanto de mi reacción, como de lo que había dicho. Por lo que sintió la necesidad de aclararlo.
-Me refiero al ámbito laboral… quiero decir… estoy felizmente casado y tengo dos hijos- puntualizó disimulando la incomodidad.
Luego de esa pregunta, mis respuestas se volvieron un desastre, no podía quitarle los ojos de encima, y tampoco podía disimular mi atracción por él, solamente pensaba en comérmelo, desafortunadamente, acababa de dejar en claro que eso no iba a suceder y eso me frustraba de sobremanera, una hora después, salí un tanto derrotada del edificio.
No contemplaba la posibilidad de que me llamaran de nuevo, para mi suerte, no abundan mujeres políglotas que se dediquen a las relaciones públicas. Mi trabajo consiste en hacer y saber un poco de todo, desde negocios, compras, relaciones públicas, administración, comunicación, historia, política, etcétera.
Luego de 3 años, me había convertido en la mano derecha de Mauro, y todo gracias a la genial idea de hacer una agenda sobre cada cliente que tuviera la empresa, una agenda que me decía qué preguntar a cada uno de ellos, su familia, sus vacaciones, su estado de salud, el de su esposa o hijos. Inclusive los nombres de todos y cada uno de sus allegados. Era una manera práctica de conectar con nuestros clientes y Mauro estaba encantado con la iniciativa.
Todo este tiempo mi atracción por Mauro se había calmado, y sentía un enorme respeto hacia su persona y su empresa, él sigue siendo igual de reservado en cuanto a su vida personal, pero en lo laboral, lo sé todo, cada movimiento, cada negocio, inclusive lo he apoyado en muchas de sus labores, por lo que la confianza ya es mutua. Pero aun así, sigue siendo mi jefe, y era todo un logro haberme mantenido a raya tanto tiempo.
Un día, las cosas simplemente pasaron a ser diferentes, a pesar de la seriedad de Mauro, nunca ha sido un hombre malhumorado. Era lunes por la mañana y yo había tenido un fin de semana agitado, vamos que también tengo una vida social, no suelo ser impuntual, pero ese lunes mi cuerpo me impedía despegarme de la cama, por lo que me retrasé para llegar al trabajo. En el momento en que entré a la oficina, me cuestionó con tono molesto.
-¿Qué horas son estas de llegar Natalia? ¿Dónde carajos te habías metido?, ¡llevamos casi 15 minutos de retraso para la reunión!- dijo irritado con un tono de voz muy fuerte.
Me limité a disculparme por la tardanza, aunque me ofendió un poco el tono en el que me había hablado, aquello pasó a segundo plano cuando observé que no traía su argolla de matrimonio. Soy una persona bastante observadora, tenía varios años de conocerlo y jamás se la había quitado, por lo que mi mente empezó a maquinar una infinidad de teorías para explicarlo, y en ninguna de ellas saltó la posibilidad de haberla olvidado. Al salir de la reunión, me espetó un poco alterado.
-Alinea mi agenda con la tuya, atiende todas mis reuniones y llamadas, no quiero que nadie me moleste durante la semana, y por nadie me refiero a absolutamente nadie, ¿de acuerdo?- soltó con un dejo de molestia.
Solamente afirmé con la cabeza, pensando ¿a dónde rayos habían ido su temple y sus modales? Todo parecía indicar que los había dejado junto a su argolla de matrimonio. Atendí todas sus reuniones, llamadas, almuerzos y comidas, mientras Mauro se limitaba a estar en su oficina, mi oficina está contigua a la suya, pero esta vez no lo escuchaba hacer nada, no hablaba por teléfono, no ordenaba comida, no salía a su hora, no sabía lo que hacía, y así fue por un par de días más.
Para el jueves por la tarde, me encontraba llegando exhausta a mi oficina, había tenido reuniones toda la mañana, y aún tenía algunos pendientes que atender. Llegué cansada a quitarme las sandalias y el blazer para trabajar más cómoda, había olvidado al jefe malhumorado que se encontraba al lado, sólo quería terminar e irme a casa, de pronto, se escuchó la puerta de su oficina. Segundos después, entró a la mía sin siquiera tocar y con un semblante más tranquilo, en lo único en lo que podía pensar es en que no me había dado tiempo ni de ponerme las sandalias.
-¿Qué haces aquí?- preguntó un poco extrañado y con voz áspera.
-¿Terminando mis pendientes?- enfaticé a modo de pregunta/respuesta con el mismo tono distante que él había utilizado al inicio de la semana a la vez que le lanzaba una mirada fría. Por un instante tuve la sensación de haber sonado algo grosera.
-Vengo en son de paz- dijo entre dientes mientras alzaba las manos en señal de rendición. -sólo quería disculparme por estos últimos días- prosiguió con un gesto de arrepentimiento.
Al alzar sus manos, observé que su argolla continuaba brillando por su ausencia, por lo que no tuve más remedio que ofrecerle una sonrisa.
-No te preocupes, puedo entenderlo- realmente no podía entenderlo del todo, ¡pero vamos, que algo estaba pasando!
-¿Tienes planes para este fin de semana?- indagó con su mano en la cabeza, como si fuera a rascarse, tuve el presentimiento de que sólo estaba ocultando su mano, pareciera que se hubiera dado cuenta de lo que yo intuía acerca de la sortija.
Sabía que en su agenda había un viaje a Las Vegas para el viernes, había dos pasajes de avión comprados, pero yo no lo tenía anotado en mi calendario, seguramente aprovecharía para llevar a su esposa, pasa todo el tiempo cuando los compromisos son más sociales, en esta ocasión no me había atrevido a preguntar acerca de eso, por lo que sólo respondí negando con la cabeza.
-Bien, no los hagas, haz los arreglos necesarios para ir a Las Vegas este viernes- dijo recuperando su tono serio de siempre.
-Sí, señor- espeté como de costumbre. Por lo menos su cólera había desaparecido.
-Y ya deja el trabajo, descansa un poco que nos espera un fin de semana largo- concluyó mientras salía por la puerta de mi oficina.
Como no me permitieron cambiar el nombre del boleto de avión, cancelé ambos, y compré dos en un vuelo diferente, revisé el hotel donde íbamos a hospedarnos, no había más suites disponibles en el piso de Mauro. Tomé mis cosas y me fui a casa con la intención de meterme en la bañera con una enorme copa de vino e ir a dormir como si no hubiera un mañana, estaba muy agotada, y pensar que esto era lo que Mauro había hecho toda su vida por su compañía, aunque él tiene una enorme ventaja, no tiene que llevar sandalias de tacón.
Me desperté recargada de energía y un tanto pensativa, tenía dos llamadas perdidas de Susana, la esposa de Mauro, no sabía si era correcto regresar la llamada, por lo que lo postergué y me dispuse a ir al gimnasio, terminé mi rutina en una hora con 20 minutos, sólo para regresar a casa a ducharme y hacer la maleta, tenía tiempo de sobra, por lo que decidí almorzar y llegar a la oficina temprano.
Al llegar, Mauro se veía más fresco que nunca, nuevamente me encontraba en mi desidia de decirle sobre las llamadas de su esposa, pero concluí que lo mejor sería no hacerlo. Me di a la tarea de utilizar las “influencias” de Mauro para reservar una habitación en el mismo piso, pero mis intentos fueron en vano, acabé con algunos de los pendientes que había dejado a medias el día anterior y partimos al aeropuerto. No era la primera vez que viajaba con Mauro por negocios, pero sin duda era la primera vez que hacía un cambio de planes tan drástico.
De camino al aeropuerto lo noté pensativo, por lo que me animé a cuestionar si se encontraba bien, a lo que simplemente respondió.
-No quiero hablar al respecto, ¿Pudiste reservar en el Grand?- interrogó intuitivo.
-No, desde hace meses tienen a tope la ocupación de los skylofts, intenté hablar con el manager pero…- de pronto me vi interrumpida.
-Te he dicho que siempre lo pidas de mi parte- dijo con aire presumido y sacando su teléfono celular del bolsillo.
No tenía muchas ganas de discutir y decirle que realmente lo había intentado, pero que mis esfuerzos por hablar con la gerencia del hotel no fueron fructíferos, por lo que respondí con una sonrisa poniendo los ojos en blanco.
Luego de hacer una llamada telefónica, todo estaba arreglado y mágicamente tenía una suite en el Grand. Con un problema menos, el camino al aeropuerto no fue más que silencio, mi pregunta había creado cierta incomodidad que se sentía en el aire.
Ya en el avión, preparados para despegar, su teléfono sonó, era Susana, apenas miró la pantalla, colgó la llamada y puso el móvil en modo avión. Inmediatamente mi celular comenzó a timbrar, le mostré la pantalla a Mauro, no dijo nada y se limitó a negar con la cabeza en señal de que no tomara la llamada, obedecí y colgué, acto seguido, mi teléfono también estaba en modo avión.
Durante el vuelo, la azafata se acercó a nuestro lugar para ofrecernos bebidas, yo pedí un vaso con agua, o al menos eso pretendía cuando Mauro me interrumpió para pedir dos vasos de whisky en las rocas mientras me miraba con un aire cómico, me parecía todo menos cómico, no bebo en horas de trabajo, y nunca le he visto el lado correcto por lo que se lo hice saber.
-No me gusta que me vean tomar en horas de trabajo- le dije en voz baja mientras la azafata servía las bebidas.
-Si quieres me puedo tapar los ojos- susurró en tono burlón con dirección a mi oído, lo que me provocó una risa ahogada a la par que ponía mis ojos en blanco.
-Vamos que tienes el permiso de tu jefe- dijo divertido mientras la azafata le entregaba los tragos y ponía uno en la mesita de mi asiento.
La verdad es que no me caía nada mal, por lo menos me serviría para liberar tanta tensión que mi pregunta incómoda y las llamadas de su esposa habían creado en el ambiente, le di un sorbo a mi vaso y lo regresé a la mesa. Al fijar la mirada en Mauro, su whisky había desaparecido y ya estaba pidiendo otros dos. Todo parecía indicar que también planeaba borrar aquella tensión, después del tercer trago, habló.
-Gracias por todo el apoyo esta semana- soltó sin más con un semblante duro en su rostro.
-Sin problema, ¿está todo bien?- indagué un tanto insistente, estaba demasiado intrigada como para no preguntar.
Sus palabras me dejaron petrificada, había encontrado a su esposa con otro hombre, no me hizo saber los detalles, apenas y pudo articular las palabras le dije que lo sentía mucho e inmediatamente me arrepentí de mi insistencia.
-¿Y cómo lo llevan tus hijos?- pregunté para cambiar un poco el rumbo y humor de la conversación.
-No sabría decirlo, no he regresado a casa desde entonces- argumentó con un dejo de dolor apretando su mandíbula. El silencio reinó por algunos segundos. -Por cierto, programa una reunión con mi abogado a primera hora del lunes- espetó recuperando su acento profesional y mirando fijamente su vaso de whisky.
Tomé el móvil para hacer la anotación y las 2 horas restantes del vuelo hablamos sobre el itinerario del viaje. Al aterrizar, la limusina del hotel nos esperaba en el aeropuerto, por lo que tomamos nuestras maletas y abordamos el vehículo. De camino al hotel, Mauro comenzó a interesarse por otros asuntos más personales.
-¿Qué te gustaría hacer en Las Vegas?- preguntó curioso mientras me observaba atento.
La cuestión por si misma me dejó sin palabras, no entendía a qué venía el interés tan repentino. No era la primera vez que visitaba la ciudad, la había visitado tanto por negocios como por placer, por lo que no había mucho que me llamara la atención, entre casinos y lugares concurridos, realmente no estaba en mi ciudad de ensueño, así que decidí improvisar.
-A veces lo único que se me antoja es conocer la otra cara de la ciudad- dije intentando evadirlo y sonar sensata a la vez.
-No intentes evadir las preguntas conmigo Natalia, yo te enseñé eso- concluyó intimidante.
¿Qué demonios esperaba que le respondiera?, ¿que tenía unas ganas enormes de comérmelo? Me encontraba entre la espada y la pared con su curiosidad. Pero pensé en una respuesta ideal para satisfacer su sed de conocimiento.
-De hecho, habrá un concierto privado de mi banda favorita en el hotel Sam’s Town- repliqué triunfante y satisfecha.
-Y… ¿cuándo es ese concierto? Cuestionó aún más interesado.
-Sinceramente, lo olvidé en el momento en que vi que las entradas no se ajustaban a mi presupuesto- manifesté apenada. Mauro soltó una risotada repentina.
-¿Me estás queriendo decir que no te pago lo suficiente?- cuestionó divertido.
-Para nada, todo lo contrario, sólo que tengo un amigo que se dedica a las bienes raíces y está por poner en venta unos departamentos exclusivos, por lo que he estado ahorrando para comprar uno-.
-¿Qué tiene de malo donde vives ahora?- inquirió mirándome a los ojos.
-No tiene nada de malo, simplemente es mucho espacio para mí- argumenté en mi defensa, por supuesto que no iba a decirle que era un residencial familiar y que los vecinos comenzaban a hablar de la vecina que llevaba hombres y mujeres por igual a altas horas de la madrugada. Por no decir de las esposas celosas que me clavaban sus miradas como si fueran puñales, probablemente pensaban que robaría a todos los maridos de los alrededores, cosa que sí que había hecho en algunas ocasiones, pero vamos que no había obligado a ninguno.
-Y… ¿qué tiene de bueno donde quieres vivir ahora? cuestionó persistente, como si quisiera presionarme.
-Se acomoda más a mis necesidades actuales, son pisos para una sola persona, tienen piscina, gimnasio y todo un centro comercial en el subterráneo, por si me apetece comprar algo de emergencia, no cocinar o ir a beber algo- dije con un aire de satisfacción.
-¡Ya! ¿Todo un paraíso para solteros no?- alegó incrédulo.
-Mmm algo así- expresé apenada. No esperaba que sonara de esa manera, pero realmente estaba deseando vivir en ese piso.
-Con mi situación, igual y te pido el móvil de tu contacto- manifestó con vehemencia.
No me lo creía, mira que hacer bromas cuando el asunto es tan reciente es de preocuparse, pero me preocupaba más que hablara en serio. Nos echamos a reír unos segundos, cuando sus palabras siguientes me nublaron la razón.
-Averigua cuándo es ese concierto, yo invito, y asegúrate de comprar una entrada para mí también- afirmó con mucha seguridad.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿Interés repentino? ¿Invitándome algo? vamos que me había hecho regalos antes, pero no pasaba de decirme el día de mi cumpleaños que me comprara algo lindo a su cuenta, jamás se había molestado en saber mis gustos o algo más allá. Me sentía, más que halagada, bastante confundida.
Me limité a sonreír y cambiar la conversación lo que restó del camino. Llegamos al hotel, saludamos al gerente que jamás atendió mis llamadas y abordamos el elevador.
-Bien, son las 3 de la tarde, tenemos una cena a las 7, ¿Cuál es tu plan?- preguntó con su ya trillado acento profesional.
-Enviar mi vestido a la tintorería, ordenar algo para beber y tumbarme un rato en el jacuzzi de la habitación- dije despreocupada.
-Suena como un plan- espetó entusiasmado.
No entendí exactamente lo que quiso decir, por lo que llegué a mi habitación y le pedí al mozo que esperara para que se llevara un vestido a la tintorería, se retiró e inmediatamente me saqué toda la ropa y me envolví en una bata del hotel, me dirigía hacia el jacuzzi cuando vi a Mauro entrando en bañador a mi habitación, lo primero que pensé fue ¿en qué momento había entrado?, ¿había dejado la puerta abierta?, ¿qué rayos hacía con un bañador puesto? Luego de la sorpresa inicial, mis ojos se desviaron para apreciar cada centímetro de su cuerpo, se le veía tan… perfecto, definitivamente una portada de revista no le hacía justicia a este hombre, su abdomen marcado, su pecho erguido, sus bíceps definidos y unos oblicuos que me invitaban a imaginar lo que se escondía bajo el bañador, podría jurar que había imaginado un millón de situaciones con él, pero ninguna como la que tenía frente a mí.
Estaba simplemente tan concentrada en admirarlo que no me percaté que si yo le veía, él también podía verme, inmediatamente sentí un calor abundante en mi rostro, lo que me permitió darme cuenta que estaba sonrojada, mi primera reacción fue ir a la maleta, tomar mi bikini de emergencia y correr al sanitario, por Dios, estaba segura que se había dado cuenta de mi reacción. ¿Qué pensaba entrando así? Recapitulando en mi mente resonaron sus palabras -suena como un plan-, ¡por supuesto que sonaba como un plan! Y al parecer yo era la única que no estaba enterada. Fui al lavamanos a empaparme el rostro que ya para ese momento me ardía, estaba tan roja como un tomate, luego de controlarme un poco procedí a cambiarme, me puse un diminuto bikini de dos piezas color blanco que no dejaba mucho a la imaginación, menos mal que siempre cargo uno cuando salgo de viaje, pensé, respiré profundo un par de veces, me remojé el rostro nuevamente, y me volví a poner la bata de baño para salir del servicio.
Salí del sanitario directo al teléfono de la habitación para ordenar algo de vino, mientras que Mauro se encontraba merodeando en el área del jacuzzi con el objetivo de prepararlo, todo parecía indicar que él tenía un plan bastante definido, generalmente soy yo la que hace esos planes, la que toma la iniciativa y crea confusión, no al contrario, por lo que me descubrí bastante intimidada. Para el momento en que se alejó del jacuzzi yo no sabía cómo actuar, por suerte me salvó el timbre de la puerta, el vino había llegado. Mauro se acercó a la puerta para recibirlo, mientras yo me dirigí al jacuzzi corriendo, me deshice de la bata y me sumergí de golpe.
Observaba como Mauro se dirigía al área del bar, tiene unas piernas bastante torneadas, pensé para mis adentros, tomó dos copas y la cubitera con la botella de vino dentro, la instaló en el jacuzzi y sirvió las copas, inmediatamente me pasó una de ellas, acto seguido, le di un largo sorbo a la mía, por fin, mi lubricante social por excelencia, tenía la ligera esperanza de que el vino surtiera el efecto necesario para desinhibirme un poco, le di otro sorbo pequeño y la recargué en el jacuzzi, no pude evitar ver que Mauro me observaba expectante, me sentía bastante intimidada, tanto por la situación como por su mirada, de pronto se sentó en la orilla y se metió de golpe.
-¿Pasa algo?- cuestionó Mauro repentinamente mientras le daba un sorbo a su copa.
-Todo bien- aclaré al instante.
Luego de una charla amena, mis pómulos comenzaban a sentirse adormecidos, el vino estaba haciendo su trabajo y moría de ganas por ir al servicio. Tomé un largo trago de mi copa nuevamente, se había terminado, Mauro me extendió la mano en señal de que le tendiera la copa, se la di y me levanté del jacuzzi de espaldas a él, podía sentir su mirada, había mucha tensión en el ambiente y por lo visto, en mi entrepierna también, finalmente me disculpé para ir al sanitario y no pude resistirme a mirar hacia atrás, me miraba el culo mientras se mordía el labio inferior, al parecer no dudaba en hacerme saber lo que quería, por lo que sonreí nerviosa y me fui al servicio.
Para ese momento estaba más que claro que pasaría algo entre nosotros, pero mi cabeza no dejaba de darle mil vueltas a la situación, su situación en particular, ¿y si luego se reconciliaba con su esposa y yo salía sobrando?, y no me importaba el hecho de que lo hicieran, me importaba mi empleo, y mucho, luego de reflexionar un poco, tomé aire y salí del servicio. Al salir, Mauro continuaba mirándome, no reparaba en recorrerme con la vista, tenía muchas ganas de comérmelo, y aparentemente era mutuo. Me senté para introducir primero los pies en el jacuzzi, apenas me disponía a meterme por completo cuando Mauro se inclinó y se puso de rodillas aún dentro del jacuzzi y me detuvo por la cintura.
-Espera, ¿no habías dicho que no llevabas tatuajes? Indagó sorprendido.
-Lo has dicho bien, no llevaba- solté una risita traviesa.
-Conoces muy bien las políticas de la empresa Natalia- dijo intentando sonar decepcionado pero con un dejo de asombro imposible de ocultar.
Las políticas de la empresa, por no decir que las de Mauro no me lo permitían, pero vamos que no estaban en un lugar muy visible para mi trabajo, llevaba uno en el costado derecho a la altura de las costillas, una sola palabra, pero de tamaño considerable, otro en el costado izquierdo, dos palabras de tamaño pequeño, uno más en la espalda media, una frase en horizontal y todos los planetas del sistema solar en fila sobre la columna vertebral.
-Ya, pero las políticas de la empresa dictan un código de vestimenta que sigo al pie de la letra y jamás los he mostrado- puntualicé un tanto triunfante.
Mauro observaba el de mi costado cauteloso a la vez que rosaba mi piel con las yemas sus dedos, la sensación me humedeció por completo.
-Tendremos que tomar medidas más estrictas al respecto- dijo mientras me tomaba por la cintura y me invitaba a meterme en el jacuzzi, rozaba mi cuello con sus labios, comenzó con delicados besos mientras subía hasta mi mandíbula, me tenía, estaba pasando y no había manera de escapar. Pero en mi cabeza resonaban mil interrogantes. Mauro se percató de mi distracción, se detuvo y preguntó:
-Nati, ¿segura que estás bien con esto?, si no lo estás, me retiro en el momento en que lo digas, hablo en serio- manifestó con un dejo de inquietud.
-Estoy bien, es sólo que… no sé qué va a pasar si cruzamos esa línea, tu sabes… no quiero perder mi empleo, me gusta mucho lo que hago- expliqué preocupada.
-¿Y quién demonios te está diciendo que vas a perder tu trabajo?, independientemente de esto, trabajo es trabajo, y tú sabes de sobra que yo no lo mezclo- espetó con franqueza a la vez que se acercaba pera abrirse paso entre mis muslos.
La verdad es que tenía razón, siempre había separado su vida personal de su empresa, con excepción de esta semana, aunque podía entender que estaba atravesando una situación bastante difícil, de alguna manera me convencí a mi misma de que hacía lo correcto, Mauro prosiguió con los roces de sus labios por todo mi cuello mientras aferraba una de sus manos a mis caderas y paseaba la otra por mi entrepierna, mis gemidos no se hicieron esperar.
-Sabes que tienes el permiso de hacer lo que quieras ¿verdad?- me dijo entre besos al oído con su voz más seductora.
De pronto ya no pude aguantar más, volteé mi rostro un poco para encontrarme con sus labios y me dejé llevar, mientras le besaba, Mauro tiró de mis caderas, me acomodó en su regazo y se sentó en el jacuzzi, podía sentirlo, estaba tan duro y exquisito que instintivamente comencé a hacer un vaivén con mis caderas para complacerme un poco, mi excitación era más que evidente, entre besos se me acercó al oído con respiración entrecortada.
-Tómalo con calma nena, no llevamos prisa- susurró mientras daba pequeños mordiscos al lóbulo de mi oreja.
Si supiera que yo llevaba más de 3 años esperando ese momento, entendería mi prisa, pero bueno, que me tenía a la expectativa, y la sensación me encantaba. Pasó sus manos de mis caderas a mi cintura, y subió discretamente a mi espalda para jalar los cordones de la parte superior de mi bikini con la intención de sacarlo de tajo, al descubrir mis pechos, tomó uno entre sus manos a la vez que lo apretaba con firmeza y acercó su boca al otro, comenzó con ligeros roces de su lengua en mi pezón rosado ya muy duro por la situación y de un sólo mordisco lo introdujo en su boca mientras succionaba de a poco.
La situación me tenía muy húmeda y desesperada, pero me limité a disfrutar aquello que me ofrecía, paseaba sus manos por todo mi cuerpo mientras me comía las tetas a su antojo, me besaba el cuello y los hombros hasta aterrizar nuevamente en mis pechos, lentamente me dejé ir en un mar de sensaciones que nublaron todos mis sentidos, estaba completamente extasiada, pero quería más, lo quería dentro.
Luego de una pausa para reincorporarme del delicioso primer orgasmo de un día que sin duda prometía muchos más, él sólo observaba, confiado en sus habilidades, me incorporé a su regazo para besarlo y volver a empezar el jugueteo, apagué el jacuzzi y esta vez el silencio fue mi perdición, el sonido de los ligeros movimientos del agua combinado con sus besos me puso a mil nuevamente, por donde quiera que pasaba sus manos sentía un ligero cosquilleo, era el juego previo más largo de mi vida, pero lo estaba disfrutando en grande.
Busqué en su entrepierna algo a lo que pudiera aferrarme, cuando lo encontré lo tomé con mis manos y comencé a darle masaje, su cara me dejó saber que lo estaba disfrutando, y su instinto le llevó a sentarse en la orilla del jacuzzi con las pantorrillas aún en el agua, sabía perfectamente lo que yo estaba buscando, me acerqué a su entrepierna y le descubrí su grande, delicioso y respingado miembro, acerqué mi lengua lentamente a su glande y comencé mi trabajo, estaba delicioso, mientras mi boca lo deleitaba, con mis manos deshice los nudos de la parte de abajo de mi bikini, y me deshice de mi pequeña prenda.
Me puse a cuatro con la intención de que mi culo saliera a flote, Mauro tardó en darse cuenta, estaba demasiado concentrado empujándome contra su verga para atragantarme, me encantaba la sensación, cuando se percató me dio una fuerte nalgada que resonó en toda la habitación, esto me puso a mil y alimentó mis ganas de seguirlo complaciendo, de manera simultánea me tocaba bajo el agua mientras paseaba mi lengua por en medio de sus testículos y le recorría toda su longitud, al llegar a la punta, abría mi boca para dejarla pasar, hice esto por un largo rato, de cuando en cuando volteaba a ver su cara de placer, me tomaba del cabello y me ahogaba con su verga, aumenté la velocidad y la mantuve constante hasta que su respiración se entrecortó con un suspiro, sus espasmos comenzaron y mi boca se llenó de sus cálidos fluídos, la situación me provocó correrme inmediatamente después que él, pero quería más, quería mucho más.
Jugué un poco con su semen en mi boca y me lo tragué de a poco, Mauro simplemente miraba fascinado y con un semblante demasiado perverso, aún la tenía muy dura, estaba muy tentada a montarme en ella sin pedir permiso alguno, cuando sonó el teléfono de la habitación. Mauro sacó sus pies del jacuzzi y se levantó para contestar, cuando colgó me hizo saber que mi ropa ya estaba en camino a la habitación y que en 30 minutos teníamos la cena con nuestro cliente. ¿Cómo rayos iba a alistarme en 30 minutos? ¿En qué momento había pasado tanto tiempo?
Salí del jacuzzi a ponerme una bata y a recibir el vestido que usaría para la cena, aunque me quedaban pocas ganas de ir a cenar, apenas estábamos en el juego previo, y necesitaba mucho más, lamentablemente no era un viaje de placer, en el sentido más literal de la palabra, con lo mucho que me molesta quedarme con ganas, pensé, tomé mi bolsa de baño y me metí a la ducha, no ayudó mucho que Mauro entrara conmigo, según él, solo había entrado a “bañarse” o mejor dicho, a ponerme todavía más caliente, alimentar mi sufrimiento y hacerme perder más tiempo.
Salí de la ducha apresurada, y mientras Mauro se había ido a cambiar a su habitación, me sequé un poco el cabello y lo recogí en un moño bastante improvisado, apliqué un maquillaje natural y un lipstick rojo cereza, indispensable para complementar mi vestido del mismo color, procedí a ponerme un liguero de encaje en color piel a juego con una diminuta tanga invisible, sólo faltaba el vestido, Mauro entró con un esmoquin negro, acompañando de una camisa blanca, su cabello peinado hacia atrás, bastante elegante, y pensar que me lo acababa de comer, le pedí ayuda para ponerme mi vestido, pero antes de reaccionar me echó un vistazo y se relamió el labio superior, Dios, moría por tenerlo, mi vestido era largo y ceñido, de un hombro, sin espalda y con una abierta en la pierna derecha, me puse las sandalias, accesorios, un poco de perfume, tomé mi cartera y corrimos al ascensor.
Apenas entrar y percatarse que estábamos solos, se me acercó por la espalda y me besó el cuello, solamente provocaba que mi entrepierna estuviera cada vez más húmeda, sentía su miembro endurecerse poco a poco.
-Hueles delicioso- susurró en mi oído entre besos a la vez que paseaba sus manos por mi cintura y los llevaba hasta mis pechos.
Seguí su jugueteo arqueando mi espalda para que mi trasero sobresaliera. Me apretó con fuerza a la vez que se entrecortaba su respiración, la paciencia no era una opción en ese momento, el elevador llegó a la planta baja y partimos a la cena. Fuimos los primeros en llegar, a pesar del apuro en el que nos encontrábamos hacía apenas 30 minutos, Mauro me indicó el lugar, me ayudó con la silla y se sentó a mi derecha, justo en ese momento llegó nuestro cliente, quien se acomodó frente a nosotros, nos dedicamos a comer y hablar de negocios durante largo rato, acabada la cena, el cliente se disculpó para ir al servicio, aún le veíamos cuando mi jefe metió su mano por debajo de mi vestido, buscando desesperadamente mi entrepierna, se abrió camino para proceder a tocarme, me encontraba en una situación incómoda pero muy excitante, por lo que me dediqué a disfrutarlo.
Al regreso de nuestro cliente a la mesa, me vi en apuros, pues Mauro no dejó de tocarme ni un sólo momento, por el contrario, cada vez que yo tomaba la palabra, aumentaba la intensidad de sus dedos en mi clítoris, lo que me provocaba sonrojarme, ahogar mis gemidos con sonidos extraños y tartamudear en una que otra ocasión, estaba tan húmeda, pero seguía queriendo más, aproveché la señal que le hizo al mesero para disculparme e ir al sanitario, llegué al servicio acalorada y sonrojada por la excitación, me mojé un poco las mejillas, retoqué mi maquillaje y respiré profundamente para calmar mi ansiedad, apenas tomar mi cartera, entró un Mauro apresurado al sanitario, me levantó por el culo y me recargó en el lavamanos mientras me besaba impaciente, respondí a sus besos de la misma manera, me apretaba fuerte por la cintura contra sus caderas, estaba muy duro, rápidamente me bajó del lavamanos apretándome a su pecho.
-Te ves preciosa hoy, no puedo esperar a regresar- soltó con un semblante travieso.
Ni siquiera le había respondido cuando ya estaba saliendo del servicio, me acomodé el moño improvisado intentando lucir como antes del asalto y salí decidida a desquitarme un poco de sus fechorías. Me acomodé nuevamente en la mesa y lo primero que hice fue poner mi mano en su miembro, comencé a hacer mi trabajo, y su verga respondió con su dureza característica, me sabía de memoria su discurso de cierre con todo y el brindis con champaña, pero mi objetivo era hacerle trastabillar, moví habilidosamente mi mano hasta que lo conseguí, pero no conseguí hacer más, se limitó a disculparse, aclararse la garganta y proseguir, ¿cómo podía tener tanto control de si mismo? me pregunté en silencio.
Acabado el brindis despedimos a nuestro cliente mientras esperábamos la limusina, el cliente se fue, y apenas entramos a la parte trasera de la limusina, Mauro me sorprendió con un beso, eché una mirada de reojo hacia el chofer y pensé algunas cosas, o no se había dado cuenta de lo que ocurría, o estaba más que acostumbrado a esto, o tal vez era todo un caballero, por lo que mi confianza aumentó y me monté sobre Mauro, me bajó el único tirante del vestido para saborear mis pechos, yo me movía desesperada en su regazo y gemía como si estuviéramos a solas, no podía aguantar más, comencé a pronunciar más mis movimientos con las caderas para saciar el hambre que tenía mientras Mauro me ayudaba con sus manos, ejerciendo presión en mis caderas, al cabo de unos minutos mi cuerpo se adormeció y los espasmos me invadieron por completo, para ese momento no estaba consciente de dónde estábamos o quién podría estar observando.
Después de calmar un poco mi calentura con ese rico orgasmo, y disimular con recato todo el numerito que le habíamos montado al chofer, llegamos al hotel, apresurados por llegar a la habitación, al abordar el ascensor y cerrarse las puertas, Mauro oprimió el botón de stop, me acorraló por la espalda frente a una de las paredes de metal y me inclinó mientras se desabotonaba el pantalón, hábilmente me levantó el vestido y me embistió por sorpresa violentamente mientras me apretaba las tetas, estaba gozando el momento, sólo quería llegar a la habitación y comérmelo de mil maneras distintas y todo indicaba que no íbamos a parar hasta conseguirlo, pasados unos minutos, Mauro echó a andar nuevamente el elevador mientras continuaba embistiéndome, por fin estaba dentro, lo que estuve esperando todo el maldito día, estaba a punto de terminar cuando Mauro se detuvo de golpe.
-¿Te parece si continuamos en tu habitación?- me dijo al oído con una voz divertida mientras escuchaba cómo se abotonaba el pantalón. Sabía que lo había hecho a propósito. Mierda, con lo cerca que estaba de terminar, pensé.
Subimos a la habitación entre besos y caricias desesperadas, lancé la cartera y procedí a deshacerme de mis sandalias mientras Mauro se quitaba la corbata de lazo y se desabotonaba la camisa, le tenía tantas ganas que me abalancé sobre él sin darle tiempo a terminar, por lo que lo ayudé mientras nos besábamos, me tomó por el culo y caminó un poco hacia la pared, me acorraló y me dejó saber que estaba muy duro y preparado, me volteó de espaldas, se quitó el saco y bajó el cierre de mi vestido que se encontraba en el costado, apenas bajarlo me libré de él dejando mis pechos al descubierto, inmediatamente los atrapó entre sus manos a la vez que me besaba la espalda y paseaba su miembro por todo mi culo, lo necesitaba adentro.
Se deshizo de su camisa y se desabotonó de nueva cuenta el pantalón, tomó mi tanga y la hizo a un lado para penetrarme, esa verga respingada justo en esa posición fue la gloria, me sentía tan extasiada que me bastaron unos minutos de sus movimientos constantes para correrme por cuarta ocasión en el día, pero seguía queriendo más y él lo sabía, apenas terminé aumentó la velocidad de sus embestidas, dejándome saber que no pretendía parar, tomó mis caderas con fuerza y me jaló hacia él para arquearme la espalda, su vaivén era cada vez más rápido, y me tenía gimiendo como puta que no se detuviera, en menos de un minuto me estaba corriendo nuevamente y Mauro proseguía con insistencia, entre espasmos y una cantidad enorme de mis fluidos, continuó penetrándome con tenacidad, me deshizo lo poco que quedaba del moño en mi cabello y de un jalón me obligó a arquear mi espalda aún más mientras alcanzaba mis labios para besarme, llevó su otra mano hacia mi entrepierna y mientras me penetraba, comenzaba a pasear sus dedos a gran velocidad sobre mi clítoris, de a poco comenzaba a dar ligeros pellizcos en la zona que me daban ganas de ir al servicio. Reconocí la sensación y me dejé llevar.
-Córrete para mí nena- me susurró al oído con su respiración entrecortada.
Sus palabras me llevaron a un clímax inigualable y me hicieron eyacular a chorros mientras continuaba con su ritual de placer, mis gemidos aumentaron en cantidad y volumen, mi cuerpo se entumió completo mientras las pausas en sus embestidas me daban la oportunidad de descargarme un poco con un orgasmo extremadamente duradero y delicioso, sin duda sabía lo que hacía con mi cuerpo, sabía cómo hacerlo responder aún con el más ligero roce. Pasados un par de minutos me permitió descansar, sacó su verga aún muy dura de mis adentros sólo para quedarse completamente desnudo. Mientras yo aún me regocijaba en mil sensaciones, tomo los elásticos de mi liguero y los soltó, se agachó para remover mis medias y en la misma posición desabrochó mi liguero y bajó mi tanga.
Separó un poco mis piernas y comenzó a comerme completa, no estaba dispuesto a permitir que me relajara, y la verdad es que yo estaba más que abierta de piernas, abierta a todas sus intenciones, por lo que me incliné un poco para recibirle, se comía todo lo que había quedado de mis orgasmos, lo saboreaba a la vez que mi excitación aumentaba nuevamente, me penetraba con su lengua y la sacaba para pasearla por mi clítoris, las sensaciones me pusieron a tono nuevamente, se levantó y me volteó frente a él sólo para cargarme del culo y llevarme a la cama, se abalanzó conmigo debajo e inmediatamente comenzó a besarme, tenía un ligero sabor salado, sabía a mí, luego de algunos minutos de juego previo y de pasear su miembro por mi clítoris en algunas ocasiones, me volvió a penetrar, esta vez más pausado y concentrado en su disfrute personal, mientras me besaba y me comía las tetas, me tomaba fuerte de las caderas y me penetraba hasta el fondo, la sensación me elevó nuevamente al orgasmo, aunque ya había perdido la cuenta, los seguía disfrutando demasiado, y Mauro parecía muy satisfecho por ello.
Luego de reincorporarme, sacó su miembro y me volteó con sus manos en mis caderas, me puso a cuatro y empujo mi cabeza contra la cama, se acomodó nuevamente y continuó penetrándome mientras paseaba sus dedos por mi culo, no pude resistirme, ni a la situación ni a mi intento desesperado por complacerle, sabía que tenía sus ojos puestos en mi culo, mientras me penetraba, tomé su mano y la llevé a mi boca, chupé enardecida sus dedos uno por uno y los llevé a mi culito indicándole la entrada, instintivamente metió uno de sus dedos mientras seguía penetrándome, estaba tan extasiada, que me tenía muy dispuesta a dejarlo entrar, por lo que le pedí que metiera otro de sus dedos, obediente, Mauro continuó metiendo y sacando sus dedos, preparándome para lo que venía, al cabo de unos minutos, un tercer dedo apareció en la escena, yo no paraba de gemir y de pedirle que me reventara el culo entre jadeos y respiración entrecortada.
Después de algunos minutos, tomó su miembro y me sacó del trance en el que me tenía, lentamente comenzó a introducirlo en mi ano, la sensación inicial fue de dolor, pero una vez que logró abrirse paso hasta el fondo, fue solamente placer, vamos que no era la primera vez que me reventaban el culo, pero si que era la primera vez que yo lo pedía a gritos, apoyaba con fuerza sus manos sobre mis caderas a la vez que me penetraba aumentando la velocidad gradualmente, se sentía tan bien ahí dentro, las sensaciones me invitaron a tocarme, a saciar todas las ganas que había acumulado por tantos años, mientras Mauro me embestía concentrado, escuché sus gimoteos, su respiración, el sonido de mi culo al verse impactado por ese cuerpo de infarto que tenía, seguía queriendo complacerle y se lo hacía saber, le pedía que me destrozara el culo, que se corriera dentro, que no se detuviera, mi cuerpo comenzó a sentir espasmos por doquier al mismo tiempo que mi culo empezó a sentirse cálido y Mauro soltaba gritos con un dejo de alivio, todo se combinó de manera tan perfectamente bien, que mi cuerpo ya adormecido por tantos orgasmos, no respondía a mis órdenes.
Esperamos a reincorporarnos por un par de minutos para tomar un poco de aire, Mauro se desplomó a mi lado sobre la cama, luego de eso, todo se nubló y mis ojos se cerraron.