Nunca imaginé que la persona que más me lastimó en el mundo fuese a regalarme, indirectamente, mis mejores momentos.
Me llamo Mayra, tengo 29 años y soy argentina viviendo en Barcelona, una hermosa ciudad de España. Mi papá falleció hace cinco años cuando tenía 24, dejándome por herencia un hermoso departamento en el centro. No lo podía creer. Hacía mucho que no nos hablábamos. Siempre creí que a mi padre yo no le importaba y me encontré con una cuantiosa herencia, ya que no solo me dejó el departamento sino que también me dejó un seguro de vida y un puesto de trabajo en la firma de la que él era dueño, BcnProject, dedicada a la promoción inmobiliaria.
Cuando todo esto comenzó mi pareja no quiso venir conmigo a España, y aunque no fue fácil decidirme, lo dejé, junté fuerzas para venirme sola y empezar a trabajar en un país desconocido para mí. Quien quedó como presidente de la compañía fue Héctor. Y precisamente él fue quien se encargó directamente de recibirme. Imponía respeto cuando me recibió en su lujoso despacho y enfundado con aquel traje azul marino. Sus ojos marrones desprendían autoridad y al mismo tiempo una sensación de atracción. Resultó ser una persona muy cordial, me trató con una amabilidad exquisita. Y pude apreciar que a pesar de ser más mayor que yo se mantenía en forma. Eso me llamó la atención. Se notaba que debajo de aquel traje, debajo de aquella camisa blanca, había un buen cuerpo…
Me mudé con solo una maleta, con poca ropa, así que el primer día de trabajo fui muy sencilla, con un pantalón de jean negro achupinado, un par de botas altas marrones y una remera rosa de breteles no muy escotada pero que dejaba ver mi buen busto. Cuando llegué a mi trabajo fue Héctor quien me dio una cordial bienvenida. En la conversación, aunque lo hacía con disimulo noté como me miraba las tetas. Eso me hizo enojar, pero sabía que no podía hacer nada por ponerlo en su lugar. Tras las presentaciones nos fuimos directamente a mi oficina, donde me explicó mis futuras funciones.
Fue un día realmente agotador, solo era mi primer día y ya quería volver a Argentina. Extrañaba a mis amigas, mi perrito y todo lo que implicara mi antigua vida. Tenía un profundo sentimiento de añoranza. Así que esa noche no quise comer, me senté en la cama y lloré hasta que me quedé dormida.
¡Joder! No me ha sonado la alarma, maldito cambio horario.
Mi segundo día, ya llego tarde y mi cara está fatal. Me baño, me pongo un vestido a la altura de las rodillas y salgo rápido. Cuando llego mi jefe me mira y sólo me sigue hasta la oficina. No entiendo por que hoy también me explica cuál es mi trabajo, pero al final logra relajarme. Tengo ganas de hablar con alguien, lo necesito y Héctor lo sabe, pero no sabe que hacer para levantarme el ánimo.
-Vale, te dejare sola si lo deseas, almorzamos juntos trabajando, sabes que puedes hablar conmigo siempre.
-Lo sé, gracias.
Joder que lindo es Héctor, me está volviendo loca su sonrisa y su cuerpo, sus ojos marrón claro y su piel morena, su colonia cuando lo tengo cerca, su altura, no sé, se me mezclan muchas sensaciones. ¿Él será así por el recuerdo de mi padre?
Debo trabajar más rápido, he hecho pocos clientes hoy, pero ya es el almuerzo y aparece Héctor con la comida, le digo que estoy ocupada, que no voy a almorzar hoy. Se acerca corriendo mi lista de clientes y poniendo la bandeja en la mesa.
-Eres muy insistente. ¿Lo sabias?
-Claro, por tu cara intuyo que no estás bien y además quiero conocerte.
-¿Tu mujer que dirá?
-Si la tuviese te lo respondería. Además no creo que se enojase si supiese como eres, mira nada más esas tetas apenas las puedes contener en ese vestido.
-Que diría si supiese que tiene un bulto debajo del pantalón que no es por ella.
Héctor se miró y contrariado cuando se dio cuenta que era mentira siguió hablando como si nada, charlamos de mi padre y mi familia, cosas sin importancia, aunque alguna insinuación sí que hubo, luego seguimos trabajando ya cada uno en su despacho hasta que me tuve que ir.
Son las 22, me encuentro acostada en el sillón relajada y me suena el timbre. Ya me había puesto cómoda con una camiseta y un pantalón corto. Mi sorpresa es mayúscula al descubrir que es Héctor, así que le abro por dentro y mientras sube a mi piso intento ordenar mi pelo en el espejo, ya no me da tiempo a cambiarme de ropa.
-Nunca te cansas.
-Vaya que hermoso escote -dice mirándome lascivamente- quisiera poder ver debajo.
-Oye no te pases –le digo sonrojándome.
-Vale no te enojes, he traído tu comida.
Estuvimos cenando de forma improvisada, charlando y conociéndonos. Las miradas se cruzaban con cierto aire de seducción. Notaba como intentaba mirarme con disimulo mi escote. Esta vez eso me hacía sentir bien en ese momento de bajón. La conversación fue más fluida de lo esperado. Le conté como fue que me quedé soltera y sonrió.
Ya sentados en el sofá, no recuerdo que hora era cuando me preguntó si me gustaba más besar o que me besen y le respondí que besar.
-¿Y si me lo demuestras? –me pregunta clavando sus ojos marrones en los míos. En ese instante no sé cómo reaccionar ante su demanda. No me esperaba su atrevida propuesta. Solo sé que veo cómo se va acercando a mí y cuando lo tengo a unos centímetros de mi cara sintiendo el olor penetrante de su colonia, me resulta irresistible pegar mis labios a los suyos. Es ahí cuando noto como abre su boca y siento el contacto de su lengua, lo que provoca que me sume a su pasión abriendo la mía y enredando nuestras lenguas.
El beso no es muy largo, pero si es intenso y húmedo y me hace sentir una sensación agradable en mi cuerpo. Un cosquilleo interno que hacía tiempo que no sentía. Sus labios entonces se deslizan por mi cuello haciendo que se me erice la piel. Y siento sus manos recorrer mi espalda hasta llegar a mi culo. Yo también lo abrazo acariciando su nuca para volverlo a besar. Ahora es más lascivo el beso. Mete su lengua en mi boca y luego yo en la suya cuando siento que amasa mis tetas. Las acaricia, las aprieta y busca mis pezones ya duros. Los coge entre sus dedos y eso hace que me recorra un corrientazo de electricidad por todo mi cuerpo. Eso disparó mi lívido. Empecé a desabrocharle los botones de su camisa mientras el intentaba sacarme la camiseta como podía.
Nada más verme sin ella se echó sobre mis tetas para besarlas a la vez que las acariciaba. Beso mis pezones a través del encaje negro haciéndolos endurecer más y más con su lengua. Sentí como sus manos luchaban con el cierre trasero de mi sujetador liberando mi pecho enseguida. Me lo quito con ansiedad volviendo a besarlas. Se metía los pezones en la boca. Amasaba mis tetas por todos lados. Pellizco mis pezones haciéndome estremecer y tiró de ellos con sus dientes consiguiendo su dureza total.
-Joder como me está poniendo el cabrón -pensaba- Me está excitando como nunca.
-Mmmmm -mi gemido fue inevitable.
-Vamos a la pieza. -me dice.
Vamos sin dejar de besarnos. Me encanta lo que siento y noto que a él su grueso pene se le va poniendo duro. Me encanta, lo palpo sobre su pantalón, nunca había estado con uno tan grande. Él se sienta en el borde de la cama. Lo ayudo a desabrocharse el pantalón y sacarse el bóxer liberando su hermosa pija. Empiezo lento a metérmela en la boca y muy lento empiezo a succionársela. Por Dios que rico se siente, de a poco ya la tengo toda dentro, miro a sus ojos y los tiene cerrados. Sus manos sujetan mi cabeza y de a poco el empieza a dominarla. Vaya placer rico. Mi boca lentamente deja de hacer arcadas y con el mayor de los placeres sigo chupando. Lo siento cada vez más duro.
-Quiero que me acabes en la boca y tragarme tu leche. -le digo.
-De eso nada, ahora vas tú. Me acosté en la cama y sentí como su boca experta me chupaba mi conchita que cada vez estaba más húmeda, note el roce de su barba cuando me pasaba su lengua por todos mis labios vaginales. No pude evitar el gemido cuando su lengua empezó a recorrerme y penetrarme. Empecé a sentir algo que jamás había sentido y comencé a gritar su nombre empapándome y acabándole toda en su boca temblando de placer.
-Quiero que te pongas en cuatro en el borde de la cama. – Me pidió solo dejándome descansar unos instantes, casi autoritariamente. Y así le hice caso.
Rápidamente sentí como ese pene que había lamido y chupado se adentraba en mi mojado coño. Empezó a penetrarme con ternura al inicio, para luego hacérmelo rápido, de forma que no podía parar de gemir.
-Me gusta tu cuerpo, tus curvas, y te voy a coger así, fuerte, intenso, mmm… -Dijo mientras me manoseaba las tetas y me nalgueaba el culo. Parecía haberse transformado. Me agarraba con fuerza las caderas y me la metía hasta el fondo una y otra vez. Me estaba gustando su transformación.
-Tu eres el que mejor coge en el mundo, amo tu verga.
Empezó a embestirme profundo haciendo que sus huevos chocaran con mi coño. Lo que siento en ese instante hace que no pueda parar de gemir y gritar. Me siento desfallecer y Héctor lo sabe y en cuanto menos me lo esperaba tuve otro orgasmo más intenso que el primero. Solo que esta vez no me dejó ni recuperarme. Siguió. Luego empezó a meter sus dedos en mi culo, que hasta ese momento era virgen. Me lo llenó de saliva. Me dilató y preparó. Jugaba con sus dedos entrando y saliendo de mi culito. Era una sensación nueva que me estaba gustando.
-Quiero que lo disfrutes. -Y cuando lo adecuó a su gusto puso su glande sobre mi ano y lo fue introduciendo poco a poco. Lo hizo lento. Fui notando su invasión. Note una mezcla de dolor, excitación y mucho morbo. El dolor fue cada vez a menos. Me hizo un buen trabajo lubricándome. Y lo fui disfrutando. Cada vez la metía más y más. Hasta que me empaló con toda su polla. Sentía el contacto de sus huevos contra mi concha con sus embestidas. Por fin me rompió mi culo.
-¡Joder! me duele pero a la vez me da demasiado placer.
Fue moviéndose dentro y fuera de mi no sé cuántas veces. Aumentando su ritmo cada vez más. Note como sus dedos se clavaban en la piel de mis caderas. Hasta que empezó a jadear, a gemir en voz alta y chillo mi nombre clavándose profundamente en mi culo. En ese momento lo sentí acabar, me ensarto un par de veces más vaciándose dentro de mi. Dándome toda su leche dentro de mi culo. Fue una sensación tremenda. Se retiró de mi interior y note como su semen salía de mi culo y brotaba por todos lados.
Esa noche se quedó a dormir conmigo. Sentir su olor junto a mi fue reconfortante. El aroma de su piel, sus caricias, aunque esporádicas, fueron agradables. Se marchó más temprano de lo que me habría gustado, pero tenía sus obligaciones.
Nuestros encuentros fueron poco a poco más seguidos. Héctor se convirtió al final en mi mejor amigo, en mi confidente, me enseñó que a veces la vida no es justa pero que hay que vivirla a pleno.
Luego de los años somos una pareja muy feliz viviendo juntos, yo soy su amante fiel y él es mi todo, no se vivir sin él. Me cuida como a un diamante y cada día lo amo más, los fantasmas desaparecieron y con él no necesito nada más. Tengo una nueva vida.