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El mejor amigo de mi papá
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Una tarde llegué a casa y encontré a mi viejo en la sala tomándose un par de rones con un señor que no conocía, un hombre maduro, canoso, pero se veía en forma y muy bien puesto. Mi padre me lo presentó como su amigo, un amigo que yo no había conocido antes. Me quedé mirándolo un poco más de lo normal, el tipo podía ser mi padre, pero estaba bueno. No sé por qué pensé de esa manera y en ese momento.

Charlamos un rato de cosas vanas, y muy generales, al rato me despedí y me fui a mi alcoba en la parte de atrás de la casa. El amigo de mi padre siguió visitándonos a menudo, nos mirábamos, sobre la mesa de las cenas, los almuerzos y demás. Me excitaba cuando lo tenía a mi lado, los labios mudos de mi vagina, solo atinaban a temblar y humedecerse cada vez que lo tenía cerca.

Uno de eso días, ya unos meses después de conocerlo, llegó a casa, tocó el timbre y preguntó por mi padre, mi padre no estaba, así que me dijo que necesita unos papeles de la oficina en casa de mi papá, le permití seguir y él siguió hacia el estudio donde lo escuché abrir y cerrar cajones buscando lo que necesitaba.

Al salir le invité a sentarse y conversamos sobre trivialidades, no sabía cómo seducirlo. Se levantó para irse, lo acompañé a la puerta, y cuando se volteó para darme un beso de despedida, volteó mi rostro y le di un beso en la boca. Se apartó, me miró y me agarró por la cintura y me comió mis labios, mi lengua, que beso, que beso.

Cerramos la puerta, y besándonos caminamos por el pasillo hacia mi alcoba, cerramos la puerta y seguimos besándonos y tocándonos por todos lados, a donde nuestras traviesas manos llegaran.

Nos recostamos sobre el sofá de mi alcoba, y lentamente, mientras me besaba el cuello y los hombros me fue quitando el pequeño vestido que llevaba puesto, luego me quitó mi brasier, que liberó mis pequeños senos, los cuales acarició dulcemente mientras me mordía los pezones. Que rico se sentía.

Bajó sus manos por mi abdomen, siguiendo hasta mis piernas, muslos, rodillas, me tocaba por todos lados sin siquiera prestarle atención a mi caliente coño. Sus dedos se metieron entre mis interiores y rozaron los labios depilados de mi vagina. Yo solo le agarraba la cabeza y pasaba mis manos por su espalda.

Mi coño parecía una destilería desbordante de miel y jugos de cuca joven.

La tensión era fuerte también no sabíamos en que momento mis padres regresarían a casa.

Nos pasamos a la cama, me acarició mi cabellera, mientras con la otra mano jugaba con uno de mis erguidos pezones. Me besaba y ya bajaba la mano hacia mis húmedos calzones, pasó la mano por encima frotando lo que ya había tocado por debajo de la fina tela.

Metió los dedos entre la tela y la piel y me fue liberando del candado que esa ropa semejaba. Bajó su cabeza, inhaló el olor de mi coño, y lamió suavemente sobre esos labios que a gritos sordos pedían ser lamidos, comidos, mordidos.

Mis piernas temblaban, los dedos de los pies apuntaban hacía la pared del frente tensos, pero la sensación de sus labios y lengua sobre mi coño era inimaginable.

Encontró mi clítoris y le dio un latigazo de lengua, lo mordió, grité, y me cubrió la boca con su mano, le mordí los dedos, mientras seguía recibiendo el sabroso sentir de sus caricias en mi vagina.

Se fue subiendo hacia mi rostro, besándome todo pequeño espacio de mi piel, llego a mis parlantes labios, me besó y me dijo que me iba a penetrar, sacó él mismo su pene de entre sus ropas, y acercó ese falo de placer a la boca de mis vaginales labios, metió la cabeza y siguió un poco más fuerte hasta tenerme empalada en su sexo.

Me empujaba con su verga, dura como una piedra, y al mismo tiempo suave como un pétalo de una rosa, yo gemía suavemente, mi coño no lo soltaba, y él seguía dándome deliciosamente.

Acelero sus movimientos y yo movía mi cadera al unísono, ambos estábamos ya casi al borde de venirnos, el ruido que producíamos era casi nulo, esperaba ser sorprendida por mis padres, y aunque no soy una menor, todavía vivía en casa a los 21 años. Seguimos acelerando y le dije que se viniera dentro de mí, nos venimos juntos y el lleno de su caliente liquido las entrañas de mi vagina, mi útero sentía el golpe de su cabezote, mientras seguía metiéndomela duro y más rápido.

Caímos rendidos y no podíamos tomarnos nuestro tiempo ya el riesgo de ser descubiertos era muy grande, nos levantamos, y entre beso y caricia nos vestimos, y salimos hacia la sala, en ese momento llego mi padre y el amigo muy rápidamente le dijo que acababa de llegar a buscar los papeles y que ya se tenía que ir, se volteó, me guiñó un ojo, y se fue, dejándome satisfecha y con ganas de volver a hacerlo con el amigo de mi padre.

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