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Mi mujer me engaña con mi jefe
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Después de volver de nuestro viaje de Isla de Pascua, mi mujer y yo tratamos de retomar la normalidad. Aunque ella seguía en contacto con Philipe no habían hablado de volver a juntarse, así que nosotros seguimos nuestra vida. Pero había algo que no estaba funcionando bien y era la intimidad, mientras que yo la disfrutaba más que antes, porque tenía unas tremendas erecciones recordando todo lo que había hecho con su amante, me empecé a dar cuenta que ella no quedaba satisfecha.

Así que un día después de acabar dentro de ella y notar que ella no logró disfrutar la confronté: ‘¿Que tienes? Ya no quieres que te haga el amor’, ‘no es eso’; respondió, ‘por el contrario, me gusta saber que disfrutas mucho de mi cuerpo’. ‘Bueno y entonces ¿qué pasa que tú no lo disfrutas?’, ‘No quiero que te enojes, pero…’. Ese silencio era una mala señal para mí, a pesar de eso con cariño le dije: ‘Cuéntame que pasa, sabré entender’.

Miró al cielo y dijo, ‘no te siento… el tamaño de Philipe y el tuyo es tan diferente que ahora no te siento’. No me había percatado de ese detalle, pero era verdad, yo llegaba con ganas de mi trabajo y ella no estaba pensando en sexo pero apenas yo la buscaba se ponía disponible, entonces entraba en ella y a pesar de estar seca, yo entraba sin problemas y sin que ella sintiera dolor.

‘Entiendo’ le dije, ‘o sea que piensas en él y haces la comparación’. No, me respondió, ‘verte gozar me hace sentir muy bien, solo es cosa que yo vuelva a estar un poco más cerradita y de seguro todo será como antes’. No hablamos más del asunto, porque la verdad quien más pensaba en ese hombre clavando todo su instrumento en mi mujer era yo y no ella.

En mi empresa había un proyecto que gracias a unos ajustes que realice, dieron como fruto un gran contrato, esto produjo una gran alegría en todos, mejoraría nuestros ingresos y además nos daba una estabilidad laboral muy apreciada. Mi jefe entonces planeó una comida para celebrar este éxito.

Así que ese sábado, mi mujer se vistió tan linda como siempre, con un ajustado vestido que dejaba ver su bello culo, con un colaless metido en sus nalgas, pareciera que iba sin nada abajo, como tenía un gran escote, puso un brasier que solo cubría bajo sus bellos senos y un chal cubriendo sus hombros, dejamos los niños donde mis suegros y nos juntamos al resto del grupo, en un conocido hotel de la ciudad con un salón privado para que después de una exquisita cena, tuviéramos un bar libre con buena música para bailar.

Toda la noche fui el centro de la atención, mis compañeros celebraban con algarabía y mi jefe no dejaba de halagarme frente a mi mujer, agradeciendo el logro. Yo la verdad no soy bueno para bailar y el único sin pareja en la fiesta era mi jefe, por lo cual me pidió permiso para bailar con Viviana, pensé que ella no aceptaría después de lo que me había contado, la vez anterior cuando trató de sobrepasarse con ella, pero en cambio ella si aceptó la invitación.

Entretanto algunos de mis compañeros se me acercaban y todos querían hacer un brindis conmigo, eso hizo que bebiera mucho, después de un par de horas estaba demasiado bebido. De verdad empecé a borrarme, como se dice acá, y solo sentía a lo lejos las risas y alegría de todos y miles de palmotadas en mi espalda que seguían felicitándome.

Mi mujer vino a sentarse y mientras se dio cuenta de mi estado, algo habló con Héctor (así se llama mi jefe) ‘Solo entendí, vamos no te preocupes, se merece estar feliz, luego yo les acerco a su casa’, y algo le susurró al oído a Viviana, que sonriendo aceptó una nueva pieza de baile.

No sé cuánto más duró la fiesta, más de algún sueño eché sentado en un mullido sillón, solo recuerdo que Viviana me habló; ‘Puedes caminar, ya se han ido casi todos y será mejor que vamos a casa’, ni recuerdo que respondí, lo próximo que recuerdo es que entre mi esposa y mi jefe me cargaban hasta los estacionamientos, abrió la puerta del auto y caí semi acostado en el asiento trasero. Pasaron unos minutos y no sé porque ellos no entraban en el auto.

Trate de ver hacia afuera pero por mi estado no lograba ver bien, al parecer ¿conversaban de algo o él la tenía abrazada? A mis movimientos los vi separarse y entraron en el auto, ella se sentó al lado de él y me pareció ver que su vestido estaba levantado, no traía su chal sobre sus hombros y al parecer su escote mostraba más de lo debido. El sueño me vencía y no me di cuenta cuando echó a andar el auto y salimos de allí.

Luego de un rato creo que estábamos detenidos, sentí algo así como jadeos, balbuceé preguntando donde estamos. Viviana se revolvió en su asiento como tapando algo y Héctor me respondió, ya estamos llegando a tu casa. Otra vez el sueño me ganó, abrieron el auto y Héctor me ayudó a salir del auto, Viviana abrió la puerta de nuestra casa y entramos, sentí como me recostaron en la cama, sacaba mis zapatos y me dormí.

Desperté no sé a qué hora con ganas de orinar así que a duras penas me levanté para ir al baño, cuando abría la puerta de la pieza, sentí unos gemidos de la pieza de mi hijo, con sigilo y aun adormilado me acerqué a la puerta semi abierta y en penumbras vi algo que no me esperaba.

Mi mujer estaba siendo duramente penetrada por mi jefe. De espalda sobre la cama y con sus piernas abiertas sobre los hombros de Héctor, este con fuerza hundía su pene en la conchita de Viviana. Recordé que ella se había fijado que este tenía un gran tamaño y ahora yo mismo podía dar fe que así era. Después por Viviana supe que llevaban casi una hora cogiendo.

Mi mujer estaba perdida en deseos, ella me divisó en las penumbras, yo no atiné a hacer nada, eso para ella fue señal de que podía seguir, así que cerrando los ojos se dejó ir en un tremendo orgasmo mientras Héctor blufaba derramando su leche dentro de ella y cayendo rendido encima de Viviana. A todo esto yo ya lanzaba leche en el pasillo de mi casa, me había ido sin tocarme, viendo a mi mujer penetrada.

Me retiré en silencio para dejarlos recuperarse, seguramente Héctor tomaría sus ropas y se marcharía. Esperé acostado en mi pieza, recordando lo que había visto nuevamente estaba excitado, quería que Viviana apareciera en esa puerta y me la cogería con todas mis fuerzas, pero pasaban los minutos y nada. Me levanté nuevamente sigilosamente y al acercarme a la pieza. Ahora Viviana estaba en cuatro siendo enculada por mi jefe con las mismas fuerzas que antes, Este tipo no solo tenía un tremendo pene, sino que también mucha fuerza y gran sentido de recuperación, porque estaba tan endurecido como antes.

Viviana estaba perdida nuevamente y se mordía los labios concentrada en lograr un nuevo orgasmo, metiendo sus dedos en su vagina, mientras Héctor aferrado a sus caderas iba fuertemente de afuera hasta el fondo del culo de mi mujer con su largo y gordo trozo de carne. Empecé a tocarme y ellos estuvieron muchos minutos en esa tarea, sé que mi mujer acabo al menos dos veces antes que Héctor le llenara las entrañas de leche. La abrazó y se recostó sobre ella. Le agarró las tetas y algo le dijo al oído, ella se volvió y se besaron apasionadamente, hasta que un plop, anunció que recién desalojaba su ano, aun así siguió amasando sus tetas y besándose con ganas. Me devolví a mi cama, con mi mano llena de mi semen que una vez mas había derramado y me dormí.

A la mañana, Viviana dormía al lado mío, no quise molestarla y me levanté a prepararme un café cargado para pasar mi dolor de cabeza, ella apareció en la puerta sin decir nada, solo me atreví a decirle ‘¿Te gustó?’. Ella movió la cabeza afirmativamente, ‘¿Te sentiste llena?’. ‘Si’ me dijo. ‘A ver explícame como empezó esto, si tú lo habías rechazado por mujeriego y porque solo te deseaba para la cama’.

‘Bueno’ dijo ella, ‘Tu sabes que necesitaba algo más grande para mi cuquita y justamente sabía que Héctor cumplía con esa característica. Cuando comenzamos a bailar en la fiesta, fue muy respetuoso y comenzó a alabarte por tu trabajo y por la bella mujer que tenías, luego vinieron unas salsas donde me abrazó con sensualidad pero sin propasarse, es un buen bailarín y supo levarme lo que me hizo entregarme a su ritmo, luego tocaron un reggaetón y allí sentí que estaba empalmado, eso me despertó y me hizo recordar el tamaño de su pene.

Seguimos bailando cuando noté que estabas muy ebrio, pensé que me echabas a perder la noche, pero resultó que me la mejoraste, porque Héctor se ofreció a traernos a casa si no estabas en condiciones, sabiendo que así sería seguimos bailando de manera más sensual, ya estaba acariciando mi culo y pegándome su paquete a mi conchita, mientras dejábamos que tu siguieras tomando.

Al término de la fiesta te metimos en el auto y nosotros comenzamos a besarnos y a acariciarnos con frenesí, en el estacionamiento saco un seno y comenzó a chuparlo, mientras nos refregábamos muy calientes, levantó mi vestido y agarro mi culo con ganas. Sentimos que te moviste y entramos al auto muy excitados.

Salimos del hotel, y Héctor manejó lentamente mientras tenía una mano dentro de mi cuquita, yo desabroché su pantalón y tomé su enorme pene en mis manos y comencé a pajearlo y al verte dormido nos detuvimos en un mirador y no resistí las ganas de succionar ese delicioso trozo de carne, pero está tan gordo que solo me cabía la cabeza.

Otra vez interrumpiste nuestros juegos, así que vinimos a casa, temía que te despertaras y arruinaras las ganas que teníamos de coger, pero estabas tan pedorro, que apenas te dejamos en la cama, comenzaste a roncar, así que te quité los zapatos y te cubrí, salimos de la pieza y dejé la puerta junta para sentirte si te levantabas, nos fuimos a la pieza del niño y reiniciamos nuestros juegos de caricias y besos, empezamos a desnudarnos y comenzó a chupar mis tetas con deseo, bajó hasta mi conejito y su lengua empezó a hacer maravillas en mi clítoris, yo también quería chupar su enorme mástil, así que nos acomodamos para un rico 69, me hizo llegar a un orgasmo muy rico, mientras yo había ensalivado muy bien su pene y había logrado meter casi la mitad en mi boca.

Le pedí que me penetrara y me recostó en la cama, separó mis piernas y comenzó una lenta y constante penetración, nuevamente sentí mi vagina llena, dilataba mi cuquita en cada arremetida y eso me hacía gozar, cuando se percató que había llegado a meterlo todo, empezó con más fuerza a taladrarme, levantó mis piernas eran exquisitas sus penetradas, te divise en la puerta, no sé cuánto llevabas allí, pero entendí que estabas de acuerdo porque no hiciste nada, así que me dejé llevar por un tremendo orgasmo compartido con Héctor.

Luego me levanté para ver en que estabas, pisé tu acabada en el piso y sabía que te había gustado lo que viste, te vi durmiendo y volví con Héctor, para mi sorpresa ya estaba de nuevo empalmado así que comencé a comérmelo, mientras él jugaba con mis tetas y luego con mi culo, sabía lo que quería y yo también así que me acomodó un cojín bajo mi cintura y comenzó a jugar con la cabeza de su pene en mi orificio anal. Le dije que calentara mi clítoris antes de entrar y así poco a poco entró su cilindro de carme en mi hoyito, cuando comencé a gemir fue yendo cada vez más fuerte, hasta que se convirtió en un tren de orgasmos y sensaciones, acabando con una abundante corrida en mis entrañas.

Siguió acariciándome y dándome las gracias porque lo había hecho sentir sensaciones que jamás había sentido con nadie, yo también le agradecí lo que me había hecho sentir y seguimos con besos y caricias, esto hizo reaccionar su pene y no pude evitar ponerlo en mis labios y comencé a succionar con tanta habilidad que lo hice acabar en mi boca, luego se vistió y se fue, no sin antes pedirme que ojalá repitamos la experiencia. Así llenita y satisfecha me acosté’.

Cuando terminó su relato mi pene quería guerra así que la afirmé en la mesa de la cocina y clavé mi pequeño pico en su culo y rápidamente le revolví mi leche con la que aun tenia de mi jefe en su interior.

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