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Tiempo de lectura: 2 minutos

Todo comenzó cuando decidí, junto con unas compañeras de clase, apuntarme a una academia porque me sería imposible aprobar una de mis asignaturas de primer año universitario debido a su complejidad. Miramos varias academias de clases particulares pero resultaban ser demasiado caras para las horas que íbamos a ir, hasta que dimos con una academia que se ajustaba a nuestro dinero y nuestro tiempo. Lo que no me esperaba era que nuestro nuevo profesor sería tan joven y fuera tan guapo. Al final, decidimos apuntarnos.

A la semana siguiente, comenzamos las clases. Teníamos dos horas seguidas a la semana con él. Empezó a explicar y hacer los ejercicios en la pizarra. Yo no me enteraba de mucho, pero tampoco me importaba. No podía apartar la mirada de él y menos cuando se apartaba el pelo hacia atrás. Me parecía tan sexi ese gesto… De repente pidió una voluntaria para resolver un ejercicio y, sin saber cómo, me encontraba a su lado resolviendo el ejercicio. Mi temperatura subía y me ponía más nerviosa mientras escribía.

Después de esos nervios y de alguna que otra explicación más, se terminó la clase. Me disponía a marcharme cuando me mandó quedarme un momento que tenía que hablar conmigo. Mis nervios volvían a aumentar mientras me acercaba a él. Por cómo me miraba, preguntarme sobre cómo había resuelto un ejercicio era una simple excusa para estar a solas conmigo. Me giré, coincidí con sus ojos y no pude evitar besarle los labios. Él me devolvió el beso y me agarró con fuerza hacía él. No dudó en bajar sus manos hasta agarrar mis nalgas mientras no soltaba mis labios.

Me puso contra la pared mientras sus labios bajaban por mi cuello y sus manos se perdían bajo mi camiseta buscando mis pechos. No tardó en desaparecer mi camiseta y caerse mi sujetador a mis pies mientras le quitaba la camiseta y una de mis manos se dejaba caer a su pantalón acariciando su miembro ya erecto. Sin pensarlo dos veces, me dejé caer y fui en busca de su miembro mientras le desabrochaba el pantalón y lo acariciaba lentamente. Lo recorría con las yemas de los dedos mientras me lo acercaba a mis labios y a mi lengua juguetona. Pronto lo metí suavemente en mi boca empezando una rica mamada que le haría disfrutar y gemir mientras me sujetaba la cabeza consiguiendo que hiciera una de mis gargantas profundas que tanto placer dan.

Pronto decidió subirme a la mesa, quitarme la poca ropa que me quedaba y abrirme de piernas para perderse entre ellas. Empezó a meter su lengua lentamente en mi vagina mientras uno de sus dedos hacía sendos círculos sobre mi clítoris haciendo que mi cuerpo se estremeciera y empezará a gemir. Tras un buen rato perdido entre mis piernas, se levantó y no tardó en meterme su miembro hasta el fondo sacándome un liguero chillido que calló con un beso. Empezamos suave, dejándonos llevar por el momento, mientras nuestros gemidos aumentaban a medida que me embestía. Pronto lo empujé, le obligué a sentarse y me senté encima de él tomando el ritmo del momento. Sus manos pasaban de mis pechos a resbalar por mi espalda llegando a mis nalgas que azotaba con gusto. Más tarde, sin poder aguantarse, me levantó y me puso a cuatro contra su mesa para darme con gran intensidad mientras me azotaba y me hacía gemir teniendo múltiples orgasmos hasta que me arrodillé hasta recibir toda su corrida en mis labios.

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