Otra de aquella época entre mis dieciocho y veinte años. Mi abuela se fue de viaje y justo ese día me accidenté con una bicicleta, fracturándome el antebrazo derecho. Mi madre estaba ya de vuelta en casa y pudo auxiliarme. Terminé obviamente con el brazo enyesado o escayolado o como se diga. Ya en los días siguientes estuve solo en casa y me las debí ingeniar para comer y otras actividades. Mi madre regresaba de trabajar a la media tarde y en ocasiones la esperé para almorzar. Tres o cuatro días después me preguntó si me había podido duchar y le respondí que no.
-Sí, supongo que se hará dificultoso, me dijo.
-Es verdad… ni siquiera lo intenté…
-Deberemos solucionarlo para que puedas higienizarte. Veremos la forma de no mojarte esa parte del brazo y seré yo quien te bañe.
-Mamá. Es que… me avergonzaría…
-Cómo? Oye: sé que ya no eres niño y físicamente te has desarrollado. Pero bueno, eres mi hijo y no ha de ser extraño volver a verte desnudo como cuando eras bebe…
-Es que…
-Ya. No seas tonto y preparemos la bendita ducha… que ya si no empezarás a oler mal… Ja!
Preparó el baño, mi ropa y me llamó.
-Si puedes ir quitándote ropa, hazlo… yo me pondré el traje de baño para no mojarme el vestido.
Me fui desabrochando el pantalón y como pude lo bajé. El slip me lo dejé y me fui quitando la camisa. En tanto ella regresó. Acostumbrado a verla de vestido, en bikini se me antojó que tenía físicamente mucho.
-No te quitas todo? -me preguntó.
-Me dejo el calzón…
-Ya, ya. Igualmente deberemos lavar todo, dijo mientras sonreía.
Me puse bajo la ducha que estaba deliciosa. Mantuve el brazo levantado y lo sostuve en la mampara para evitar que se moje. Ella me fue enjabonando la espalda, el pecho, todo…
-Ya niño… que te quito esto para poder higienizarte todo. Y sin esperar respuesta me bajó el slip hasta los tobillos. Me quedé mirando el techo y a la expectativa de lo que vendría. Sentí el contacto de su mano y el jabón. Dejando corre agua me lavó a conciencia, corriéndome el prepucio para higienizarme mejor. Entonces lo que más temía empezó a suceder. Tanto frotamiento jabonoso me produjo una erección incontrolable.
-Epa, dijo…
-Ya, madre… que me avergüenzas más!
-Solo dije epa!… y no veo a santo de qué has de avergonzarte. Eres humano, eres joven y lo que te pasa es natural…
Se fue demorando en el lavado y yo cada vez más empalmado…
-Gero… mi niño, mi bebe… tienes una bella herramienta. Bien me lo dijo tu abuela…
-Qué???!!!
-Bueno, bueno… yo lo sé. No te apenes ni culpes a tu abuela. Si ella me lo hubiera ocultado sí que me habría ofendido…! Además me tranquilizó saber que lo hayas hecho con ella. Me dio más tranquilidad, más seguridad…
-Yo no quería… no sé si quería…
-Tonto… supongo lo habrás disfrutado…
-Sí, claro…
-Ah, por cierto… doña Martha y la profesora Rebeca también quedaron conformes…
-Eso también sabes!?
-Claro, hijito… qué pensabas.
Me sentí como un tonto. Mientras tanto ella me seguía frotando la verga y ya yo estaba que explotaba.
-Mamá… ya déjala… está limpia!
-Eh? Ah, claro… pero que dura se te puso! Tú que, por lógica, no puedes controlar esa erección y yo que vengo de abstinencia… Tampoco puedo ni quiero controlarme, mi niño… te la voy a chupar!
-Mamá… por favor no…!
-No, claro… aquí no porque estarás con ese brazo cansado…
Tomó una toalla y me secó todo.
-Ni me demoro en vestirte, dijo, ven… a mi habitación.
Fuimos y me ayudó a recostarme. Se quitó el traje de baño. La verdad tenía unas muy hermosas tetas. Una mata de pelos apenas cubriendo la raja. Se dio la vuelta para mostrarme también el culo todavía y el firme par de nalgas que portaba. Mi verga se agarrotó! Se vino hacia mí que estaba a la expectativa y ansioso. Había tirado la vergüenza lejos. Me la estuvo sobando unos instantes. Vino con su lengua y le dio varias lamidas. Luego ya directamente se la engulló y entró a saborearla.
-Mamá, voy a…
Solo me miró para guiñarme un ojo. Solté la leche y realmente mucha. Era tanta que se le escapó por la comisura y la juntó con un dedo.
-Deliciosa, bebe… me gustó mucho!
Estaba tan cargado que la verga casi ni se me aflojó. Además de que mi mami me la siguió lamiendo y eso la mantuvo excitada.
-No te pediré que te me subas porque no podrás apoyar el brazo. Mejor subo yo.
Se me colocó a horcajadas e hizo jugar la cabeza de la pija en su entrada. Después la ubicó y se dejó caer para penetrarse.
-Aaah! Cuanto tiempo si probar esto. Te adoró mi niño, te adoro!
Se movía subiendo y bajando. Me cogía de maravillas y lo disfrutábamos… Las paredes de su vagina apretaban mi miembro y consentían cada vez más profundidad. Sentía el fuego en sus carnes hambrientas! Ella respiraba cada vez más rápido, más ansiosa. Cuando ya casi bramaba de placer se quitó de mí y en una fracción de segundo colocó su concha sobre mi cara, sobre mi boca. Saqué lengua hasta de donde no tenía para lamerla y penetrarla. Lamí y chupé hasta que aulló su orgasmo y una catarata de jugos me llenó la boca. Un delicioso torrente que no desaproveché en nada.
Se tiró a mi lado aún con la respiración agitada para quedarse en reposo aferrando mi mano libre.
-Hermoso fue parirte… pero más hermoso es que ahora entraras por donde saliste. Con mucho placer y ya sin dolor!
-Hermoso que lo sientas así, mamita…
Se volvió hacia mí para darme el primer beso en la boca. El primero porque nos quedamos besando. Con los labios cada vez más abiertos y las lenguas retándose a duelo. Mi mano sana se lanzó a sus tetas y con ella fue mi boca tras abandonar la suya. Se las chupé, sorbiendo y dando suaves mordiscos, lo que la volvió a poner en estado de deseo. Ya mi pobre y atareada mano izquierda bajó hasta la entrepierna mojada para que dos dedos le cogieran la concha. No solo ella se había vuelto a excitar. Yo también volví a quedar totalmente empalmado. Se incorporó para ponerse en cuatro patas arriba de la cama.
-Prefieres arrodillarte o pararte en el suelo?
-Parado… le respondí.
Entonces giró y sacó el culo hacia afuera de la cama. El lecho era alto y entonces su sexo me quedaba a la altura justa. Otra vez me la tuve que manejar con la zurda que justamente no era de lo más diestra. Ella se dio cuenta y trajo una mano hacia atrás. Tomó mi verga y la apuntó a su concha. Después empujó hacia atrás para penetrarse. Cuando la tuvo dentro, apoyó las dos manos en la cama para impulsarse en un vaivén erótico y profundo. A cada retroceso suyo respondía empujando en una penetración profunda y placentera. Desde arriba le podía ver el ano chiquito y cerrado. Dejé caer saliva y se lo mojé. Con un dedo se lo froté, empujando despacito hasta insinuar la penetración. Cuando mi dedo venció la resistencia, se lo alojé culo adentro y empecé a jugarle lentamente. Gustosa arrancó otro movimiento de caderas, mostrando aceptación.
-Ya te transformas en vicioso por el culito? Ya me demostrarás si con tu abuela aprendiste bien la lección!
-Quiero mostrártelo ahora…
Más saliva y jugos de su concha vinieron a reforzar la lubricación. Le apoyé la pija justo a la entrada e intenté empujar.
-Ya sé que no puedes aferrarme por las caderas… Solo sostenla firme y yo me encargo.
Así lo hice. Ella se separó bien las nalgas con ambas manos para luego venir hacia mí. La cabeza de la verga abrió las carnes y le invadió el culo. Se detuvo.
-Si alguna vez lo hice, ya no me acuerdo y me duele un poquito. Vamos despacio!
Empujó otro poco hacia atrás y su ojete devoró varios centímetros más de poronga. Fue hacia adelante y regresó por más, hasta que se la tragó toda. Desde arriba yo no hacía más que deleitarme con lo que veía: su culito hermoso enfundando y desenfundando mi verga. Además, claro, del placer que me daba el ajustado roce de sus carnes. Tal faena me fue llevando al borde cada vez más próximo de la acabada.
-Te daré mi leche en la cola, le dije…
Ella se quedó un momento quieta y con toda la verga enterrada en el ojete. Después volvió a ir y venir cada vez más rápido. Hasta casi sacarla para volver a encularse a fondo. Todo hizo que no aguantara mucho más y le soltara el polvazo! Cuando me sintió eyacular se pegó a mí, buscando la más profunda penetración y moviendo sus caderas. Gimió entre suspiros al alcanzar un nuevo orgasmo sin tocarse y solo por la penetración anal.
-Me has dado la enculada de mi vida, amor… La sentí como nunca!!!
Durante los días que mi abuela estuvo ausente, casi diría que me mudé a la habitación de mamá. Que dicho sea, la compartían ellas. Llegaba mami del trabajo, almorzaba, se duchaba y nos brindábamos al sexo. Algunas noches nos quedábamos dormidos hasta la mañana siguiente.
Cuando la abuela regresó, todo volvió a la rutina conocida…
Gerónimo68