Era el final del verano, los chicos de la ciudad estaban de vuelta en la escuela y la ciudad ya no tenía el bullicio y ajetreo de las vacaciones. Cerca al lago en la finca, ya no se escuchaban los vehículos y motos que pasaban camino a los lugares de baño a la orilla del lago. Mi familia seguía lejos y yo vivía solo.
Ya sabía que la Mona estaría por estos lados en unos días, y que mantenía una comunicación con ella, de vez en cuando hablábamos por Messenger o una llamada para una u otra felicitación.
Unos días después de saber que ya estaba en la isla y de habernos visto un par de veces en la calle, le pregunté si quería pasar un rato conmigo, me pidió la recogiera en su casa tipo 9 pm.
A los 9 pm en punto ya estaba yo, esperando en la puerta de su casa. Ella salió en un vestidito de esos que me gustan, livianos y simples, se imaginaba su cuerpo delgado y en forma debajo de él.
Hacía ya varios meses de nuestro encuentro fortuito en casa de unos amigos. Tanto ella como yo nos sentíamos a gusto con la relación amistosa que teníamos.
Salimos hacia la casa finca, a la orilla de la carretera por el lago, charlamos mientras llegábamos.
Ya en la casa nos pusimos vestidos de baño y a esa hora ya 9:30 pm nos metimos a la pileta, el agua tibia como la recordada piel de la Mona, acariciaba nuestros cuerpos mientras platicábamos sobre los ires y venires de la vida, de su estancia fuera del país, como estaban nuestras familias, y todo lo que podía haber pasado a los dos en ese tiempo de meses que habían pasado hasta la fecha.
Mientras el agua de la pileta se mantenía tibia el aire de la superficie estaba frio, invitándonos a abrazarnos y calentarnos el uno con el otro, ambos sabíamos lo que queríamos, queríamos darnos cariño, amor de amigos y sexo para alivianar nuestro stress, sexo por diversión.
Ya abrazados y besándonos m nos desinhibimos y despojamos de los vestidos de baño, seguimos jugando con nosotros en la pileta por un rato, nos tocábamos y acariciábamos como niños con juguete nuevo.
Al cabo de un ratito más, salimos de la pileta y envueltos en unas toallas, nos encaminamos a una más cómoda cama en una de las habitaciones de la casa.
Mientras nos acariciábamos y besamos, nos acostamos sobre el lecho de la pequeña cama, nuestros cuerpos todavía húmedos se entrelazaban y disfrutaban el uno del otro, busque con mi boca las recordadas fresas de sus bellos pezones, y dándole besos, momentáneamente me despedí de ellos para bajar pasando por su ombligo, camino a su pequeña hendidura, donde nuevamente bese esos labios para luego abrirlos delicadamente con mi lengua y saborear la delicadez sexual de la Mona. Me dedique a lamer, y acariciar con mis labios y lengua ese centro de placer, pequeños mordiscos sobre su clítoris, provocaban gemidos de dulzura y placer de la boca de ella.
Me gire, era mi turno de sentir su boca sobre mi pene, que rico se sentía, la fragilidad de su lengua sobre el glande y frenillo de la corona del miembro eran con la caricia de una pluma sobre la piel de un bebe.
Así jugamos un rato disfrutando del sexo desinhibido y sin preocupaciones, varios minutos después, me acosté sobre mi espalda y ella se sentó a ahorcajadas sobre mi penetrándose con el falo tieso de la lujuria, donde cabalgo suavemente hasta que ambos terminamos con un acorrida espectacular. Nos quedamos saciados y dormimos unas horas, ya bien tarde, casi en la madrugada la lleve a su casa. Ambos contentos y saciados, quedamos en vernos en otra ocasión.