Tengo 42 años y mi esposo es bastante mayor, tiene más de 61. Él tiene alto rango en el ejército. Tenemos un hijo de 21 años que vive en España hace 6 meses. Mi esposo, no sé si es por malestares físicos que tiene hace un par de años o efectos de la decadencia de su edad, pero no se interesa sexualmente por nada y mucho menos por mí.
Una mañana, estando en casa preparándome para ir al gimnasio (voy 2 veces por semana), llamaron por el portero eléctrico.
-¿Quien llama? -pregunte
-¿La señora Patricia?
-Si ¿Quién es? -inquirí.
-Señora, me envía el Mayor -contestó una voz cristalina- traigo un cuadro. Me envió con su automóvil, vengo desde los cuarteles y me ordenó traerlo. Dijo que Ud. sabía dónde ubicarlo y me dio herramientas para poder colocarlo en su lugar.
Me molestaba que no me consultara si tenía tiempo de atender la cuestión. Decidí que este día no tendría gimnasia y autoricé en recepción que lo dejaran subir.
Cuando abrí la puerta del departamento, estaba con el cuadro que había elegido en la galería de arte a su lado, un muchacho alto y muy apuesto con una sonrisa cautivadora, me dijo:
-No le avisé porque su esposo me dijo que no hacía falta.
-Está bien -le contesté- lo colocaremos en reemplazo de un Cristo en la cabecera del dormitorio.
-Me dijo el Mayor, que Ud. tenía el soporte que lleva en la parte trasera. -pidió- si me lo da, lo colocaré
-Está bien, seguime y lo colocarás en la cocina.
Estaba con la ropa de gimnasia, que era una remera ajustada y unos pantaloncitos que marcaban bastante una linda cola que tengo, coronando unas piernas firmes a costa del trabajo en aparatos y ejercicios para busto y piernas. Sin vanidades, debo admitir que tengo un cuerpo bien formado y apetecible según mis amigas.
Mientras caminaba el pasillo hacia la cocina, sentí la mirada del muchacho del muchacho en mis partes. Realmente, me gustó. Sería la falta de atención de mi esposo y la carencia de un hombre, pero realmente me gustaba que un muchacho como ese se sintiera atraído por mí.
El soporte para el cuadro estaba en la parte alta de la alacena, me estiré para tomarlo (y de paso para que el muchacho tuviera una gratificación visual de mi cuerpo). Como no llegaba, sentí que se acercó por detrás de mí.
-Permítame que le ayude -dijo- y se acercó por mi espalda a tomar el soporte.
Sentí sus brazos rozando los míos y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, excitándome. Me quedé quieta mientras sentía su cuerpo pegado a mi espalda, hasta me pareció notar cierta excitación en su entrepierna.
-No aproveches mi soledad, para sentirte audaz en tus actitudes -le advertí- eres joven e impetuoso, pero no es conveniente. No dejo de ser una mujer, a pesar de ser mayor.
-Ud. señora -dijo mirándome a los ojos- es una mujer muy atractiva y yo jamás osaría alterar su recato y no sería digno si no respetara su privacidad y respeto.
-¿Te parezco tan atractiva? -dije también mirándolo a los ojos- tengo un hijo casi de tu edad. A veces una siente el paso del tiempo a otra velocidad que su pareja. Pero eso no es causa de andar coqueteando con los jóvenes. Debo resguardar mi intimidad y no trascender con mis actos.
Me sentía excitada y sentía su mano en mi brazo y mi humedecida vagina daba cuenta de mi estado. Era mucho tiempo de necesidad y este ejemplar de macho, me hacía presa fácil de la pasión dormida largo tiempo.
Acariciando mis brazos con ambas manos, me dijo al oído:
-Será nuestro secreto lo que pase esta mañana entre nosotros -me dijo.
-Podré contar con tu silencio. Te necesito, pero temo las consecuencias -murmuré en un suspiro apagado.
-Déjeme actuar a mí -musitó- Ud. me excita muchísimo. Desde que la vi, tuve deseos intensos de tenerla.
Pasó sus brazos tras mi cintura y apretando mi cuerpo al suyo, me besó con una pasión tan ansiada por mí, que me parecía desfallecer. Respondí sus besos con el desenfreno desesperado por la carencia demorada.
Sus manos recorrían mi cuerpo. Metió sus manos bajo mi remera y la sacó por sobre mi cabeza. Desprendió mi sujetador dejando mis pechos expuestos a sus labios.
-Hazme tuya bebé -rogué- quiero que me poseas y me dejes disfrutarte.
-Yo también quiero sentir a una hembra hermosa como Ud. -dijo mientras me sacaba las pocas prendas que me quedaban y me tendía en el piso del living con alfombra.
Besaba y succionaba mis pezones. Yo gemía descontrolada:
-Así bebé, no te detengas -gemía mientras descendía por mi vientre- Asiiii, hazme tuya, por favor. Sigue, Sigue.
Besaba mi monte de venus y su boca chupaba mi vagina casi con desesperación (mía y de él). Mis uñas se clavaban en su espalda recién desnudada. Me incliné y también besé y chupé su hermoso miembro rígido y de un tamaño que no suponía llegar a conocer nunca.
-Quiero que me penetres, por favor, quiero sentirte dentro mío. Dame más, dame esa bella verga. Dámelaaaa…
Se ubicó entre mis piernas y lentamente sin respetar mi desesperación y ansiedad, lentamente me fue penetrando.
Sentía ese candente pene en mi interior y parecía un sueño despertar de esa abstinencia prolongada tanto tiempo.
-Señora, estoy gozando como ninguna mujer me hizo gozar jamás. -murmuró a mi oído.
Sus palabras me enloquecían y mis piernas se apretaban a su espalda.
-Voy a venirme, bebé -gemí- acabooo. Dios mío estoy acabando. -gritaba en medio de mi orgasmo.
-Yo también señora estoy llenando su vagina con mi semen -gritaba en mi oído.
Quedamos agotados tendidos en el piso. Fue maravilloso volver a sentir el sexo de esa manera. Nos bañamos juntos, besándonos y acariciándonos como adolescentes.
Colocó el cuadro cumpliendo su tarea y programamos de vernos en otras ocasiones. Volver a gozar como fue esta vez no creía que sucedería jamás. Soy feliz y no tengo culpas por mi adulterio.
Danino