Había pasado una semana desde que me follé a mi vecino. Estaba en la ducha cuando sonó el teléfono. Era Antonia que me decía si podía darle una alegría a su marido. Le dije que sin problema, que enseguida estaría allí.
Me puse mis braguitas rosas, un pantalón corto y una camiseta sin sujetador para que se marcaran bien mis pezones.
Toqué la puerta y enseguida me abrió Antonia.
-Pasa, José está en la habitación.
Entré y me lo encontré sentado en la cama, desnudo. Me miró y sonrió.
Me quité el pantalón y las braguitas, me había depilado por completo el chocho, y me quité la camiseta quedándome desnuda delante de él.
José me miró y se miró su pene. Siguió recorriéndome un rato con la mirada pero su pene no reaccionaba.
Decidí sentarme junto a él en la cama. Agarré su pene con mi mano y comencé a meneársela.
No conseguí demasiado porque no se empalmaba. Solo se le enderezó un poco. Recordé algo que leí hacía tiempo en una revista. Si una persona mayor conseguía una pequeña erección, al penetrar, con la presión de la vagina sería suficiente para tener una erección completa.
Yo nunca había tenido ese problema con mis parejas, evidentemente, pero creí que la revista estaría en lo cierto, por lo que decidí probarlo.
Me tumbé en la cama y me abrí de piernas. José se incorporó y se puso sobre mí. Le dije que no usara preservativo esta vez. Abrió un poco más mis piernas y me penetró con su pene medio empinado.
Comenzó a follarme, aunque yo no le notaba apenas. No había conseguido empalmarse más pese a la presión de mi vagina.
Decidí apretar más las piernas para que mis labios le apretaran más, pero vi que no conseguía nada.
José me follaba con fuerza, sus gemidos iban en aumento. Sonaba así:
-Uf, uf, uf, agh, agh, agh.
Yo seguía sin notar casi nada. Solo un leve roce y un pequeño gusto, pero nada más.
José estaba en éxtasis. Me agarraba las caderas mientras seguía con el mete y saca y parecía que se iba a ahogar.
Me agarré a sus nalgas olvidándome de que apenas estaba disfrutando, pero sabiendo que por lo menos el sí lo hacía.
No duró mucho más y finalmente se corrió con un medio gemido, medio grito.
Se salió de mí, y nos sentamos en la cama. Mientras el se limpiaba, Antonia me acompañó a la ducha.
Después de lo poco que había disfrutado, pensé en masturbarme con el chorro de la ducha, pero me pareció mal al estar Antonia allí, aunque separadas por la cortina de la ducha.
Me ayudó a salir y a secarme y entonces decidí preguntarle porqué no podía hacer el amor con su marido.
-Tengo vaginismo, me dijo. Hará como cinco años que no puedo hacerlo con José. Cuando intenta penetrarme, mi vagina se cierra y no podemos follar.
-Vaya, es una lástima. Aunque seáis mayores tenéis que seguir haciendo el amor.
-Es cierto. Yo sigo teniendo mucho deseo. Tengo que masturbarme y no puedo sentir su polla dentro de mi como hace años.
Después de salir del baño, Antonia y José me invitaron a quedarme a comer con ellos. Yo acepté encantada.
Comimos juntos y José estaba enfrente de mí. No paraba de mirarme mientras comíamos y se me ocurrió tocarle el paquete con mi pie.
Le frotaba bien con él, pero no noté que se empalmara. Al poco dejé de frotarle.
Terminamos de comer y les ayudé a recoger todo.
Me había quedado con ganas de disfrutar de la polla de José completamente erecta y se me ocurrió algo. No sabía porqué esta vez no se había empalmado.
Llamé a un amigo que trabaja en una farmacia. Quería que me pudiera conseguir una viagra.
-¿Qué dices? ¿Quieres que te consiga una viagra?
-Si, es para el padre de un amigo que no puede hacerlo con su mujer, le mentí.
-¿Y no puede recetársela el medico? Si me pillan robando me echan.
-Es que, ya sabes, le da corte y eso. Anda, hazme ese favor.
-Está bien. Veré que puedo hacer. Dame dos horas.
-Eres un sol, tenemos que echar un polvo un día de estos. Se lo decía de broma porque él es homosexual.
-Anda, déjalo. Te veo en dos horas.
Le esperé en el portal dos horas después, como me había dicho. Venía por la calle algo azorado y mirando para atrás.
-Toma, solo he podido conseguir dos. He tenido que comprar la caja para que no me descubrieran y vale un pastón.
-Eres un sol, dije dándole un beso en la mejilla. Te debo una.
Mi amigo desapareció por donde había venido.
Toqué la puerta de Antonia y José y me abrieron enseguida.
-Hola Ana. ¿Qué tal todo?
-Muy bien. Tengo algo para José. Le dije sonriendo.
-Pasa. Está en la habitación.
Entré y le sonreí enseñándole la viagra. José me devolvió la sonrisa y se acercó a mi. Me besó en la boca y me quitó la ropa.
-No tan deprisa, primero tómatela.
Fue a por un vaso de agua y se la tomó de un trago.
Me senté junto a el esperando a que le hiciera efecto. Entonces se me ocurrió algo.
Llevé a Antonia a la habitación. Le propuse que se desnudara y se masturbara mientras lo hacíamos. Pensaba que así podría curarle el vaginismo, pero no le dije nada.
José estaba ya empalmado, tumbado boca arriba en la cama. Nos sonreímos mutuamente.
Me subí a la cama y a él y me dispuse a que me penetrara.
Iba a sacar un condón, pero negué con la cabeza. No me importaba que pudiera pegarme algo, ni me quedara embarazada. Quería sentir su polla erecta al máximo sin goma.
Comencé a subir y bajar sobre él. Primero despacio, luego subiendo más el ritmo.
Me apoyaba en su pecho mientras lo hacíamos. Antonia, en una esquina se tocaba los labios.
José se agarraba a mis caderas mientras me lo follaba. Estaba disfrutando mucho por su cara y sus gemidos.
Yo necesita más caña, por lo que subí el ritmo de la cabalgada. Antonia también estaba acelerando su masturbación.
Al poco rato me dijo José que iba a correrse.
-Córrete, tesoro, le dije. Disfruta bien.
Me agarró las tetas y noté como soltaba su leche dentro de mi.
-Aaaaah, no puedo aguantar más. ¡Me corroooo!
Yo le miraba satisfecha, pero yo aún no me había corrido.
Miré con el rabillo del ojo como Antonia estaba al borde el orgasmo también.
Al poco empezó a escurrirse hasta el suelo. Se estaba corriendo. Solo quedaba yo por correrme.
Me incorporé un poco y sin que José me la sacara, me adelanté hacia él, haciendo que su polla frotara mi clítoris.
Eso fue lo más y tras unas pocas embestidas, hizo que me corriera como una loca.
Gemí como pocas veces había hecho. Ya me daba igual que me oyeran.
Acabamos los tres cansados y satisfechos. Pero mi plan continuaba.
Le propuse a Antonia que ahora que acababa de correrse, intentara hacerlo con su marido. Su coño estaba húmedo y recién corrido y ahora sería más fácil la penetración.
Antonia me hizo caso, aunque me dijo que era difícil que funcionara, pero que lo intentaría de todas formas. Me agradecía mi preocupación.
Se subió a la cama. Antonia estaba un poco rellenita, no demasiado. Sus tetas se movieron al subirse a la cama y me gustó verlas así. No era lesbiana, pero ya digo que me habían gustado.
José cogió su pene y lo apuntó a su vagina. Intentó introducirle el glande, pero no podía. Antonia no se abría.
-Hazlo despacio. Le dije a José.
Intentó penetrarla de nuevo. Esta vez se abrió un poco más y entró solo el glande.
No la había penetrado del todo, pero yo me estaba poniendo cachonda de nuevo. No sé porqué me dio por tocarle las tetas a Antonia. Esta dio un respingo y como por arte de magia, el pene de José entró del todo.
Antonia me miró sorprendida. Entonces me besó en la boca. No éramos lesbianas, vuelvo a insistir, pero la pasión nos hizo hacerlo.
Antonia se folló a su marido como seguro que hacía años que no lo hacía. Yo me cambié con ella y era ahora la que se estaba masturbando. Me había excitado un montón.
Después de un rato de cabalgar a José, Antonia se salió de él y este me hizo un gesto para que me acercara.
Puso a su mujer a cuatro patas y también a mí. Entonces comenzó a follarnos alternativamente a las dos.
Aquello era lo más. Estábamos disfrutando como locas.
Un rato más tarde acabamos corriéndonos los tres.
Nunca más volviera a rechazar a un viejo para follar.
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Para Lara, mi más fiel lectora.