Me desperté cansado, intranquilo por la noche pasada sin haber podido dormir bien. Los ruidos de las voces de mamá y el abuelo que discutían acaloradamente y que al final acallaron marchando cada uno a su habitación.
El pequeño Marquitos se revolvía a mi lado y le abracé para tranquilizarle.
-¿Qué pasa Marito?
-Nada amor, sigue durmiendo tranquilo.
Sentía su cuerpito relajándose hasta que acabó con la respiración acompasada y suave sobre la piel de mi brazo, y me dormí de momento sintiendo la tibieza de su cuerpo de nene abrazado.
Llevaba despierto mucho tiempo y giré la cabeza para observarle, me daba pena despertarle de su dulce sueño.
-Vamos perezoso, nos ducharemos antes que los demás quieran utilizar el baño…
-No me quiero levantar. -se restregaba los ojos sin llegar a abrirlos.
-¿Cómo que no? Pronto llegará tu papá a recogerte y llevarte a la piscina. Vamos a pasar un bonito día. -lo cogí en brazos para llevarlo al baño.
La casa estaba en silencio y la puerta de la habitación del abuelo permanecía abierta, supuse que había bajado para comprar el periódico y el pan.
Duché al pequeño aunque protestaba y lo dejé envuelto en una toalla sentado en la taza del wáter mientras, a mi vez, tomaba una ducha rápida, sabía que mi abuelo, o mi madre estarían pronto golpeando la puerta del baño. Atravesé el salón con el pequeño en brazos y una toalla anudada a la cintura, con otra me recogía el pelo para secarlo.
El abuelo había regresado y permanecía sentado leyendo el periódico, elevó la cabeza y nos miró dejando el periódico a un lado.
-¿No ha llegado Marcos a recoger al niño?
-No abu, se habrá quedado dormido, pero no te preocupes, le daré el desayuno y luego le acercaré a su casa. -me quedé un momento indeciso sin atreverme a hablar.
-Anoche vino mamá… -hizo un gesto despectivo antes de responder.
-Y con una copa de más, como siempre hace cuando se digna venir a esta casa. -volvió a coger la prensa dando por concluida la conversación.
No podía entrar en la habitación donde dormía mamá para coger la ropa que poner al pequeño y le coloqué la que llevaba a la noche, luego me puse el bañador, así iría preparado, y un pantaloncito corto y camiseta de tirantes. Reservaba el pantalón de media pierna para la tarde, el abuelo quería que lo llevara para esa ocasión.
Marquitos terminó su taza de leche con cereales sin que tuviera que urgirle, ahora parecía que ser él quien tenía prisa aunque mi primo aún no llegaba a recogerle.
-Vamos Marito, vamos con papi, me ha prometido llevarme al parque. -lo que dijo me descolocó, pensaba que vendrían a la piscina conmigo ya que había quedado así con Miguel.
Preparé un bocadillo con el pan que había traído el abuelo y junto con una manzana lo metí todo en una pequeña mochila, en mi monedero había unas pocas monedas, suficiente para lo que costaba la entrada al recinto de piscinas, si es que no venía mi primo y me la pagaba.
No resultaba fácil tener las cosas en su lugar ordenadas, la casa era pequeña, tres habitaciones: la que tenía reservada mi madre para sus llegadas inoportunas, la del abuelo, y la mía que era de todo aquel que llegaba de visita, (ahora compartida con Marquitos el hijo de mi primo los días que este trabajaba, o sea de lunes a viernes), una sala no muy grande, y al menos la cocina y el baño eran espaciosos.
Cogí mis llaves, el monedero, la toalla, y miré desganado mi móvil que no funcionaba, pasé a la cocina a por mi bocadillo y un botellín de agua, para no morir de inanición y hambriento como un perro callejero.
Marquitos lucía precioso recién peinado y oliendo a limpio a pesar de la ropa usada, con su pequeña mochilita en la espalda mirándome impaciente por marchar.
-Ya voy enano, que yo no lo tengo tan fácil como tú. -el nene me sacó la lengua.
Fui a besar a mi abuelo para despedirme, primero besó al pequeño y me sujetó de la mano, pasó la otra por un leve moretón que tenía en el brazo.
-¿Te has dado la pomada que te entregué?
-Ya ves abu, no se nota nada, ni me duele.
-No quería que esto pasara. -miraba muy fijo la piel del brazo, quizá recordando el brutal golpe que me propinó el sábado pasado, cuando llegó bebido como nunca le había visto.
Intenté retirar su mano después de besarle en la mejilla pero me sujetó con fuerza, su dura mano parecía un garfio y le salían los tendones crispados en su brazo peludo.
-Tienes que volver temprano, no olvides nuestro trabajo de la tarde.
-No abu, volveré con tiempo suficiente, no tienes que preocuparte.
-Sería mejor que hoy no fueras a la piscina. -no se lo que vio en mi cara, si dolor o pena y cambió la dureza de su tono
-Esta bien, pero ten cuidado y no me falles, dependen muchas cosas de que don Guillermo quede satisfecho. -no quería que continuara hablando, ya llevaba mucho tiempo escuchando sus planes y proyectos y sabía lo que tenía que hacer de memoria.
-Todo saldrá bien abu, ahora llevaré al niño y lo dejaré en la casa de Marcos. -al fin me soltó y cogí al pequeño para llevarlo conmigo y…, ¡oh milagro!, mi primo llenaba el hueco de la puerta.
-¿A dónde vas tan temprano Marito?
-A ti no te importa, ocúpate de tu hijo. -intenté alejarme de él y me sujetó de la cintura.
-¿No quieres venir con nosotros al campo en lugar de a la piscina?
-Sabes que he quedado con Miguel y los amigos allí, yo paso de vuestros enfados.
-Vaya, vaya, si le ves dale recuerdos, y dile que puede pasar a recoger sus cosas o se las pondré en la calle.
-No creo que a mi me atienda, y no son mis asuntos, yo tengo mis propios problemas.
El pequeño Marquitos se había abrazado a sus piernas y aproveché que le cogía en brazos para escapar de él como pude.
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Cuando llegué a la parada del bus este arrancaba, no hice intención de correr para cogerlo, tampoco tenía dinero para pagarlo, y sí el tiempo suficiente para llegar al deportivo andando, y para pensar intentado poner orden en mis ideas.
Había marchado sin ver a mi madre, tampoco tenía ilusión por verla en su estado de degradación continuo. Aun podía recordar lo bella que era, en algunos aspectos continuaba siéndolo, sobre todo sus hermosas y largas piernas con el culito redondo que yo herede de ella, solamente su rostro reflejaba a la perfección la decadencia cuando llegaba llorosa buscando el refugio de la casa paterna.
A veces me preguntaba quien pudo ser el hombre que depositara su semilla en ella para crearme, no conocí a ese hombre, mi padre había sido mi abuelo, amable y amoroso hasta que la abuela falleció, luego todo fueron problemas, y sin saber el motivo, la responsabilidad de la fallidas vidas, era totalmente mía a los ojos de mi abuelo.
Yo era el motivo del pecado de mi madre, el que fue la causa que hizo sufrir a su amada mujer hasta la muerte. Era amor y rencor unidos. Porque sabía que mi abu me amaba, yo era la prolongación de su hija mi madre, y por tal motivo, inexplicable para mi, él me quería a su manera.
La abuela era la balanza fiel para medir las cosas, ella no diferenciaba entre Marcos y yo, los dos éramos inocentes y no teníamos culpa de las faltas de sus hijas. Para el abuelo era diferente y se manifestó cuando ella desapareció.
Marcos era mayor que yo, me llevaba seis años, era un chico grande cuando mamá apareció embarazada, era fuerte y atrevido, valiente y varonil como todo un chico al que, el abuelo, llevaba orgulloso de la mano.
Y yo resulté débil, amanerado y femenino, toda una niña rubita y delicada, amado por la abuelita y mirado con dureza por el hombre de la casa.
Ellos se hicieron cargo de Marcos cuando sus padres murieron en accidente automovilístico, y de mi también, simplemente cuando mamá me abandonó a mi suerte.
Y no puedo quejarme, ahora a mis dieciocho años pienso que tuve momentos felices en mi corta vida, con el amor de mi adorada abuela Rosa, la que ocupó el lugar que dejó vacío mamá. Mi primo también me quiere, y siempre ha sido así aunque para él sea su pequeña primita, y me defendió en la escuela y también en casa ante la ira divina o diabólica del abuelo.
Pero el abu también me quiere, a su manera, represento a su hija adorada que tiene que dirigir para que esta vez no falle y caiga en el arroyo.
Dejo de pensar cuando llego ante la puerta de acero y cristal del deportivo municipal, busco mi monedero y alargo los pocos euros que poseo para pagar la entrada al recinto, luego saldré antes, para volver andando y llegar a tiempo, y evitar que el abuelo se enfade, no quiero recibir más golpes aunque sepa que los recibo por mi bien y que solo pretende corregirme, los golpes ya no me duelen, solamente me humillan y eso es aún peor.
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Atravieso la zona de piscinas hasta la parte más alejada, la ladera de verde hierba que separa, con una alambrada, el pequeño hipódromo de la zona de baño. Allí hablan en alta voz un grupo de jóvenes tumbados al fuerte sol, Patricia, la hermana de Miguel eleva la mano y me hace señas para que vea donde se halla mi amigo.
Migue sabe que voy hacia él, está alejado de los demás amigos, prefiere estar solo, y lucir ese pequeño bañador que parece la parte inferior de un bikini de chica. Migue no oculta lo que es como pretendo hacer yo. Él es provocador y marca su terreno siempre donde se encuentre. En la escuela, la calle, o donde sea él es y se reconoce maricón en plan provocador y festivo, sin bronca. Yo le admiro pero soy algo distinto.
Me tiendo a su lado y sabe que he llegado sin hacer movimiento alguno.
-¿Llegaste princesa? -vi su alegre sonrisa aflorar en sus labios rojos.
-Hace un buen día Migue, no lo revientes.
-Buen día será para ti que vas a cumplir tus sueños, ¿o seria mejor decir los de tu abuelo?
Me acerqué a él y le acaricie la tripita ligeramente dorada y marcada, Miguel era realmente bello, una hermosa chica en cuerpo de hombre, mas guapo que su divina hermana, una equivocación de la naturaleza.
-No empieces con mi abuelo.
-Es un cabrón aprovechado.
-Es buena persona Migue, solo mira por mi bien.
-¿También cuándo se juega el dinero en las timbas de los sábados?… ¿y para rematar se emborracha y luego encuentra el puto esclavo a quien pegar y maltratar?
-¡Por favor Migue! No empieces, además aunque fueran verdad tus opiniones, es lo que hay, él no tiene la culpa.
-¿La tienes tú? ¿Tenías que ser Dios para que no muriera tu abuela?
-Hablemos de otra cosa, ¿quieres?.
-De acuerdo, aunque siempre derivamos a lo mismo. ¿Que hay de Robert?
-Se lo mismo que tu, sigue en Chicago organizando su estancia con otros compañeros, buscando casa y ultimando los papeles, pero eso ya lo sabes.
-No hay tanta prisa, ¿no podéis esperar a su regreso y hablas con él?, si no se decide hazlo tu, ese chico te adora aunque no sepa expresarlo y tenga miedo a reconocerse gay. Tú no eres como yo, tienes derecho a ser feliz y es Robert lo que mereces, luego no habrá solución, después de esta noche todo estará perdido.
-O ganado, ¿quién lo sabe? Ni siquiera me mira y ya no es un amigo como antes, me ignora olímpicamente y pasa de mi.
-Tiene miedo a revelarse, es normal, ¿no te das cuenta? Un chico bisexual no es como yo donde todo está presente y a la vista, necesita que tú lo empujes, por favor, créeme, se de lo que hablo.
El silencio se impuso y se hacía más opresor cada minuto que pasaba.
-Cuando veníamos en autobús él estaba en la carretera, parado y en el arcén con ese gigante que sustituyó a tu abuelo, vestido con su traje de cuero y lleno de barro, no deja su afición al monte con sus motos, ni estando Robert ausente.
-Es su hobby, y también el de Robert, tienen derecho a disfrutar de esa actividad que les llena.
-A esa y a otras más disimuladas. -no evité reír y le miré elevándome sobre los codos.
-Eres terrible Migue…, y una pequeña alcahueta.
-Es de todos sabido y tu debías suponerlo al menos, desde la muerte de la madre de Robert, doña Amelita, sus aventuras son muchas, con mujeres y con chicos, muchachos bonitos como tu que le duran cinco días, de eso tu abuelo sabrá un montón.
-Eres maledicente Migue, esos son chismes, cuentos que la gente difunde por no tener otras cosas que hacer.
-¡En que mundo vives Marito¡ O eres inocente o eres tonto a pesar de tus notas de la escuela.
-Él siempre fue bueno conmigo, desde niño he sentido que me aprecia, desde que mi abuela nos llevaba para sentirnos custodiados mientras trabajaba en su casa y no vi nada que haga suponer lo que tu y otros proclaman y difunden. -me sentía herido y se notó en mi respuesta.
-Lo dejamos aunque se que es mi única oportunidad para hablarte. Yo te quiero Marito, te quiero mucho y no es envidia lo que me guía aunque se que puede ser algo bueno para ti y tu seguridad. ¡Oh! Mierda, ahora me parezco a tu abuelo. -los dos nos pusimos a reir.
-Al menos a ti te han prometido que te ayudarán para hacer tus estudios, tu eres listo, inteligente, y tienes por lo que luchar, yo a mi manera lo haré también, Tampoco voy a ser para siempre la puta de tu primo aunque le quiero un montón. Este es otro que no se decide y se aclara.
Nos quedamos de nuevo en silencio hasta que llegó Patricia y se nos incorporó al grupo.
-¿Nos bañamos o comemos hermosas ninfas? -se tumbó entre los dos y a ambos nos entregó un beso.
-Mis pequeños niños, juguetitos delicados y adorables. -los tres mirábamos al sol y al cielo sin nubes de un azul purísimo, quizá cada uno recordando algún pasaje de nuestra niñez y nuestros juegos comunes.
Después de comer el bocadillo y tomar el último baño me despedía de mis amigos, ahora llegaba el gran momento, el que mi abu me tenía reservado y yo, por no mentir, sentía una honda emoción.
Era cierto lo que Migue me decía, salvo en que el enamorado de Robert era yo, no él. Un amor que sabía imposible. Robert siempre rodeado de chicas guapas, cogido de sus brazos y que donde antes había amistad ahora se reducía a desdén o simplemente ignorarme.
Ya había llorado bastante y como decía el abuelo, yo no era nada, ahora se me brindaba la ocasión, la oportunidad de que alguien se interesara por mi y me ayudara a salir de esta vida miserable.
No es que tuviera excesivas ambiciones, solo quería y necesitaba llegar a ser libre un día, libre para decidir, tener lo necesario para no depender de alguien como la pasaba a Migue con mi primo.
Cuando llegué a casa mi abuelo me esperaba en la sala, no parecía nervioso aunque seguro que lo estaba.
No tenemos tiempo de sobra, es mejor que empieces a prepararte. -se puso en pie y a pasear a largas zancadas por la sala. No llegaba a entender tanto nerviosismo, yo debía estarlo y no él.
-No pasa nada y hay tiempo abu, estate tranquilo.
-Esto tiene que resultar perfecto, necesitamos la ayuda de don Guillermo y es nuestra única oportunidad.
Pasé al baño y él me siguió, con los mismos consejos y enseñanzas de días pasados y que sabia de pe a pa.
-Tienes que ser amable, no decir que no a nada, ser complaciente y no quejarte, el dolor pasa rápido, don Guillermo te quiere y será paciente…, y así una y otra vez con manida retórica.
-Lávate otra vez el culito, tienes que ser cuidadoso y limpio, es lo que te diferenciará de otros, y sonreir y preguntarle que es lo que quiere que le hagas. -al principio me limpiaba él para enseñarme, no permitía que en mi culito entrara algo más grueso que sus dedos enjabonados, enseñándome a dilatar el ano, todo muy despacio y bien hecho cuando sabía que no tenía que ser tan difícil observando a Miguel y Marcos.
También yo quería gozar como Miguel, cuando Marcos se le montaba y les escuchaba gritar desde la la sala de su casa, viendo la televisión con Marquitos.
Hacía más de cuatro años que le entregaba la verga y el culito de Migue la recibia goloso, algunas veces había visto el acto de la cópula deseando ocupar el lugar de mi amigo, pero ya desde entonces estaba la negación de mi abuelo, él me tenía reservado, ningún otro macho podría tenerme antes del que dispusiera él. Y yo le obedecía a pesar de las numerosas tentaciones, y los ofrecimientos de Miguel a que usara a mi primo, porque a él no le importa compartirlo conmigo.
Y rechacé a otros chicos aunque en serio deseaba ser suyo. Y solamente hubiera traicionado al abuelo, si en en el lugar de otros, hubiera sido Robert quien me quisiera montar haciéndome al amor. ¿Qué mal me lo has hecho pasar Robert!, y a tu pesar, y aunque no lo quieras te adoro.
…