Para Mishelle fue un inicio de semana de lo más extraño, sus compañeros de oficina se mostraban extraños. Aunque para ella solo fue sexo. Para Mateo y Ángel aquello significa un logro tremendo. Ahora conocían el sabor de su cuerpo, la textura de sus nalgas y la exquisita experiencia de sentirse dentro de su hermosa amiga. Por fortuna un mensaje de su ex novio Cesar hizo que se olvidara un poco de todo aquello.
—Hola muñeca —Cesar la trataba como basura, la engañaba con otras, la exhibía frente a sus amigos. Pero el sexo la volvía loca. Él era enorme en todos sentidos. Espalda ancha, brazos fuertes llenos de tatuajes y un miembro que se marcaba sobre su pantalón aun cuando no estaba excitado. Además aprovechaba cada oportunidad para tocarse, le gustaba que vieran aquel bulto entre sus piernas. A Mishelle le gustaba viajar abrasada a su espalda en su moto, todas esas sensaciones la hacían caer en sus garras cada que el la buscaba.
—Hola.
—Te extraño muñeca.
—Tengo nombre, no me digas muñeca.
—¿Cuándo nos vemos? —Mishelle dudo en contestar, sabía que era un círculo vicioso el estar cerca de aquel grandulón.
—¿para qué o qué?
—Ándale, no seas así, ¿paso por ti el viernes y vamos a ese lugar donde ponen puro rock va?
—Bueno
Pasó la semana esquivando a sus amorosos amigos que peleaban por su atención, por fin el viernes. Mateo y Ángel se quedaron boquiabiertos mirándola subir a la moto de ese, por el que lloraba cada que la botaba.
Cesar No perdió ni un instante y desde la primera oportunidad le apretó las nalgas, le arrimó su verga por la espalda y la besó.
—Extrañaba este culito apretadito.
—Menso —las enormes manos sobre su cuerpo la ponían muy cachonda y esa misma noche terminaron en un hotel sobre Tlalpan.
—Te tengo un regalo.
—¿En serio? ¿Que? —Cesar sacó una bolsa y le mostró un traje de colegiala, falda de cuadritos roja, unas medias y ligueros, así como una blusa blanca y corbata.
—¡Póntelo, sabes que me gustan los disfraces mamita!
La subió sobre sus piernas para nalguearla, iba dándole más y más fuerte. Sus nalgas enrojecidas temblaban por el dolor y Mishelle apretaba los dientes, aun así soltaba algunos quejidos. Luego le fue metiendo la lengua entre sus nalgas, escupía sobre ella y seguía golpeando.
—Pinche culito sabroso cabrona —masajeaba sus nalgas, y buscaba sus pelones para retorcerlos, logrando que ella gritara.
—¡ME DUELE NO MAMES!
—Cállese cabrona, ¿Apoco no extrañaba a este?
Se sacó la verga, ta grande que le atravesaba la cara a Mishelle, la arrodilló y se la recargó en el rostro. Gruesa y grande sentía como palpitaba.
—¡Ahora probemos si aún te cabe en esa boquita muñeca!
Mishelle se abalanzó sobre aquella verga, era imposible que entrara en su boca por completo, aun así ella se esforzaba, tosía a causa del esfuerzo y cesar se retorcí de placer.
—¡Esa es mi muñequita la más perra!
—¡Haaagaggg!
A ella le encantaba sentirse usada, que fueran bruscos con ella. Así que se esforzaba por complacerlo. Cuando la levantó como una muñeca, separó sus piernas y metió su verga de golpe.
—¡No mames despacio, despacio ay!
—Estas bien apretadita muñeca, ¿despacio? ¡Ni madres!
Comenzó a ir más rápido hasta que entró por completo aquella verga, entraba y salía. Los alaridos de Mishelle lo ponían más excitado, se abalanzaba cada vez con más fuerza. Mishelle sentía que le quemaba su interior. Aun así disfrutaba.
—¡si cógeme cabrón! ¡No la saque haaa!
—¡Eso putita! Ahora te voy a empinar, quiero ver esas nalguitas mientras te desmadro el culo.
—¡No, por el culo no…!
—¡Como de que no! —le dio la vuelta y levantó sus nalgas, la falda apenas le cubría y se veían sus nalgas totalmente rojas e irritadas. Mientras su gran verga iba entrando, Mishelle mordía las sabanas con todas sus fuerzas.
—¡No no no por favor!
—¡cierra la boca!
—Ay ay ay aaay!
—Ya entró muñeca, relájate —poco a poco resbalaba en su interior aquella verga enorme, el dolor la tenía al borde del desmayo, en cuanto sintió que entró por completo y comenzaba el vaivén comenzó nuevamente a gritar.
—¡Ay ay ay siii cógeme papi! ¡Soy tu puta aaay!
—¡Eso pendeja, mueva esas nalgotas puta!
Aunque ella quisiera que aquello durara toda la noche, Cesar tenía un único defecto. No duraba más de diez minutos y sabía que pronto se vendría, los bufidos salvajes lo anunciaban.
—¡aaaa! ¡aaaaa! —apenas sacó su verga, unos chorros de semen le escurrieron por las nalgas, limpio su verga con la falda a cuadros y sacó una botella de whiskey.
—¡que rica vergota tienes!
Se abrasaron y durmieron un par de horas, luego él la llevó a su casa —Pasó por ti al rato, te tengo otra sorpresa.
—¿Otro disfraz?
—¡No, ya verás muñeca!
Aunque sus amigos la invitaron a una fiesta, Mishelle prefería volver a sentir aquella enormidad dentro de ella. A las siete escucho el ruido de la moto y salió corriendo.
—Hola muñeca.
—Hola, ¿a dónde vamos hoy?
—Es una sorpresa.
Rodaron en su motocicleta hasta las afueras de la ciudad, Mishelle ya lo había acompañado a sus reuniones de motociclistas alguna vez. Cuando llegaron, todos festejaron. Estaban afuera de una cabaña. Eran unos treinta aproximadamente, tenían rock a todo volumen y cervezas o botellas de alcohol como siempre.
—¡PENSAMOS QUE NO VENDRÍAS!
—¡PINCHE CESAR Y SI LA TRAJO!
—Lo prometido es deuda, saluda muñeca —Mishelle noto que ella era la única mujer presente, además todos la miraban con un morbo extraño.
—¡Hola!
Se tomaron un par de cervezas, luego Cesar sonriendo le dijo al oído —Llegó la hora de la sorpresa muñeca. La tomó de la mano y la colocó en el centro de todos.
—¿qué haces?
—¡En serio solo mamadas, yo si le quiero dar una cogida!
—¡¿QUÉ?! —Mishelle estaba desconcertada, veía como todos comenzaban a bajar sus cierres, las vergas se asomaban y su pulso se aceleraba.
—¡Solo se las va a mamar, será un bukkake bien chingón cabrones!
—¿un buca… que? ¿No mames cesar qué pedo?
—¡Sorpresa muñeca!
Aunque se resistió al principio, estaba ya de rodillas. Las vergas chocaban por cada parte de su cara y de su cabeza. Mishelle mantenía los ojos y la boca cerrada, no quería saber nada. Pero cesar le oprimió la nariz y tuvo que jalar aire por la boca. Ahí entró la primera.
—¡eso es mama perra!
—¿No que no culera?
—¡Te amo muñeca!
En cuanto lograba sacar una verga de su boca, giraba la cara, pero otra entraba. Además, el sabor era de sus favoritos. Pensó que debía terminar con eso, cuando sintió que una gran verga entraba y no cabía, por fin abrió los ojos. Era cesar sonriente le sujetaba la nuca para que entrara un poco más.
—¡eso es muñeca, eres la mejor! Sabía que no me fallarías! —Mishelle le mostró el dedo medio a señal de protesta y ahora si por voluntad propia, comenzó a mamar.
—¡Eso es todo!
—¡ujuuu!
—¡eso es putita!
Cambiaba de verga cada que sentía que le faltaba el aire, además con ambas manos tomaba las vergas que se atravesasen para estimularlas. La quijada estaba ya adormecida, sus manos estaban pegajosas. Y el mar de vergas seguía tomando su turno. Levantaron su blusa y le sobaban las tetas, alguno más quiso propasarse, pero la voz de Cesar les decía que ni locos lo intentara. Le pareció una eternidad, pero por fin uno grito.
—¡YA NO MAMEN, YA NO AGUANTO!
—¡Levanta la cara muñeca!
Mishelle seguía chupando, pero sintió como un chorro de semen le mojo la frente. Todos gritaban celebrando. Y pronto llegó otro masturbándose hasta lanzar su semen sobre ella.
—¡Levanta bien la cara muñeca!
—¡Vete a la mierda pendejo! —Uno más le aventó su semen, sentía el calor escurrir por su cara, ya sus párpados pesaban, la nariz, sus mejillas, estaba totalmente batida de semen y aún faltaban por lo menos quince.
—¡Ya ni se le ve la cara!
—¡Les traje a la más puta!
Para Mishelle era nuevo, pero encantaba sentir todo ese semen en su cara. Sentía como al rededor cada vez había menos hombres. Las plastas le impedían hacer cualquier gesto. Solo esperaba a que viniera otro gimiendo a lanzarle su semen.
—¡Quedaste hermosa!
—¡bravo!
—¡AGÜEVO!
Todos festejaban, escuchaba sus gritos, sentía los flashes de los teléfonos. Luego sintió que la levantaban de un brazo.
—¡¿Hey a donde la llevas?!
—Yo si puedo usar este culito apretado.
Camino sin saber el rumbo, hasta que escucho que se cerraba una puerta.
—Límpiate solo los ojos —Mishelle obedeció, estaba frente a un espejo, dentro del baño. La recargó en el lavabo, bajo sus jeans apretados, movió la tanga a un lado y metió su verga en su culo.
—¡Aaaaay!
—¡LA VAS A MATAR CABRÓN!
En cuanto abrió la boca para gritar, el semen entró y el sabor le penetro hasta la garganta.
—¿Te gusto la sorpresa muñeca?
—Siii, ¿te gusta cómo me veo?
—Claro, como mi puta. Así te ves pendeja.
—No pares, cógeme!
—Esa es mi muñequita putita, sabía que te iba a gustar.
—¡aaaa aaaaa aaaaay!
Miraba su reflejo, el semen le escurría y ella con su lengua trataba de que entrara en su boca, al mismo tiempo soportaba las dolorosas embestidas de cesar. Estaba muy agitado. Sabía que estaba a punto de terminar.
—¡vente adentro papi!
—¿en tu cola muñeca?
—Sí, lléname de leche.
—¡aaaay no mames aaay!
El semen inundó su culo y él se quedó ahí abrasándola mientras la veía jalar con sus manos los restos de semen para tragarlos.
—¡mi putita!
—¿Te gusto compartirme?
—Mucho, sé que te gusta sentirte una puta. Por eso me encantas muñeca.
Cuando por fin se lavó la cara, Cesar la esperaba para volver a la ciudad. Ella ab azada a su cintura, seguía recordando la sensación de todo ese semen sobre su rostro.
—¿cuándo nos vemos?
—Yo te llamo muñeca.
El lunes, Mateo y Ángel esperaban ser el soporte para el mar de lágrimas que dejaba Cesar tras su partida. Sin embargo, Mishelle llegó sonriente, feliz.
—¿Que hay idiotas?
—Pensamos que…
—¿cómo te fue con idiota?
—¡de maravilla!
Aunque sabía que era únase muchas en la lista de Cesar, esperaba con ansia un mensaje, una llamada, que la compartiera. Ser una puta le fascinaba.
@MmamaceandoO