Estaba sentado en el sofá de la casa del quiosquero, desnudo por completo, chupándole la polla, y ahora el cabrón del quiosquero, de pie delante de mí metiéndome el rabo en la boca y en pelotas al igual que estaba yo, me pedía que le comiera los huevos.
Hice lo que me pedía, saqué la polla de la boca y empecé a comerle aquellas enormes pelotas.
¡Ohhh ooohhh! ¡Así así, perrita! Jadeaba el quiosquero sujetándome la cabeza, mientras se abría de piernas todo lo que podía, dejando que le fuera comiendo las pelotas.
¡Ay maricón que boquita tienes! Cómele las pelotas a tu macho, anda que te voy a montar y dejar preñado, perrita.
Estaba pasándole la punta de mi lengua por el perineo, cuando sujetándome por los brazos, me hizo levantar, teniendo que dejar de lamerle los huevos. Se abrazó a mí, empezando a restregarse por todo mi cuerpo, sin dejar de abrazarme.
Joder que bueno estás perrita, me decía abrazándome con fuerza a él. ¡Dios como me gustas! Decía el quiosquero restregándose por todo mi cuerpo. El muy salido, no paraba de restregarse. Llevó su boca a la mía, empezando a comerme la boca, mordió mis labios, chupó, succionó y pasó su lengua por ellos, hasta que metió su lengua en mi boca, saboreando cada rincón con ella.
Después de un buen rato comiéndome la boca, fue bajando por mi cuello dándome mordiscos. Haciéndome temblar y chillar mientras me pegaba todo lo que podía a él.
El cabronazo del quiosquero, ya me tenía a punto de caramelo, me tenía al borde del clímax. Me fue dando la vuelta, y una vez me tuvo de espaldas a él, mordiéndome la nuca, me ordenó que me pusiera de rodillas sobre el sofá.
Ponte a 4 patas sobre el sofá, perrita, que tu macho te va a montar.
Me puse como me ordenó, mientras el quiosquero iba bajando con su lengua por toda mi columna vertebral. Con sus manos acariciaba mi vientre y pellizcaba uno de mis pezones.
Cuando llegó al inicio de mi culito, empezó a morderme los cachetes, mientras con sus manos abría mi culo, mostrándose mi esfínter colorado y calentito, deseando que lo abrieran con aquella polla del quiosquero.
Así perrita, así, deja que tu macho vea tu tierno culito. Llevó la punta de su lengua a mi esfínter, empezando a darme suaves lamidas, pasaba la punta de su lengua por él, y luego mordía los cachetes, haciéndome dar gemidos de placer, ¡ohhh ooohhh ohhh! Gemía agachando mi cabeza y pecho pegándolos al sofá, mientras levantaba el culo todo lo que podía.
Dios como me estaba gustando aquello. Mi polla ya estaba rezumando gotas de semen, tenía toda la punta pringada. Notaba como de vez en cuando mi polla dejaba caer alguna gotita de leche sobre el sofá.
El quiosquero mientras lamía mi ojete y mordisqueaba mis glúteos, llevó su mano a mi polla y huevos, viendo que mi polla estaba toda mojada. Uy mi perrita, ya tienes la pollita toda mojadita, mira como la tienes toda pringadita de semen.
¿Te gusta lo que estás sintiendo, eh perrita?
Pues vamos a montarte para que no sufras más, perrita. Tu macho te va a montar, Sí perrita sí, te voy a montar y hacerte mío.
El quiosquero dejó de lamerme el ano, se pegó a mí llevando su rabo a la entrada de mi culo, colocó la punta de su polla en mi ojete, presionó empujando su pelvis, haciendo que su polla abriera mi esfínter, entrando toda la cabeza dentro de mí.
¡Ohhh! Gemí al notar como mi esfínter se abría dejando pasar la cabeza de la polla.
Pero el quiosquero, en lugar de seguir metiéndome la polla en el culo, volvió a sacar la cabeza de la polla, y volver a meterla haciendo que mi esfínter se volviera abrir. Repitió varias veces la maniobra, haciendo que mi esfínter se abriera una y otra vez, dejando de poner resistencia.
Dios, aquello me estaba volviendo loco, el muy cabrón metía y sacaba la punta de su polla, haciendo que mi esfínter se abriera y cerrara una y otra vez, sin terminar de meterme su falo.
¡Ohhh! ¡ooohhh! Grité gimiendo cuando por fin el quiosquero metió toda su polla en mi culo.
Ya perrita, ya, tu macho ya te ha montado. Ya tienes ensartada toda la polla y ahora te voy a hacer mía. Te voy a follar hasta dejarte bien preñado. Te voy a dejar mi semilla bien dentro y preñarte esta barriguita que tienes, con mi lechita.
Sujetándome por las caderas, empezó el mete y saca, primero fue suave, para poco a poco ir incrementando la velocidad.
Movía su pelvis clavándome la polla profundamente, a la vez que con sus manos movía mis caderas, haciendo que su polla entrara y saliera en mí, deslizándose por mis entrañas.
Gritaba el quiosquero, ¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh perrita que gusto!
¡Ay maricón como me gustas! Que culito más rico tienes, ¡ohhh como me gusta!
Yo sudaba y gemía sin parar, notando como la polla del quiosquero, entraba una y otra vez en mí. Sus pelotas pegaban en la entrada a mi ano, cada vez que su pelvis chocaba con mi culo. Se oía el plof, plof plof plof, de su pelvis cada vez que golpeaba mi culo.
Mi polla no paraba de gotear semen sobre el sofá, mientras el quiosquero me hacía suyo. Me estaba dando la follada de mi vida. Aquello me tenía en trance.
Cuando empezó a incrementar la velocidad el quiosquero en sus arremetidas, clavándome mucho más profundo su polla, y con mucha más violencia, yo empecé a notar como una corriente de placer subía desde mi culo hasta llegar a mi polla, haciéndome explotar en una tremenda corrida.
¡Ohhh! Me corro, ¡ohhh! ¡ooohhh! Me corro, me corro, Gritaba derramando mi semen por todo el sofá.
Me estaba corriendo mientras el quiosquero me daba por el culo cada vez más violentamente, teniéndome a 4 patas sobre el sofá de su casa.
Así perrita, así, córrete, córrete para tu macho, me decía sin dejar de culearme llevando su mano a mi polla, y mientras me seguía bombeando su polla en mi interior, con su mano me acariciaba los huevos e iba pajeándome para que soltara todo el semen.
Así maricón así, suelta tu lechita, me decía ahora frotándome con su mano la polla, vientre y estómago, mientras me seguía cabalgando con su mástil ensartado en mi culo.
Yo estaba con los ojos cerrados, la boca abierta cayéndome la baba mientras gemía y deliraba de tanto gusto que estaba sintiendo. Tuve que apoyar la cabeza en el sofá, ya que las piernas me empezaban a fallar, temblaba como si me hubiera dado un ataque epiléptico.
Ay maricón que gusto, ay que gusto me estás dando. Joder que culo tienes pedazo de maricón, que gusto me da follarlo, gritaba una y otra vez el quiosquero, sin parar de culearme. Metía y sacaba una y otra vez su polla en mi culo, dándome unas envestidas que me hacían bambolear sobre el sofá, como si fuera una marioneta.
Ya hacía buen rato que yo me había corrido, cuando el quiosquero, incrementando la velocidad de su cogida, empezaba a gritar que se corría.
Ya perrita, ya me voy a correr, ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! Me corro, me corro, ¡ooohhh me corro! Gritaba el quiosquero, llenándome el culo por segunda vez con su esperma.
Cuando terminó de soltar toda la leche en lo más profundo de mis entrañas, sin sacarme la verga del culo, apoyó su cabeza sobre mi espalda, y mientras me acariciaba con sus manos, iba besándome por toda la espalda.
Quedamos, así como estábamos, el encima mía, abrazándome y besándome y mordisqueándome la espalda y hombros, recostados sobre el sofá, mientras poco a poco íbamos recuperando el aliento y normalizando la respiración.
Una vez repuestos, el quiosquero se levantó dejándome que me sentara sobre el sofá, cogió una manta que estaba doblada en el otro sofá, la desplegó haciendo que me tapara con ella, mientras él, llevaba las bolsas que había dejado en el suelo, a la cocina. No tardó ni 5 minutos en estar de vuelta, traía 2 vasos con 2 cervezas, y unos trozos de pan y un poco de fiambre.
Colocó lo que traía sobre la mesita, encendió la televisión y el vídeo que tenía, insertó una cinta en él, poniéndola a reproducir.
Después de poner en marcha la cinta de vídeo, se sentó a mi lado, me abrazó a él tapándonos ambos con la manta, y mientras veíamos la cinta de vídeo; por supuesto era porno gay; bebimos las cervezas y comimos el fiambre.
Entre bocado y bocado, el quiosquero no dejó nunca de meterme mano, me abrazaba a él, me mordisqueaba por todo el cuerpo, me lamía los labios y metía su lengua en mi boca, unas veces llevaba cerveza en su boca, otras me pasaba trocitos de fiambre con la boca.
Una vez terminamos de comer y beber, mientras terminábamos de ver la cinta de vídeo, fumamos un par de cigarrillos, llevándome luego el a su dormitorio.
Vamos para la cama que allí estaremos mejor, dijo mientras separaba la manta que nos cubría. Me agarró por el brazo sujetándome por la muñeca, tiró por mí haciéndome que me levantara, me rodeó con sus brazos abrazándome por la espalda, llevándome así abrazado para su dormitorio.
Ven mi perrita, me susurraba poniendo su cabeza sobre mi hombro, mientras me iba mordisqueando la oreja. Vente para la cama con tu macho, que quiero tenerte acurrucadita a mí lado.
Una vez en el dormitorio, el quiosquero encendió la luz, abrió la cama ordenándome que me acostara, encendió otra televisión que tenía en el dormitorio, fue a la sala de donde trajo unas cintas de vídeo, insertó una en el reproductor que tenía, apagó la luz, metiéndose luego él en la cama, por el otro costado. Sacó de la mesilla un mando a distancia, puso en funcionamiento la televisión junto al reproductor, dejó luego el mando sobre la mesilla, se acurrucó a mi costado abrazándome a él, echó una de sus piernas sobre las mías, y mientras me acariciaba con sus manos, comenzaba a verse la película que había puesto. Por supuesto que también esta era de porno gay, y mientras mirábamos la película, ambos nos acariciábamos. Yo había llevado mi mano a su polla, la cual estaba media flácida, pero no dejaba de acariciarla y sobarle las pelotas.
Aunque la película estaba excitante a tope, no se en que momento yo me quedé dormido. Al igual que le debió pasar a el quiosquero, ya que cuando desperté, ya eran cerca de las 8 de la mañana. Y desperté por culpa de las caricias que me estaba dando el quiosquero.
Dios, ya había notado el rabo del quiosquero empalmado a tope, pegado a mi culo. Tenía las manos del quiosquero sobándome la polla y huevos, lamiendo y mordisqueándome el cuello y hombro, y la verga tiesa y dura, pegada a la raja de mi culito.
Buenos días mi perrita, me susurraba al oído, has dormido toda la noche acurrucadita al pecho de tu macho, y mira como me tienes, me decía restregándome su polla por la raja de mi culito.
Anda se buena perrita, y dame tu culito, anda déjame que te posea. Déjame hacerte mía, anda encoje las piernas, perrita y dale el culito a tu macho para que te monte.
Hice lo que me pedía mi macho, encogí las piernas sacando el culo un poco para facilitarle la penetración, y nada más pegar el culo a su entrepierna, ya noté su polla abriéndome el culo.
¡Ohhh! Gemí al notar su polla traspasándome el esfínter. ¡Ohhh ooohhh! Volví a gemir una vez me había metido toda la polla.
Así perrita, así, deja que tu macho te monte y te haga suya. Déjame follarte y hacerte mía. Así, así me gusta, dame el culito que te voy a preñar con mi lechita.
¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto perrita!
La hostia, apenas había despertado, y ya estaba siendo enculado de nuevo por mi macho.
Me acariciaba la polla con su mano en una suave paja, a la vez que con la boca me mordisqueaba el hombro y oreja, mientras me iba culeando suavemente, haciendo que su polla fuera deslizándose por mi interior, abriéndome el culo cada vez más.
Que hijo de puta el quiosquero, sabía cómo darme placer y hacerme gozar. Hacía que me entregara a él sin reservas. Me hacía ser suyo, igual que una perrita en celo se entrega a su macho para que la monte y preñe de leche.
Cada vez el quiosquero iba culeándome más rápido y profundo, dándome envestidas más fuertes, tanto fue así, que en una ocasión salió la polla de mi culito. La volvió a meter, pero me pidió que me recostara boca abajo. De esta manera él terminó por colocarse sobre mi espalda.
Levanta el culito un poco, perrita, y deja que tu macho te cabalgue, me decía con la boca pegada a mi oreja.
Yo levantaba el culito facilitándole la enculada, y entregándome a él como una sumisa perrita
Dios, aquello me gustaba, me gustaba ser follado y notar como su polla entraba en mí, haciéndome ser suyo. Levantaba el culo para que su polla entrara más profunda, y me gustaba notar como sus pelotas pegaban en la entrada de mi ano pudiendo escuchar como se oía cada vez que me clavaba su polla, plof, plof plof plof, y el roce que le daba la cabeza de su polla a mi próstata.
Me gustaba sentir su cuerpo pegado al mío, notar su piel pegada a la mía, sus bellos púbicos sobre mis glúteos, y como su boca mordisqueaba mi cuerpo, haciéndome temblar de gusto.
De pronto empecé a notar como la polla del quiosquero se hinchaba en mi interior, sus pelotas se pegaban más a mi culo, y este empezaba a jadear fuertemente. Ya me vengo, ya perrita, ya.
¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto perrita! Me corro, me corro, me corro, gritaba derramando todo su esperma dentro de mi culo regando con él mis entrañas.
Cuando terminó de eyacular, dejando que saliera todo su semen preñándome el culo con él, se dejó caer a un costado mía, y después de recuperar el aliento y normalizarse la respiración, nos levantamos, fuimos los 2 juntitos para la ducha; por cierto, que tenía un cuarto de baño espectacular, la ducha era inmensa de grande; nos metimos ambos, duchándonos los 2 juntitos.
Me enjabonó todo el cuerpo, además de hacerme correr mientras me enjabonaba, y yo antes de enjabonarlo a él, le hice una mamada a su polla, tragándome todos los restos de semen que tenía.
Sí, claro que sí, como bien suponéis, el cabroncete del quiosquero no perdió la ocasión, y allí en la ducha cuando me agaché para chuparle la polla, me hizo la lluvia dorada. El muy cabrón me meó toda la cara y cuerpo, no tragué nada, de puñetera casualidad, ya que cerré la boca a tiempo. Aunque después de mearme todo el cuerpo, seguí chupándole la polla y alguna gota y sobre todo el sabor salado de su meada, sí probé.
Una vez duchados y secos, fuimos para la sala donde allí tenía la ropa, me vestí, y después de desayunar un café con leche y galletas, me abrió la puerta de su casa, y luego de despedirnos, me fui para mi casita.
Iba super follado, con el culito bien preñado de semen, abierto y aplacada la calentura para unos cuantos días.
Y claro que sí, el quiosquero me volvió a dar por el culo, y lo hizo unas cuantas veces más, la mayoría de ellas fueron en el quiosco, y un par de veces más en su casa, donde repetimos la lluvia dorada.
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