Domesticando a Lola, la putita del señor Lobo:
La génesis de esta historia se origina cuando Lola, por ‘accidente’ encuentra la notebook de la tía abierta en un diálogo con el Lobo, la curiosidad produjo el intercambio por chat, luego la fantasía y el juego de seducción, casi no hubo espacio de lo virtual a la realidad, así pude hacerla mía, pero su curiosidad pedía más, ofrecerse ser la sumisa putita del Lobo, motivó el presente relato, que contiene el ritual de iniciación.
El Lobo había cumplido el deseo de tomarte casi por sorpresa y hacerte el amor, atrevido y algo salvaje, apretándote contra el espejo, pasional, afiebrada y sobre todo dejarla satisfecha, su placer consumado le dejó gusto de sabor a poco.
La pausa de la pasión duró muy poco, ahora renace y florece el deseo de repetirlo, de volver a sentir la carne del Lobo entrando en la suya, imponiendo el rigor salvaje de sentirse objeto, del Lobo, hombre mayor, dominante, posesivo, descubrió sus ganas de ser sometida, controlando sus deseos, desearlo con intensidad, dentro vibra y se agiganta su latente obsesión por sentir el miembro del Lobo abriendo su sexo, llenándola de semen creado solo para ella.
Escribe pidiendo, rogando que necesita ser mi putita, el deseo se convierte en necesidad vital, recibir una respuesta activa a su erotismo, un breve instante de chat la deja acalorada, alocarse en deseo por regalarse, humedece su entrepierna, aprietas los muslos para disimular las pasiones desatadas. Pendiente al ciento por ciento, nada más importa que volver a sentirlo a pleno, regalarse, dispuesta a satisfacer todos mis deseos.
Se había dejado hacer el amor, de pie contra el cristal, sentía mis manos separando las nalgas, el glande, levemente húmedo por el fluido pre seminal, deslizarse en la grieta, permaneciendo un instante en el centro del ano, se estremeció, asustaba el solo pensamiento de que el grueso miembro intentara adentrarse en su estrechez, preocupa no poder aguantar toda esa carne, aun así no se negaría, solo era miedo y temor por no poder satisfacerlo como se merece.
Entendí sus temores, solo un instante apoyando el glande en el centro del orificio anal, le parecía eterno, bastó para activar el deseo por sentirlo. Son esos momentos decisivos donde la razón sucumbe a la pasión, si el Lobo hubiera seguido presionando hubiera colaborado aún a costa del dolor, satisfacer a su hombre se imponía sobre la del temor.
Leí correctamente las señales temerosas de su cuerpo, seguí hasta la vulva, penetrarla con autoridad y determinación, dominar y someter tus temores, hacerle sentir todo el grosor de mi erección, bombear y presionar en sus carnes hasta llevarla al orgasmo tan temido, disfrutar la pasión de gozar y se gozada a pleno, sin concesiones.
Puedo entender que anhelas ser una mujer a mi servicio, satisfacer mis instintos eróticos, tan pronto me insinúo que tengo ganas de poseerla, se derrite en el fuego sagrado de la ofrenda incondicional, ordené verme al día siguiente, que espere instrucciones, en el mientras tanto necesito sentirte cercana, el mensaje hablado por el whatsapp no me satisface, desnúdate, necesito tu cuerpo cargado de erotismo, una selfie servirá para acortar la demora, no alcanzó con enviar una, fueron varias, necesita demostrar cuán ardiente está por entregarse.
El mensaje detalla que la mandaré a buscar, el conductor llevará una esquela con el detalle de mis exigencias, “sí señor, te pertenezco, soy tu putita” fue la sumisa respuesta. Una hora más tarde llegó el envío, una caja con bolas chinas y plug anal, ambos traerlos colocados.
Cayendo la tarde, el llamado del señor Lobo vibró en su celular, recordarle que llegando la noche pasarán a buscarla trayendo nuevas instrucciones. Cuando subió al auto, el conductor le entregó un sobre con las nuevas órdenes, que dentro de auto deberá sacarse la bombacha y el soutién, en la segunda parte del mensaje los detalles para cumplir el ritual del hilo rojo. Entiende y comprende el mensaje, las órdenes explícitas cuyo objeto es la aceptar la sumisión a su señor, derribar pudores y la entrega sin reparos era la primera lección, de este modo Lola entró en el nuevo espectro de sensaciones que el Lobo abre para hacerla disfrutar de su nueva condición, ser una mujer de servicio: la mejor putita del Lobo.
Este encuentro tenía todos los ingredientes del rito ceremonial: “tan pronto ingreses en la casa, encontrarás un hilo de lana de color rojo, tomarás ese extremo y atarás a tu dedo meñique de la mano izquierda, la prolongación similar al infinito termina en el otro extremo atado al meñique de la mano izquierda del Lobo, ingresas enrollando el hilo en tu mano hasta llegar al otro extremo, atado al dedo meñique del señor Lobo de amarse hasta el infinito. El sobrante del hilo rojo se enreda en las manos que se entrelazan de los que se juramentan el amor por siempre.
Se presentó en la casa del señor, ingresó a los dominios del señor Lobo, sobre la mesa estaba el hilo de lana rojo, se lo ató según las instrucciones, avanzó enrollando en su mano el hilo hasta llegar donde la aguarda su señor, agotando la distancia hasta quedar con sus manos enlazadas, el beso ardiente cumplió la primera parte del ritual. La segunda parte consistía en que ella debía llenar dos copas de vino, rojo y aromático, mientras el señor coloca alrededor de su cuello una delicada cadena con el triskel como talismán y compromiso de fidelidad y sumisión, el brindis consolida el contrato de servir, respetar y lealtad a su amo. Un nuevo beso, intensamente húmedo y prolongado sella el compromiso.
El señor Lobo llenó nuevamente las copas, la estoy mirando engolosinado con su cuerpo firme y vibrante, espléndida, exultante, es la lujuria en carne viva, deja caer el vestido, gira mostrando que lleva los juguetes eróticos colocados, entiende el lenguaje gestual, gira dándome la espalda, inclina el torso, movimiento lento y ampuloso para quitarse el plug del ano, sienta frente de mí, sobre el puf de pana roja, separa las piernas, jala despacio el cordel para extraer la bolas chinas del interior de la vagina.
Me llena los ojos con la belleza de su sexo, aleteando deseo, separa los labios de la vulva para mostrar el rosa nacarado del interior de la conchita, se acaricia los labios, un par de dedos se introducen en la vagina, juegan, los saca húmedos y los chupa, exagera los movimiento, comprende lo que quiere su señor, vuelve a tocarse, a jugar dentro de su cuquita, frotarse el clítoris. El juego digital se intensifica, acelera el movimiento, el placer escénico la conmueve, agitándose, tensiona las piernas, ondula el vientre, el ajetreo de la calentura la hace vibrar como a mimbre, no puede detenerse, la prisa por ofrecer su orgasmo al señor la consume, la febril calentura limita la capacidad de respirar, no ceja en su pasión por brindar la mejor masturbación que tenga memoria.
Agotada la capacidad de reacción, se dejó vencer por los calores de un orgasmo que asciende por su cuerpo, y estalla en sus sienes, cierra los ojos, apertura total de sus piernas, ofreciendo el esplendor de un orgasmo estridente, pasional entregado para ganarse la voluntad de su señor.
Rendida por las vibraciones, sacudida por la emoción y extasiada en la ofrenda, se dejó estar, en silencio, mirándose en mis ojos, esperando ese gesto que glorifique su ofrenda, ganarse la gracia de ser mi putita.
Un gesto de complacencia, la hace sonreír, baja la vista, entiende el gesto de acercarse, colocarse de rodillas entre mis piernas, soltar la hebilla del cinto, bajar el pantalón, el bóxer, liberar el miembro de su hombre, aprisionarlo entre sus manos, subibaja del prepucio, despacio, vuelve a mirarme sin dejar de pajearme, entiende el lenguaje de las miradas, sabe que es tiempo de lamer el glande, cubrirlo con sus labios, sumergirlo en su boca.
Comenzó a chupármela, mando despacio, volcándose al máximo, lamiendo con intensidad. Mis manos se enredan en sus cabellos, presiono su cabeza, eleve la pelvis, comienza el vaivén de un fogoso sexo por la boca, se fuerza por abarcar cuanto puede del grosor de la carne en plena erección.
Los movimientos se hacen convulsivos, los latidos indican que el proceso de la eyaculación ya está gestándose, me aprieto y empujo, por momentos de atora, no retrocede, entregada en alma y vida en llevarme a una acabada dentro de su boca. El llamado perentorio de la urgente eyaculación, entiende y colabora, elevé la pelvis, ella me abrazó de las nalgas, el rugido del Lobo coronó el intenso chorro de semen, un segundo y un tercero colma su boca de semen caliente.
La cantidad e intensidad del movimiento le impide tragar toda la descarga, necesita tomar aire, en el intento se le escurre algo de la energía blanca, parte recoge con la lengua y el resto con los dedos. Antes de tragarlo, abre su boca, necesita mostrarme la descarga, luego degusta y traga, sonríe y termina de limpiar el miembro. Apoya la cabeza en el regazo del Lobo, espera ansiosa esa caricia que calme su agitación y reconforta su espíritu.
– Gracias, señor Lobo, le pertenezco, quiero ser su putita…
– Ahora lo serás, serás bautizada por el señor Lobo, dejar de ser tu misma, luego del ritual solo vivirás para sentir a tu señor, llevar su esencia incorporada, será tu segunda dermis.
Terminé de desnudarme y la conduje al baño, instruir para que aprenda a orinar de pie como hacemos los hombres, abrir los labios de la vulva, echar la pelvis hacia adelante y emitir el chorro de orina tal y como hace su señor. Aprende rápido y bien, al primer intento ya casi aprende, no tan prolijo, a pesar de alguna chorreada de orina por sus piernas lo hizo adecuadamente, me mira y agradece haberla enseñado y guiado en los primeros pasos para ser una buena putita.
Seguidamente la hice arrodillar dentro de la bañera, delante de su señor, acariciarme la verga, algo morcillona y con todas la ganas de orinar que deviene de una profusa eyaculación, disfruta tenerla en su mano, acariciar sus mejillas con la tersura de su piel, indico quedarse en postura de orar, entiende fácil y bien, comprende que está a punto de recibir el bautismo de su señor, elevar la mirada, espera el chorro de lluvia dorada que lanzo sobre su rostro, escurre por sus tetas y desliza por su vientre hasta deslizarse entre los labios de la vulva.
No se movió en ningún momento recibía la tibieza dorada de la unción bautismal, el señor Lobo había consagrado la unión, completado el ritual de iniciación.
Permaneció hasta que terminó de fluir la bendición, la ducha eliminó los rastros del baño dorado. Esa noche salimos a cenar, luciendo el vestido comprado para ella, profundo escote que realza la turgencia de sus pechos, nuevamente saldrá sin la tanga. Cenamos en un discreto pero elegante restaurante, en un lugar reservado de miradas ajenas, el burbujeante champán volvió a sellar esta primera lección, cuando la camarera se acercó para traer la cuenta ordené a Lola abrirse el escote y mostrar sus pechos a la joven empleada.
– Ábrete y muestra los pechos a esta joven camarera. –aceptó sin objeción. – Tócaselos, siente la tersura de mi putita. –la joven camarera aprieta los pechos de Lola.
– Si señor Lobo, son turgentes y latían, le agradezco dejarme tocar a su… putita.
Había cumplido con eficiencia el ritual de iniciación, entrado a los dominios del Lobo, acepta como su protector.
En el trayecto de regreso pregunto si podía preguntar, solo asentí.
– Dime, mi tía pasó por todo esto?
– Hmmm, no preguntes, deberías saberlo.
– Ah, entonces eso de haber dejado la pc abierta para que mi natural curiosidad me llevara al Lobo fue causal, también quedar atrapada en mi propia curiosidad, todo para dejarme seducir por ti.
– Te dije que no preguntes, deberías saberlo…
No hubo más preguntas, entendió todo el contexto, dijo que ya no le importaba volver con su pareja, que no volvería a escuchar sus excusas y promesas, ahora el señor Lobo completaba todas sus necesidades eróticas y afectivas, que lo que más le importa es ser la mejor y más obediente putita del señor Lobo, su objetivo de máxima.
Regresarla a su casa y recordarle sus obligaciones para con su señor fueron parte de la primera sesión de la disciplina de la putita.
– Cuándo volveré a verte?
– Lo sabrás a tu tiempo, deberás estar siempre dispuesta, esperar que tu señor te invite, sobre todo recordar que hacerte el sexo no es satisfacer tu necesidad lujuriosa, sino un premio que tendrás que ganártelo.
Le comí la boca con un intenso y prolongado beso de lengua hasta dejarla respirando en mi boca, mi saliva se vertió en la de ella, el pacto de iniciación consumado. Ahora la putita solo aguarda el llamado del señor Lobo.
Esta historia está viva, continuará con los rituales de la entrega de la sumisa y la aceptación del señor Lobo.
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Lobo Feroz