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Andanzas y devaneos de un empleado de telecomunicaciones
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Mi empresa me había enviado para ultimar los detalles del proyecto de telecomunicaciones de la zona, el día había sido agotador, los clásicos incompetentes técnicos locales me traían de cabeza tuve que volver a reconstruir el sistema y gracias a dios antes del anochecer. Me alojaba en un pequeño hotel, el mismo que otras veces, cada tres o cuatro meses este último año había tenido que ir a esa zona, pero todo estaba arreglado y en manos de la contratista para posteriores problemas técnicos. Nada más llegar al hotel llamé a mi mujer, me dijo que el niño estaba bien, y la niña la había llevado al pediatra, pero no había ningún problema, me dijo que el primer mes de los bebes era normal, le habían dicho. Tras las pertinentes llamadas a mi empresa me duché, ahora al menos podía relajarme. Me cambié de ropa, me quité la alianza de mi dedo y la guarde. Bajé y salude al conserje, el cual me dijo:

— Me alegro de verte otra vez.

— Lo mismo digo, pero será la última vez, a la tercera ha ido la vencida en el proyecto, pero bueno siempre es un placer pasar por aquí — conteste.

— ¿A por carnaza? — me pregunto sonriendo.

— Sí, a ver que depara la noche, aunque esto está muy solitario — dije.

— No te quejes, las dos últimas veces tampoco te ha ido mal, quién fuera joven y apuesto como tú, yo ya tengo 63 años… — dijo el conserje.

— Bueno, los has vivido yo tengo la mitad menos que tú, no te quejes, lo tuyo habrás tenido — le conteste, al mismo tiempo que salía por la puerta.

Entré en el local de copas, había poco ambiente, música ochentera, un grupillo de maduras estridentes bailaban y hablaban jocosamente, como si rememoran viejos tiempos. Saludé al camarero y puse cara de hastío.

— Es lo que hay tío, ya ves, la cosa está aburrida, ¿qué te pongo?

— Vodka con limón… ya veo que hoy la peña tiene la pila de años — dije en tono sarcástico.

— Cuarentonas, a medio camino de los 50… han salido de cena y ahora están de copeo. No es como la última vez que viniste, por cierto, ¿te llegaste a levantar a la choni esa la última vez?

— Sí, me la soplé, no me quejo.

De entre todas las maduras vi una que destacaba, era alta, su tetamen boteaba al bailar, su culo era marcado y armonioso. Sus movimientos eran ensayados, quería destacar del resto, su cara tenía esa sensualidad madura de los años, algo bizarra, de ojazos grandes y pómulos anchos, algo agitanada. Su mirada lateral se cruzó con la mía, entonces en un movimiento de cabeza hizo hondear su morena melena y dio unos pasos gimnásticos exentos de elegancia, pero que le daban ese morbo hortera, por la envergadura y apostura de ella, obviamente.

— No pinta mal esa hembraca del medio, parece que baila como si fuera el último día de su vida — dije.

— ja,ja, ja, ja. Qué bueno, tío, eres un puto original. No sé, no la conozco, por lo que he oído son de un pueblo cercano, las clásicas maduronas casadas despechadas que se desmelenan, ya llevan unas cuantas copas y dan rienda suelta. La verdad es que es una hembra muy brava y parece que pide polla a gritos — dijo el camarero.

Seguí bebiendo, el camarero me invito a otra copa y fue a sus quehaceres. Ella me miraba disimuladamente, yo respondí a sus miradas, pasaron a ser intensas. Como quien no quiere la cosa se acerco a la barra a pedir bebida.

— Veo que os lo pasáis bien, por cierto bonito vestido, te queda bien — dije en un primer acercamiento.

Llevaba un vestido negro ceñido, con escote, se transparentaba algo con los focos del local por lo cual dejaban entrever un culazo entangado.

— Gracias, el negro me gusta mucho, siempre realza.

— Te invitó a una copa — dije

Conversamos, no dejé de adularla, vi que tenía la marca de un anillo, aunque no lo llevaba, las amigas suyas venían a incordiar, querían ir a la discoteca, ella no vacilaba y les dijo que ya iría. Por fin se fueron, el camarero me miraba con complicidad y hacía signos de mansturbación con una de sus manos, le devolví la sonrisa. Ella se fue al lavabo, con paso largo intermitente intentando dar garbo, aunque sus zancadas eran desordenadas. Había dejado el bolso en la barra, saqué su cartera, salieron fotos de adolescentes, una chica y dos chicos, junto a ellos un hombre de cara babosa a medio afeitar, ella en medio. Su documentación ponía que se llamaba Rosa Heredia y tenía 46 años de edad. Volvió, volví a pedir bebida, charlamos, hablamos de gustos personales, los suyos eran ver la tele, los programas del corazón, los realitis, junto con las revistas de los famosos, lo cual se le notaba ya que hablaba con mucho entusiasmo de los famosos y la gente de la farándula, estaba locuaz, debido al efecto de la bebida. Dejé caer mi cartera al suelo, me agache, cuando recogía la cartera mi cara estaba a la altura de sus muslos, ella abrió las piernas, me dejo entrever un tanga con transparencias. Me vi triunfador. Dije de salir a fumar un pitillo, salimos. Una vez en el aparcamiento al lado del local la morreé con ganas, fue receptiva, olía a perfume barato y su boca tenía gusto a carmín mezclado con alcohol. Sospesé sus pechos, eran grandes y de buen tacto, no tarde en pasar la mano bajo la falda, le aparte el tanga y metí dos dedos directamente. Chorreaba. Ella me puso la mano en la bragueta. Sin más dilación dije de ir al hotel. Estaba dubitativa, me dijo, que a sus 42 años (4 menos que en su documentación) no podía ir como una joven. Le dije que esperara fuera, que tranquila, iría a pagar las consumiciones y después al hotel. Accedió. Entre a pagar el camarero riendo me dijo:

— Llevas la cara llena de pinta labios, ja,ja, ja

— Y en ya sabré a que sabe su coño — conteste

— Está a punto la hembra, por lo que veo — dijo el camarero.

— Su coño es mantequilla, y voy a consumirla sin dilación — dije en tono chulesco.

El hotel estaba cerca, entramos, ella se mantuvo algo desapercibida ante el conserje poniéndose algo distante al lado del ascensor. El conserje me dio las buenas noches y que tuviera buena jodienda con la potra madura, y me dijo que “a esas se las puede meter hasta el fondo”.

Y así fue, no se equivocaba el conserje, nada más entrar la dejé en pelota picada, solo con sus medias, sus pechos eran algo caídos de pezones morenos, su culo era tenso, no tenía celulitis. Nos pusimos en 69, ella succionaba mi rabo con ganas, me masajeaba los huevos, notaba su respiración pesada en mi polla; por mi parte yo lameteaba un coño viscoso combinándolo con su zona anal, también apetecible. Estábamos muy excitados, la volteé, ella puso las piernas en mis hombros y la pistoneé con ganas, gemía, ronroneaba; el coño emitía chapoteos, eso me puso más aún. Le hice unos bombeos a full, ella ya se vino estertoreando jadeos de orgasmo. Después que ella se viniera, terminé en su boca, le atenace la nuca y note como mi lefa entraba en su boca. Ella engullía, note espasmos en su pecho y boca. Quedé exhausto. Ella corrió al baño, noté como escupía y vomitaba. Al volver me dijo:

— Eres un poco bestia, te has aprovechado

— Pero lo has disfrutado, eso es lo que cuenta — conteste.

— Tengo algo de sueño, me gustaría descansar algo — dijo ella.

Quedamos algo dormidos, al cabo de una hora larga me desperté, ella estaba ladeada, pude ver su culazo, el agujero tenía posibilidades, se lo comí, ella despertó, balbuceo algo, la posicioné en postura perrito, ella aún emitía balbuceos, no entendí muy bien. Escupí en su ano, abrí sus nalgas y un pistoneo rápido dejé clavada media polla. Se quejó, pero se abrió con sus manos las nalgas y esa vez si, clave a fondo al mismo tiempo que le cacheteaba las nalgas hasta que enrojecieron, después cogí su cabellera y tuvo que arquearse. Le hice un anal a full. Gritaba como una posesa, pero se frotaba el clítoris. Me vine dentro de su culo de forma abundante. Volvimos a quedar exhaustos y dormidos. Me levanté, ella también, estaba algo resacosa. Se duchó y salió. Me pidió mi número de móvil, se lo dí, obviamente un número falso. Bajé, tenía que irme, el conserje había terminado su turno y se disponía también a irse. Nos miramos, le levanté le pulgar en signo de triunfo.

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