Nunca me llegué a sentir tan obsesionado por una mujer como me sucedió hace meses, con la particularidad de que era mayor que yo. Yo recién había cumplido 44 años y ella, nunca lo supe con exactitud, era cincuentona, pero cuidada, conservada y muy atractiva, de un nivel económico alto. Vivía arriba de mi departamento y cuando la conocí fue en el estacionamiento del departamento, un fin de semana, iba acompañada de su marido, muy conservadora en su forma de vestir y demasiado seria en su forma de ser, recatada, diría yo.
Por mi horario de trabajo no la veía entre semana, salvo en una ocasión que tenía que salir de viaje y salí más tarde de lo normal. La encontré en el elevador, sola, vestida con unos leggings ajustados y una gorra. Iba al gimnasio. Apenas me saludó, pero no pude evitar mirarla. Estaba buenísima la señora, caderas anchas, acinturada, trasero parado y buenas piernas. Alta, blanca, con el cabello pintado de color zanahoria, distinguida. Supe que el marido trabajaba como alto ejecutivo en el sector financiero, pues yo sabía un poco por trabajar en un Banco.
Me quedé con esa imagen, pues cuando la llegaba a ver el fin de semana con su marido, muy atractivo también él, generalmente iba vestida muy conservadora, con faldas largas o pantalones nada ajustados. No la vi más en leggings pero eso fue suficiente. Después supe que iba a un club cercano y coincidentemente yo conocía a uno de los instructores del gym. Le pregunté por ella. Y me dijo que si la ubicaba, que era muy reservada, que casi no entablaba conversación con nadie pero que al mismo tiempo era un poco coqueta y que en efecto, estaba muy bien la señora, que se le notaba con los leggings ajustados que iba.
Me llegó a decir que en algunas ocasiones le ayudaba a hacer algunos ejercicios, como sentadillas, y que también, en el movimiento de ayuda, le arrimaba un poco su miembro y ella no decía nada. No solamente eso, sino que también la llegó a pillar mirándole su bulto. Nunca le dijo nada, pues podía ser su mamá, además que las reglas del club tienen prohibido salir o establecer una relación cercana o íntima con los clientes y más si son mujeres.
Otra cosa que hizo que me llamara la atención es que todos los viernes o casi todos, escuchaba que tenía relaciones sexuales con su marido, pero con ciertos detalles que empecé a identificar con el tiempo. Por ejemplo, se oía la ducha y después escuchaba como caminaba con tacones hacia la recamara, que estaba exactamente arriba de la mía. Pero me llamaba la atención que escuchaba el rechinido de la cama no por mucho tiempo. Ya después no se escuchaba nada. Pensé que el marido tenía eyaculación precoz o esta señora le hacía buenos trabajos y no podía resistirse.
Así transcurrió casi un año. Cuando coincidía con ella me sonreía. Se me empezó a volver una obsesión, pues un sábado nos encontramos en el estacionamiento, ella caminaba rumbo a su auto y yo iba llegando en el mío. Pero me llamó la atención su vestimenta. Iba con una falda corta, de color negra, con zapatos altos y una blusa amarilla pegada. Tenía unas piernas espectaculares, torneadas, blancas, nunca se las había visto, me puso hasta nervioso. Me baje de mi auto y nos saludamos. Abrió la puerta de su auto y vi todavía mejor sus piernas al subirse y ella sin inmutarse ante mi mirada las enseñó más, casi le veo los calzones. Me excitó verla. Solo le pregunté por su esposo y me dijo que había salido de viaje. Me ofreció una sonrisa coqueta. Así que supuse que cuando no estaba su esposo o cuando se iba a trabajar ella era otra, tanto en su vestimenta como en su forma de ser.
Yo buscaba coincidir con ella, pero no era fácil. Ya fuera por mi trabajo o luego no se escuchaban ruidos en su departamento. Suponía que salía de viaje y que en realidad así era, al confirmarlo por ella misma y su esposo. O por mi conocido del gym. Pensaba en ella, en cómo sacarle una invitación o su teléfono. Una vez nos encontramos en el elevador, vestida muy recatada, se había adelantado a su esposo que había regresado por un olvido. Así que aproveché y le pedí su teléfono. Ella me respondió ¿para qué? Yo le dije “pues para ver si algún día nos vemos o algo”. Entonces me paró en seco diciéndome “Los intereses que usted tiene en mí yo no los tengo por usted”. No supe que responderle. Me fui, como quien dice, con la cola entre las patas… Me sentí un estúpido.
No sabía qué pensar o si seguir otra estrategia, pues según yo, me había enviado algunas señales, como la de aquella vez con su falda negra y su sonrisa, o lo que me decía mi conocido del gym sobre su forma de ser. Traté de no pensar más en ella. Coincidí nuevamente con ella una vez en el elevador y me saludo cordialmente. Iba por su marido al aeropuerto, vestida como era habitual, discretamente, pero yo sabía lo que había debajo de esa ropa y me excitaba. Me preguntó si estaba casado o lo había estado, le dije que tres años y que ahora estaba soltero. Me preguntó si tenía hijos, le dije que no, yo le pregunté lo mismo y me respondió que tres: dos casados y una estudiando en E.U. Nos despedimos y me sonrió con un dejo de coquetería. También me preguntó si vivía solo, le contesté afirmativamente. Yo ya no sabía qué pensar.
Poco tiempo después, estando yo de vacaciones, como a mediodía, la encontré en el estacionamiento bajando unas bolsas del maletín de su auto, me ofrecí a ayudarla y aceptó. Traía un vestido blanco completo, ajustado en la parte superior y suelto abajo, pero corto, con zapatos altos. No pude evitar mirarla sobre todo cuando se estiró para alcanzar una bolsa que estaba al fondo del maletín. Vi mejor sus piernas y me empezó a provocar una erección. Yo iba en short y playera, pues iba a andar en bicicleta al parque. En el elevador se puso enfrente de mí y no dejaba de mirar su trasero, simplemente espectacular. Ya caminando a su departamento miraba como se movían sus nalgas a cada paso.
Llegamos a su departamento, me invitó a pasar y me dijo si apetecía algo, le dije que nada, me dijo que me sentará. Yo estaba nervioso sin saber qué hacer o decir. Me senté pero le dije que había dejado la bicicleta con el portero del edificio, así que me paré y sentí como mi miembro ya estaba erecto y no quería que se me notara. Al mismo tiempo me di cuenta como ella lo miraba de reojo. Como el short era suelto se notaba más. Después me dijo que se le había olvidado algo en el auto, que podíamos aprovechar y bajar juntos. El elevador iba lleno, con unos trabajadores que llevaban unas cajas. Como no nos conocían, aproveche para acercármele, no dijo nada, mi miembro lo sentía súper erecto, se lo acerqué a sus nalgas, y ella sin decir nada, más bien sentí como me las acercaba más. Finalmente llegamos al estacionamiento y la acompañé a su auto. Lo abrió y saco su bolso que había olvidado.
Luego, mirándome a los ojos y después volteando a ver mi entrepierna, me dice “no creo que tengas las suficientes hormonas para satisfacer a una hembra como yo”, entonces le respondí que lo confirmara, que subiéramos a mi departamento. En el elevador intenté besarla y se rehusó, solo aceptó que la abrazara y la pegara a mi cuerpo. Llegamos a mi departamento y me dijo “con condón, sino, olvídalo”. Yo no recordaba si tenía, así que fui al baño y busqué en los cajones. Encontré una caja y me dio gusto al verlos y saber que los había comprado con xilocaína, para retrasar la eyaculación, pues hubo un tiempo que anduve con una cubana, mulata y me acababa al instante, ya con esos condones la satisfacía por completo.
Así que fuimos a mi recamara, me pidió que me acostará y también me pidió el condón. Me bajó el short y la trusa. Empezó a masajear mi pene, y me dijo que estaba bien dotado. Le dije que si no quería llevárselo a la boca y me dijo que no, aunque se le antojaba mamara otra verga diferente a la de su esposo; esto me lo dijo mirándome a los ojos con una sonrisa pícara. Pretendí abrazarla pero no me dejaba. Ya después me dice que me ponga boca arriba, lo hago, toma mi miembro y me pone el condón. De repente se levanta el vestido y veo que ya está sin calzones; se pone en la posición de vaquerita invertida y empieza a cabalgar de tal manera que no puedo contener la excitación al ver esas caderas y esas nalgas blancas espectaculares y sobre todo la forma de moverse, en círculo y de arriba hacia abajo. Pasa por mi mente que con ese condón, por la xilocaína, aguantaré más tiempo. Pero los movimientos que hace esta señora son irresistibles y terminó por venirme.
Se levanta y me dice “ya ves que no tienes las suficientes hormonas para satisfacer a una hembra como yo”. Se acomoda el vestido y me dice “por mí esto no se vuelve a repetir”.
Se despide y le preguntó “y tus calzones”. Y ella me responde “acaso no puedo ir de compras sin ropa interior”. Me quedo estupefacto sin saber qué decir. Sólo sé que nunca me había cogido una mujer de esa manera y menos pensé que una mujer madura, cincuentona, tuviera el erotismo a flor de piel, más que muchas jóvenes.