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Uf, esa boda (Elena) 1.5 Final
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Nos quedamos un par de minutos jadeando como dos perros sedientos dentro del auto. Andrés se había quitado la camisa y tenía los pantalones a la rodilla con su pene semi erecto fuera de su calzoncillo. Tenía un cuerpo atlético y bien cuidado, con las abdominales bien marcadas y un cabello oscuro y un poco gris en las sienes. Aunque su rostro se veía moreno y curtido por el sol, su cuerpo era bastante más claro. No era un adonis ni mucho menos pero si tenía la prestancia y la galanura para conseguir que alguna que otra chica se pudiera lanzar a su conquista. El a su vez, me escudriñaba con la mirada, admirando mi desnudez con un dejo de satisfacción en la mirada y eso me hizo sentir bien. Después de sentirme ignorada prácticamente durante toda la boda, alguien finalmente me podía apreciar por lo que era. Una mujer con los atributos necesarios para sentirse deseada y admirada.

Andrés se medio incorporó en el asiento y se despojó del pantalón y el calzoncillo para quedar completamente desnudo igual que yo. Tenía un poco de temor de preguntar la pregunta obvia pero no había visto que sacara un condón y, aunque tenía unas ganas enormes de sentir ese delicioso miembro dentro de mí, coger salvajemente en ese auto, al puro estilo del Titanic, no estaba dispuesta a hacerlo sin protección. Estaba a punto de llover y, si este guapo calenturiento no traía paraguas se iba a dar una remojada de antología. Finalmente se acurrucó junto a mi y quitó un mechón de cabello que me cubría un poco el rostro. Acercó sus labios a los míos y nos besamos con ternura. Era un beso distinto a los que nos dimos en cuanto entré a su coche. Aquellos habían sido salvajes, desesperados, y con un ansia contenida por la calentura que ambos teníamos. Lo disfruté cerrando los ojos y sentí el suave contacto de su mano posándose en mi teta. Era un roce ligero pero no por ello menos erótico y se irguieron mis pezones de inmediato.

– Andrés. Tengo que preguntarte algo. – Dije finalmente tratando de no aguar la fiesta que se nos venía encima.

– Dime. – Dijo el sin dejar de acariciar mi teta.

– ¿Traes protección?

– Si, ya te dije que Jesús está al pendiente…

– No, me refiero a otra protección… – dije volteando mi mirada a su entrepierna.

– Ah, condón. No, no me gusta usar condones cuando lo hago. Tú no darías un beso a través de un cristal, ¿o sí?

– Es distinto. No creo que debamos seguir haciendo esto si no…

– ¿Estás diciendo que no tienes ganas? – Me interrumpió, dejando finalmente de acariciar mi teta.

– No es eso. Tengo muchas ganas. Quiero hacerlo contigo pero no puedo arriesgarme.

– Vamos, Elena. ¿No estás tomando la píldora?

– No, no estoy…

– Creo que lo podemos resolver. Me vendré afuera – Dijo. Se notaba un poco molesto pero trataba de controlarlo y le agradecí por ello.

– No es seguro… – Dije casi en un susurro.

– Está bien. Si así lo quieres, aquí lo dejamos. – Dijo tomando su celular del asiento.

– No quiero que te lo tomes así. – Dije apenada. Me sentía culpable como si hubiera sido yo quien hubiera olvidado traer los preservativos.

– Jesús, necesito que vengas ya. – Dijo a través del teléfono. Espero en lo que su chofer le contestó y luego contestó – Acá te explico.

Dejó el celular en el asiento y tomó mi mano con delicadeza. Después su mano subió por mi cabello desordenado y acarició mi mejilla.

– No pasa nada, todo está bien. La pasamos rico, aun así.

Seguidamente acercó su rostro al mío y nos volvimos a besar. A medida que seguíamos besándonos, su contacto iba subiendo de intensidad. Su lengua se fue abriendo camino por mi boca y antes de saber que estábamos haciendo, sentí el contacto de su mano en mi vagina que seguía mojada e hinchada. Quise decir algo, pero entre mi boca ocupada en el beso y mi voluntad tan debilitada le dejé hacer.

Sentí el dedo de Andrés hurgando en mi interior y me recosté de nuevo para recibir su caricia más profundamente. Con una voz ronca me susurró, una vez que dejamos de besarnos.

– No te preocupes. Lo haremos sin que corras el riesgo de un embarazo.

Yo solo alcancé a gemir doblegada ante los embates de ese dedo invasor dentro de mi vagina. Como pude me acosté en la extensión del asiento y Andrés se subió encima de mi. Su pene ya duro y en pie de guerra, rozaba contra mi pubis en un movimiento delirante y erótico a mas no poder. Nos besamos de nuevo en esa posición y nos movimos como simulando el coito. Aunque no era lo mismo, las sensaciones que corrían por mi cuerpo eran de cualquier manera bastante intensas y sus labios besando mi teta derecha con desesperación eran demasiado intensos para poder ignorarlos. Sin control, empecé a gemir de nuevo y de mis labios, sin pedir consentimiento de mi razón salió una sola palabra.

– Cógeme.

– No. Te prometí que no lo haría y lo cumpliré. – Dijo en la misma voz susurrante.

– Anda, lo necesito. – Dije en una súplica.

Andrés continuó estimulando mi pubis con su ardiente pene. Se sentía mojado en el glande seguramente por los jugos que ya derramaba yo. Me besó el cuello, suavemente, dejando un rastro húmedo de saliva en él y se apoderó de mi seno izquierdo con su boca abierta. Mientras lo succionaba con deleite, como una apetitosa paleta, su lengua por dentro hacía añicos mi voluntad dando roces con su punta en mi pezón. Sentí una deliciosa sensación caliente adueñarse de mi entrepierna y sentí que esta era la no cogida mas ardiente que había vivido.

Moví mi cabeza hacía atrás y vi a través del cristal empañado del auto, una silueta humana, o al menos me pareció verla. Como un resorte, me incorporé quitándome a Andrés de encima mientras gritaba.

– ¡Hay alguien ahí afuera!

– Tranquila, es Jesús. ¿Recuerdas que lo llamé?

Asentí en silencio.

– Yo no tengo secretos con Jesús. Es mi cómplice en todas mis aventuras. – Me dijo incorporándose un poco. – Ya que lo conozcas seguramente te va a agradar.

– Pero, no te entiendo. ¿Quieres que lo dejemos entrar al coche? – Dije perpleja. La idea de un invitado extra a nuestra fiesta particular no era algo que pudiera procesar de inmediato.

– Pues sería algo agradable. A mi me gusta mucho ver. Es lo que mas me motiva. – Dijo guiñando un ojo. – Además, él si trae condones… y no le molesta usarlos.

– Pero… – Dije esto sin mucha convicción y eso dio la pauta a Andrés para que, recostándose sobre mí, abriera la puerta de mi lado a Jesús. Desde mi posición no podía ver mas que la figura esbelta de un hombre enfundado en un traje oscuro. Desde su posición el se podía dar un festín visual con mi torso desnudo y las tetas al aire.

– Pasa, Jesús. Te presento a Elena que ha accedido amablemente a tener un momento con nosotros.

– Mucho gusto, señorita. – Me dijo respetuosamente acercándose a mi al entrar al auto. Andrés se movió al asiento delantero del pasajero y yo, instintivamente me moví al lugar que previamente ocupara él.

– No seas tan ceremonioso, Andrés. Con que le digas Elena es suficiente. Verdad, corazón.

– Si, Elena es suficiente. – Dije tratando de recuperar el control de aquella situación. Seguía ahí desnuda en la parte trasera de un auto con dos perfectos desconocidos y mi novio a unos doscientos metros cuando mucho. Lo peor es que traía unas ganas absurdas de ser cogida y mi coñito parecía celebrarlo llenando de humedad mi entrepierna.

– Pues mucho gusto, Elena. – Dijo el joven entrando finalmente. Ya dentro lo pude examinar a conciencia. Era guapo de una manera distinta a la de su jefe. Mucho más joven, tal vez unos 27 o 28 años y su loción era muy agradable, Tenía unos ojos color aceituna y una pequeña barba pulcramente recortada. Definitivamente era un bombón que me apetecía tener en mi boca, pero como no soy una chica fácil (jaja) me quedé tímidamente callada esperando el siguiente movimiento de los caballeros.

– Pero no seas tímido, Chuy. Bésala, que se muere de ganas. Te aseguro que ya está lista para…

– Como uste quiera, señor Andrés. – Dijo Jesús y acercando sus labios a los míos, me besó. Fue un beso atrevido pero no vulgar, sin preámbulos, metió su lengua en mi boca y sentí su movimiento dentro de mí como una víbora entrando en su cueva. Ese beso le hizo a mi cuerpo recordar lo caliente que estaba y le correspondí con un beso aún más ardiente, mientras le acariciaba el bulto que se empezaba a notar en su pantalón. Con manos hábiles, le quité el cinturón y en tres segundos estaba hurgando dentro de su ropa interior hasta que encontré el fruto de mi deseo. Era un pene grande, tal vez no tanto como el de Andrés pero se sentía condenadamente bien en mi mano. A un lado de nosotros, pude ver de reojo como Andrés no perdía detalle de lo que pasaba con nosotros mientras se acariciaba el pene suavemente. Sentirme observada me hizo ponerme más cachonda aún, era una faceta de mi sexualidad que no había descubierto antes y, volteando a verlo una vez que liberé la verga de Chuy, le guiñé y me la metí toda en la boca.

Empecé a hacerle una mamada de campeonato hasta que sentí que estaba a punto de venirse y me detuve en seco. Me acosté sobre el asiento y abrí mis piernas lo mas que pude para ofrecerle mi mojada almeja al chofer, quien se abalanzó sobre ella y me empezó a comer con desesperación. Era una sensación intensa, deliciosa pero yo deseaba mas. Necesitaba mas y por segunda vez en la noche rogué que me cogieran. Esta vez, al ver la mirada complaciente de Chuy y el condón que sacó de su bolsillo trasero, supe que tendría éxito. Forcejeando con el poco espacio, rompió la envoltura, arropó su miembro con el condón y se acostó encima de mí. Sentí que las estrellas habían bajado a vernos coger cuando aquella deliciosa verga entró finalmente en mi. No pude ahogar un profundo gemido al sentirme invadida por ese pedazo de carne y, a sabiendas de que aquello iba a excitar aún mas a Andrés y que el auto era a prueba de ruidos, me dejé llevar gimiendo y gritando como una poseída.

– Cógeme así, métemela toda cabrón, ay si, cógeme.

– Dile que eres su puta. – Dijo Andrés desde su sitio. – ¿Te gusta como coge tu puta, Chuy?

Chuy solo atinó a dar un ronco gemido mientras seguía con el metesaca con una velocidad y un ritmo que me tenían al borde de una nueva venida.

– Si, soy tu puta, me gusta tanto tu verga. – Me escuché a mi misma decir. Estaba desconocida. Chuy se había logrado quitar el saco y la camisa y me ofrecía su pecho desnudo y velludo ante mi boca entreabierta. Con desesperación le mordí suavemente una tetilla y sólo sentí que se estremeció encima de mí.

– ¿Te gusta ser mi puta? – Me dijo suavemente en mi oído. Su voz y el roce de sus labios en mi oído me hicieron estremecer. Estaba conteniendo mi orgasmo lo mas que podía para extender todas esas sensaciones que corrían por mi cuerpo pero sabía que solo era cuestión de unos minutos antes de que no pudiera detenerlo mas.

– Siiii, me encanta, me encanta que me cojas como una puta dame verga mas, muévete mas por favor.

Chuy cambió el ritmo de sus estocadas haciéndolas mas lentas pero a la vez mas intensas apretándose a mi lo mas que podía. Cada vez que lo hacía no podía evitar el dejar salir un nuevo gemido y me estaba dejando seca por dentro.

Lo sentí estremecerse dentro de mí y se vino con un gruñido que se escapó de sus dientes apretados, esa fue la gota que derramó el vaso para mí y me vine a la vez azotando mi cabeza un par de veces contra el respaldo del asiento. Mientras me venía, Jesús me besó y su lengua fue amortiguando los gemidos que pugnaban por salir de mi boca.

Nos quedamos unidos así un rato solo besándonos. El continuaba dentro de mi sin hacer el menor intento de salirse. Me sentía sudorosa, sucia, pero a la vez aún excitada. Revivía las emociones que ambos hombres me habían hecho sentir en tan poco espacio de tiempo y poco a poco se fue apoderando de mi esa conocida sensación que nace desde lo profundo y se va abriendo camino hacia las zonas sensibles de mi cuerpo. Para mi beneplácito, sentí como aquel instrumento que aún seguía dentro de mi se volvía a endurecer poco a poco de nuevo. Lo volteé a ver para confirmar que no era una percepción mía y al ver su cara de deseo comprobé que seguía listo para la segunda tanda. Voltee de reojo a ver a Andrés pero ya no estaba en su lugar. Cuando quise voltear a buscarlo, Chuy empezó un nuevo vaivén que me hizo olvidar a Andrés, a la boda, a mi novio, a su prima y hasta el planeta exacto donde nos encontrábamos. Esa pasmosa capacidad de recuperación me encantó y no le di oportunidad de que se cambiara el condón de nuevo. El semen atrapado en el recipiente de latex seguramente le daría una lubricación adicional a su pene y tal vez durara un poco mas esta vez.

Chuy se acostó completamente en el asiento y yo me monté encima de él para sentir mas profunda la penetración y a mi propio ritmo. El se dejó hacer y dejo que yo tomara el control esta vez. Lo estaba disfrutando a un ritmo semilento, como quien bebe un vaso de vino de buena cosecha a pequeños sorbos cuando sentí el aire frío en mi espalda. Cuando iba a girarme para voltear y ver qué pasaba, sentí la proximidad del cuerpo de Andrés por detrás. Me abrazó por la cintura e hizo que hiciera aún más lentos mis movimientos y susurró en mi oído.

– Ahora vas a saber lo que es sentir dos vergas dentro de ti. – Sentí un escalofrío.

Alguna vez había practicado el sexo anal, pero no me había gustado. Lo intenté todavía un par de veces y finalmente dejé de practicarlo. Mario me había sugerido un par de veces que lo hiciéramos pero ante mi reticencia había optado por dejarlo por la paz.

– No, no me gusta, Andrés. – Dije apenas pero ya él estaba humedeciéndolo con su saliva y con destreza guio su pene y lo metió con una habilidad inesperada.

Sentí dolor. No lo negaré, pero también sentí un agradable calor y la sensación de las dos vergas dentro de mi, casi tocándose era una experiencia nueva para mi. Sentí que la puerta se cerró de nuevo y escuché la voz varonil y grave de Andrés de nuevo susurrando en mi oído.

– Ahora si, putita. Grita todo lo que quieras. ¿Te gusta mi verga sin condón? – En ese momento reparé que me estaba cogiendo como el lo había dicho. No había riesgo de embarazo pero había logrado penetrarme sin condón de cualquier manera.

– Si, es rica, Andrés. Cógeme, cógete a tu puta. – Dije cerrando los ojos. Estaba de nueva cuenta en la cúspide del placer, intentando retrasar mi nueva venida de nuevo. Debajo de mi, Chuy había empezado a resoplar y, a juzgar por los gestos de su cara, supuse que sería cuestión de muy poco tiempo antes de que se viniera de nuevo en mi.

En un nuevo impulso loco, sabiendo que mi vagina había tomado el control le dije

– Chuy, quítate el condón, quiero que te vengas en mi.

– ¿Estás segura? – Me dijo

– Si, no, solo hazlo. –

Se salió brevemente de mi para quitarse el condón que al quitarlo de su pene, escurrió todo su semen en mi pubis y una parte de el fue a dar a mis labios vaginales. De nuevo se acomodó debajo de mi y volvió a entrar recuperando ambos el ritmo con el que estábamos a punto.

A espaldas de mí, Andrés resoplaba como un poseído y se agarraba de mi cintura haciendo mas difícil mi movimiento con Chuy hasta que los tres logramos sincronizarnos de nueva cuenta.

Sentí las manos de Andrés clavándose como garras en mi cintura y, en un último movimiento, sentí el caliente liquido de su venido inundar mi culito adolorido. Como si estuviéramos en cadena, vine una vez más con movimientos de mi pelvis contra Chuy, quien también logró venirse en una triple venida brutal.

Estábamos los tres sudorosos. Me escurría semen por ambos hoyitos y Andrés me masajeaba aun las tetas con deleite. Si me viera Mario, pensé.

Como una revelación recordé a mi novio y me levanté de con Chuy, moviéndome al asiento delantero para coger mi ropa. Mi vestido no estaba tan arrugado a pesar de todo y batallando dentro del carro me lo puse mientras mis dos sementales seguían reposando después de sus sendas corridas. Como pude, terminé de vestirme agradeciéndoles por la rica sesión de sexo. Ellos a su vez, quedaron de visitarme después para una segunda ocasión aunque no consideré prudente aclararles que no vivía ahí y las posibilidades de volvernos a ver eran casi cero.

Después de las despedidas y de acicalarme un poco el cabello, salí del auto con paso vacilante. Me dolía el culo cada que movía una pierna para caminar y mi coño estaba todavía lleno de la venida del buen Chuy. Quien me hubiera visto caminando así y con el maquillaje corrido, hubiera pensado que se me habían pasado las cucharadas.

Llegué al salón con cara de culpabilidad pero Mario no había llegado aún. Eso me dio la certeza de que estaba en algún lugar disfrutando de lo lindo con su prima y aproveché para ir al baño a adecentarme un poco. Cuando le pregunté a Julio que si donde se hallaban me dijo con su voz de ebrio que Magda había tenido que ir al cuarto y su primo se había ofrecido a acompañarla.

Al poco rato de que hubiera regresado del baño, el par de primos regresó a la mesa con una cara de culpabilidad innegable. Cuando me vio, me dijo:

– ¿Tiene mucho que llegaste? Fuimos a hacer un recorrido de saludos a la parentela y apenas nos han dejado regresar. Es lo malo de tener tantas tías chismosas

Tuve la tentación de hacerle la vida un poco difícil con su excusa tan idiota, pero imaginarlo cogiendo al mismo tiempo que yo en lugares distintos de aquel hotel hizo que mi lívido diera unas pequeñas señales de vida y, acercando mis labios a su oído le dije,

– Me imagino ¿Están ricas las camas del hotel para hacer el amor, cariño? – Me miró sobresaltado sin saber qué decir.

Y guiñándole un ojo, le di un beso con sabor a semen ajeno en su boca.

Dark Knight

[email protected]

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Dedicado para Sofía y la excitante cajita de sorpresas que vaga por su mente

DK

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