Me coloqué a gatas sobre el colchón,
mientras que tú, puesto en pie, me mirabas;
usaste los brazos, me acariciabas
la espalda, los hombros; qué sensación.
Te acercaste, te bajaste el calzón;
la polla aún arrugada me mostrabas.
Deseosa, la punta llené de babas;
reaccionaste, pronto vi tu erección.
En la boca me entró todo el cipote;
tú, te oí, juraste, gemiste, jadeaste;
¡ay, madre!: sólo pensé en darme el lote
con tu ardiente hierro; vibraste, empujaste;
lamí el frenillo, el glande: "ahh, qué machote";
rugiste, te ibas; chupé, me llenaste.