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La historia de Ángel, solo era un muchacho (53/59)
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Tiempo de lectura: 17 minutos

Como decía Alberto, los del piso de abajo solo se preocupaban de beber y apenas habían comido algunos frutos secos. Después de haber llorado hasta hartarme, llorado de pura felicidad hasta llegar a preocupar a mi ‘novio’, y que pensara que había hecho algo mal, pude serenarme al fin, aunque en mi cabeza sonaba la mágica palabra a la que me tenía que acostumbrar. ‘novio’, ‘novio’, ‘novio’, era el novio de Alberto y él a su vez lo era mío.

Aproveché para usar el nuevo baño, había colocado todo lo necesario para que sirviera y se pudiera usar, desde papel higiénico hasta toallitas húmedas, cepillas de dientes en sus fundas sin usar. Mi Alberto estaba resultando ser una perfecta ama de casa, eso pensaba en ese momento, sin saber que de todo eso se había ocupado la señora que le atendía la limpieza.

Tuvo que llamar la atención de aquellos alborotadores haciendo sonar las palmas, dando gritos, apagando la música y dejando en suspenso a dos chicos que junto a Rubén estaban bailando en ese momento.

-Antes de que todos estéis mareados y no podáis entenderlo, os tengo que dar una noticia. -en ese momento me cogió la cintura con su brazo estrechándome contra él.

-Tenemos que deciros algo…, los dos. -sentía como la sangre se me subía a la cabeza y me iba poniendo rojo.

-Ángel y yo somos novios desde este momento y esperamos que no lo olvidéis y os sepáis comportar. -estallaron gritos, vivas y risas, alguien propuso un brindis, pero me dio la impresión de que muchos de ellos ya lo esperaban. Algunos se acercaron a abrazarnos y darnos la enhorabuena.

-Alguien más listo que yo me ha ganado por la mano. -Ian me abrazó como si fuera un oso.

-Felicidades precioso. -se puso a reír sin soltarme.

-No se si a partir de ahora podré decirte estas cosas. -Alberto lo apartó de mi y se abrazaron.

-Puedes hacerlo pero sin pasarte en lo demás. -los dos parecían estar contentos aunque lo de Ian me parecía muy raro.

Ya me sentía como si la casa fuera mía y que tenía la obligación de repartir la comida que aun permanecía tapada sobre el mostrador. Ian me acompañaba mientras Alberto hablaba con Erico.

-Me alegro por ti Ángel y por Alberto también, me hubiera gustado tener más tiempo para conquistarte y ser tan guapo como tu novio, pero sinceramente me alegro por los dos, sois estupendos y seréis felices. -él era un buen muchacho que una vez se equivocó pero ahora era magnifico, dejé la bandeja y le abracé.

-Si, Alberto no ve se va molestar, pero tampoco va a consentir que otros intentemos que le dejes.

-¡Tonto! Te quiero, ¿sabes? Tienes mucho para enseñarme en la escuela. -sin preocuparme por lo que hacía le besé los labios.

-De esta forma no voy a poder dejar de desearte. -en broma me acaricio la nalga y me pegó un suave azote en el culo.

Unas horas más tarde comenzaron a desfilar marchándose, Alberto les ofreció la casa para que se quedaran, sobre todo a algunos que se les notaba muy mareados, pero llamaron a taxis y se fueron repartiendo en ellos.

El salón y también el del piso de arriba estaban hechos un desastre y me puse a recoger algunos vasos, las bandejas.

-Deja eso, mañana vendrá la señora y ella se encargará, voy a llevarte a tu casa. -tenía las llaves de su coche en la mano y llegué donde él.

-Es muy tarde, sería mejor si me invitaras a quedarme. -me abrazó y no quería soltarme de él solo le ofrecí mis labios.

-Han puesto los muebles que faltaban de la otra habitación. -me acurruqué mimoso en su pecho cogiéndole por la cintura.

-Quiero dormir con mi novio, en su cama, a su lado, esta noche es especial, tu la has hecho diferente. -pasó un brazo por mi espalda y con el otro me elevó para pasarlo por las rodillas y me besaba llevándome como su novio a la habitación.

Nos desnudamos los dos dejándonos el slip, y fui el primero que se tumbó sobre la cama sin taparme, Alberto se me quedó mirando, yo le miraba el bulto incipiente de la entrepierna empujando la tela del slip y notándosele la forma del glande.

-No me mires tanto. -le extendí las manos llamándole para que se acercara.

-Es que eres precioso, increíblemente bello. -se colocó a mi lado abrazándome a él y sentí el olor de su pecho.

-Angel mío estaba deseando este momento, no precisamente este de ahora, esperaba que me dijeras que me amabas. – se subió sobre mi y me encantaba sentir la presión de su cuerpo, el calor que desprendía, su olor aumentado por la transpiración.

-Alberto, mi amor. -había pasado mucho tiempo desde que estuve con un hombre, no recordaba el placer que daba sentir dos pieles unidas, se movió y noté la dureza de los pezones en mi pecho y sus ojos taladrándome implorantes.

-¿Puedo? -su pregunta la respondí abriendo las piernas y dejándole situarse entre ellas. Veía el intenso deseo en sus ojos y se inclino para volver a besarme, era el número mil, o el millón de los que me daba sin cesar.

Se incorporó sobre los codos y se colocó mirándome.

-Tengo que desnudarte amor. -la mirada indecisa que dirigía a mi slip me emocionó y rápidamente, sin perder la postura me lo quité, después con una leve sonrisa le hice notar que él estaba con el suyo puesto.

-¡Oh! Que torpe soy. -estaba tan emocionado o más que yo y ni cuenta se había dado. Pude contemplarle la verga un segundo, como la sujetaba y la escondía entre mis nalgas elevadas.

-Te voy a hacer daño, voy muy rápido.

-Seguro que no es así, tómame ya mi vida. -elevé las piernas manteniéndolas abiertas para facilitarle la acción hasta sentir la punta de su polla, mojada de seminal, en mi ano.

Empujaba contrayendo los glúteos sin conseguir vencer la resistencia que el anillo de mi ano le ofrecía, temía causarme daño.

-Un poco más fuerte amor, no temas. -se inclinó y bajando la cabeza me besó con dulzura los labios.

-Lo siento vida mía. -a la vez que me hablaba empujó con suma fuerza y de golpe me enterró la mitad de la polla en el cuerpo. No fue por el dolor pero la impresión hizo que dejara escapar un grito agudo.

-¡Dios mío! Te lastimé. -intento salirse y le sujeté contra mi empujando con los talones sus piernas para que no la sacara.

-¡No, no te salgas! Estoy bien. -como le tenía abrazado y con su boca sobre la mía me fue fácil besarle y acariciarle la cabeza.

Lentamente sentía como mi culo envolvía la verga de Alberto según iba entrando, y era mi culo el que le absorbía el pene en toda su longitud hasta que lo tuvo todo dentro. La sensación era maravillosa, sentirle todo dentro de mi y los huevos apretados en las nalgas.

Elevó la cara y me miraba con una amor increíble, esbozando un gesto de placer imposible de describir, empezó a moverse y a la vez a gemir cada vez más alto según aumentaba la velocidad y aceleraba los movimientos follándome deliciosamente el culo.

Escuchar como creían sus jadeos era sumamente excitante y el gusto que me daba me hicieron empezar a gemir y retorcer el cuerpo. Me calentaba verle gozar y elevaba las caderas buscando el encuentro cuando su él bajaba incrustándose en mi cuerpo, clavaba los pies en la cama y me alzaba no queriendo que su polla saliera, pegándome a él en su movimiento de va y ven.

-Alberto, mi vida, me vuelves loco, fóllame amor, tómame para ti, hazme tuyo. -gemía ya desesperado y él temblaba violentamente sin dejar de embestirme con fuerza.

-Si amor, eres mío, solo para mi desde ahora, te amo mi vida. -y se clavaba una y ora vez deleitándome con la rica sensación de su verga viajando dentro de mi vientre, sintiendo la fusión de la verga potente y dura con mi culo haciéndolo suyo.

Continuó follándome sin detenerse, sin cambiar de postura por lo excitado que estaba, queriendo llegar al final y dejarme su simiente, también yo estaba loco de deseo y le clavé las uñas en los costados tirando de él. Me empujaba tanto que pensaba que me partiría.

-¡Ohh! mi vida, métela rápido, dámela hasta el fondo. ¡Dale!. ¡Fóllame! ¡Oh sí! Que rico amor. -hasta que llegó la oleada de calor cual una ola gigante que arrasaba todo lo que encontraba a su paso. El estertor de sentir formarse el río de leche que después salía de mi verga, llegando hasta mi cara por la fuerza que salía, a chorros, el caliente semen.

-Me corro mi amor, ya me viene. ¡Ya! -los espasmos hacían que mi cuerpo se batiera contra el colchón y en ese momento Alberto se contrajo y metió de un empujón la verga en mi intestino y se vaciaba entre gritos.

Fue increíble, fue sublime y respirábamos con dificultad, Alberto sobre mi, bien metido en mi culo, abrazado por mis piernas no dejándole que saliera.

-Mi amor, siento haberte causado dolor. -le abracé pasando los brazos por su espalda.

-Fue la impresión nada más, hacía muchos tiempo que no… -me interrumpí a tiempo, no deseaba recordarle mis andanzas en el sexo.

-Eres genial amorcito, tu culito me apretaba rico rico, eres delicioso. Así serán todas las noches desde ahora, quiero tenerte así siempre y que no seas de nadie, solo mío y para mi. -me besaba con una ternura increíble sin parar en ningún momento hasta que la polla le perdió fuerza y se salió de mi.

-Así será mi vida, como tu quieres que sea, solamente seré tuyo mi amor. -esa noche Alberto me regaló todo el semen que guardaba desde hacía meses en sus testículos. Follamos hasta que no pudimos más y me dolía el ano y a él el pene.

——————————————————-

A partir de aquel momento, y ya hecho público nuestro compromiso, Alberto pasaba mucho más tiempo a mi lado, con largas tardes en la piscina tomando el sol y nadando. El ambiente era más recogido y silencioso que el año pasado y llegaban menos amigos, entendían que nuestra preocupación ahora era Eduardo, le puso muy contento nuestro noviazgo cuando se lo dije y me felicitó, luego quiso ver a Alberto y los dejé solos para que hablaran.

Para últimos de Junio se encontraba muy mal y eran escasos los momentos de lucidez que tenía. Dulce no se movía de su puerta, tumbado y con la cabeza apoyada en el suelo nos miraba lastimero, Berta o Alicia tenían que recogerlo y llevarle al cuarto de lavado y obligarle a comer.

Algún día venía David con Oriol, David hablaba con Eduardo mientras Oriol estaba con nosotros en la piscina, pero hasta eso llegó a su fin, no obstante los médicos decían que podría durar meses en esa situación y sin recobrar el conocimiento, en realidad ya era un muerto en vida.

Una de esas tardes Alberto llegó y noté que estaba agitado, se puso en bañador y nos sentamos dentro del pabellón.

-Tengo que contarte algo que también te interesa a ti, quiero que lo sepas antes de tomar una decisión y deseo que sea compartida por los dos. -la verdad era que me tenía un poco asustado, no era su forma habitual de comportarse.

-Cuando tu quieras, estoy dispuesto a escucharte. -intenté tranquilizarle cogiéndole una mano entre las mías sin conseguirlo.

-David y otros miembro del consejo de la organización han hablado conmigo. Parece que Eduardo los propuso a Pablo y a mi para entrar en la sociedad. el grupo afín y próximo a David se han decantado por que sea yo el elegido, quieren que Pablo también se integre pero lo dejarán para cuando don Manuel falte.

Lo que me estaba diciendo me tenía asombrado, no el hecho de que David se hubiera inclinado en su elección por él, al final era su mejor amigo en el que confiaba plenamente, era más bien porque no pensaba que Alberto estuviera interesado en ello, no sabía el motivo pero siempre supuse que era parecido a Álvaro y que nunca pertenecería a la organización, al parecer volvía a equivocarme.

-Pero Alberto, ese es un asunto que no me compete, una cuestión exclusivamente tuya.

-No quiero hacer nada sin que tu lo sepas y estés de acuerdo y a mi lado apoyándome.

-De acuerdo, pero a ti parece interesarte y quieres hacerlo.

-Nos ayudará en nuestra vida, tendremos el apoyo de la sociedad en todo, cambiara nuestra vida, sobre todo en lo que se refiere a estar seguros. Creo que será beneficioso. -me quedé un momento pensativo, meditando lo que podría ser que Alberto se integrara en aquella sociedad, pero no pude sacar conclusión alguna, también a Pablo se lo propondrían en su momento, necesitaban nueva sabia para sustituir a los que nos dejaban.

-Haz lo que creas que es mejor Alberto, no entiendo mucho de esto y malo no puede ser si te lo pide tu mejor amigo. -rápidamente su cara se distendió en una sonrisa confiada y alegre, estaba claro que aunque deseaba consultármelo, él esperaba que mi respuesta fuera favorable.

Al final de la tarde observaba una actividad inusitada en la casa y al anochecer llegó don Manuel y otros automóviles con personas que conocía, como Andrés y Millán, David y otra decena más de personas relevantes que conocía de vista y por haberlos tenido de amantes ocasionales. Todo ese grupo debía de ser el que ayudaba y aconsejaba a David para tomar sus decisiones.

Junto con Alberto se encerraron en el comedor principal, solamente veía entrar allí a Tomás portando el carrito de servicio con bebida y alguna comida. Me fui a dormir sin que la reunión hubiera terminado.

A la mañana, cuando desperté, el sol alumbraba con fuerza el inicio del día y sus rayos bañaban de luz la habitación, me senté en la cama y le vi, estaba hecho un ovillo tumbado en el sofá al lado de la ventana, la reunión debió de terminar muy tarde y no me quiso despertar, aunque miraba hacía otro lado su figura era inconfundible.

-Alberto, despierta y ven a la cama. -le movía con suavidad sujetándole del hombro. Abrió los ojos y se desperezó elevando los brazos y la chaqueta con la que se cubría cayó al suelo.

-¿Pero qué haces aquí, durmiendo en el sofá?

-No quise despertarte, la reunión acabo muy tarde y no quise marchar hasta hablar contigo.

-Ven a la cama, no hace falta que te quites la ropa, ya la tienes arrugada. -tiré de su mano para que se levantara y me siguió obedientemente hasta la cama donde se dejó caer.

Me abracé a él y me pasó un brazo por los hombros.

-Ya está hecho, estoy con ellos, cuando nos casemos tendrás reconocidos también tus derechos, lo mismo que Oriol, la organización te ayudará en todo lo que necesite y te protegerá siempre.

-Los siguientes serán Pablo ocupando el puesto de don Manuel ya que Álvaro renunció a sus derechos, y también Erico en el de su abuelo don Ernesto, si ellos aceptan por supuesto.

-¿Casarnos? ¿Quieres que nos casemos? -besé tiernamente su mejilla donde ya aparecía la barba.

-Claro que lo deseo, si pudiera hacerlo hoy no esperaría a mañana. Aún no sabes lo que te quiero, lo que te amo.

Los médicos se equivocaron, únicamente Dulce supo intuir que el final de Eduardo estaba próximo, estuvo dos días tumbado en la puerta de su habitación y resultó imposible apartarle de allí salvo que se le tuviera encerrado parfa aullar lastimeramente.

Desperté y cuando llegué a la cocina, al ver la expresión de Tomás, Berta, Alicia y Carmen, supe que todo había terminado para él, sin detenerme corrí a su habitación, ya le tenían vestido con su mejor traje y aparentaba que dormía, por la placidez que transmitía su rostro delgado y enjuto, donde la piel mostraba los huesos en toda su desnudez.

El féretro de oscura caoba, refulgía con las llamas de los cirios reflejadas en la negrura de la madera y en la tapa de cristal. El poderoso hombre que conocí yacía inerte, impávido a partir de ahora a todo lo que sucediera y que no podía influir en él.

Los brazos de Ana María me arrastraron fuera de la habitación.

-Tómate un cafe.

-No puedo Ana.

-Entonces llora.

-No serviría para nada.

-No te derrumbes y ayúdame, ahora tenemos que ser fuertes, cumplir con nuestras obligaciones como el querría que hiciéramos, somos su familia.

A partir de aquel momento los acontecimientos se sucedían lentamente, llegó Alberto y no se apartaba de mi lado obligándome a beber algún zumo ya que comer no podía.

Comenzaron las llamas telefónicas, los recados entregados en propia mano de apesadumbradas personalidades de la vida pública en la ciudad. Ana María me encargó que llamara a los más cercanos y conocidos.

A la mañana siguiente empezaron a llegar: Don Ernesto y Martina su mujer que se hospedarían en su casa, donde vivían Rubén y Erico. Don Mateo y Victoria a los que acompañaban Álvaro e Irina, estos se quedaban en la mansión de su pariente don Manuel, y Pablo llegaba con ellos pero él prefería su antiguo hogar en la casa de su protector Eduardo.

Ese mismo día la ceremonia funeraria se celebró en la misma casa con un restringido número de personas, el acto oficial se dejaba para el siguiente ya con el cuerpo de Eduardo convertido en cenizas.

El simple rito, ausente de boato y de pompa alguna, se redujo a una simple oración recitada por un clérigo, después, los empleados de la funeraria trasladaron el féretro para su cremación y horas más tarde nos lo entregaron de vuelta en una urna metálica, y esta en una bolsa de terciopelo verde, su color preferido y que Ana María tuvo en cuenta.

No había tenido tiempo de hablar con Pablo aparte del ritual saludo, tampoco se brindó la ocasión ya que Alberto no me dejaba solo en ningún momento.

Los pocos invitados a la ceremonia se fueron retirando para descansar, había sido un día agotador y debían regresar al día siguiente para la despedida oficial. Alberto me cogió la mano.

-Quieres venirte a mi casa. -rápidamente se corrigió a si mismo.

-Perdón, a nuestra casa desde ahora, allí no tendrás tantos recuerdos y estarás más tranquilo. -al decir esto me di cuenta de que miraba a Pablo que hablaba en otro grupo de personas.

-Tranquilo Alberto, no pasa nada y debo enfrentarme a mi pasado, a mis recuerdos, siempre me habláis de ser valiente y luego no me dejáis que lo sea.

-Tienes razón amor, solo es que siento miedo. -le abracé y dejé que me besara en presencia de todos, ya no había motivos para ocultar lo que era público, aunque los que habían venido de fuera quizá no lo supieran. Al fin se marcharon todos.

Para cenar solamente se quedaron los abuelos de Oriol con Erico que se encargaba de ellos, había sido la personal decisión de su hija Ana María que deseaba charlar con ellos.

Prácticamente cenamos en silencio, solamente era roto por la charla intrascendente de don Ernesto con su nieto y Pablo, cuando comenzaron a hablar de temas familiares me disculpe para ir a la sala y descansar viendo la televisión.

Pasé antes por la cocina para beber un vaso de agua fría, allí estaba Dulce, más triste y solo de lo que yo me sentía, lo cogí del suelo y abrazado lo llevé a la sala.

Unos minutos después Pablo se sentó a mi lado derecho, también él había pensado en dejar a solas a la familia para que pudieran hablar.

-Tenemos que hablar gatito. -intentó cogerme la mano y la aparté.

-Creo que no es el momento y tampoco tenemos muchos temas que tratar. -Pablo se estiró en el asiento, sus fuertes muslos se apretaban en el pantalón marcando los poderosos músculos, había mejorado y se parecía más a su tío Eliseo.

-Tenemos que hablar de nosotros, de lo nuestro. -le miré fijamente, sin rencor.

-Después de más de un año te interesas por mi, ahora quieres que hablemos cuando me has olvidado tanto tiempo.

-Eso no es cierto, he estado ocupándome de nuestro futuro bienestar, he trabajado muy duro para poderte ofrecer un futuro mejor.

-¿Un futuro mejor? Ahora que vamos a tener la herencia de Eduardo y no necesitamos más, y no me digas que no lo conocías, te lo hicieron saber el día que leyeron sus voluntades.

-A ver Ángel, para mi es necesario que lo mío salga de mi esfuerzo, lo de Eduardo bienvenido sea, pero eso no me deja satisfecho como lo que consigo con mi trabajo. Deja de discutir y vámonos a la cama, allí hablaremos lo que desees.

-No tengo sueño y no pienses que vamos a dormir en la misma cama, tu tienes tu habitación y yo la mía, separadas por varios tabiques y un año de silencio. -apreté contra mi pecho a dulce y creo que con demasiada fuerza porque se agitó gimiendo.

-Está bien si es lo que quieres, pero volveremos hablar de esto, te estas comportando como un niño caprichoso. -se levantó con aire molesto y se marchó para su habitación.

Al marchar Erico y sus abuelos se despidieron de mi, Ana María parecía fatigada y se despidió igualmente.

-Mañana será aún peor y habrá más gente, me voy a la cama.

Me quedé solo con Dulce y allí estuve esperando a que el sueño me venciera, entonces lo retorne a su sala y me fui a mi habitación. No se cual era el motivo pero la casa me parecía un gigantesco panteón por el silencio, solamente veía los destellos rojos de las cámaras de seguridad escrutándome en mi camino.

Procuré hacer el menor ruido posible y que mi llegada al pasillo resultara invisible, me metí entre las sábanas sin poder conciliar el sueño hasta que la puerta de la habitación se abrió. Sabía quien era mi visitante aunque caminó con sigilo hasta el borde de la cama y se metió a mi lado.

-No debías haber venido.

-Te dije que teníamos que hablar y aquí es mejor que en otros lado. – se giró hacía mi y pasó un brazo por encima de mi pecho abrazándolo.

-No hagas eso Pablo.

-¡Joder!, ¿como puedo hacerte comprender que todo este año no he podido vivir pensando en ti, ya te dije antes de marchar que me siguieras y preferiste quedarte.

-Te quiero gatito y a ti te pasa lo mismo, estamos hechos el uno para el otro. -se acercó hasta quedar pegado a mi, estaba sin ropa, totalmente desnudo y el calor de su cuerpo resultaba embriagador, me hacía sentir el volumen de su polla en mi muslo desnudo.

-Vale, Pablo, hasta aquí llegamos, no vamos a hacer nada.

-¿Pero por qué? Lo estas deseando, tiemblas al sentir esto que no podrás olvidar nunca. se apretaba más a mi costado y notaba como su polla se le iba poniendo dura.

-¿Ya no me amas? ¿Has dejado de hacerlo? ¿Así de repente te has olvidado? Júrame que me has dejado de querer, júramelo si te atreves. -con su mano me obligó a volver la cabeza y puso sus labios ardientes sobre los míos.

-Esta bien, te sigo queriendo, nunca podré dejar de hacerlo ni olvidarte, pero ahora es distinto. —soltó una risita y continuo besándome, pidiéndome con su lengua que abriera la boca para meterla.

-¿Ahora es diferente? ¿Por esa tontería de tu noviazgo con Alberto? Tu no lo quieres a él, es a mi a quien quieres, a quien deseas, al que siempre buscarás.

-¡No Pablo, no, por favor! -me cogió la mano y la llevó hasta su verga, aquella polla que tanto recordaba y que no me dejaba dormir sin desear tenerla.

-La recuerdas, es tuya, puedes tenerla ahora, mira como me tienes gatito.

-¡Oh, no, no, no, es una locura Pablo! -se colocó sobre mi y tiró del pantalón de dormir que llevaba, intenté cogerlo de la cintura para evitar que me desnudara, lo llevó hasta las rodillas con la mano y luego con su pié lo empujo para quitármelo.

Deseaba revelarme, quitármelo de encima, afincó las rodillas entre mis piernas y me las abrió empujando con fuerza, solamente me dejaba mover las piernas pero sin poder impedir que acercara la verga a mi cuerpo, intentaba empujarle del pecho con las manos y me las recogió con la suya izquierda sobre mi cabeza, me tenía inmovilizado y a su merced para hacer lo que quiera conmigo.

Es posible que no me resistiera todo lo podía, pero también es verdad que mi fuerza al lado de la suya no equivalía ni a la mitad, ni el volumen de nuestros cuerpos era el mismo, solamente con dejarse posar sobre mi me hacía ser una almohada inánime y vencido, solamente podía negarme de palabra y eso lo evitó cerrándome la boca con la suya, metiendo la lengua con una ferocidad desconocida hasta sentirme ahogado.

-¡No, no, nooooo! -pero ya era tarde e inevitable lo que él deseaba. Sentía como sujetaba la verga con su mano para dirigirla a mi ano, evitando que me moviera y lo desviara de su camino inexorable, hasta que me enfocó el glande y empujó hasta introducir casi todo el duro mástil en mi cuerpo.

-¡Ahhh! Me haces daño Pablo.

-Tu me has obligado, enseguida se te pasará. -volvió a dar otro empujón de caderas y el resto de su verga me penetró, hasta hacerme sentir los rizos del la pelambre del pubis y los huevos en mis nalgas. Era un escozor horrible el que me agarrotaba los músculos y me quedé quieto para evitar males mayores.

-Tranquilo gatito, tranquilo, ya sabes que pronto vas a gozar. -mi culo no recordaba ya aquella trompa de elefante que, o bien se había alargado o se había hecho más gorda.

-Ves lo que me obligas a hacer, no voy a permitir que nadie me quite lo mío y tu lo eres gatito, mío para tenerte cuando quiera, yo te enseñé, ¿no lo recuerdas?

Pablo se había quedado tranquilo, con todo su peso soportado como mi pecho, sin dejar que me moviera, y poco a poco se iba volviendo el Pablo que yo recordaba, el cariñoso amante que me mataba a besos y caricias, el hombre que me lo había enseñado todo en el sexo, el que me hacía gozar de la verga de otros hombres para los que me preparaba enseñándome; el dolor se iba marchando, mi culo respondía a la llamada de la verga del macho, a su exigencia de que la hiciera disfrutar con mi culo, a cumplir con mi obligación de pasivo entregado y sumiso.

Contraje lentamente mi ano apretándole la polla y la sacó un poco elevándose.

-¿Ya la sientes, la notas dentro de tu tripa gatito? ¿Te gusta?

Se dio por satisfecho al escuchar mis gemidos cuando la sacaba y volvía a meterla.

-Si que te gusta, siempre te ha encantado mi polla. -sus embestidas pasaban de lentas a rápidas, ya gozaba de la penetración profunda de aquella verga extraordinaria.

-¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! Pablo, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!. – y gemía sin detenerme a pensar, solo me interesaba gozar de su follada, de como me tomaba con fuerza, de como su verga me rompía las entrañas.

-¡Sientes rico. ¿Eh? Gatito, sientes quien es tu macho ¿verdad?

-¡Ahh! Sí, sí, que rico Pablo, fóllame, soy todo para ti, ¡Ohhh! Dios, párteme el culo Pablo. -y mi amante se reía sin dejar de follarme en plena locura.

-¡Y no querías! Te conozco muy bien, mi verga te domina gatito.

-Sí, dame tu verga, dámela hasta el fondo, ¡Oh si! ¡Oh si! ¡Oh si! ¡Oh si! Así me gusta. -la cabalgada se había convertido en demencial y terminó cuando sin tocarme, temblé atónito ante el inmenso placer que aquel soberbio macho me entregaba, el continuó follándome durante varios minutos más hasta que no pudo resistir y se corría como un animal, como un toro entre gruñidos y gritos preñando el útero de la hembra.

Todo había terminado y permanecíamos en silencio, envueltos en la claridad plateada de la luna que entraba por las ventanas abiertas al fresco aire de la noche.

-¿De verdad quieres que me vaya contigo?

-Es que no tiene vuelta atrás, te vendrás conmigo tarde o temprano. -una amarga duda comenzaba a quebrar los cimientos de lo que me asegurado hacía bien poco. ¿Cómo era eso de que tarde o temprano…?

-Lo que si debes tener en cuenta es que mi tío vivirá con nosotros, ya se que no te ha terminado de gustar pero le cojeras cariño con el tiempo, le debemos un respeto, él es mayor y ahora necesita que le cuidemos.

-Y otra cosa más, allí tengo que ocuparme de las tierras, del laboratorio de pruebas y el personal, no me vas a tener a tu lado como a Dulce, ahora duerme que mañana tienes que estar hermoso para que me envidien y que sepan que eres mío.

-Tengo que buscar una forma de decírselo a Alberto, estar tranquilo con él para explicarle lo que ha sucedido. -gruñó una imprecación y se dio la vuelta de espaldas a mi.

-Mejor será que duermas, no tienes obligación de explicar nada, ¿crees que será tan tonto de no imaginar lo que pasaría esta noche?

Por su respiración sabía que estaba dormido mientras que yo no podía dejar de pensar en lo que había pasado, y a pesar de mis dudas sabía que tendría que marchar con él. Me dolía hasta en el alma pensar en el dolor que Alberto sentiría, pero si se lo explicaba todo, él lo entendería.

Por otro lado me sentía avergonzado por no haberle sido fiel, ¿había sido forzado por Pablo?, ya lo ponía en duda, disfrute de su follada, no me opuse con la fuerza suficiente, no quise evitar tenerle dentro de mi otra vez.

La noche se hacía larga y solo escuchaba su respirar acompasado, durmiendo tranquilamente cuando había creado este problema en mi vida que parecía estar resuelta unas horas antes.

Me levanté incapaz de dormir y me metí en el baño, cuando empezó a amanecer. Pablo continuaba durmiendo, con las piernas abiertas mostrándome las redondas montañas del peludo culo. Cerré la puerta para no despertarlo y me metí bajo la ducha, quería limpiar la mugre, pero no la de mi piel, la que surge de la traición y se recrea en el vicio.

Cuando salí para vestirme Pablo no estaba en la cama, me preparé y marché a la cocina, el personal completo de la casa, y otros que Ana María había contratado, se esmeraban en limpiar las extensas cristalerías y los objetos de plata donde servirían el refrigerio después de la ceremonia.

Desayuné solo en el pequeño comedor de la cocina, servido por Alicia y observado por la mirada alicaída de Dulce.

-¿Sabes donde está Pablo?

-Después de tomar un zumo dijo que marchaba a la piscina. -necesitaba estar a solas, meditar, y caminé hacia el salón donde algunos operarios disponían sillas y preparaban el lugar para el acontecimiento.

Más allá de las grandes cristaleras podía ver el pabellón, la piscina y a Pablo que en ese momento salía del agua.

No quería hablar con nadie hasta el momento de la ceremonia y me metí en la biblioteca donde sería difícil que alguien me buscara. Intentaba encontrar una fórmula consistente para que Alberto me entendiera, herirle lo menos posible, y no podía encontrarla.

Comenzaron a llegar los invitados, en el salón principal, además de las sillas, habían colocado sobre una mesa alta, la bolsa de terciopelo que contenía la urna de metal. La asistencia de invitados era numerosa y la mayoría miembros de la organización, las autoridades municipales no faltaban, responsables del orden público y políticos entre otros más.

Don Manuel intervino el primero para saludar a la concurrencia, leyó unas palabras ensalzando la figura y trayectoria de Eduardo en los negocios, sus logros y la colaboración que mantenía con distintas asociaciones benéficas y culturales de la ciudad.

Después de él intervino David y su discurso fue más resumido. De todo el ceremonial me emocionó la larga fila de personas que se formó para expresarme su pésame, muchos de aquellos señores habían estado en la cama conmigo y ahora me trataban con el respeto debido al único familiar que tenía Eduardo, ese familiar era yo mismo aunque solo lo fuera legal.

Durante todo ese tiempo había podido ver a Alberto en varias ocasiones, hablando con unos y otros, una de las veces en compañía de Pablo, pero fue durante el frugal lunch que se les ofreció en el jardín cuando se acercó a mi.

-Estas muy pálido, y con ojeras, cansado de tanto saludo y ceremoniales, debías meterte en la cama y descansar. -mi “novio” se preocupaba de mi estado físico y yo no podía levantar la vista para mirarle a la cara.

-Tengo que hablar contigo. -intenté sujetarle del brazo para apartarlo y busqué con la mirada donde se podría encontrar Pablo, necesitaba verle pare reforzar mi decisión y que me ayudara a consumar mi traición, hacía bastante tiempo que lo había perdido de vista, desde lo que le vi hablando con don Ernesto el abuelo de Oriol.

Pronto descubrí donde se encontraba el anciano y me acerqué a él.

-¿Sabe donde se ha metido Pablo, hace tiempo que ha desaparecido y necesito hablar con él. -don Ernesto me miró sorprendido.

-Pensé que se había despedido de ti, tenía previsto marchar después de la ceremonia de ayer. Vino con nosotros con la intención de partir de vuelta ese mismo día, nosotros nos arreglaríamos para volver con don Mateo, y sin explicaciones atrasó la vuelta hasta esta mañana.

Fue como si un rayo me hubiera caído encima quemándome hasta los pies. Me sentía herido en lo más profundo, y engañado de nuevo. Había estado dispuesto a traicionar el amor de Alberto por nada, a dejar la tranquilidad, la seguridad de una vida a su lado por el deseo insaciable hacia un hombre

Un grito de fervorosa rebeldía nació de mi alma: !Juro por Dios que nunca, jamás, nadie volverá a causarme daño!

Después de esos instantes de desgarro en mi corazón pude reponerme ante la presencia de Alberto.

-¿Te encuentras mal amor? Estás muy pálido.

-Solamente es el cansancio, por favor llévame a nuestra casa.

Seguirá…

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