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El abuelo (Parte 5)
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Tiempo de lectura: 15 minutos

Los jóvenes como caprichosos por naturaleza; los mayores son muy formales, claro los que lo son, pero cumplen sus propósitos y promesas. Si algo aprendí de verdad de Anselmo fue esto, cumplir promesas o no hacerlas, cumplir propósitos y formularme los menos posibles juntos, sino uno tras otro, y no desorientar a los demás.

Durante todo el curso estuvo viniendo cada quince días. Se o pedí, se comprometió y lo cumplió siempre. Yo no podía fallarle a Anselmo en nada, me comprometí a hacerlo feliz estudiando mucho, sacando inmejorables calificaciones y haciendo feliz a mis abuelos. Ellos me vieron tan contento cada día y cómo me aplicaba al estudio que acabaron por creer lo que les decían mis padres, que Anselmo me pide que sea así y lo consigue, por eso estaban contentos de mi relación con Anselmo que no acababan de entender mis abuelos. Esta fue la razón por la que me pidieron que se lo presentara para conocerle.

Me insistieron varias veces en que le invitara a comer en casa cuando llegara, les dije que lo haría, que ya había cursado la invitación y había sido aceptada. Me aproveché un poco de mi abuela. Me preguntó qué cosas comía y le dije lo que me gustaba a mí. Me preguntó cómo disponía la mesa, si era un hombre de lujos o sin etiquetas y le dije que mesa con mantel blanco y muchos tenedores y copas, que era hombre de buen gusto y exquisito paladar. Me aproveché de mis abuelos, pero también quería que entraran por los buenos ojos de Anselmo y al revés, quería que mi abuelo encontrara en él un amigo y que mi abuela quedara impresionada.

Cuando llegó, hice lo mismo que la otra vez, ya le tenía reservado el hotel para los dos y en sábado comeríamos en casa de mis abuelos. Ese día se vistió de traje como un señor, con una preciosa corbata que yo le había regalado y estrenó zapatos relumbrantes. En el bolsillo del pecho de la chaqueta le puse un pañuelo como regalo que le quedaba ni pintado. Llegamos a casa de mis abuelos, hice las debidas presentaciones y mi abuela, pícara ella, me llamo para que preparara los cócteles de vermut mientras ella acababa de preparar unos aperitivos. Mientras tanto Anselmo y mi abuelo, que se vistió muy elegante también para recibir a Anselmo. Salimos mi abuela y yo, ella con unos aperitivos y yo con las cuatro copas de vermut en una bandeja. Di una servilleta pequeña de tela a cada uno y a mi abuela, yo tomé otra para mí y me encargué de ir pasando los aperitivos.

Anselmo y mi abuelo habían hablado mucho, del cielo, de la tierra y de todas las cosas. Dijo mi abuelo a mi abuela:

— Mira, Ifigenia, dice Anselmo que esta mañana tu nieto le ha regalado el pañuelo que lleva en la chaqueta.

Anselmo asentía con sonrisa. La abuela dijo:

— Este chico es muy cuidadoso de los detalles, ¿podría verlo?

— Pero, abuela…, ¿no lo estás viendo?, —me puse muy colorado.

— Por favor, Ifigenia…, dijo mi abuelo, mientras ella miraba a Anselmo.

— Por supuesto, Ifigenia. —se puso la mano al bolsillo cuando mi abuelo intervino:

— No te molestes, Anselmo, ella no quiere verlo, desea que lo veas tú.

Anselmo sacó su pañuelo, lo pasó a mi abuela y ella lo miró por la parte interior y leyó: «Anselmo, te amo». Se lo entregó a Anselmo y él lo miró, me miró —mi cara estaba más roja que un tomate maduro— y me dijo, poniéndose de pie, me dijo:

— Yo también te quiero, Juan Pablo, y ante tus abuelos quiero darte ahora mi regalo.

Sacó una cajita, la abrió y me la entregó con un fuerte y extenso beso un anillo para adornar mi mano. Se sentó y mi abuela me llamó a su lado para verlo y se quedó asombrada. Mi abuelo quiso verlo y fui a donde él y me dijo:

— Juanito, ahora soy feliz, descubro a un hombre que te ama de verdad y quiero felicitarte y deseo lo mejor para ti y para Anselmo.

— Juan Pablo, el día que me pediste que te acompañara a aquella tienda, compraste tres cosas, una fue aquel fular que me regalaste llegando a casa y te dije que no era mi cumpleaños, pero dijiste que siempre era el día de tu abuela, me hiciste feliz; compraste el pañuelo que tu abuelo lleva en la chaqueta, lo quise planchar y vi que decía: «Gracias». Tardaste porque estabas haciendo grabar esas frases y la que dice: «Gracias, abuela»…, dijo mi abuela.

Yo me ponía cada vez más rojo y nervioso, entonces Anselmo dijo:

— Nuestras madres y nuestras abuelas lo saben todo siempre.

— Que lo digas, Anselmo —decía mi abuelo—, pero Ifigenia es muy particular, es difícil tener un secreto con ella, si no quieres que sepa algo, mejor ni la pienses, de lo contrario estás perdido…

Nos reímos todos y pasamos al comedor. Mi abuela se lució como siempre, aquello parecía Navidad. Como solo éramos cuatro nos puso a mi abuelo y a mí a un lado de la mesa y al frente ella con Anselmo. Anselmo se manejaba mejor que nosotros tres con la cubertería y quedó muy bien, dejando a mis abuelos llenos de asombro y satisfacción. Cuando ya nos íbamos, después de una larga sobremesa, mi abuela le dijo a Anselmo:

— Ya sabes el camino, mañana te vienes a comer aquí, nos acabamos las sobras de hoy y me traes a mi nieto.

Anselmo, mirándome a mí, dijo:

— Quedamos comprometidos, no podemos negarle a una dama lo que solicita; aquí estaremos, Ifigenia, pero nos necesario que prepares las cosas tan festivas, más familiar, que ya nos conocemos.

Cuando subimos al taxi, al arrancar, me dijo Anselmo:

— Mira, mi niño, muy agradables los abuelos; más fácil con ellos que con tus papás, creo que tus papás me toleran…

— Pero les gustas…

— Pero tus abuelos me desean para ti.

— Eso sí se nota en ellos; han tenido un cambio desde la primera vez que viniste y no te conocían, ahora te conocen y se han quedado prendados.

— Has conversado mucho con mi abuelo…

— Sí; la conversación con Mauricio ha sido muy amena y agradable; no ha preguntada nada, pero nos hemos contado muchas cosas de nuestras actividades, pero sobre todo hemos hablado de ti…

— ¿De mí?, ¿que has dicho?, ¿qué te ha dicho? Cuenta.

— No hay mucho que contar, no me ha dicho nada que no supiera, pero se ha confirmado lo que sé, me ha dicho cómo eres, cómo eras en la infancia y cómo cambiaste desde que vine…

— Y tú, ¿qué has dicho?

— Que te quiero, mi niño, solo he dicho que te quiero y que me enamoras solo de verte.

— No le habrás contado que tú y yo…, ejem, que…

— Solo he respondido a lo que me ha preguntado.

— ¿Te ha preguntado si follamos?

— Sí, me lo ha preguntado.

— Y ¿qué has dicho?

— La verdad

— ¿Siiii…?

— Sí, claro, la verdad, ¿qué podía decir?

— ¿Y él qué ha dicho?

— Solo ha dicho: «cada uno somos como somos».

— ¿Ya está?

— Pero…, ¿qué te crees que tu abuelo es un monstruo?

— No, llevas razón, los dos son muy buenos.

Ya no queríamos hablar más del asunto y me preguntó:

— ¿Ahora dónde quisieras ir?

— A un sauna.

— Conoces alguno.

— Pero, pero busco.

Busqué lo que ya había buscado mil veces y me encantaba poder ir con Anselmo. Encontré una famosa sauna gay, casi dedicada para osos, y nos encaramamos hacia allí. En este tipo de sauna se encontraría Anselmo más a gusto y a mí me mirarían con deseo que es lo que me gusta. Como está en el centro, tomamos el metro hasta Tribunal. Desde aquí teníamos el sauna a 2 minutos, el hotel muy cerca y todo lleno de restaurantes y cervecerías alrededor.

En el poco espacio de la calle hablaba con Anselmo del tiempo que hacía que no había estado en una sauna, por aquello que me gusta más el mar. La última vez fue cuando vivíamos en Madrid, pero fue una sauna para todo tipo de gente, junto a un gimnasio a donde solía ir. No había ni nudismo ni solo hombres. Le dije que habría muchos osos, y que me apasionaba provocar envidia:

— Tú eres mi oso y espero que haya buen número de hombres que nos miren al llegar y te tengan envidia.

Pagamos. No me pareció caro. Conseguimos en la entrada unos cuantos preservativos, aunque Anselmo y yo no usamos, pero tampoco sabe uno lo que puede sobrevenir, fuimos a las taquillas, nos desnudamos y jugamos un momento los dos bromeando para tocarnos y hacernos cosquillas, es decir, para estimularnos. A Anselmo le encanta que yo me ponga a jugar con él y responde como un niño, cada vez lo veo más rejuvenecido. Anselmo no es oso, aunque tiene mucho vello, pero no es gordo, tiene el vientre plano y le falta la típica musculatura por falta ejercicio. Habíamos encargado masaje completo para los dos, fue un regalo que quise hacerle, para que se relajara, porque en casa había estado bien pero muy atento a complacer a mis abuelos y con cierta tensión. Yo quería que se relajara y luego echáramos una mirada por todo el lugar para ver tíos follando. Anselmo me complace en todo y me concedió todo lo que le propuse.

Es lo primero que hicimos y por el movimiento que vimos al entrar, aquello era alentador, había suficientes hombres, aunque no eran demasiados. La muchedumbre inicial era lo suficientemente pequeña como para que nos tomáramos una cerveza inmediatamente después de sentarnos en el mostrador. Tenía mucha sed, quizá debido al vino y deseaba una cerveza bien fría para orinar a gusto; Anselmo pidió lo mismo.

Luego de la cerveza fuimos a la sauna de vapor. Solo había una persona. Anselmo dijo que estaba bien allí porque necesitaba perder grasas y se sentaría, que yo podía ir a donde quisiera. Le dejé un preservativo por si tenía ocasión, señalándole al tipo solitario.

Me fui a la ducha, me duché con el agua fría, proporcionando un interesante contraste con la temperatura bastante caliente cuando me metí en el jacuzzi. El remolino que provoqué en el agua al entrar atrajo a un número considerable de visitantes, pero nada ocurrió. Tanta quietud y los irritantes chorros de agua me impelieron a marcharme.

Tomé la toalla, los condones y las chancletas de la silla me dirigí al sauna de vapor, donde varios de los cubículos tenían toallas. Al entrar, descubrí a Anselmo tal como lo había dejado y en el mismo lugar. No lo volveré a dejar aunque me orine encima. ¡Qué desatento y egoísta que fui! Ahora el lugar parecía bastante bien ocupado, aunque novel todo lleno. Había un par de tíos en la parte delantera, besándose y rechinando, así que discretamente pasé rozándolos para llamar la atención cuando me iba a sentar junto con Anselmo. Desde allí veíamos que estaban en los juegos preliminares suaves, acariciándose ligeramente, hice lo mismo con Anselmo al tiempo que extendía mi mano para tocar a otro hombre que estaba a medio metro. Se arrimó junto a mí y me quedé en medio de los dos. Los tres mirábamos a los que se estaban besando ya muy apasionadamente, tato que ya se les habían caído las toallas. Yo abrí la mía y tomé la mano de Anselmo y la puse sobre mi polla. Anselmo hizo otro tanto. El hombre de mi izquierda ponía su mano por todo mi cuerpo, pellizcaba mis pezones e intentaba pasar sus dedos por mi raja.

Parecía que de momento disfrutaban con solo estos tocamientos, que hicieron que mi polla empezara a aumentar su dureza y extensión cuando comencé a frotar a lo largo de la piel desnuda de los muslos de los dos hombres que tenía a mis costados. Por fin, los dos tíos que se estaban besando se concentraron uno en el otro, porque iban a follarse y nosotros nos concentramos en lo nuestro.

De pronto detrás nuestro otros dos osos comenzaron su fiesta de besos sonoros y molestos para concentrarse. Me llevé a mis compañeros al otro pasillo cerca de la puerta de cristal, por donde nos fue posible entrar por la parte de atrás a sumergirnos pronto en el obvio sexo masculino que estábamos necesitando. La cerveza y el calor agregaron su contribución agradable a mi condición actual, en un lugar donde los hombres complacen sus lujurias el uno con el otro y ellos estaban deseosos de mí como yo de ellos.

En ese lugar amplio había varios grupos que estaban claramente entrelazados, y me llamó la atención porque podíamos hacer todas nuestras actividades sexuales a la vista de los demás. Después de buscar un espacio para nosotros tres, jugamos a dar una mirada a los hombres que tenían sexo sin inhibiciones. Por lo bajo y sin darme cuenta una mano se encontró con mi polla. El toque originó un par de besos a cada uno de mis compañeros, que me correspondieron agradablemente. Pero recibí un beso desde detrás por mi espalda de modo que tuve que doblar y curvar la espalda para saber quien era y corresponder a semejante caricia. Me puse de pie y dejé que sus dedos acariciaran el eje de mi polla, cambiando de posición antes de empezar a correr mi mano por el brazo del extraño desnudo y caliente que obviamente sabía lo que me podría interesar.

Mis compañeros, me dejaron de momento y se emparejaron. Yo estaba atento al intruso y solo podía adivinar pero no ver con claridad sus movimientos, porque el intruso no me dejaba volverme. El intruso era gordo, muy oso, tan velludo que parecía negro de no ser por la cara, cuya barba estaba muy bien retocada. Olía bien, tiene el pene muy pequeño y los huevos muy colgantes, dejando el pene en alto. Por más que le tocaba el pene no crecía, aunque sí se ponía muy duro. Entonces ya supe por qué me capturó. Deseaba mi polla. Me preguntó si prefería la oscuridad, pero le dije que me encantaba hacerlo con luz y delante de los demás; todo por el morbo. Pronto, repitiendo, casi copiando, el mismo juego previo que había visto en la pareja anterior del sauna de vapor, me dediqué a tentar a mi querido y espontáneo oso. Nos empezamos a besar profundamente, y me agradó el sabor de su boca, mientras nos besábamos yo jugaba con sus pezones tan gruesos y duros, mientras él acariciaba mi cara alternativamente con mi polla, luego de jugar con los pezones, exploré con mis dedos el agujero de su culo, no sin antes atravesar los balones de sus nalgas, pera medir cómo podría meter mi polla por allí. Me parecía difícil, pero no lo vi imposible.

El hombre que me había tocado por primera vez dejó de besarme, sosteniendo mi verga ahora muy rígida mientras se inclinaba, haciendo que sus labios se deslizaron sobre la cabeza de mi polla que él deseaba ansiosamente. Claro que yo estaba feliz de sentir la suavidad y humedad de la boca de un desconocido, eso no lo podía soslayar.

— Joder, síiiii, Anselmo, se me va el alma detrás de lo que me hace este tío… oh, joder, sí… qué tan bien… me la chupa… lento… joder, sí… —dije como queja, antes de que el otro hombre empezara a follar con Anselmo.

— Aguanta, cariño, aguanta y disfruta, que para eso hemos venido…

Los que estaban en torno escucharon la respuesta de Anselmo y se tomaron el permiso como cedido. Cuantas sensaciones a la vez, y todas tan tentadoras. Empieza porque un pezón está muy sensible porque me lo chupaba mientras con una mano acariciaba mi escroto. Pero las olas de machos seguían creciendo, tres desconocidos bajaban y subían toqueteando todo mi cuerpo, caray, lo hacían bien, sabían como camelarse a un chico joven y guapo. Para evitar que me lo estropearan, dirigí mi mano derecha a la base e mi polla, tratando de frenar el ritmo que me podría llevar a la eyaculación inminente. Este fue mi desafío, ya que él seguía masajeando mi la polla mientras yo me la acariciaba por debajo y los tres tíos me tocaban todo hasta la puerta de entrada de mi culo. ¡Cuántas veces habían pasado sus dedos por allí y cada vez apretando más!, yo ya estaba repleto de presemen y muy resbaladizo en torno a mi polla, incluso los muslos y las ingles. Conseguí mantener a raya el orgasmo pero no era imparable, el placer me obligaba a ceder al fantástico atractivo de follarle la cara varias veces antes de alcanzar un cierto nivel de control, el que resulta de no acumularse en esas primeras olas de placer glorioso. Sabía que de hacer estola tío que jugaba con mi polla, les daba permiso para todo lo que se les ocurriera y mantuve el tipo muy a pesar mío.

Todo lo que yo quería evitar es que me follaran el culo antes de mi voluntad. Además estaba viendo a Anselmo cómo la gozaba dándole al otro una paliza a su culo con su polla, metiendo y sacando. Yo sabía que después de eso iban a quedar los dos cansados y se dedicarían a mirarme y eso esperaba yo, como custodia y para hacer que Anselmo se luzca de su novio joven, guapo y bravo.

Cuando el que me estaba acariciando la polla, se puso a mamarla, mi satisfacción era inconfundible, él se frotaba ahora su polla mientras lamía mi tranca ya con la punta roja y yo apretando la base para retener la salida de mi semen que a gritos me pedía libertad. Mi verga resbaladiza en toda su longitud se comportó muy bien respondiendo a los deseos de mi cerebro, mientras mi lengua exploraba la boca de uno de los tíos de atrás, pero dos tenían sus manos en mis nalgas. Mi mamador se puso de pie para robarle su boca al que me besaba y se me puso de polla a polla mientras nos besábamos los tres simultáneamente. Fue un momento clave e indescriptible que, una vez experimentado, se convierte uno adicto a los besos a tres y a contacto de tres pollas entre sí; esto se vuelve cada vez más adictivo cuanto más uno se complace en ello.

Miré a Anselmo y lo vi sentado junto a su compañero mirándome a ver que hacía yo con cuatro hombres barrigudos, fortachones, llenos de pelo y con ganas. Me puso de espalda a los dos con los que me besaba y comencé a besarme con los otros dos. Me susurró uno, mientras me ensartaba un condón:

— Quiero esa polla, métemela ya.

Se dobló que casi llegaba su cabeza al suelo y vi su agujero no tan cerrado. No lo dudé, le metí la polla y comencé de inmediato y sin compasión a follarlo. Enseguida me corrí, pero no avisé. Cuando acabé, saqué el condón , se lo di con su leche, y me dio las gracias, se la descargó en su boca. Su compañero que estaba esperando dijo:

— ¿Podrás con otro?

Saqué el salvaje de mi cuerpo y contesté:

— Puedo, sí, con los cuatro.

Se inclinó tras ponerme un condón cuya funda me hizo rasgar con mis dientes y, antes de bajarme, sin más perpetración se lo metí, me costó más porque tenía que fabricar el semen, pero al rato y completamente sudado, le llené su condón y se lo di. Hizo lo mismo que el anterior. Pero tampoco se fue, todos querían más de mí. Yo creía no poder con aquello a lo que me había comprometido imprudentemente, pero miré a Anselmo y me dijo:

— ¡Tú puedes!

A estas alturas ya sabían todos que éramos novios o había entre nosotros alguna relación y por cada aventura le iban felicitando a él, mientras a mí me quedaban dos para follarlos y la cara de Anselmo me indicaba que al final sería él. Su compañero también me pedía participar y a mi vista se puso a darle gusto a Anselmo masturbándolo. Eso me encendió no sé si era por celos o por qué, pero me pillé de inmediato al tercero y me lo cepillé pronto y con brío. Más me costó el que me había estando mamando la polla al principio y que merecía más que los demás. Pero mis huevos tardaron en producir y expulsar, pero lo conseguí. Luego me tocaba descansar, porque follar es un esfuerzo considerable. Pero si descansé de follar, no del sexo, que en eso soy imbatible. Me puse a mamar la polla de Anselmo, muy hundida casi en el piso y arqueé mi espalda para levantar el culo y ponerlo a merced de mis colegas. Anselmo vigiló de que todos usaran preservativo, yo solo tenía que ocuparme en mantener el culito levantado, apoyarme bien en Anselmo y ofrecer mi culito como una puta deseosa.

Pasaron todos, descargaron, ataban el preservativo u¡y me lo dejaban al lado, diciéndome cosas muy cariñosas, más en femenino que agradecidas. Al final, hecho una piltrafa me quedé con Anselmo y su compañero que aún esperaba que yo le follara. Yo ya estaba para que me sacaran en carretilla. Al tío se le ocurrió romper los preservativos, liármelos por mi cuerpo y restregármelos. Anselmo estaba desorientado, pero mi polla creció y el tío se me puso de espaldas después de besarme y Anselmo me deslizó un preservativo por mi polla y me animó a follarlo. Costó, pero lo disfrutó. Gritaba el oso como un cerdo cuando lo iban a degollar. Tanto que vinieron varios que estaban mirando y cuando yo me vacié en mi condón y saqué mi polla de su culo, cuatro tíos pasaron a follarlo y él seguía chillando. Anselmo y yo nos salimos de allí. Al salir Anselmo me abrazó con un brazo, la mano en mi cara y me acercó a su pecho, para darme ánimos. Nos fuimos a una ducha y Anselmo se encargó de lavarme bien y dejarme como nuevo, luego lavé yo a Anselmo y nos besamos largamente bajo la ducha.

Aprovechando al máximo su propia calentura y los deseos que me tenía nos fuimos a la sala donde había camillas de descanso. No había nadie y con mis ojos le hice una súplica a Anselmo. No lo dudó y me la metió por mi culo sin preservativo, claro, que a nosotros no nos va el condón y tardó, pero se descargó de su furia contenida. Ya volvíamos a ser nosotros. Decidimos no tener sexo y solo ir de voyeurs a partir de este momento

En el sexo que vimos en habitaciones semiabiertas reflexioné algo fundamental: La boca y los penes están intensamente unidos, por eso los hombres que amamos hombre nos convertimos necesariamente en encantadores chupapollas dispuestos a follar y a ser follados. En algún momento, me levanté, con la polla tendida en horizontal, y pronto me dirigía a besar a dos hombres que se la estaban acariciando uno al otro. Anselmo me frenó masturbándome al mismo tiempo que ellos lo hacían. Ellos se besaban y Anselmo y yo también nos besábamos, disfrutando de una deliciosa contemplación. Nos pusimos ante otra puerta semi abierta y allí estaba otro hombre solo. No veíamos bien a causa de la oscuridad, pero el desde dentro nos reconoció y se asomó para hacernos entrar. Entramos con él dijo:

— Tengo necesidad de besar mientras se me cierra el culo, que he perdido la cuenta de los que me follaron. Hicimos un trío de contacto entre bocas y bocas y penes con penes. Nuestro compañero se inclinó y tomó nuestras dos pollas en su deliciosa boca como si fuese para él lo más natural. Anselmo y yo nos besábamos, jugando con nuestros pezones, uno los del otro. Nos corrimos casi a la vez y después de un gran esfuerzo par parte de nuestro humillado amante. Nos dejó a los dos dentro de la habitación y se fue. Ya no lo vimos en nuestro recorrido consiguiente.

Volvimos a la sauna de vapor. Tomó poco tiempo antes de que el primer chupapollas me encontrara. Su habilidad era obvia, pero cuando se volvió para posicionar su trasero, por muy agradable que fuera sentirlo, su falta de atención a mi deseo de usar un condón significó que tuve que apartarlo. Un par de tíos se pasearon por delante nuestro mirándome y yo solo miraba a Anselmo y no se atrevieron a más, pero sin que me diera cuenta mi polla estaba siendo repentinamente chupada profundamente por un extraño con una polla dura, con la que empecé a jugar con mis manos mientras él se inclinaba sobre mí. Me encantaba cómo me la estaba chupando, y no podía dejar de ponerlo lo más caliente posible, en un lugar donde el sexo en grupo es normal. Su boca me tenía totalmente fascinado mientras veía a un tercer hombre acercarse, con la polla ya dura. Era justo el momento en el que Anselmo empezaba a frotar el culo del hombre doblado que me la estaba mamando y cuya polla erecta estaba siendo presionada hacia abajo por mi mano, revelando lo cachondo que estaba en realidad. Un hecho reconocido por el nuevo oso que se acercaba, cuyos dedos comenzaron a jugar con el culo de Anselmo y se lo impedí con un grito es que se vino hacia mí y me preguntó porque lo impedía y le respondí:

— Mi novio le está abriendo el culo a este cerdo para que te lo devores, pero a mi novio me lo dejas tranquilo.

— Qué suertudo es tu puto novio contigo.

Se fue a disculpar con Anselmo que le sonrió y le dio el culo del hombre que me la mamaba y del que ya me había cansado.

Anselmo se vino, me cogió de la mano y me invitó a dejar a los dos con sus cosas y me llevó a la piscina. Entramos, como no había nadie nadé unos largos, mientras observaba que Anselmo me miraba complacido. Dejé de nadar y me fui donde él. Allí, dentro del agua, pasé mis manos por debajo hasta atrás de su escroto para acariciarlo, sentía yo cómo se estremecía Anselmo cuando le tocaba esa suave zona resbaladiza entre el ano y el pene; es la zona que me encargo de mantenerle sin pelos y él lo agradece. Me dediqué a chuparle la polla dentro del agua, y de vez en cuando sacaba la cabeza para respirar y volvía a mis deseos de chupapollas. La forma en que le chupaba ahora era totalmente el de una putilla. Anselmo estaba entrando en un estado de pura satisfacción, a la deriva, como mareado en el interior de una neblina de sexo, sólo que más excitado al darse cuenta que esto no lo haría con nadie mas que con él. Fue una realidad reflejada a través de mi mamada gimiendo silenciosamente con borbotones de agua que él solo veía y se hacía cargo de mi esfuerzo. Anselmo sentía mis mamadas, solo interrumpidas cada tres minutos en que yo salía a recoger unas bocanadas de aire. El sentía cada empuje de mi boca subiendo y bajando a lo largo de su polla. Disfrutar de esas sensaciones, sintiendo cómo me esforzaba por hacer que se follara mi boca dentro del agua. La operación duró más tiempo del que hubiera sido el habitual por mis descansos. Pero al final Anselmo interactuó cuando vio que mis esfuerzos me agotaban y se corrió cuando yo estaba contemplando su polla erecta y sus espasmos dentro del agua. Vi salir su esperma como hilos ondulantes que se alejaban pasando por delante de mi cara a su destino. Salí del agua para besar a Anselmo que estaba jadeando más fuerte de lo normal. Nos sentamos al borde de la piscina con mi cabeza sobre su pecho. De ahí pasamos a un banco, para contemplar a los bañistas que estaban entrando.

Todavía sentados en el banco, una persona se destaca de los demás nadadores, porque nos está mirando como quien nos reconoce de algo. Se nos acerca y solo ahí me di cuenta se trataba de uno de los que disfrutaron de mi polla después en su boca y en su culo. Era un tío no tan gordo como sus compañeros, de pelo largo y suave y barba tupida, parecía más mujer de lo normal, lo que añadía cierta emoción a la idea de haberme dejado chupar la polla por un oso muy marica. Era sorprendentemente gentil, me acariciaba mientras hablábamos de nada y nos invitó a una copa, al acabar su descanso en la piscina. Nos invitaba él y sus amigos.

Para estar a punto, fuimos al área de la ducha cerca de donde estábamos y nos envolvimos con la toalla, porque ya ellos salían. Vinieron todos, nos saludamos y salimos con ellos a la barra del bar. En el bar todos volvíamos a ser distintos, otros, me tomé mi whisky, Anselmo su copa de vino dulce. Conversamos mucho tiempo y decidieron todos que nos íbamos. Anselmo quiso que se lo anotaran a su cuenta, pero no lo consintieron. Lo agradecimos para otra ocasión.

Después de ese agradable noche de sauna, subí las escaleras. No estaba tan concurrida como antes cuando entramos y la empecé a subir muy rápido, esto hizo que descubriera mis carencias atléticas debido a los estudios y que ya no me estaba esforzando en la natación. Decidí tomármelo más en serio o el sexo acabaría conmigo. Pasamos a sentarnos un rato en el área porno, donde había como diez hombres espiando y deseando invitarme a tener sexo con ellos. Me abracé a Anselmo y nos besamos muy amorosamente. Nos levantamos y nos fuimos a los vestuarios.

Nos fuimos al hotel. Me dormí apenas acostado. Las primeras luces del sábado me despertaron y allí estaba contemplándome Anselmo:

— Anoche disfruté mucho, me sentí muy enviado por todos aquellos osos. Mi chico era deseado por aquellos hombres y me hiciste muy feliz.

Lo abracé, lo besé y pedimos el desayuno en la habitación. Cuando llamaron para meter el carrito, abrí la puerta, un chico con uniforme arrastraba el carro, le hice pasar, lo metió dentro, le extendí la propina. me miraba fijamente y me di cuenta que yo estaba completamente desnudo. Le sonreí, me sonrió. Cuando salíamos nos vio y me sonrió como quien tiene deseos de decir algo. Me acerco a él y me dice:

— Disculpe que le haya sorprendido esta mañana…

— A mí no me sorprendiste, te sorprendiste tú…

— Sí, señor, es que yo…

—Te excitarte.

— Sí, pues…

— Te entraron ganas.

— Asintió con la cabeza.

— Si estas aquí esta noche, llama cuando te enteres que hemos llegado.

— Gracias.

Desde este día miro con mejores ojos a esta gente a la que llaman osos, pero que tienen gran delicadeza; no corresponde la idea que se tiene de ellos con el gran corazón que esconden en su interior.

 

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