Se despertó en mitad de la noche desorientada, aterrada y muy dolorida. Por un momento no logró recordar donde estaba ni quien era el hombre con el que estaba durmiendo. Tuvo que levantarse para refrescarse la cara.
Apenas logró identificar a la muchacha que reflejaba el espejo de todo lo que había cambiado en unos pocos días. Había envejecido de golpe y había perdido esa frescura que siempre la caracterizo.
Volvió despacio a la cama, pues no deseaba despertar a su chulo.
Este la estaba esperando.
-No te tapes, deja que te vea, Blanquita.
Una parte de ella misma aún no había perdido el recato que toda señorita debe tener. Laura obedeció tal y como la habían enseñado a hacer, y no sin cierta timidez, colocó sus brazos a la espalda.
-Ven, ven conmigo.
Avanzó a paso lento y se situó al pie de la cama. Su chulo alzó su pie y se lo situó en su coño. Comenzó a frotarlo. Laura no tardó mucho en venirse.
-Lámelo.
Los negros dedos del pie de su chulo empapados de sus propios jugos vaginales no era lo más raro que Laura se había llevado a la boca en los últimos días. Ni si quiera estaba segura de si le asqueaba o lo estaba disfrutando.
Cuando acabó se tumbó junto a él. En su interior sabía que la sensación de seguridad y confort que sentía era falsa, que seguramente el día siguiente iba a ser tan brutal o más como el que acababa de pasar. Pero no la importaba, en ese instante se sentía muy bien.
Apenas había amanecido cuando ya estaba vestida con su uniforme de trabajo y subida en la moto.
Se dirigían a otra obra, a otro lugar polvoriento alejado de la mano de Dios donde unos 30 obreros la esperaban.
Se desnudó para ellos y se subió encima de una con su cabeza colgando por el borde de la misma.
No tardaron en penetrarla por el coño, la boca y el culo.
De una forma extraña y perturbadora, ser usada por tantos hombres se había vuelto rutinario.
A lo que aún no se acostumbraba era al cansancio físico que seguía a las sesiones. Terminaba agotada, destrozada, reventada…
-¿Y qué tal come culos?
-Ni idea. Aún no me ha comido el mío.
-¿Y a qué estás esperando? Una perra como esa a tu entera disposición es para usarla, hombre.
El chulo no dudo más. Se colocó delante de ella y la susurró al oído:
-¿Sabes lo que pasará a tu familia si no lo haces, verdad?
Sí, lo sabía. Vaya si lo sabía. Abrió ella misma los cachetes del culo y metió la lengua en un agujero que no estaba demasiado limpio y que sabía a acre delante de todos los presentes.
Después la cogió en brazos y se la llevó a un lugar discreto, íntimo, lejos de todos ellos. La dejó en el suelo y comenzó a penetrarla.
Y Laura disfrutó.
A pesar de todo el sexo, de todo el uso y abuso de su cuerpo, sentir esa polla grande y negra dentro de ella, la estaba volviendo loca. Deseaba sentirlo al máximo, así que permitió que su chulo la tomara con toda la dureza que le diera la gana.
Regresaron cogidos de la mano con todos los presentes conociendo exactamente lo que acababa de hacer. Ni si quiera podía mirarlo. Pero los hombres aún no habían terminado con ella. Querían verla mear.
Así que Laura se quitó de encima el poco orgullo que la quedaba y se colocó en cuchillas. Si les apetecía verla mear, lo haría.
Volvió a subirse en la moto, pero Michael pudo notar simplemente por como fue agarrado que la relación con ella se había estrechado, que la perra ansiaba el contacto físico con él.
Que poco a poco se estaba enamorando.
Siguiendo con la rutina de su día a día como puta callejera, volvieron al mismo bar en el que le marcaron los pechos con fuego.
Esta vez nadie la tuvo que decir donde quedaba el cuarto de trabajo.
Tuvo sexo con los que ya eran clientes habituales a pesar de que solo se los había tirado unas pocas veces.
Como de costumbre su chulo la sobó mientras estaba comiendo. Ese par de manos recorriendo su cuerpo era otra de las cosas a las que se había ido acostumbrando poco a poco.
-Esta tarde irás sola a recorrer la calle.
Otra etapa de su vida como puta callejera. Hasta ahora su chulo la había acompañado en todo momento, y trabajaba bajo su atenta mirada. Pero ahora estaba sola, en la esquina que tan bien conocía ya.
-Hola Blanquita, ¿Hoy estás sola? Bueno, no importa, ya sabes lo que tienes que hacer.
Sí, sí que lo sabía. Se metió en el coche, le bajó la bragueta y se metió en la boca una polla sudada y maloliente.
-Ten, por tu trabajo.
Laura salió del coche confundida. Nadie la estaba viendo, ni observando. Podía mentir y decir que nadie requirió sus servicios, aunque fuera mentira. Podía aguantar el castigo.
Pero no, se había subido al coche y se había prostituido, como si fuera una autómata.
Un segundo coche no tardó mucho en parar y volvió a actuar de la misma forma…
-Cada vez la chupas mejor, Blanquita.
Y una tercera y una cuarta… El quinto quería follársela. Acepto. Estaba harta de chupar pollas.
También conocía el Motel al que se dirigían. El hombre alquiló una habitación por una hora y la poseyó durante toda ella.
-Cada vez follas mejor, Blanquita.
Regresó de nuevo a su esquina…
Su chulo vino a recogerla por la noche. Verlo de nuevo hizo que su corazón saltará de alegría. Se agarró fuertemente a él y se dejó llevar.
Ya en el apartamento tras entregarle el dinero, puso su culo a su disposición.
Se estaba corriendo del gusto y eso que su chulo estaba siendo especialmente agresivo esa noche.
-Abre la boquita, Blanquita, que me voy a correr.
Se corría en su cara, su boca, su pelo o donde cayera el semen.
Michael pudo comprobar por su mirada que la perra estaba completamente enamorada de él…